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Euskaltzaindia pide al Ministerio de Justicia que tenga “mayor flexibilidad” con los nombres ‘neutros’ en euskera para que no existan dificultades en los registros civiles. Desde el Registro de Donostia aseguran que son “muy flexibles”. “En euskera hay nombres que carecen de género, no son exclusivamente femeninos o masculinos”
Ruth Gabilondo | Noticias de Gipuzkoa, 2018-05-06
http://www.noticiasdegipuzkoa.eus/2018/05/06/sociedad/lur-amaiur-o-amets-son-chicos-o-chicas
Lur, Amaiur, Amets, Joar o Iraitz. ¿Son nombres de chicos o de chicas? Los nombres neutros en euskera pueden generar conflictos a la hora de inscribir a los bebés en el Registro Civil. Por ello, Euskaltzaindia está tratando de que exista una “mayor flexibilidad” para que los padres no tengan obstáculos en este importante y crucial trámite, que marcará la vida de sus retoños.
La entrada en vigor de la nueva Ley de Registro Civil podría solucionar este asunto, pero su aplicación no para de retrasarse. Parecía que podía estar establecida en junio, pero desde el propio Registro Civil donostiarra aseguran que esto será “imposible”, con lo que creen que continuarán con una ‘vacatio’ durante un año más, por lo menos.
Esta nueva ley recoge que no podrán imponerse nombres que sean contrarios a la dignidad de la persona, ni los que hagan confusa la identificación de la misma. Por lo tanto, ya no menciona entre las prohibiciones aquellos nombres que induzcan a error en cuanto al sexo, como hacía la Ley del Registro Civil de 1957. Sin embargo, “como la ley nueva sigue sin entrar en vigor, se continúa aplicando en este punto la ley anterior”, indica Roberto González de Viñaspre, académico de número, delegado de Euskaltzaindia en Araba y responsable de la sección de Onomástica de la academia de la lengua vasca.
Para tratar de solventar esta situación, Euskaltzaindia envió un escrito al Ministerio de Justicia a finales de enero. En él, expresaba su preocupación por la dificultad que existe en algunos casos para aplicar el nomenclátor vasco. El motivo es que, a diferencia del castellano o el francés, en euskera “algunos nombres de persona no son exclusivamente ni femeninos, ni masculinos”, explica González de Viñaspre.
Desde Euskaltzaindia aseguran que hay padres que se dirigen al servicio de Onomástica para solicitar un certificado que acredite que el nombre que desean poner a sus hijos es de género masculino o femenino. “Y eso es así, porque con frecuencia se les exige en los registros civiles como condición para admitir el asiento del nombre elegido”, insiste este académico. Pero el problema es que lo que pretenden estos padres es poner a sus bebés una serie de nombres que “carecen de género gramatical en euskera”, por lo tanto, Euskaltzaindia no puede emitir tal certificado.
Los nombres más confusos
Dos de los nombres que más confusión están generando en los últimos tiempos son Amets y Lur, palabras del léxico común vasco. Actualmente, hay 1.097 varones registrados con el nombre de Amets y 261 mujeres. Por su parte, 458 mujeres y 90 hombres llevan el nombre de Lur, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).
Otro grupo de nombres que también puede generar conflictos en el Registro Civil son los topónimos o nombres de lugar, que tampoco tienen un género definido, como Amaiur (localidad navarra) o Joar (montaña de la sierra de Kodes, en la frontera de Araba y Navarra). En este caso, con el primer nombre hay 385 mujeres y 99 varones, mientras que registrados como Joar están 27 hombres y 23 mujeres, según los datos del INE. Otro nombre con esta problemática es el de Iraitz (733 hombres registrados y 154 mujeres).
Euskaltzaindia reconoce que actualmente es “reducido” el número de nombres en uso con dicha controversia. En lo que va de 2018, del total de consultas atendidas por el servicio de Onomástica en relación a los nombres de personas, poco más de un 5% tiene relación con el género.
No obstante, Roberto González de Viñaspre insiste en que se percibe en la sociedad vasca una “tendencia favorable” al empleo de palabras del léxico común vasco y topónimos como nombre de personas, “por lo que no hay que descartar que el número aumente en los próximos años”.
Desde el Registro Civil de Donostia aseguran que son “muy flexibles” a la hora de admitir a los padres el nombre que quieren para sus hijos. Sin embargo, sí que perciben como “una novedad” que Euskaltzaindia haya realizado esta petición, porque en algunos casos se habían modificado los nombres, añadiéndoles una a, por ejemplo, para transformarlos en femeninos y conseguir así su diferenciación.
Belén Quintillán, letrada de la Administración de Justicia del Registro Civil de Donostia, asegura que estos problemas son “residuales”, aunque admite que hay “mucho interés por diferenciarse”, es decir, por que los bebés tengan nombres originales y únicos. “Ahora la libertad a la hora de imponer nombres es muy grande”, defiende.
Es decir, el problema al que se enfrentan los funcionarios no son los nombres en euskera, sino los que son “muy exóticos”. “Son nombres que vienen de otros países, que se corresponden con montañas, con ríos o con vírgenes”, señala esta letrada. Cuando ocurre esto, el funcionario realiza una búsqueda del origen del nombre y ve si es viable o induce a algún error.
Mecanismo para recurrir
“También es habitual que vengan padres que son extranjeros”, con lo que ponen a sus hijos nombres que para nosotros son extraños, “pero para ellos no”. “En este caso, no podemos entrar y salir en el nombre que le van a poner a ese niño, porque nosotros no tenemos competencia”, explica Quintillán.
Esta letrada también deja claro que no es el funcionario quien decide si acepta o no la inscripción de un nombre en concreto, sino que el proceso es más largo y los padres tienen derecho a recurrir en caso de encontrarse con algún problema.
En Donostia, los quince funcionarios que trabajan en el Registro Civil están a cargo del magistrado del Juzgado de Primera Instancia Número 4, que además de esta labor, tiene que entrar a sala, celebrar juicios y dictar sentencias. Por ello, su “número dos”, Belén Quintillán, suele ocuparse de los conflictos que puedan surgir en el Registro.
En el caso de que un funcionario se enfrente a algún problema, levanta el teléfono, se pone en contacto con Quintillán, le explica el caso y la letrada valora si “el nombre encaja o no, si interfiere en lo que dice la Ley”. Si decide rechazar la inscripción de este nombre, pero los padres insisten en ponérselo a su bebé, “la mecánica sería abrir un expediente, que lo resolvería el encargado”, es decir, el juez. Esta resolución la puede recurrir el ciudadano a la Dirección General de Registros y Notariado, que será quien finalmente resuelva el caso.
“El funcionario en ningún momento va a establecer cómo se llama ese niño. Serán siempre los padres y, en caso de duda, el juez”, insiste Belén Quintillán.
La entrada en vigor de la nueva Ley de Registro Civil podría solucionar este asunto, pero su aplicación no para de retrasarse. Parecía que podía estar establecida en junio, pero desde el propio Registro Civil donostiarra aseguran que esto será “imposible”, con lo que creen que continuarán con una ‘vacatio’ durante un año más, por lo menos.
Esta nueva ley recoge que no podrán imponerse nombres que sean contrarios a la dignidad de la persona, ni los que hagan confusa la identificación de la misma. Por lo tanto, ya no menciona entre las prohibiciones aquellos nombres que induzcan a error en cuanto al sexo, como hacía la Ley del Registro Civil de 1957. Sin embargo, “como la ley nueva sigue sin entrar en vigor, se continúa aplicando en este punto la ley anterior”, indica Roberto González de Viñaspre, académico de número, delegado de Euskaltzaindia en Araba y responsable de la sección de Onomástica de la academia de la lengua vasca.
Para tratar de solventar esta situación, Euskaltzaindia envió un escrito al Ministerio de Justicia a finales de enero. En él, expresaba su preocupación por la dificultad que existe en algunos casos para aplicar el nomenclátor vasco. El motivo es que, a diferencia del castellano o el francés, en euskera “algunos nombres de persona no son exclusivamente ni femeninos, ni masculinos”, explica González de Viñaspre.
Desde Euskaltzaindia aseguran que hay padres que se dirigen al servicio de Onomástica para solicitar un certificado que acredite que el nombre que desean poner a sus hijos es de género masculino o femenino. “Y eso es así, porque con frecuencia se les exige en los registros civiles como condición para admitir el asiento del nombre elegido”, insiste este académico. Pero el problema es que lo que pretenden estos padres es poner a sus bebés una serie de nombres que “carecen de género gramatical en euskera”, por lo tanto, Euskaltzaindia no puede emitir tal certificado.
Los nombres más confusos
Dos de los nombres que más confusión están generando en los últimos tiempos son Amets y Lur, palabras del léxico común vasco. Actualmente, hay 1.097 varones registrados con el nombre de Amets y 261 mujeres. Por su parte, 458 mujeres y 90 hombres llevan el nombre de Lur, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).
Otro grupo de nombres que también puede generar conflictos en el Registro Civil son los topónimos o nombres de lugar, que tampoco tienen un género definido, como Amaiur (localidad navarra) o Joar (montaña de la sierra de Kodes, en la frontera de Araba y Navarra). En este caso, con el primer nombre hay 385 mujeres y 99 varones, mientras que registrados como Joar están 27 hombres y 23 mujeres, según los datos del INE. Otro nombre con esta problemática es el de Iraitz (733 hombres registrados y 154 mujeres).
Euskaltzaindia reconoce que actualmente es “reducido” el número de nombres en uso con dicha controversia. En lo que va de 2018, del total de consultas atendidas por el servicio de Onomástica en relación a los nombres de personas, poco más de un 5% tiene relación con el género.
No obstante, Roberto González de Viñaspre insiste en que se percibe en la sociedad vasca una “tendencia favorable” al empleo de palabras del léxico común vasco y topónimos como nombre de personas, “por lo que no hay que descartar que el número aumente en los próximos años”.
Desde el Registro Civil de Donostia aseguran que son “muy flexibles” a la hora de admitir a los padres el nombre que quieren para sus hijos. Sin embargo, sí que perciben como “una novedad” que Euskaltzaindia haya realizado esta petición, porque en algunos casos se habían modificado los nombres, añadiéndoles una a, por ejemplo, para transformarlos en femeninos y conseguir así su diferenciación.
Belén Quintillán, letrada de la Administración de Justicia del Registro Civil de Donostia, asegura que estos problemas son “residuales”, aunque admite que hay “mucho interés por diferenciarse”, es decir, por que los bebés tengan nombres originales y únicos. “Ahora la libertad a la hora de imponer nombres es muy grande”, defiende.
Es decir, el problema al que se enfrentan los funcionarios no son los nombres en euskera, sino los que son “muy exóticos”. “Son nombres que vienen de otros países, que se corresponden con montañas, con ríos o con vírgenes”, señala esta letrada. Cuando ocurre esto, el funcionario realiza una búsqueda del origen del nombre y ve si es viable o induce a algún error.
Mecanismo para recurrir
“También es habitual que vengan padres que son extranjeros”, con lo que ponen a sus hijos nombres que para nosotros son extraños, “pero para ellos no”. “En este caso, no podemos entrar y salir en el nombre que le van a poner a ese niño, porque nosotros no tenemos competencia”, explica Quintillán.
Esta letrada también deja claro que no es el funcionario quien decide si acepta o no la inscripción de un nombre en concreto, sino que el proceso es más largo y los padres tienen derecho a recurrir en caso de encontrarse con algún problema.
En Donostia, los quince funcionarios que trabajan en el Registro Civil están a cargo del magistrado del Juzgado de Primera Instancia Número 4, que además de esta labor, tiene que entrar a sala, celebrar juicios y dictar sentencias. Por ello, su “número dos”, Belén Quintillán, suele ocuparse de los conflictos que puedan surgir en el Registro.
En el caso de que un funcionario se enfrente a algún problema, levanta el teléfono, se pone en contacto con Quintillán, le explica el caso y la letrada valora si “el nombre encaja o no, si interfiere en lo que dice la Ley”. Si decide rechazar la inscripción de este nombre, pero los padres insisten en ponérselo a su bebé, “la mecánica sería abrir un expediente, que lo resolvería el encargado”, es decir, el juez. Esta resolución la puede recurrir el ciudadano a la Dirección General de Registros y Notariado, que será quien finalmente resuelva el caso.
“El funcionario en ningún momento va a establecer cómo se llama ese niño. Serán siempre los padres y, en caso de duda, el juez”, insiste Belén Quintillán.
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