Imane Rachidi | El Huffington Post, 2016-01-14
http://www.huffingtonpost.es/2016/01/14/acoso-homosexuales-refugiados_n_8977856.html
“Si eres gay, debes morir”. Así han sentenciado algunos refugiados sirios a sus compañeros homosexuales, acogidos en un mismo campamento en Holanda, el de Heumensoord, en el distrito de Nijmegen. Lo cuenta Michil Satel, joven sirio homosexual que llegó a Holanda el pasado 27 noviembre y que ahora se refugia en casa de un vecino porque “está en verdadero riesgo” en su centro de acogida.
“Las autoridades me enviaron a este campamento, donde resulta que uno de mis compañeros me conoce porque también es de Alepo y sabe que soy gay. Él le dijo a todos que yo lo era y entonces empezaron a perseguirme”, cuenta a El Huffington Post, mientras se muestra preocupado por lo que le pueda pasar si vuelve al refugio.
La pareja del joven sirio, ingeniero licenciado por la Universidad de Damasco, murió hace dos años a manos del autoproclamado Estado Islámico (EI), recalca él mismo, quien detalla que ahora sus compañeros árabes le acusan de ser un “infiel” y un “sodomita”, y asegura que ya le “sentenciaron” a muerte.
Gerard Van Omeren, el holandés que tiene acogido a este chico en su casa durante unos días, dice estar “realmente preocupado” por el futuro de su protegido porque tiene en su casa a una persona “que está entre la espada y la pared”: ni puede volver al campamento, ni puede regresar a Siria.
“Un voluntario que ayuda a los refugiados me preguntó si tenía espacio en mi casa para un hombre gay, refugiado sirio. Yo hablé con mi pareja y como tenemos una habitación libre… le dijimos que sí, para unos días. Él sigue aquí pero está traumatizado. No duerme bien”, relata Van Omeren. El chico no ha querido hablar hasta ahora porque sabe que, una vez acogido en un campamento oficial, las normas no permiten quedarse a vivir en otro lugar.
Ha pasado una semana durmiendo en el bosque, sin ayuda ni comida, en los alrededores del campamento porque está “muerto de miedo” y temía volver a enfrentarse a sus acosadores.
“Me han agredido verbal y físicamente, me acosan y tengo mucho miedo”, advierte Satel, oficialmente residente en el campamento de Heumensoord, considerado el mayor del país. Pero su caso no es ni mucho menos único y denuncias similares se han recibido por parte de refugiados iraquíes, somalíes o afganos en otros centros de acogida, como en Ámsterdam, Roterdam, Eindhoven o La Haya.
Explica que a los gays les mojan la cama, se la manchan con restos de comida y excrementos, y les persiguen por el campamento para insultarles y amenazarles. También les roban la ropa o se la incendian. Algunos, ante la violencia con la que fueron amenazados, han decidido huir de los centros de acogida por miedo a ser asesinados, mientras, otros optan aún por esconderse en otras zonas del edificio, sin calefacción, para pasar la noche sin riesgos.
Los residentes de la ciudad Nijmegen se muestran especialmente inquietos ante la situación de los refugiados homosexuales, teniendo en cuenta que esta región es conocida por su histórica lucha por los derechos de la comunidad LGBT, y no solo eso, sino que además, aún recuerdan como esta ciudad, de más de 2.000 años, recibió en la década de los 90 del siglo pasado a los refugiados que huyeron de la violencia, tras la desintegración de Yugoslavia.
Y es la organización holandesa COC (que trabaja por los derechos del colectivo LGTB) quien está elaborando un informe de todas las personas acosadas y de las diferentes agresiones que sufrieron para pedir al Gobierno que establezca un centro de acogida específico para este colectivo, que considera “vulnerable” y en riesgo de daños a su integridad física.
“Hay grandes problemas con la seguridad de los refugiados y por eso no me sorprende la denuncia de este chico, ya hemos recibido otras estos últimos días”, recala Philip Tijsma, miembro de COC, quien asegura que la organización tiene las suficientes informaciones como para confirmar que “los refugiados gays son acosados” por sus compañeros y que estos se produce con “frecuencia”.
Procedentes de diferentes países y situados hoy en distintas regiones de Holanda “me han llamado pidiendo ayuda y diciendo que no se sienten nada seguros en los centros donde están”, insiste Philip, que también alerta de que “lo que está pasando es un tema muy serio, que pueden no tener un final feliz”.
Él pide centros aislados para los homosexuales, una cuestión que está dando mucho que hablar en Nijmegen, por ejemplo, donde el concejal Bert Frings ya afirmó que esto no es una buena idea porque "si se quita la víctima, se recompensa el agresor".
Además, advierte de que crear centros de acogida específicos para homosexuales supondrá la necesidad de otros especiales para las mujeres afganas que están siendo intimidadas, y otra para las cristianas eritreas que también son insultadas.
Frings les ha pedido “denunciar o informar” de las intimidaciones recibidas, y señalar agresores ante las organizaciones correspondientes para que “al menos, sean castigados”, una cuestión un tanto difícil para los refugiados homosexuales, pues temen posibles venganzas.
Y es que a medida que estos homosexuales, ahora refugiados, caminaban hacia Europa, dejando a sus espaldas el sufrimiento de casi cinco años de guerra en Siria, así como la crueldad de los yihadistas que le quitó la vida a muchos de sus amigos, empezaban a respirar pensando que dejaron la opresión atrás. Pero el fantasma del odio les estaba siguiendo los pies, a él y a sus compañeros.
Gerard, que es homosexual católico residente cerca del campamento, decidió abrirle las puertas de su casa a este joven especialmente cuando se acordó de los “terroríficos vídeos” de los yihadistas, lanzando a personas gays desde lo más alto de los edificios, violándolos o torturándolos hasta la muerte por si condición sexual.
“Este hombre está en alto riesgo y creo que ha sufrido ya bastante los años anteriores en Siria y ha visto bastante gente morir en el mar cuando huía hacia Europa”, recuerda este holandés, porque su protegido debe irse mañana o pasado para no meterle a él en problemas.
Violaciones y embarazos forzosos en Rotterdam
Las autoridades holandesas están investigando desde hace dos días la supuesta violación de al menos 22 jóvenes refugiadas eritreas, embarazadas “en circunstancias sospechosas” -no se especifica en cuánto tiempo han ocurrido estos embarazos-, después de haber visitado la iglesia ortodoxa eritrea de Rotterdam, según la policía.
El caso ha salido a la luz después de que la prensa local haya publicado que la Agencia Central holandesa para la Recepción de solicitantes de Asilo (COA) ha prohibido a las refugiadas visitar de forma individual la iglesia, situada en el barrio Schiebroek, en el norte de Rotterdam.
Las informaciones, aún muy confusas, señalan que las 22 jóvenes denuncian haber sido “víctimas de abusos sexuales”, que habrían tenido lugar en el interior del centro religioso, un lugar visitado semanalmente por casi 400 refugiados. Solo el año pasado, más de 7.200 inmigrantes eritreos solicitaron asilo en Holanda.
La organización COA argumentó su silencio en la privacidad de las víctimas y explicó que todos los casos están en manos de la policía. No obstante, si auguró que “todo apunta a posibles abusos” y por eso, se han tomado las medidas necesarias, a la espera del resultado de las investigación.
“Las autoridades me enviaron a este campamento, donde resulta que uno de mis compañeros me conoce porque también es de Alepo y sabe que soy gay. Él le dijo a todos que yo lo era y entonces empezaron a perseguirme”, cuenta a El Huffington Post, mientras se muestra preocupado por lo que le pueda pasar si vuelve al refugio.
La pareja del joven sirio, ingeniero licenciado por la Universidad de Damasco, murió hace dos años a manos del autoproclamado Estado Islámico (EI), recalca él mismo, quien detalla que ahora sus compañeros árabes le acusan de ser un “infiel” y un “sodomita”, y asegura que ya le “sentenciaron” a muerte.
Gerard Van Omeren, el holandés que tiene acogido a este chico en su casa durante unos días, dice estar “realmente preocupado” por el futuro de su protegido porque tiene en su casa a una persona “que está entre la espada y la pared”: ni puede volver al campamento, ni puede regresar a Siria.
“Un voluntario que ayuda a los refugiados me preguntó si tenía espacio en mi casa para un hombre gay, refugiado sirio. Yo hablé con mi pareja y como tenemos una habitación libre… le dijimos que sí, para unos días. Él sigue aquí pero está traumatizado. No duerme bien”, relata Van Omeren. El chico no ha querido hablar hasta ahora porque sabe que, una vez acogido en un campamento oficial, las normas no permiten quedarse a vivir en otro lugar.
Ha pasado una semana durmiendo en el bosque, sin ayuda ni comida, en los alrededores del campamento porque está “muerto de miedo” y temía volver a enfrentarse a sus acosadores.
“Me han agredido verbal y físicamente, me acosan y tengo mucho miedo”, advierte Satel, oficialmente residente en el campamento de Heumensoord, considerado el mayor del país. Pero su caso no es ni mucho menos único y denuncias similares se han recibido por parte de refugiados iraquíes, somalíes o afganos en otros centros de acogida, como en Ámsterdam, Roterdam, Eindhoven o La Haya.
Explica que a los gays les mojan la cama, se la manchan con restos de comida y excrementos, y les persiguen por el campamento para insultarles y amenazarles. También les roban la ropa o se la incendian. Algunos, ante la violencia con la que fueron amenazados, han decidido huir de los centros de acogida por miedo a ser asesinados, mientras, otros optan aún por esconderse en otras zonas del edificio, sin calefacción, para pasar la noche sin riesgos.
Los residentes de la ciudad Nijmegen se muestran especialmente inquietos ante la situación de los refugiados homosexuales, teniendo en cuenta que esta región es conocida por su histórica lucha por los derechos de la comunidad LGBT, y no solo eso, sino que además, aún recuerdan como esta ciudad, de más de 2.000 años, recibió en la década de los 90 del siglo pasado a los refugiados que huyeron de la violencia, tras la desintegración de Yugoslavia.
Y es la organización holandesa COC (que trabaja por los derechos del colectivo LGTB) quien está elaborando un informe de todas las personas acosadas y de las diferentes agresiones que sufrieron para pedir al Gobierno que establezca un centro de acogida específico para este colectivo, que considera “vulnerable” y en riesgo de daños a su integridad física.
“Hay grandes problemas con la seguridad de los refugiados y por eso no me sorprende la denuncia de este chico, ya hemos recibido otras estos últimos días”, recala Philip Tijsma, miembro de COC, quien asegura que la organización tiene las suficientes informaciones como para confirmar que “los refugiados gays son acosados” por sus compañeros y que estos se produce con “frecuencia”.
Procedentes de diferentes países y situados hoy en distintas regiones de Holanda “me han llamado pidiendo ayuda y diciendo que no se sienten nada seguros en los centros donde están”, insiste Philip, que también alerta de que “lo que está pasando es un tema muy serio, que pueden no tener un final feliz”.
Él pide centros aislados para los homosexuales, una cuestión que está dando mucho que hablar en Nijmegen, por ejemplo, donde el concejal Bert Frings ya afirmó que esto no es una buena idea porque "si se quita la víctima, se recompensa el agresor".
Además, advierte de que crear centros de acogida específicos para homosexuales supondrá la necesidad de otros especiales para las mujeres afganas que están siendo intimidadas, y otra para las cristianas eritreas que también son insultadas.
Frings les ha pedido “denunciar o informar” de las intimidaciones recibidas, y señalar agresores ante las organizaciones correspondientes para que “al menos, sean castigados”, una cuestión un tanto difícil para los refugiados homosexuales, pues temen posibles venganzas.
Y es que a medida que estos homosexuales, ahora refugiados, caminaban hacia Europa, dejando a sus espaldas el sufrimiento de casi cinco años de guerra en Siria, así como la crueldad de los yihadistas que le quitó la vida a muchos de sus amigos, empezaban a respirar pensando que dejaron la opresión atrás. Pero el fantasma del odio les estaba siguiendo los pies, a él y a sus compañeros.
Gerard, que es homosexual católico residente cerca del campamento, decidió abrirle las puertas de su casa a este joven especialmente cuando se acordó de los “terroríficos vídeos” de los yihadistas, lanzando a personas gays desde lo más alto de los edificios, violándolos o torturándolos hasta la muerte por si condición sexual.
“Este hombre está en alto riesgo y creo que ha sufrido ya bastante los años anteriores en Siria y ha visto bastante gente morir en el mar cuando huía hacia Europa”, recuerda este holandés, porque su protegido debe irse mañana o pasado para no meterle a él en problemas.
Violaciones y embarazos forzosos en Rotterdam
Las autoridades holandesas están investigando desde hace dos días la supuesta violación de al menos 22 jóvenes refugiadas eritreas, embarazadas “en circunstancias sospechosas” -no se especifica en cuánto tiempo han ocurrido estos embarazos-, después de haber visitado la iglesia ortodoxa eritrea de Rotterdam, según la policía.
El caso ha salido a la luz después de que la prensa local haya publicado que la Agencia Central holandesa para la Recepción de solicitantes de Asilo (COA) ha prohibido a las refugiadas visitar de forma individual la iglesia, situada en el barrio Schiebroek, en el norte de Rotterdam.
Las informaciones, aún muy confusas, señalan que las 22 jóvenes denuncian haber sido “víctimas de abusos sexuales”, que habrían tenido lugar en el interior del centro religioso, un lugar visitado semanalmente por casi 400 refugiados. Solo el año pasado, más de 7.200 inmigrantes eritreos solicitaron asilo en Holanda.
La organización COA argumentó su silencio en la privacidad de las víctimas y explicó que todos los casos están en manos de la policía. No obstante, si auguró que “todo apunta a posibles abusos” y por eso, se han tomado las medidas necesarias, a la espera del resultado de las investigación.
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