Imagen: Andaluces |
Antonio Avendaño | Andaluces, 2015-10-31
http://www.andalucesdiario.es/ciudadanxs/comuniones-civiles-socorro/
La Iglesia les robó sus fiestas a los paganos y ahora los paganos intentan robárselas a la Iglesia. La idea de los bautismos o las comuniones civiles tiene algo de ese ventajismo, que no quiere admitir que lo es, consistente en apropiarse y transformar en bodorrios unos sacramentos a los que, en realidad, ya la propia Iglesia les ha ido amputando lo poco que les quedaba de sagrado. En esa trivialización de lo sagrado que es hacer una comunión civil la Iglesia llegó primero.
El último en sumarse a esta desacralización de ritos que en verdad dejaron de ser sagrados hace mucho tiempo ha sido el Ayuntamiento de Rincón de la Victoria, donde gobiernan los socialistas con IU, PA y Ahora Rincón. Los padres ya pueden solicitar la comunión civil de sus niños, aunque su denominación oficial es, en palabras del concejal de Ahora Rincón y primer teniente de alcalde Antonio Moreno, “celebración del paso de la infancia a la preadolescencia” (¡Socorro!). Cuando hace años comenzaron a celebrarse en algunos ayuntamientos los bautizos civiles también se les cambió de nombre para llamarlos “ceremonia civil de otorgamiento de carta de ciudadanía” (¡¡¡Socorro!!!).
En Rincón, por ahora, ya se ha inscrito una vecina; no es probable, sin embargo, que se formen largas colas ante el Ayuntamiento para coger número. Y es que hay algo involuntaria pero irreparablemente cursi en esa pretensión moderna de apropiarse de ritos sagrados que hace mucho tiempo que dejaron de ser sagrados y casi incluso de ser ritos.
De hecho, la idea de celebrar comuniones por lo civil puede resultar cursi o incluso ridícula, pero en absoluto resulta escandalosa: ni siquiera le resulta escandalosa a la propia Iglesia, que desde hace mucho tiempo y casi sin darse cuenta ha venido desacralizando sus sacramentos porque de no hacerlo habría perdido todavía más fieles y parroquianos de los que ha perdido.
Los curas suelen lanzar en comuniones y bautizos alguna que otra admonición dirigida a los padres que, con tanto regalo y tanto convite, estarían desnaturalizando la esencia de esos sacramentos que dicen celebrar. Los reproches de los pobres párrocos son sinceros, sí, pero no demasiado persistentes, pues de serlo se vería muy pronto mermada una clientela que en estas ocasiones acude a la iglesia no a cumplir un sacramento –cuyo significado casi todos parecen haber olvidado– sino a cubrir un mero trámite previo a lo verdadera y paradójicamente sagrado, que es hacer un fiestorro por todo lo alto, convidar a la familia y a los amigachos y exhibir ante ellos no tanto devoción como músculo financiero y caché social.
Los ateos y agnósticos que se apuntan la comunión civil sin pasar por la Iglesia no parecen advertir que, aun sin pretenderlo, ésta llegó ahí mucho antes que ellos porque hoy en día todas las comuniones, le guste o no le guste a Roma, son civiles, de manera que, si se deciden a imitarlas, dejen de cometer la cursilería imperdonable de cambiarles el nombre y prescindan de una vez por todas y para siempre del reiterativo e innecesario adjetivo ‘civil’.
El último en sumarse a esta desacralización de ritos que en verdad dejaron de ser sagrados hace mucho tiempo ha sido el Ayuntamiento de Rincón de la Victoria, donde gobiernan los socialistas con IU, PA y Ahora Rincón. Los padres ya pueden solicitar la comunión civil de sus niños, aunque su denominación oficial es, en palabras del concejal de Ahora Rincón y primer teniente de alcalde Antonio Moreno, “celebración del paso de la infancia a la preadolescencia” (¡Socorro!). Cuando hace años comenzaron a celebrarse en algunos ayuntamientos los bautizos civiles también se les cambió de nombre para llamarlos “ceremonia civil de otorgamiento de carta de ciudadanía” (¡¡¡Socorro!!!).
En Rincón, por ahora, ya se ha inscrito una vecina; no es probable, sin embargo, que se formen largas colas ante el Ayuntamiento para coger número. Y es que hay algo involuntaria pero irreparablemente cursi en esa pretensión moderna de apropiarse de ritos sagrados que hace mucho tiempo que dejaron de ser sagrados y casi incluso de ser ritos.
De hecho, la idea de celebrar comuniones por lo civil puede resultar cursi o incluso ridícula, pero en absoluto resulta escandalosa: ni siquiera le resulta escandalosa a la propia Iglesia, que desde hace mucho tiempo y casi sin darse cuenta ha venido desacralizando sus sacramentos porque de no hacerlo habría perdido todavía más fieles y parroquianos de los que ha perdido.
Los curas suelen lanzar en comuniones y bautizos alguna que otra admonición dirigida a los padres que, con tanto regalo y tanto convite, estarían desnaturalizando la esencia de esos sacramentos que dicen celebrar. Los reproches de los pobres párrocos son sinceros, sí, pero no demasiado persistentes, pues de serlo se vería muy pronto mermada una clientela que en estas ocasiones acude a la iglesia no a cumplir un sacramento –cuyo significado casi todos parecen haber olvidado– sino a cubrir un mero trámite previo a lo verdadera y paradójicamente sagrado, que es hacer un fiestorro por todo lo alto, convidar a la familia y a los amigachos y exhibir ante ellos no tanto devoción como músculo financiero y caché social.
Los ateos y agnósticos que se apuntan la comunión civil sin pasar por la Iglesia no parecen advertir que, aun sin pretenderlo, ésta llegó ahí mucho antes que ellos porque hoy en día todas las comuniones, le guste o no le guste a Roma, son civiles, de manera que, si se deciden a imitarlas, dejen de cometer la cursilería imperdonable de cambiarles el nombre y prescindan de una vez por todas y para siempre del reiterativo e innecesario adjetivo ‘civil’.
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