Imagen: La Vanguardia / Marcela Gracias Ibeas y Elisa Sánchez Loriga |
Isabel Coixet empieza a rodar ‘Elisa y Marcela’, sobre el primer y sonado matrimonio homosexual en España.
Fernando García | La Vanguardia, 2018-05-09
http://www.lavanguardia.com/cultura/20180509/443433849076/elisa-y-marcela-isabel-coixet.html
Fue el gran escándalo del momento. La mayor herejía en los grises tiempos de la Restauración. “El matrimonio sin hombre”, según lo bautizó la prensa al estallar el bombazo; el ‘trending topic’ de la época, a decir del escritor Manuel Rivas. Ocurrió en 1901 en Galicia. El 8 de junio de aquel año, Marcela Gracia Ibeas y Elisa Sánchez Loriga se casaron por la Iglesia en la parroquia coruñesa de San Jorge bajo bendición de su rector, Víctor Cortiella. Elisa se hizo pasar por hombre, y el ardid funcionó hasta que el vecindario sospechó y las lenguas viperinas escupieron su veneno. Hoy, la acción de las dos mujeres y su azarosa aventura posterior son referente del movimiento LGTB y objeto de reconocimiento local. Pronto serán mucho más, pues Isabel Coixet acaba de empezar a rodar para Netflix, en blanco y negro, su película sobre los hechos: ‘Elisa y Marcela’, protagonizada por Natalia de Molina y Greta Fernández, con Lluís Homar, María Pujalte, Manolo Solo y Francesc Orella.
Marcela y Elisa se conocieron en 1885 en la Escuela Normal Superior de Maestras. La íntima y afectuosa amistad que surgió entre ellas no gustó un pelo a los padres de la primera, que debieron de olerse la historia de amor en ciernes detrás de tanto apego. En aplicación del tradicional sistema de “poner tierra de por medio”, el progenitor de Marcela, militar, envió a su hija lejos de Galicia: a Madrid y por unos meses, según unas versiones, “al extranjero unos años”, según la productora.
Al regresar la exiliada, las dos jóvenes se fueron a vivir juntas a Dumbría, en la Costa da Morte, donde había destinado a Marcela. A Elisa le tocó trabajar en Calo-Vimiazo, a 11 kilómetros. Pero, aunque la convivencia entre dos solteras no era rara en la época, la gente hablaba. Para sortear la presión, ellas urdieron un plan.
Elisa dijo a los vecinos que se iba a La Habana. Al poco, Marcela recibió con los brazos abiertos a un pariente de su amiga con un parecido asombroso a ella: Mario. En realidad, por supuesto, Elisa no se movió de Galicia, aunque quizá se tomó algún tiempo para preparar su interpretación en el papel de Mario, el que pronto se convertiría en el novio formal de Marcela.
Elisa se cortó el pelo, compró ropa de hombre, aprendió a fumar y se presentó en la rectoral de San Jorge. Explicó que había vivido en Inglaterra; que quería abrazar la religión católica y recibir el bautismo. No hubo ningún problema. Como tampoco lo hubo cuando, del brazo de su prometida, acudió a la misma parroquia para casarse con ella.
“Ella vestía traje muy elegante, llevando con coquetería la mantilla, sujeta por un ramo de azahar. El traje de Mario era nuevo y muy bien hecho. Lucía una cadena de oro y sortijas. El peinado era algo achulapado”, escribiría el reportero de ‘El Suceso Ilustrado’. Pero la boda tardaría algún tiempo en saltar a los medios, que diríamos ahora. Fue obviamente cuando, de nuevo por las habladurías, se destapó la treta.
Una turba acudió a casa de las chicas para linchar a Elisa: “¡Que salga el marimacho!”, gritaban al tiempo que agitaban cencerros. Ella salió despavorida y huyó.
La prensa se cebó con lo que ‘La Voz de Galicia’ denominó “La boda sin hombre”. El diario ‘El País’ escribió con saña de “ese escándalo asquerosísimo”, y ‘El Suceso Ilustrado’ denunció una “burla sacrílega”. “Novios de contrabando”, “Asunto ruidoso”, fueron otros títulos. El asunto excedió con mucho el interés local. Las revistas madrileñas hicieron más caja con él que con la guerra de Cuba. El semanario ‘Nuevo Mundo’ vendió 19.000 ejemplares en dos días.
Emilia Pardo Bazán, conmovida por la historia e indignada con su tratamiento periodístico, escribió en ‘La Ilustración Artística’: “¡Cuánto siento que sea tan escabrosa la inaudita novela que estos días se ha divulgado en la prensa!”. Y añadió: “Declaro que, para conseguir esta transmigración de hembra a hombre se necesita una habilidad extraordinaria, y que quien la ha realizado no es un ser vulgar”.
Lo cierto se mezcló con lo dudoso, y de ahí la confusión que a día de hoy pervive sobre algunos aspectos de lo ocurrido. “También entonces había ‘fake news’”, dice Coixet a ‘La Vanguardia’. “He consultado toda la hemeroteca de la época y hay muchas lagunas y misterios”, señala.
Una carta anónima había puesto sobre aviso del engaño al sacerdote Cortiella. En respuesta, Elisa negó ser Elisa del todo: “En mi niñez he vestido faldas; pero notando que me sentía más hombre que mujer consulté en el extranjero, y un médico me dijo que era hermafrodita y podía optar por el sexo masculino, por prevalecer éste en mí”, alegó.
La pareja huyó a Portugal. Un juez ordenó su busca y captura, y las dos mujeres fueron detenidas y encarceladas en Oporto. Entonces, grata y sorprendentemente, la prensa y parte de la opinión pública de Portugal y de España se pusieron de parte de las perseguidas, que resultaron absueltas. Su libertad pendía sin embargo de la petición de extradición española. Y para eludir un nuevo arresto se fueron a Buenos Aires. Las tres, pues el 6 de enero de 1902 Gabriela había dado a luz a una niña de la que nunca se supo quién era el padre.
En Argentina, Elisa, que allí se hizo llamar María, se casó con un danés sexagenario, veinticuatro años mayor que ella. La idea era que no tardara demasiado en morir para heredarlo, salir de la miseria y empezar a disfrutar de una vez de su vida con Marcela. Pero la negativa de Elisa a consumar el matrimonio despertó las sospechas del tipo, sospecha que se vieron multiplicadas al desembarcar Marcela y su hija en la casa donde vivían. El marido se enteró de todo, denunció a su esposa y pidió la anulación del enlace. Las dos amantes y la niña quedaron en la calle. Y ahí se pierde su pista.
La película de Coixet empezó a gestarse hace ocho años, cuando el catedrático Narciso de Gabriel escribió el libro ‘Marcela y Elisa, más allá de los hombres’. El artista Antón Reixa se hizo con los derechos del texto para llevarlo al cine. Isabel Coixet comenzó a trabajar en el guion y hasta llegó a visitar localizaciones en Dumbría junto con Reixa, que acabó desistiendo, según cuenta el periodista Henrique Mariño. El proyecto quedó en vía muerta. Hasta ahora.
El rodaje, que transcurrirá entre Galicia y Catalunya, arrancó el lunes. El equipo espera terminarlo en junio y tener lista la cinta a finales de otoño. “Es un proyecto soñado, imaginado y deseado por mí desde hace muchísimo tiempo. Desde que descubrí a estas dos mujeres que desafiaron a la sociedad de la época, a la Iglesia, y a las convenciones con ese coraje y esa pasión inauditas supe que era una historia que quería y debía contar”, dice Coixet.
Marcela y Elisa se conocieron en 1885 en la Escuela Normal Superior de Maestras. La íntima y afectuosa amistad que surgió entre ellas no gustó un pelo a los padres de la primera, que debieron de olerse la historia de amor en ciernes detrás de tanto apego. En aplicación del tradicional sistema de “poner tierra de por medio”, el progenitor de Marcela, militar, envió a su hija lejos de Galicia: a Madrid y por unos meses, según unas versiones, “al extranjero unos años”, según la productora.
Al regresar la exiliada, las dos jóvenes se fueron a vivir juntas a Dumbría, en la Costa da Morte, donde había destinado a Marcela. A Elisa le tocó trabajar en Calo-Vimiazo, a 11 kilómetros. Pero, aunque la convivencia entre dos solteras no era rara en la época, la gente hablaba. Para sortear la presión, ellas urdieron un plan.
Elisa dijo a los vecinos que se iba a La Habana. Al poco, Marcela recibió con los brazos abiertos a un pariente de su amiga con un parecido asombroso a ella: Mario. En realidad, por supuesto, Elisa no se movió de Galicia, aunque quizá se tomó algún tiempo para preparar su interpretación en el papel de Mario, el que pronto se convertiría en el novio formal de Marcela.
Elisa se cortó el pelo, compró ropa de hombre, aprendió a fumar y se presentó en la rectoral de San Jorge. Explicó que había vivido en Inglaterra; que quería abrazar la religión católica y recibir el bautismo. No hubo ningún problema. Como tampoco lo hubo cuando, del brazo de su prometida, acudió a la misma parroquia para casarse con ella.
“Ella vestía traje muy elegante, llevando con coquetería la mantilla, sujeta por un ramo de azahar. El traje de Mario era nuevo y muy bien hecho. Lucía una cadena de oro y sortijas. El peinado era algo achulapado”, escribiría el reportero de ‘El Suceso Ilustrado’. Pero la boda tardaría algún tiempo en saltar a los medios, que diríamos ahora. Fue obviamente cuando, de nuevo por las habladurías, se destapó la treta.
Una turba acudió a casa de las chicas para linchar a Elisa: “¡Que salga el marimacho!”, gritaban al tiempo que agitaban cencerros. Ella salió despavorida y huyó.
La prensa se cebó con lo que ‘La Voz de Galicia’ denominó “La boda sin hombre”. El diario ‘El País’ escribió con saña de “ese escándalo asquerosísimo”, y ‘El Suceso Ilustrado’ denunció una “burla sacrílega”. “Novios de contrabando”, “Asunto ruidoso”, fueron otros títulos. El asunto excedió con mucho el interés local. Las revistas madrileñas hicieron más caja con él que con la guerra de Cuba. El semanario ‘Nuevo Mundo’ vendió 19.000 ejemplares en dos días.
Emilia Pardo Bazán, conmovida por la historia e indignada con su tratamiento periodístico, escribió en ‘La Ilustración Artística’: “¡Cuánto siento que sea tan escabrosa la inaudita novela que estos días se ha divulgado en la prensa!”. Y añadió: “Declaro que, para conseguir esta transmigración de hembra a hombre se necesita una habilidad extraordinaria, y que quien la ha realizado no es un ser vulgar”.
Lo cierto se mezcló con lo dudoso, y de ahí la confusión que a día de hoy pervive sobre algunos aspectos de lo ocurrido. “También entonces había ‘fake news’”, dice Coixet a ‘La Vanguardia’. “He consultado toda la hemeroteca de la época y hay muchas lagunas y misterios”, señala.
Una carta anónima había puesto sobre aviso del engaño al sacerdote Cortiella. En respuesta, Elisa negó ser Elisa del todo: “En mi niñez he vestido faldas; pero notando que me sentía más hombre que mujer consulté en el extranjero, y un médico me dijo que era hermafrodita y podía optar por el sexo masculino, por prevalecer éste en mí”, alegó.
La pareja huyó a Portugal. Un juez ordenó su busca y captura, y las dos mujeres fueron detenidas y encarceladas en Oporto. Entonces, grata y sorprendentemente, la prensa y parte de la opinión pública de Portugal y de España se pusieron de parte de las perseguidas, que resultaron absueltas. Su libertad pendía sin embargo de la petición de extradición española. Y para eludir un nuevo arresto se fueron a Buenos Aires. Las tres, pues el 6 de enero de 1902 Gabriela había dado a luz a una niña de la que nunca se supo quién era el padre.
En Argentina, Elisa, que allí se hizo llamar María, se casó con un danés sexagenario, veinticuatro años mayor que ella. La idea era que no tardara demasiado en morir para heredarlo, salir de la miseria y empezar a disfrutar de una vez de su vida con Marcela. Pero la negativa de Elisa a consumar el matrimonio despertó las sospechas del tipo, sospecha que se vieron multiplicadas al desembarcar Marcela y su hija en la casa donde vivían. El marido se enteró de todo, denunció a su esposa y pidió la anulación del enlace. Las dos amantes y la niña quedaron en la calle. Y ahí se pierde su pista.
La película de Coixet empezó a gestarse hace ocho años, cuando el catedrático Narciso de Gabriel escribió el libro ‘Marcela y Elisa, más allá de los hombres’. El artista Antón Reixa se hizo con los derechos del texto para llevarlo al cine. Isabel Coixet comenzó a trabajar en el guion y hasta llegó a visitar localizaciones en Dumbría junto con Reixa, que acabó desistiendo, según cuenta el periodista Henrique Mariño. El proyecto quedó en vía muerta. Hasta ahora.
El rodaje, que transcurrirá entre Galicia y Catalunya, arrancó el lunes. El equipo espera terminarlo en junio y tener lista la cinta a finales de otoño. “Es un proyecto soñado, imaginado y deseado por mí desde hace muchísimo tiempo. Desde que descubrí a estas dos mujeres que desafiaron a la sociedad de la época, a la Iglesia, y a las convenciones con ese coraje y esa pasión inauditas supe que era una historia que quería y debía contar”, dice Coixet.
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