Imagen: Vanity Fair / Candy Darling |
La musa de Andy Warhol defendió su naturaleza en una época en la que existían muy pocos precedentes y menos aún ejemplos a seguir.
Cristina Plaza | Vanity Fair. 2017-07-01
http://www.revistavanityfair.es/celebrities/articulos/candy-darling-primera-figura-transexual-musa-andy-warhol-david-bowie-lou-reed/24884
Hoy es el día grande de las celebraciones del Orgullo LGTBI, con desfiles y manifestaciones en muchos lugares del mundo y con Madrid como Capital Mundial y epicentro, no solo festivo, sino también reivindicativo. Las reivindicaciones este año incluyen, entre otras, que se deje de tratar la transexualidad como algo patológico. Es cierto que se avanza en derechos e igualdades, quizá lentamente, pero si echamos la vista atrás no podemos más que maravillarnos ante la fuerza y el coraje que muchos hombres y mujeres transexuales demostraron en su vida hace 60 años.
Si hubo una auténtica pionera para las mujeres transexuales, esa fue Candy Darling, la musa que Andy Warhol primero usó y después tiró, que cautivó a fotógrafos de la talla de Avedon o Mapplethorpe, a la que Lou Reed también retrató con palabras en su canción más famosa, ‘Walk on the Wild Side’, y a la que lloraron en su funeral celebridades como David Bowie o Gloria Swanson.
Defendió su naturaleza en una época en la que existían muy pocos precedentes y menos aún ejemplos a seguir. Hablamos de un tiempo en el que si ibas por la calle vestida de mujer y la policía comprobaba que tus genitales eran masculinos, acabas en el calabozo (o algo peor). Ni si quiera existía una palabra para definir su condición pues el término “transgénero”, por ejemplo, no se acuñó hasta 1965.
Para cuando Andy Warhol se fijó en su melena rubia y sus largas piernas, su voz suave y ese aire de cierto candor, ya hacía tiempo que la joven Candy Darling, que entonces contaba 23 años, sabía que estaba llamada a ser una estrella. Es posible que el camino recorrido hasta entonces hubiera sido menos duro si no hubiera nacido en el cuerpo de un chico al que pusieron por nombre James, y que asistía a escondidas a cursos de cosmética. Ni si quiera era mayor de edad cuando le tocó admitir ante su madre que los rumores sobre sus escapadas a bares gais de la zona vestido de mujer, eran ciertos. Tuvo que dejar atrás Long Island y empezar su nueva vida en Manhattan. Necesitaba no solo encontrarse a sí misma, sino también encontrar un entorno en el que no tuviera que esconderse ni traicionarse para poder alcanzar sus sueños.
Candy sentía una absoluta fascinación por las estrellas del Hollywood dorado. Creció viendo una y otra vez las películas de Lana Turner, Susan Hayward o Joan Bennett que pasaban por la tele. Siendo aun adolescente, llegó a pedir un autógrafo de Kim Novak por correo. Cuando al cabo de unas semanas recibió una foto firmada de la estrella, no pudo despegar sus ojos de ella por un buen tiempo. Aquel fue uno de los momentos mas determinantes de su vida: convertirse en una actriz bella y admirada pasó a ser el motivo principal de su existencia. Sus imitaciones de Jeanne Eagels – actriz de teatro y de las primeras películas sonoras- o la propia Kim Novak eran muy certeras, y de ellas tomó no solo el rubio platino de sus cabellos, sino también el gusto por el melodrama, siempre salpicado de un humor socarrón que la hacía adorable.
Para transformar su cuerpo, ingería estrógenos en grandes cantidades, pero nunca llegó a someterse a una cirugía de reasignación de sexo. Ponía copas en bares gais y actuaba en las obras de teatro que escribía su amiga Jackie Curtis – un travesti que actuaba indistintamente como hombre o como mujer. Y así fue como las dos captaron la atención de Andy Warhol y pasaron a formar parte de su corte de acompañantes.
A pesar de que fuera la estrella protagonista en ‘Flesh’ (1968) y en ‘Women In Revolt’ (1971), dos películas experimentales de una larga lista de filmes rodados por Warhol en colaboración con Paul Morrisey, Candy jamás recibió sueldo alguno por su trabajo, pues Warhol podía tener mucho talento, podía ser un mecenas del arte, pero también era muy tacaño. De hecho estaba convencido que aquellos a los que él mismo daba el estatus de superstars, se daban por pagados simplemente con tener el privilegio de poder estar cerca de él.
La cuestión es que Candy Darling no se conformaba solo con ir de fiesta en fiesta y tener acceso al reservado de los clubes más exclusivos de Nueva York. De toda la ‘troupe’ de Andy Warhol, era la única que mostraba verdadera determinación y un profundo deseo de emular a sus ídolos cinematográficos.
“Candy vino de fuera de la isla / en la trastienda se lo hacía con todos / pero nunca perdía la cabeza, ni siquiera cuando te la estaba chupando”. La actriz aparece así mencionada en la legendaria canción “Walk On The Wild Side” incluida en el primer disco en solitario de Lou Reed, y en la que se relatan los excesos y decadencia de algunos personajes habituales en la noche neoyorkina. “Cuando la escuche, va a querer sacarme los ojos” – pensó Lou Reed. Lejos de enfadarse, Candy le expresó su deseo de grabar un disco cantando sus composiciones, aunque Reed dudaba de que aquella hipotética colaboración pudiera llegar a vender más de 100 copias. Tres años antes, cuando aún existía el grupo de rock The Velvet Underground, Lou Reed había escrito “Candy Says”, una canción más empática que ponía en su boca frases como “he llegado a odiar mi cuerpo” y “¿qué crees que vería si pudiera alejarme de mí?”. Es más que probable que Reed - que también tenía que bregar con lo suyo – sintiera compasión no solo por lado más salvaje, sino también por el más vulnerable de Candy.
Su figura esbelta y sus maneras elegantes la distanciaban de buena parte de los personajes que pululaban alrededor de la Factory, lo que no evitó una terrible conmoción cuando Warhol dejó de contar con ella, prácticamente de la noche a la mañana. Aparentemente, ya no le interesaban los transexuales de los que se había rodeado durante los últimos 4 años. Candy aún consiguió algunos papeles pequeños en películas comerciales. Su amiga Jane Fonda, por ejemplo, consiguió que apareciera en ‘Klute’ (Alan J. Pakula, 1971) en lo que podríamos considerar casi un cameo.
El gran dramaturgo americano por antonomasia, Tennessee Williams, a pesar de que ya no se encontraba en su momento de mayor inspiración, escribió un papel ex profeso para ella en la obra “Small Craft Warnings”. Los dos se habían conocido durante una fiesta de cumpleaños en la que Candy le había causado muy buena impresión. El regalo que supuso poder interpretar a Violeta, una golfilla pero cautivadora joven a la que todos los personajes masculinos desean, tuvo un reverso triste: no le estaba permitido compartir camerino ni con los actores ni con el resto de actrices de la obra. La crítica del estreno, aparecida el 3 de Abril de 1972 en el New York Times, ni si quiera la menciona.
En su diario escribió un poema titulado “El ocaso de una estrella”: “Cuando entras en una fiesta y nadie se vuelve para mirarte / cuando le das un sorbo a tu Bacardí, y empiezas a ponerte roja /… eso es el ocaso de una estrella. (…) Cuando el foco se oscurece lentamente, y te arrepientes de todos tus pecados / Y los recuerdos a los que te aferras, son lo único que queda de tu carrera /…eso es el ocaso de una estrella.” Sus diarios personales revelan un profundo sentimiento de soledad e incomprensión, así como el deseo constante de ser respetada y amada incondicionalmente. Incluso en un ambiente supuestamente desprejuiciado como el del Greenwich Village de finales de los 60 y principios de los 70, Candy sintió a menudo que era tratada más como un bicho raro que como una artista.
Hubo grandes fotógrafos de la época como Cecil Beaton, Richard Avedon, David Bailey, Bruce Weber o Robert Mapplethorpe, que le pidieron que posara para ellos. Mostrada en ocasiones como una mujer fuerte, de gran belleza en otras, puramente sexy, tierna o glamurosa, lo cierto es que en todas ellas trasciende un magnetismo innato, cualidad esencial para convertirse en un icono.
Pero su retrato sin duda más conmovedor es una foto en blanco y negro que ha llegado hasta la mayoría de nosotros gracias al músico y artista Anhoni, quien la utilizó en 2005 como portada de su disco (como Antony and the Johnsons) “I’m a Bird Now”. Cuando en 1974 le diagnosticaron un tumor y Candy tuvo que ingresar en un hospital, el fotógrafo Peter Hujar acudió allí para realizar una serie de fotografías. En ellas la actriz aparece recostada sobre una almohada, bajo las sábanas, mirando directamente a la cámara, como suspendida entre la vida y la muerte, la luz y la sombra, lo masculino y lo femenino. Desde esa cama en la que finalmente moriría a causa de un linfoma, se despidió de sus amigos con una nota en la que confesaba estar literalmente “muriéndose de aburrimiento”. No llegó a cumplir los 30.
Una mujer que en su lucha por intentar alcanzar la felicidad, se convirtió en inspiración para muchos y ojalá hubiera ganado el respeto de todos. Candy, cariño, yo creo que este Madrid de 2017 te hubiera querido.
Si hubo una auténtica pionera para las mujeres transexuales, esa fue Candy Darling, la musa que Andy Warhol primero usó y después tiró, que cautivó a fotógrafos de la talla de Avedon o Mapplethorpe, a la que Lou Reed también retrató con palabras en su canción más famosa, ‘Walk on the Wild Side’, y a la que lloraron en su funeral celebridades como David Bowie o Gloria Swanson.
Defendió su naturaleza en una época en la que existían muy pocos precedentes y menos aún ejemplos a seguir. Hablamos de un tiempo en el que si ibas por la calle vestida de mujer y la policía comprobaba que tus genitales eran masculinos, acabas en el calabozo (o algo peor). Ni si quiera existía una palabra para definir su condición pues el término “transgénero”, por ejemplo, no se acuñó hasta 1965.
Para cuando Andy Warhol se fijó en su melena rubia y sus largas piernas, su voz suave y ese aire de cierto candor, ya hacía tiempo que la joven Candy Darling, que entonces contaba 23 años, sabía que estaba llamada a ser una estrella. Es posible que el camino recorrido hasta entonces hubiera sido menos duro si no hubiera nacido en el cuerpo de un chico al que pusieron por nombre James, y que asistía a escondidas a cursos de cosmética. Ni si quiera era mayor de edad cuando le tocó admitir ante su madre que los rumores sobre sus escapadas a bares gais de la zona vestido de mujer, eran ciertos. Tuvo que dejar atrás Long Island y empezar su nueva vida en Manhattan. Necesitaba no solo encontrarse a sí misma, sino también encontrar un entorno en el que no tuviera que esconderse ni traicionarse para poder alcanzar sus sueños.
Candy sentía una absoluta fascinación por las estrellas del Hollywood dorado. Creció viendo una y otra vez las películas de Lana Turner, Susan Hayward o Joan Bennett que pasaban por la tele. Siendo aun adolescente, llegó a pedir un autógrafo de Kim Novak por correo. Cuando al cabo de unas semanas recibió una foto firmada de la estrella, no pudo despegar sus ojos de ella por un buen tiempo. Aquel fue uno de los momentos mas determinantes de su vida: convertirse en una actriz bella y admirada pasó a ser el motivo principal de su existencia. Sus imitaciones de Jeanne Eagels – actriz de teatro y de las primeras películas sonoras- o la propia Kim Novak eran muy certeras, y de ellas tomó no solo el rubio platino de sus cabellos, sino también el gusto por el melodrama, siempre salpicado de un humor socarrón que la hacía adorable.
Para transformar su cuerpo, ingería estrógenos en grandes cantidades, pero nunca llegó a someterse a una cirugía de reasignación de sexo. Ponía copas en bares gais y actuaba en las obras de teatro que escribía su amiga Jackie Curtis – un travesti que actuaba indistintamente como hombre o como mujer. Y así fue como las dos captaron la atención de Andy Warhol y pasaron a formar parte de su corte de acompañantes.
A pesar de que fuera la estrella protagonista en ‘Flesh’ (1968) y en ‘Women In Revolt’ (1971), dos películas experimentales de una larga lista de filmes rodados por Warhol en colaboración con Paul Morrisey, Candy jamás recibió sueldo alguno por su trabajo, pues Warhol podía tener mucho talento, podía ser un mecenas del arte, pero también era muy tacaño. De hecho estaba convencido que aquellos a los que él mismo daba el estatus de superstars, se daban por pagados simplemente con tener el privilegio de poder estar cerca de él.
La cuestión es que Candy Darling no se conformaba solo con ir de fiesta en fiesta y tener acceso al reservado de los clubes más exclusivos de Nueva York. De toda la ‘troupe’ de Andy Warhol, era la única que mostraba verdadera determinación y un profundo deseo de emular a sus ídolos cinematográficos.
“Candy vino de fuera de la isla / en la trastienda se lo hacía con todos / pero nunca perdía la cabeza, ni siquiera cuando te la estaba chupando”. La actriz aparece así mencionada en la legendaria canción “Walk On The Wild Side” incluida en el primer disco en solitario de Lou Reed, y en la que se relatan los excesos y decadencia de algunos personajes habituales en la noche neoyorkina. “Cuando la escuche, va a querer sacarme los ojos” – pensó Lou Reed. Lejos de enfadarse, Candy le expresó su deseo de grabar un disco cantando sus composiciones, aunque Reed dudaba de que aquella hipotética colaboración pudiera llegar a vender más de 100 copias. Tres años antes, cuando aún existía el grupo de rock The Velvet Underground, Lou Reed había escrito “Candy Says”, una canción más empática que ponía en su boca frases como “he llegado a odiar mi cuerpo” y “¿qué crees que vería si pudiera alejarme de mí?”. Es más que probable que Reed - que también tenía que bregar con lo suyo – sintiera compasión no solo por lado más salvaje, sino también por el más vulnerable de Candy.
Su figura esbelta y sus maneras elegantes la distanciaban de buena parte de los personajes que pululaban alrededor de la Factory, lo que no evitó una terrible conmoción cuando Warhol dejó de contar con ella, prácticamente de la noche a la mañana. Aparentemente, ya no le interesaban los transexuales de los que se había rodeado durante los últimos 4 años. Candy aún consiguió algunos papeles pequeños en películas comerciales. Su amiga Jane Fonda, por ejemplo, consiguió que apareciera en ‘Klute’ (Alan J. Pakula, 1971) en lo que podríamos considerar casi un cameo.
El gran dramaturgo americano por antonomasia, Tennessee Williams, a pesar de que ya no se encontraba en su momento de mayor inspiración, escribió un papel ex profeso para ella en la obra “Small Craft Warnings”. Los dos se habían conocido durante una fiesta de cumpleaños en la que Candy le había causado muy buena impresión. El regalo que supuso poder interpretar a Violeta, una golfilla pero cautivadora joven a la que todos los personajes masculinos desean, tuvo un reverso triste: no le estaba permitido compartir camerino ni con los actores ni con el resto de actrices de la obra. La crítica del estreno, aparecida el 3 de Abril de 1972 en el New York Times, ni si quiera la menciona.
En su diario escribió un poema titulado “El ocaso de una estrella”: “Cuando entras en una fiesta y nadie se vuelve para mirarte / cuando le das un sorbo a tu Bacardí, y empiezas a ponerte roja /… eso es el ocaso de una estrella. (…) Cuando el foco se oscurece lentamente, y te arrepientes de todos tus pecados / Y los recuerdos a los que te aferras, son lo único que queda de tu carrera /…eso es el ocaso de una estrella.” Sus diarios personales revelan un profundo sentimiento de soledad e incomprensión, así como el deseo constante de ser respetada y amada incondicionalmente. Incluso en un ambiente supuestamente desprejuiciado como el del Greenwich Village de finales de los 60 y principios de los 70, Candy sintió a menudo que era tratada más como un bicho raro que como una artista.
Hubo grandes fotógrafos de la época como Cecil Beaton, Richard Avedon, David Bailey, Bruce Weber o Robert Mapplethorpe, que le pidieron que posara para ellos. Mostrada en ocasiones como una mujer fuerte, de gran belleza en otras, puramente sexy, tierna o glamurosa, lo cierto es que en todas ellas trasciende un magnetismo innato, cualidad esencial para convertirse en un icono.
Pero su retrato sin duda más conmovedor es una foto en blanco y negro que ha llegado hasta la mayoría de nosotros gracias al músico y artista Anhoni, quien la utilizó en 2005 como portada de su disco (como Antony and the Johnsons) “I’m a Bird Now”. Cuando en 1974 le diagnosticaron un tumor y Candy tuvo que ingresar en un hospital, el fotógrafo Peter Hujar acudió allí para realizar una serie de fotografías. En ellas la actriz aparece recostada sobre una almohada, bajo las sábanas, mirando directamente a la cámara, como suspendida entre la vida y la muerte, la luz y la sombra, lo masculino y lo femenino. Desde esa cama en la que finalmente moriría a causa de un linfoma, se despidió de sus amigos con una nota en la que confesaba estar literalmente “muriéndose de aburrimiento”. No llegó a cumplir los 30.
Una mujer que en su lucha por intentar alcanzar la felicidad, se convirtió en inspiración para muchos y ojalá hubiera ganado el respeto de todos. Candy, cariño, yo creo que este Madrid de 2017 te hubiera querido.
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