Imagen: El País / Peter Cameron |
Podríamos reducir su literatura a casas bonitas y gente que habla bien y la verdad es que tampoco hace falta mucho más para escribir un buen libro.
Begoña Gómez Urzaiz | El País, 2019-03-11
https://elpais.com/elpais/2019/03/04/icon/1551722516_725286.html
Siempre le están pidiendo que sea el escritor que no es. Cuando Peter Cameron (Nueva Jersey, 1959) era joven e intentaba colocar sus relatos en las revistas, una cabecera masculina le rechazó uno porque encontraron que “escribía demasiado como una mujer”. Él se lo tomó como un cumplido. No supuso ningún problema para el ‘New Yorker’, que empezó a aceptar sus cuentos. Más tarde, cuando ya había publicado sus primeras novelas, sus amigos activistas de la comunidad gay encontraban que no escribía “suficientemente gay”. Eran los años duros del sida: Cameron trabajaba para la organización de defensa legal Lambda y escribía novelas sobre familias y amigos. A veces homosexuales, a veces no.
“Me sentía culpable por no tratar el tema más agresivamente, pero en mi vida privada ya trabajaba en eso, no quería mezclarlo con mi ficción. No me gustan las novelas con un objetivo político”, defiende. “Recuerdo que en aquellos años estaba de moda tener en las librerías un apartado de literatura gay y no sabían qué hacer conmigo, porque era abiertamente gay, pero mis libros no siempre trataban el tema. En el fondo, incitaba a un debate interesante y exponía el absurdo de aquello. ¿Qué iban a hacer?, ¿tener secciones para gente gorda?, ¿para gente con el pelo oscuro?”.
‘Un fin de semana’ (Libros del Asteroide) es lo último que ha publicado Cameron en España, aunque en realidad la novela data de 1994 y la masacre del VIH sobrevuela lo que en apariencia es un gentil relato de casa de campo. Ya se sabe: se coloca a varios personajes con un pasado común e intereses contrapuestos en una bonita casa solariega, se llama a un ‘outsider’, se les da tiempo y alcohol y, si hay suerte y talento, te sale una estupenda novela inglesa o una película francesa.
“La verdad es que tenía en mente a Rohmer cuando la escribí. Me encantan filmes como ‘La rodilla de Claire’, porque los personajes se sientan y hablan con los demás”. El reparto de ‘Un fin de semana’ lo forman dos parejas desiguales: los adinerados John y Marian, que han huido de Nueva York para criar a su bebé, invitan a pasar el fin de semana al que fuera pareja del difunto medio hermano de John, el crítico de arte Lyle, justo cuando se cumple el aniversario de la muerte.
En lugar de acudir solo, Lyle va con su recientísimo amante, el joven Robert. Para romper la simetría, a la cena del viernes asiste también Laura, una mecenas italiana cuya famosa hija también alquila una casa por la zona. A lo largo del fin de semana, todos hablan de todo para llenar los huecos incómodos, del estado del arte y de la novela y de los frescos del ‘palazzo’ que Laura está restaurando en Italia.
Por algo a las gentes ociosas en inglés se las llama ‘chattering clases’, clases que charlan. Y esa es otra acusación que también ha recibido en alguna ocasión Cameron. ¿Sus personajes nunca trabajan en un supermercado? “Es muy decadente que tengan el lujo de llevar esa vida, pero también lamento que haya ese prejuicio contra los libros sobre gente acomodada, como si la gente que tiene problemas económicos fuera más real. Puede que empaticemos más con ellos, pero los ricos son reales, también existen”.
Como hijo de banquero, sabe de lo que habla. Cuando tenía apenas ocho años, su familia se mudó durante un par de cursos a Londres y Cameron quedó para siempre enfermo de anglofilia. “En el colegio se ponía el énfasis en la creatividad, no como en EE UU. Esa experiencia me cambió para siempre”, explica. Sus autoras preferidas son esas “’lady writers’ de las que se ha dicho peyorativamente que son escritoras domésticas”, como Barbara Pym o Margaret Drabble.
Y se entiende bien con otro americano anglófilo, James Ivory, que adaptó al cine otra de sus novelas, ‘Aquella tarde dorada’, con Anthony Hopkins y Laura Linney. Desde hace unos años, Cameron vive un romance con Italia, donde sus libros son tan populares que el próximo, formado por dos relatos largos, aparecerá en italiano antes que en inglés. En España también han tenido muy buena acogida otros títulos suyos como ‘Algún día este dolor te será útil’.
Ha tenido que irse lejos, pero por fin ha encontrado quien le lee por lo que es, no por lo que creen que debería ser.
“Me sentía culpable por no tratar el tema más agresivamente, pero en mi vida privada ya trabajaba en eso, no quería mezclarlo con mi ficción. No me gustan las novelas con un objetivo político”, defiende. “Recuerdo que en aquellos años estaba de moda tener en las librerías un apartado de literatura gay y no sabían qué hacer conmigo, porque era abiertamente gay, pero mis libros no siempre trataban el tema. En el fondo, incitaba a un debate interesante y exponía el absurdo de aquello. ¿Qué iban a hacer?, ¿tener secciones para gente gorda?, ¿para gente con el pelo oscuro?”.
‘Un fin de semana’ (Libros del Asteroide) es lo último que ha publicado Cameron en España, aunque en realidad la novela data de 1994 y la masacre del VIH sobrevuela lo que en apariencia es un gentil relato de casa de campo. Ya se sabe: se coloca a varios personajes con un pasado común e intereses contrapuestos en una bonita casa solariega, se llama a un ‘outsider’, se les da tiempo y alcohol y, si hay suerte y talento, te sale una estupenda novela inglesa o una película francesa.
“La verdad es que tenía en mente a Rohmer cuando la escribí. Me encantan filmes como ‘La rodilla de Claire’, porque los personajes se sientan y hablan con los demás”. El reparto de ‘Un fin de semana’ lo forman dos parejas desiguales: los adinerados John y Marian, que han huido de Nueva York para criar a su bebé, invitan a pasar el fin de semana al que fuera pareja del difunto medio hermano de John, el crítico de arte Lyle, justo cuando se cumple el aniversario de la muerte.
En lugar de acudir solo, Lyle va con su recientísimo amante, el joven Robert. Para romper la simetría, a la cena del viernes asiste también Laura, una mecenas italiana cuya famosa hija también alquila una casa por la zona. A lo largo del fin de semana, todos hablan de todo para llenar los huecos incómodos, del estado del arte y de la novela y de los frescos del ‘palazzo’ que Laura está restaurando en Italia.
Por algo a las gentes ociosas en inglés se las llama ‘chattering clases’, clases que charlan. Y esa es otra acusación que también ha recibido en alguna ocasión Cameron. ¿Sus personajes nunca trabajan en un supermercado? “Es muy decadente que tengan el lujo de llevar esa vida, pero también lamento que haya ese prejuicio contra los libros sobre gente acomodada, como si la gente que tiene problemas económicos fuera más real. Puede que empaticemos más con ellos, pero los ricos son reales, también existen”.
Como hijo de banquero, sabe de lo que habla. Cuando tenía apenas ocho años, su familia se mudó durante un par de cursos a Londres y Cameron quedó para siempre enfermo de anglofilia. “En el colegio se ponía el énfasis en la creatividad, no como en EE UU. Esa experiencia me cambió para siempre”, explica. Sus autoras preferidas son esas “’lady writers’ de las que se ha dicho peyorativamente que son escritoras domésticas”, como Barbara Pym o Margaret Drabble.
Y se entiende bien con otro americano anglófilo, James Ivory, que adaptó al cine otra de sus novelas, ‘Aquella tarde dorada’, con Anthony Hopkins y Laura Linney. Desde hace unos años, Cameron vive un romance con Italia, donde sus libros son tan populares que el próximo, formado por dos relatos largos, aparecerá en italiano antes que en inglés. En España también han tenido muy buena acogida otros títulos suyos como ‘Algún día este dolor te será útil’.
Ha tenido que irse lejos, pero por fin ha encontrado quien le lee por lo que es, no por lo que creen que debería ser.
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