martes, 20 de octubre de 2015

#hemeroteca #testimonios | La historia de la foto del bebé refugiado y las tres abuelas griegas

Fotografía de Lefteris Partsalis
La historia de la foto del bebé refugiado y las tres abuelas griegas.
"En todas partes del mundo las abuelas son especiales", dice el fotógrafo griego que tomó esta imagen viral.
Lucía González | Verne · El País, 2015-10-20
http://verne.elpais.com/verne/2015/10/19/articulo/1445254482_144114.html

El fotógrafo griego Lefteris Partsalis llegó a Lesbos -una de las principales zonas de llegada en la crisis de los refugiados- y primero fotografió las embarcaciones, los gritos y los llantos. Después cambió de idea y se encontró con imágenes como esta.

"Al llegar a la isla quieres hacer un montón de fotos como las que aparecen en los medios. Barcos hundidos, gente llorando, voluntarios tratando de ayudar de cualquier manera, los que tocan y besan las piedras del suelo en cuanto llegan… Darme cuenta de que esto era solo el primer plano me llevó un día entero y fotografiar 20 barcos. Empecé a buscar algo diferente, sabiendo que lo encontraría más allá de esa primera línea", cuenta en un email a Verne.

La foto ha sido popular en los últimos días en redes sociales, tras aparecer el 18 de octubre en un artículo de la web de opinión y agregación rizopoulospost.com, para la que trabaja Partsalis, quien habitualmente comparte imágenes de su trabajo en su Tumblr. "Creo que se ha hecho viral porque emociona, porque es un recordatorio para todo el mundo de que este problema TODAVÍA existe", dice el fotógrafo griego.

La clave de la imagen, en su opinión, es que "muestra humanidad". Eso, y que "en todas partes del mundo las abuelas son especiales". En este caso, añade, "como las madres griegas, las abuelas griegas son sobreprotectoras y sensibles".

Estaba cerca de un campo en Sikamnias cuando vio a las tres abuelas sentadas. "Justo a su derecha había una joven migrante con un bebé en brazos que no paraba de llorar. Enseguida vi la foto. Camine hacia ellas y cuando sacaba la cámara una de las abuelas le preguntó a la joven si le dejaba coger al bebé y diciéndole en griego que sabría cómo hacerle parar de llorar. Entonces fue cuando pasó la magia. El bebé paró de llorar acunado en las manos de esta dulce abuela, eso del yaya-power", dice en referencia a uno de los comentarios sobre el "poder de las abuelas" que ha recibido en Facebook tras publicar la foto.

“La gente está cansada de ver fotos de barcazas que han volcado, cuerpos de niños que han muerto… De alguna forma todos conocemos ese impacto que tiene lo de ‘ilustrar’ el dolor. Esta foto supone un paso más. Muetra lo que ocurre tras todo eso. ¡Es la bienvenida! Esas tres abuelas todavía tienen en su mente lo que supone ser un refugiado", sostiene.

En agosto, cuando comenzó la crisis de los refugiados, varios fotógrafos explicaron a Verne que la situación es tan complicada que a veces la imagen queda en un segundo plano. En eso mismo incide Partsalis: "No es fácil hacer una cobertura de algo como esto. Hay veces que tienes que dejar la cámara a un lado y ayudar a alguien a salir de un barco sano y salvo".

Partsalis es un apasionado de la fotografía callejera y vive en el centro de Atenas: decidió viajar a la isla tras ser testigo este verano en la capital de la llegada masiva de refugiados que buscaban cobijo "en cualquier parque o plaza". De lo que ha presenciado en Lesbos, añade, "lo más trágico es cuando los barcos llegan por la noche: niños con hipotermia, completamente mojados, temblando, reflejando en sus rostros un enorme POR QUÉ mientras sus dientes castañean de frío. En esos casos la única opción es ayudar. Todos hacemos lo mismo. Te conviertes en parte integral de todo esto".

Por eso destaca una y otra vez la solidaridad de los residentes. "Una de las noches que pasé allí muchos barcos comenzaron a quedarse inundados de agua bastante antes de llegar a la orilla; otros barcos tenían motores que habían dejado de funcionar. Los pescadores de Sykamnia salieron inmediatametne en su ayuda y en pocos minutos las tabernas del pequeño puerto se llenaron de niños empapados y los voluntarios y los residentes les ofrecían ropa seca y trataban de mantenerlos calientes. Todo lo que se escuchaba era un continuo lloro ahogado".

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