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La escritora catalana Clara Usón publica 'Valor', una novela que indaga en el coraje y en aquello que nos mueve a tomar riesgos, ya sea la revolución, la fe o el dinero.
Juan Losa | Público, 2015-10-20
http://www.publico.es/culturas/mujeres-permite-novelas-comerciales-literatura.html
El “heroico y chapucero” levantamiento militar de Jaca en 1930, un campo de concentración en el Estado Independiente de Croacia durante la Segunda Guerra Mundial dirigido por un sacerdote católico y la historia de una mujer que ha vendido preferentes causando la ruina de su entorno son, aparentemente, tramas y escenarios dispares. Es la habilidad narrativa de Clara Usón (Barcelona, 1961) la que hace el resto y los convierte en una honda reflexión en torno al valor y su significado a lo largo del tiempo.
¿Desesperación o coherencia? ¿Qué nos hace actuar de forma valerosa? La escritora catalana escarba con ‘Valor’ (Seix Barral) en el origen de dicho concepto y lo hace con maestría, sabedora de que es en las contradicciones y los claroscuros humanos donde se hallan las causas de esas azarosas heroicidades nuestras. Con la libertad narrativa que le caracteriza, Usón nos habla de la revolución, de la fe y del dinero y de cómo, según se mire, son los principales aliados de eso que llamamos coraje.
La novela gira en torno al concepto de valor. ¿Por qué ese interés?
La palabra ‘valor’ me interesa por sus diferentes acepciones, algunas incluso contradictorias entre sí. Por un lado está el empleo que nos viene a la cabeza y que se relaciona con la bravura y el arrojo. Después está el valor entendido como precio, y por último el valor moral, aquel que tiene que ver con los principios éticos. En cualquier caso, yo no planteo la novela como si fuera un auto sacramental sobre el valor, sino que va surgiendo de forma natural. En concreto, el germen lo sitúo en una historia real, la de Luis Duch, un señorito comunista, primo hermano de mi abuela para más señas, que participó junto a Fermín Galán y Ángel García Hernández en la revolución de Jaca, episodio heroico y chapucero donde los haya.
¿Qué le llamo a la atención en concreto de ese acontecimiento?
Me interesó especialmente ese gesto de Fermín Galán, líder de la sublevación, cuando ante un pelotón de ejecución no sólo no se arredra o suplica, sino que él mismo da la orden al pelotón para que lo fusile. Este gesto anacrónico, me cautivó. Yo me habría arrastrado y suplicado con tal de no perder la vida, pero ellos pusieron por encima sus ideales y su honor. Ahí fue cuando pensé que quería armar una novela que tuviera como vínculo esa idea del valor, del coraje, que no se sabe muy bien si nace de la desesperación o de la coherencia para con unos ideales.
Todo parecía posible…
Es muy interesante esa época de España, aquellos años veinte y treinta de nuestro país y de Europa en general. Bajo el influjo de Rusia, fueron años en los que la revolución parecía estar en la palma de la mano, hasta el punto de que un puñado de idealistas rebeldes decide liarse la manta a cabeza y proclaman la República un buen día en una pequeña localidad al norte de España.
Aunque es algo que nos parece hoy día inconcebible, cuando lees sobre aquella época te das cuenta de que hay muchos paralelismos. Aquellos también eran tiempos en los que las instituciones estaban muy en entredicho, había una sensación de fin de ciclo, de podredumbre del sistema y de falta de confianza en la clase política.
En la novela cambia de época, de lugar y de personajes sin apenas transición, de una forma muy directa y aparentemente sencilla. Se intuye que en ocasiones lograr esa simplicidad ha tenido que ser un auténtico rompecabezas.
Quería escribir una novela que eludiese, en la medida de lo posible, esos pasajes de transición, esos momentos en los que irremediablemente cae la atención del lector porque el escritor abandona la acción para ofrecer información sobre algún personaje. Quería escribir una novela que tuviera la intensidad de un cuento, una novela en la que todo sucediera a la vez. Es un riesgo, y te mentiría si te dijera que ha sido sencillo escribirla, pero necesito hacer cosas nuevas, huir de fórmulas preestablecidas, si me repito para qué voy a escribir. No me he inventado nada, esto ya lo han hecho escritores como Faulkner o Vargas Llosa, se trata, a fin de cuentas y citando a Borges, que la complejidad esté de mi lado y no del lector.
La guerra y la familia, no sé si catalogarlas de leit motif, pero son recurrentes en su obra… ¿De dónde le viene esta preocupación?
El caso es que mientras escribo siento que estoy haciendo algo muy distinto a lo que he escrito antes, o al menos ese es mi propósito. Pero cuando termino me encuentro que, otra vez, he hablado de la guerra y la familia. Supongo que son como fantasmas personales que surgen de forma inconsciente. Por otra parte, no cabe duda de que la guerra, desde el punto de vista literario, es un escenario muy fértil, donde se dan situaciones en las que la naturaleza humana es puesta a prueba de una forma brutal. En cuanto a la familia, también muy recurrente en mi obra, te diré lo que solía responder Cheever cuando le preguntaban por qué siempre escribía de familias; ¿se puede escribir de otra cosa?
En 'Valor' retoma la crudeza de la guerra...
Cuando hablamos de las atrocidades que hace el Estado Islámico recurrimos a las cruzadas. Pero se nos olvida que hace tan sólo 70 años en Europa se cometían brutalidades semejantes. Estoy hablando, por ejemplo, de cuando se constituyó durante la II Guerra Mundial el Estado Independiente de Croacia, comandado por un tal Pavelic, que era una bestia negra y cuyas salvajadas horrorizaron a los propios nazis. Sin ir más lejos, fue su ministro de Cultura el que decidió asesinar a un tercio de la minoría serbia, deportar a otro tercio y convertir al catolicismo a los restantes. No debemos olvidar que quien estuvo al frente de todo eso fue un protegido de Franco y recibió la bendición de Juan XXIII.
Usted ha sido la primera mujer en recibir el Premio de la Crítica en 52 años. ¿Considera machista el sector editorial en España?
A las mujeres se nos permite hacer novelas comerciales, pero la literatura sigue siendo cosa de hombres. Yo no me puedo quejar, a mí me tratan bien, pero es muy elocuente el hecho de que en 52 años solo una mujer haya recibido este galardón. ¿Acaso no ha habido otra mujer que lo mereciera? Por supuesto que sí, pero la literatura sigue siendo un cotarro de hombres. Resulta paradójico; en el mundo editorial, en las agencias e incluso entre el público lector, las mujeres somos mayoría, pero el hombre sigue dominando este sector. Espero sinceramente que enmienden esta situación y que no haya que esperar más de medio siglo para que se lo den a otra mujer.
Tengo entendido que es una gran entusiasta de Chejov. ¿Qué influencia tiene en su obra?
Cierto, me fascina. Pero mi literatura no tiene mucho que ver con lo que él hizo. Chejov escribe sobre lo conocido y yo me paso el día hablando de cosas que no conozco. De Chejov me quedo con la piedad que tiene con sus personajes, la delicadeza con la que muestra su complejidad, evitando siempre juzgar.
¿Desesperación o coherencia? ¿Qué nos hace actuar de forma valerosa? La escritora catalana escarba con ‘Valor’ (Seix Barral) en el origen de dicho concepto y lo hace con maestría, sabedora de que es en las contradicciones y los claroscuros humanos donde se hallan las causas de esas azarosas heroicidades nuestras. Con la libertad narrativa que le caracteriza, Usón nos habla de la revolución, de la fe y del dinero y de cómo, según se mire, son los principales aliados de eso que llamamos coraje.
La novela gira en torno al concepto de valor. ¿Por qué ese interés?
La palabra ‘valor’ me interesa por sus diferentes acepciones, algunas incluso contradictorias entre sí. Por un lado está el empleo que nos viene a la cabeza y que se relaciona con la bravura y el arrojo. Después está el valor entendido como precio, y por último el valor moral, aquel que tiene que ver con los principios éticos. En cualquier caso, yo no planteo la novela como si fuera un auto sacramental sobre el valor, sino que va surgiendo de forma natural. En concreto, el germen lo sitúo en una historia real, la de Luis Duch, un señorito comunista, primo hermano de mi abuela para más señas, que participó junto a Fermín Galán y Ángel García Hernández en la revolución de Jaca, episodio heroico y chapucero donde los haya.
¿Qué le llamo a la atención en concreto de ese acontecimiento?
Me interesó especialmente ese gesto de Fermín Galán, líder de la sublevación, cuando ante un pelotón de ejecución no sólo no se arredra o suplica, sino que él mismo da la orden al pelotón para que lo fusile. Este gesto anacrónico, me cautivó. Yo me habría arrastrado y suplicado con tal de no perder la vida, pero ellos pusieron por encima sus ideales y su honor. Ahí fue cuando pensé que quería armar una novela que tuviera como vínculo esa idea del valor, del coraje, que no se sabe muy bien si nace de la desesperación o de la coherencia para con unos ideales.
Todo parecía posible…
Es muy interesante esa época de España, aquellos años veinte y treinta de nuestro país y de Europa en general. Bajo el influjo de Rusia, fueron años en los que la revolución parecía estar en la palma de la mano, hasta el punto de que un puñado de idealistas rebeldes decide liarse la manta a cabeza y proclaman la República un buen día en una pequeña localidad al norte de España.
Aunque es algo que nos parece hoy día inconcebible, cuando lees sobre aquella época te das cuenta de que hay muchos paralelismos. Aquellos también eran tiempos en los que las instituciones estaban muy en entredicho, había una sensación de fin de ciclo, de podredumbre del sistema y de falta de confianza en la clase política.
En la novela cambia de época, de lugar y de personajes sin apenas transición, de una forma muy directa y aparentemente sencilla. Se intuye que en ocasiones lograr esa simplicidad ha tenido que ser un auténtico rompecabezas.
Quería escribir una novela que eludiese, en la medida de lo posible, esos pasajes de transición, esos momentos en los que irremediablemente cae la atención del lector porque el escritor abandona la acción para ofrecer información sobre algún personaje. Quería escribir una novela que tuviera la intensidad de un cuento, una novela en la que todo sucediera a la vez. Es un riesgo, y te mentiría si te dijera que ha sido sencillo escribirla, pero necesito hacer cosas nuevas, huir de fórmulas preestablecidas, si me repito para qué voy a escribir. No me he inventado nada, esto ya lo han hecho escritores como Faulkner o Vargas Llosa, se trata, a fin de cuentas y citando a Borges, que la complejidad esté de mi lado y no del lector.
La guerra y la familia, no sé si catalogarlas de leit motif, pero son recurrentes en su obra… ¿De dónde le viene esta preocupación?
El caso es que mientras escribo siento que estoy haciendo algo muy distinto a lo que he escrito antes, o al menos ese es mi propósito. Pero cuando termino me encuentro que, otra vez, he hablado de la guerra y la familia. Supongo que son como fantasmas personales que surgen de forma inconsciente. Por otra parte, no cabe duda de que la guerra, desde el punto de vista literario, es un escenario muy fértil, donde se dan situaciones en las que la naturaleza humana es puesta a prueba de una forma brutal. En cuanto a la familia, también muy recurrente en mi obra, te diré lo que solía responder Cheever cuando le preguntaban por qué siempre escribía de familias; ¿se puede escribir de otra cosa?
En 'Valor' retoma la crudeza de la guerra...
Cuando hablamos de las atrocidades que hace el Estado Islámico recurrimos a las cruzadas. Pero se nos olvida que hace tan sólo 70 años en Europa se cometían brutalidades semejantes. Estoy hablando, por ejemplo, de cuando se constituyó durante la II Guerra Mundial el Estado Independiente de Croacia, comandado por un tal Pavelic, que era una bestia negra y cuyas salvajadas horrorizaron a los propios nazis. Sin ir más lejos, fue su ministro de Cultura el que decidió asesinar a un tercio de la minoría serbia, deportar a otro tercio y convertir al catolicismo a los restantes. No debemos olvidar que quien estuvo al frente de todo eso fue un protegido de Franco y recibió la bendición de Juan XXIII.
Usted ha sido la primera mujer en recibir el Premio de la Crítica en 52 años. ¿Considera machista el sector editorial en España?
A las mujeres se nos permite hacer novelas comerciales, pero la literatura sigue siendo cosa de hombres. Yo no me puedo quejar, a mí me tratan bien, pero es muy elocuente el hecho de que en 52 años solo una mujer haya recibido este galardón. ¿Acaso no ha habido otra mujer que lo mereciera? Por supuesto que sí, pero la literatura sigue siendo un cotarro de hombres. Resulta paradójico; en el mundo editorial, en las agencias e incluso entre el público lector, las mujeres somos mayoría, pero el hombre sigue dominando este sector. Espero sinceramente que enmienden esta situación y que no haya que esperar más de medio siglo para que se lo den a otra mujer.
Tengo entendido que es una gran entusiasta de Chejov. ¿Qué influencia tiene en su obra?
Cierto, me fascina. Pero mi literatura no tiene mucho que ver con lo que él hizo. Chejov escribe sobre lo conocido y yo me paso el día hablando de cosas que no conozco. De Chejov me quedo con la piedad que tiene con sus personajes, la delicadeza con la que muestra su complejidad, evitando siempre juzgar.
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