Imagen: Público / Siria |
Activistas y políticas denuncian, en el 15º aniversario de la resolución 1325 de la ONU sobre mujeres, paz y seguridad, que el acuerdo es papel mojado por la falta de financiación y la escasa presencia de mujeres en los espacios de decisión política.
Anna Flotats | Público, 2015-10-30
http://www.publico.es/sociedad/no-habra-paz-par-mujeres.html
"El 75% de las 155 reuniones bilaterales que mantiene al año el secretario general de las Naciones Unidas es con delegaciones formadas íntegramente por hombres. En ese 25% restante, las mujeres están sólo tomando notas". Esta estadística, relatada por la propia jefa de Gabinete de Ban Ki-moon, Susana Malcorra, es una buena radiografía de lo que han dado de sí los primeros 15 años de la Resolución 1325, que reconoce el impacto específico que causan las guerras en las mujeres y reivindica su papel clave en la resolución de conflictos y en la construcción de la paz: "Es evidente", reconoció Malcorra, "que las normas, sin acción política, se convierten en papel mojado".
El diagnóstico de la jefa de Gabinete de Ban Ki-moon coincide con el de las activistas, periodistas y políticas en países en conflicto que el pasado martes participaron en la mesa redonda Mujeres africanas que construyen la paz organizada por la Fundación Mujeres por África y el Real Instituto Elcano.
A pesar de las buenas intenciones de la Resolución 1325 —que fue ampliada con la aprobación de otras seis normativas— el único avance apreciable en estos 15 años es la puesta en marcha de una agenda internacional pública sobre mujeres, paz y seguridad. "La resolución no es un convenio. Es una plataforma para pedir legitimidad, pero no sirve de nada si los Estados miembro no la incluyen en sus planes nacionales y se comprometen a aplicarla", denunció este martes Hibaaq Osman, presidenta de la asociación Karama en defensa de los derechos de las mujeres. "La Resolución 1325 no está ayudando a las mujeres, no hay protección".
Las mujeres siguen sufriendo violencia sexual de manera sistemática en conflictos armados en Costa de Marfil, Mali, Siria, República Centroafricana, Sudán del Sur o República Democrática del Congo. Precisamente de esta última guerra, y de las atrocidades a las que son sometidas las mujeres, sabe mucho la periodista, activista y Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2014 Caddy Adzuba: "En mi país las mujeres no tienen el privilegio de morir de un tiro, sino que se las tortura hasta límites inhumanos". Las violaciones, empleadas como un instrumento de guerra para humillar a los hombres a quienes están ligadas las víctimas, son sólo un ejemplo de esta crueldad. "Conocí a una mujer a la que obligaron a comerse a sus hijos muertos", relató Adzuba para ejemplificar cómo "el cuerpo de la mujer se ha convertido en un campo de batalla en las guerras".
La violencia específica contra las mujeres —los feminicidos— ha ganado visibilidad. De hecho, la Corte Penal Internacional reconoce la violencia sexual como crimen de guerra y crimen de genocidio, pero en los países en conflicto, hablar de violencia sexual sigue siendo un tabú. "Es por ello que el cambio debe nacer de las raíces, de las bases", afirma la alcaldesa de la ciudad maliense de Goundam, Oumou Sell-Seck. "Sólo lograremos un mundo mejor si conseguimos un cambio a nivel local y para ello es imprescindible que haya mujeres en los espacios donde se toman decisiones", dijo esta activista que participó en las conversaciones de paz de Argel.
Este es otro de los objetivos de la Resolución 1325, pero a día de hoy, de un total de 585 acuerdos de paz firmados de 1990 a 2010, apenas 92 contenían alguna referencia a las mujeres y desde 1992 hasta 2011 sólo el 9% de los participantes en las mesas de negociación de paz eran mujeres. Además, las mujeres encabezan sólo el 19% de las misiones de la ONU sobre el terreno.
¿Cómo se puede revertir esta situación? Tica Font, activista, investigadora y miembro del Centre Delàs d'Estudis per la Pau, proponía recientemente en un artículo en Público algunos pasos a seguir: "Es el momento de que se asuman compromisos, de que los estados implementen planes de acción y los doten presupuestariamente. Es el momento de anteponer los derechos de las mujeres al negocio de las armas o los intereses geoestratégicos".
Sin presencia política
Caddy Azuba denunció precisamente en la mesa redonda del martes que en muchas ocasiones la invitan a reuniones, pero los organizadores no se hacen cargo de los gastos del viaje y no puede acudir. Por ello, la activista congoleña pidió la creación de un Consejo Internacional de la Mujer que actúe como una suerte de "Policía de los estados" para que haga un seguimiento de las actuaciones de los gobiernos.
En la misma línea, la profesora y feminista croata, Rada Boric, integrante del comité directivo de la Iniciativa de las Mujeres Premio Nobel, cree que los gobiernos "deberían estar obligados, no sólo a promover la idea de lo que contienen las resoluciones de la ONU, sino también a implementarlas y monitorizarlas". En una entrevista con Público, esta activista por la paz internacional recuerda que se tardaron diez años en que apenas diez países adoptaran la Resolución 1325 y otros muchos años en crear el Plan de acción nacional para su implantación. "Lo que pasó fue que los países de Europa que no habían tenido una guerra en su propia tierra en los últimos 100 años diseñaron un plan para que las mujeres participasen, más que en la política, en los cuerpos militares para la paz". El problema, dice Boric, es que las mujeres y los hombres ven la paz y la seguridad humana de manera distinta, así que si no hay mujeres en países europeos que participen directamente en la toma de decisiones políticas ni cuotas en los parlamentos, ¿cómo van a influir las mujeres en la paz?", se pregunta.
El diagnóstico de la jefa de Gabinete de Ban Ki-moon coincide con el de las activistas, periodistas y políticas en países en conflicto que el pasado martes participaron en la mesa redonda Mujeres africanas que construyen la paz organizada por la Fundación Mujeres por África y el Real Instituto Elcano.
A pesar de las buenas intenciones de la Resolución 1325 —que fue ampliada con la aprobación de otras seis normativas— el único avance apreciable en estos 15 años es la puesta en marcha de una agenda internacional pública sobre mujeres, paz y seguridad. "La resolución no es un convenio. Es una plataforma para pedir legitimidad, pero no sirve de nada si los Estados miembro no la incluyen en sus planes nacionales y se comprometen a aplicarla", denunció este martes Hibaaq Osman, presidenta de la asociación Karama en defensa de los derechos de las mujeres. "La Resolución 1325 no está ayudando a las mujeres, no hay protección".
Las mujeres siguen sufriendo violencia sexual de manera sistemática en conflictos armados en Costa de Marfil, Mali, Siria, República Centroafricana, Sudán del Sur o República Democrática del Congo. Precisamente de esta última guerra, y de las atrocidades a las que son sometidas las mujeres, sabe mucho la periodista, activista y Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2014 Caddy Adzuba: "En mi país las mujeres no tienen el privilegio de morir de un tiro, sino que se las tortura hasta límites inhumanos". Las violaciones, empleadas como un instrumento de guerra para humillar a los hombres a quienes están ligadas las víctimas, son sólo un ejemplo de esta crueldad. "Conocí a una mujer a la que obligaron a comerse a sus hijos muertos", relató Adzuba para ejemplificar cómo "el cuerpo de la mujer se ha convertido en un campo de batalla en las guerras".
La violencia específica contra las mujeres —los feminicidos— ha ganado visibilidad. De hecho, la Corte Penal Internacional reconoce la violencia sexual como crimen de guerra y crimen de genocidio, pero en los países en conflicto, hablar de violencia sexual sigue siendo un tabú. "Es por ello que el cambio debe nacer de las raíces, de las bases", afirma la alcaldesa de la ciudad maliense de Goundam, Oumou Sell-Seck. "Sólo lograremos un mundo mejor si conseguimos un cambio a nivel local y para ello es imprescindible que haya mujeres en los espacios donde se toman decisiones", dijo esta activista que participó en las conversaciones de paz de Argel.
Este es otro de los objetivos de la Resolución 1325, pero a día de hoy, de un total de 585 acuerdos de paz firmados de 1990 a 2010, apenas 92 contenían alguna referencia a las mujeres y desde 1992 hasta 2011 sólo el 9% de los participantes en las mesas de negociación de paz eran mujeres. Además, las mujeres encabezan sólo el 19% de las misiones de la ONU sobre el terreno.
¿Cómo se puede revertir esta situación? Tica Font, activista, investigadora y miembro del Centre Delàs d'Estudis per la Pau, proponía recientemente en un artículo en Público algunos pasos a seguir: "Es el momento de que se asuman compromisos, de que los estados implementen planes de acción y los doten presupuestariamente. Es el momento de anteponer los derechos de las mujeres al negocio de las armas o los intereses geoestratégicos".
Sin presencia política
Caddy Azuba denunció precisamente en la mesa redonda del martes que en muchas ocasiones la invitan a reuniones, pero los organizadores no se hacen cargo de los gastos del viaje y no puede acudir. Por ello, la activista congoleña pidió la creación de un Consejo Internacional de la Mujer que actúe como una suerte de "Policía de los estados" para que haga un seguimiento de las actuaciones de los gobiernos.
En la misma línea, la profesora y feminista croata, Rada Boric, integrante del comité directivo de la Iniciativa de las Mujeres Premio Nobel, cree que los gobiernos "deberían estar obligados, no sólo a promover la idea de lo que contienen las resoluciones de la ONU, sino también a implementarlas y monitorizarlas". En una entrevista con Público, esta activista por la paz internacional recuerda que se tardaron diez años en que apenas diez países adoptaran la Resolución 1325 y otros muchos años en crear el Plan de acción nacional para su implantación. "Lo que pasó fue que los países de Europa que no habían tenido una guerra en su propia tierra en los últimos 100 años diseñaron un plan para que las mujeres participasen, más que en la política, en los cuerpos militares para la paz". El problema, dice Boric, es que las mujeres y los hombres ven la paz y la seguridad humana de manera distinta, así que si no hay mujeres en países europeos que participen directamente en la toma de decisiones políticas ni cuotas en los parlamentos, ¿cómo van a influir las mujeres en la paz?", se pregunta.
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