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Beatriz Gimeno | EconoNuestra, Público, 2017-11-02
http://blogs.publico.es/econonuestra/2017/11/02/10056/
El País, transmutado en periódico de referencia de la derecha, publicó la semana pasada un artículo cuanto menos llamativo: “El peligro mortal de la gramática feminista”. Aunque “peligro mortal” aparecía entrecomillado, nada hacía sospechar el por qué de esas comillas porque todo el artículo venía a incidir en que, efectivamente, publicar un libro con lenguaje inclusivo es algo muy grave. “La Academia alerta de la pérdida de poder del idioma”, gravísimo. Pero yo más bien veo, a lo largo del artículo, que los que pierden poder son los guardianes de la ortodoxia de la lengua; y la ortodoxia de la lengua es patriarcal. Esa pérdida de poder les duele y a El País, refugio de académicos antifeministas, también.
Una podría llegar a creer que una horda de feministas ha tomado la Academia francesa, las editoriales, el Ministerio de Educación y la dirección de los medios de comunicación con la aviesa intención de imponer una extraña gramática feminista, imposible de hablar, que no va sino a traer muchos males al mundo. Pero no. No se trata de eso. Se trata de que una profesora ha publicado un libro que se llama “Cuestionar el mundo”. Y como el libro se llama así, pues eso es lo que ella hace: ¿Se puede cuestionar el mundo sin cuestionar el sexismo y el lenguaje implícito en el mismo? Así que la publicación de un manual con lenguaje inclusivo para una asignatura que pretende combatir el machismo, entre otras cosas, y construir un mundo más igualitario, hace estallar a la Academia francesa que emite el siguiente comunicado: “Ante esta aberración inclusiva, la lengua francesa se encuentra, a partir de ahora, en peligro mortal. Nuestra nación es responsable ante las generaciones futuras”. Aberración inclusiva, lengua en peligro mortal, la Nación que tiene que salir al rescate de las generaciones futuras... Lo que se hace evidente es que la obsesión porque las feministas no toquemos una coma del lenguaje no es cosa de Pérez Reverte o Marías, es más bien cosa que ocurre en instituciones muy antiguas y muy respetadas, llenas de hombres pagados de sí mismos, que viven como peligro mortal que una mujer se atreva a publicar un libro con un uso del idioma que cuestiona sus opiniones (expresadas desde atalayas de privilegio). Los intelectuales se rebelan ante este atrevimiento de la misma manera que los científicos se rebelaron cuando vieron a una mujer entrar en un laboratorio. Bien está que las mujeres usen la lengua, pero que no toquen las normas que fija un Sanedrín masculino. Seguimos leyendo: “el filósofo Raphaël Enthoven tildó esta escritura de 'agresión a la sintaxis' y 'neolengua' orwelliana, expresando el sentir de otros intelectuales franceses”. En realidad, las agresiones son las que padecemos nosotras, las mujeres, desde siempre y cada día, y no la sintaxis que lleva siglos cambiando tranquilamente al ritmo de los tiempos y de los más diversos usos; y esos usos jamás han levantado la indignación que levanta, en cualquier país, cualquier intento de despatriarcalizarla, aunque sea un poco. Lo más grave para la Academia, según leemos, es que si la tendencia inclusiva se convirtiera en la norma (en realidad no hay ningún peligro de que eso ocurra por ahora) esto jugaría “a favor de otras lenguas que aprovecharán la ocasión para prevalecer en el planeta”. Horror, otras malvadas lenguas aprovecharán que el francés se hace inclusivo (y por tanto débil) para prevalecer en el planeta. Se creerán los académicos franceses que las feministas de otros países no estamos haciendo lo mismo con nuestras lenguas. Sí, Orwell está ya aquí vestido de feminista, como ellos siempre temieron en realidad.
Este tipo de artículos parecen de broma, pero no lo son. Tratan de crear animadversión hacia reivindicaciones feministas básicas y sensatas. Los usos inclusivos del lenguaje que las feministas vamos probando e introduciendo poco a poco, no son normativos, son intentos (unos prenden, otros no) de ir despatriarcalizando la lengua que hablamos y que contribuye a construir el pensamiento también. No lo imponemos a nadie y no está fijado aun por lo que está sujeto a todo tipo de cambios. Cualquier cambio es siempre incómodo, como ponerse unos zapatos nuevos, pero los cambios son imprescindibles. No vamos a inventar un lenguaje impracticable, no hay peligro de que eso pase. Después de andar inventando y probando, quedará aquello que sea más cómodo, práctico y que refleje mejor una sociedad distinta a aquella en la que la lengua que hablamos se ha ido destilando a lo largo de los siglos. Estamos luchando por deconstruir, muy lentamente, el patriarcado, y por tanto también sus herramientas básicas. Y no pensamos que esto sea lo más importante, sabemos que hay lenguas que no distinguen por sexo y eso no hace a sus sociedades menos machistas. Simplemente, estamos cambiando y muchas de nosotras no nos sentimos cómodas cuando escuchamos referirse al ser humano como el Hombre. Estamos en nuestro derecho. Estamos en nuestro derecho de cuestionarlo todo, de querer cambiarlo de todo, de protestar por todo aquellos que nos parezca que es injusto y estamos en nuestro derecho de proponer, de aportar, de integrar nuestro punto de vista a saberes que han sido, y siguen siendo, estrictamente masculinos. Y no hay mucho más que decir al respecto.
Aquí el único peligro real para los machistas es que las mujeres intervengamos activamente en cuestiones que nos han estado vedadas desde siempre, como la construcción de la lengua que hablamos todas y todos. El peligro, para ellos, es que nos permitamos avanzar un paso más hacia la igualdad también en el terreno del pensamiento y lo simbólico, de la imaginación, de la escritura. El peligro que sienten estos académicos (es urgente llenar las Academias de la lengua de lingüistas feministas) es que estamos poniendo en cuestión su autoridad. Eso debe doler. Pero si nos ponemos serias, el peligro real, no es que la lengua muera, es que nos maten, nos acosen cada día, nos discriminen, nos paguen menos, hagan nuestras vidas invivibles. Quien está en peligro de muerte somos nosotras, señores académicos, y no la lengua francesa o, en todo caso, no lo está por culpa del lenguaje inclusivo que la haría más rica
Y es que, para acabar, no olvidemos que la derecha está muy activa implantando una agenda antifeminista, que pasa, entre otras cosas, por desacreditar el feminismo. El neoliberalismo necesita un reforzamiento de los roles de género para que las mujeres vuelvan a hacerse cargo de todo el trabajo reproductivo y de cuidados que están abandonando los servicios públicos y que impiden que la sociedad estalle. Además, la precariedad y la desigualdad en la que ha sumido a los trabajadores hace que estos necesiten un refuerzo subjetivo; no tienen nada, cada vez menos, pero tienen el orgullo masculino; de ser más que las mujeres, al menos. Cuando el género se mueve, toda la sociedad se mueve y estamos en momentos de acción feminista y de reacción patriarcal. Ha habido un cambio en muchos medios, como pudimos ver en el caso de Juana Rivas, un retroceso. Nosotras seguimos de manera imparable y si la lengua estalla, pues que estalle.
Beatriz Gimeno. Diputada en la asamblea autonómica de la Comunidad de Madrid, grupo parlamentario de Podemos
Una podría llegar a creer que una horda de feministas ha tomado la Academia francesa, las editoriales, el Ministerio de Educación y la dirección de los medios de comunicación con la aviesa intención de imponer una extraña gramática feminista, imposible de hablar, que no va sino a traer muchos males al mundo. Pero no. No se trata de eso. Se trata de que una profesora ha publicado un libro que se llama “Cuestionar el mundo”. Y como el libro se llama así, pues eso es lo que ella hace: ¿Se puede cuestionar el mundo sin cuestionar el sexismo y el lenguaje implícito en el mismo? Así que la publicación de un manual con lenguaje inclusivo para una asignatura que pretende combatir el machismo, entre otras cosas, y construir un mundo más igualitario, hace estallar a la Academia francesa que emite el siguiente comunicado: “Ante esta aberración inclusiva, la lengua francesa se encuentra, a partir de ahora, en peligro mortal. Nuestra nación es responsable ante las generaciones futuras”. Aberración inclusiva, lengua en peligro mortal, la Nación que tiene que salir al rescate de las generaciones futuras... Lo que se hace evidente es que la obsesión porque las feministas no toquemos una coma del lenguaje no es cosa de Pérez Reverte o Marías, es más bien cosa que ocurre en instituciones muy antiguas y muy respetadas, llenas de hombres pagados de sí mismos, que viven como peligro mortal que una mujer se atreva a publicar un libro con un uso del idioma que cuestiona sus opiniones (expresadas desde atalayas de privilegio). Los intelectuales se rebelan ante este atrevimiento de la misma manera que los científicos se rebelaron cuando vieron a una mujer entrar en un laboratorio. Bien está que las mujeres usen la lengua, pero que no toquen las normas que fija un Sanedrín masculino. Seguimos leyendo: “el filósofo Raphaël Enthoven tildó esta escritura de 'agresión a la sintaxis' y 'neolengua' orwelliana, expresando el sentir de otros intelectuales franceses”. En realidad, las agresiones son las que padecemos nosotras, las mujeres, desde siempre y cada día, y no la sintaxis que lleva siglos cambiando tranquilamente al ritmo de los tiempos y de los más diversos usos; y esos usos jamás han levantado la indignación que levanta, en cualquier país, cualquier intento de despatriarcalizarla, aunque sea un poco. Lo más grave para la Academia, según leemos, es que si la tendencia inclusiva se convirtiera en la norma (en realidad no hay ningún peligro de que eso ocurra por ahora) esto jugaría “a favor de otras lenguas que aprovecharán la ocasión para prevalecer en el planeta”. Horror, otras malvadas lenguas aprovecharán que el francés se hace inclusivo (y por tanto débil) para prevalecer en el planeta. Se creerán los académicos franceses que las feministas de otros países no estamos haciendo lo mismo con nuestras lenguas. Sí, Orwell está ya aquí vestido de feminista, como ellos siempre temieron en realidad.
Este tipo de artículos parecen de broma, pero no lo son. Tratan de crear animadversión hacia reivindicaciones feministas básicas y sensatas. Los usos inclusivos del lenguaje que las feministas vamos probando e introduciendo poco a poco, no son normativos, son intentos (unos prenden, otros no) de ir despatriarcalizando la lengua que hablamos y que contribuye a construir el pensamiento también. No lo imponemos a nadie y no está fijado aun por lo que está sujeto a todo tipo de cambios. Cualquier cambio es siempre incómodo, como ponerse unos zapatos nuevos, pero los cambios son imprescindibles. No vamos a inventar un lenguaje impracticable, no hay peligro de que eso pase. Después de andar inventando y probando, quedará aquello que sea más cómodo, práctico y que refleje mejor una sociedad distinta a aquella en la que la lengua que hablamos se ha ido destilando a lo largo de los siglos. Estamos luchando por deconstruir, muy lentamente, el patriarcado, y por tanto también sus herramientas básicas. Y no pensamos que esto sea lo más importante, sabemos que hay lenguas que no distinguen por sexo y eso no hace a sus sociedades menos machistas. Simplemente, estamos cambiando y muchas de nosotras no nos sentimos cómodas cuando escuchamos referirse al ser humano como el Hombre. Estamos en nuestro derecho. Estamos en nuestro derecho de cuestionarlo todo, de querer cambiarlo de todo, de protestar por todo aquellos que nos parezca que es injusto y estamos en nuestro derecho de proponer, de aportar, de integrar nuestro punto de vista a saberes que han sido, y siguen siendo, estrictamente masculinos. Y no hay mucho más que decir al respecto.
Aquí el único peligro real para los machistas es que las mujeres intervengamos activamente en cuestiones que nos han estado vedadas desde siempre, como la construcción de la lengua que hablamos todas y todos. El peligro, para ellos, es que nos permitamos avanzar un paso más hacia la igualdad también en el terreno del pensamiento y lo simbólico, de la imaginación, de la escritura. El peligro que sienten estos académicos (es urgente llenar las Academias de la lengua de lingüistas feministas) es que estamos poniendo en cuestión su autoridad. Eso debe doler. Pero si nos ponemos serias, el peligro real, no es que la lengua muera, es que nos maten, nos acosen cada día, nos discriminen, nos paguen menos, hagan nuestras vidas invivibles. Quien está en peligro de muerte somos nosotras, señores académicos, y no la lengua francesa o, en todo caso, no lo está por culpa del lenguaje inclusivo que la haría más rica
Y es que, para acabar, no olvidemos que la derecha está muy activa implantando una agenda antifeminista, que pasa, entre otras cosas, por desacreditar el feminismo. El neoliberalismo necesita un reforzamiento de los roles de género para que las mujeres vuelvan a hacerse cargo de todo el trabajo reproductivo y de cuidados que están abandonando los servicios públicos y que impiden que la sociedad estalle. Además, la precariedad y la desigualdad en la que ha sumido a los trabajadores hace que estos necesiten un refuerzo subjetivo; no tienen nada, cada vez menos, pero tienen el orgullo masculino; de ser más que las mujeres, al menos. Cuando el género se mueve, toda la sociedad se mueve y estamos en momentos de acción feminista y de reacción patriarcal. Ha habido un cambio en muchos medios, como pudimos ver en el caso de Juana Rivas, un retroceso. Nosotras seguimos de manera imparable y si la lengua estalla, pues que estalle.
Beatriz Gimeno. Diputada en la asamblea autonómica de la Comunidad de Madrid, grupo parlamentario de Podemos
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