viernes, 6 de marzo de 2020

#hemeroteca #trans #testimonios | Valeria Vegas: «Las mujeres trans somos hijas de la ciencia»

El Norte de Castilla / Valeria Vegas
Valeria Vegas: «Las mujeres trans somos hijas de la ciencia».

La periodista valenciana es autora del ensayo 'Vestidas de azul', que repasa el tratamiento de las mujeres trans en el cine español, y de la biografía de La Veneno que Los Javis han convertido en serie.
Oskar Belategui | El Norte de Castilla, 2020-03-06
https://www.elnortedecastilla.es/butaca/series-tv/valeria-vegas-mujeres-20200306143823-ntrc.html 

Valeria Vegas (Valencia, 1985) ha analizado la condición de la mujer trans en su fundamental ensayo 'Vestidas de azul' (ed. Dos Bigotes), en el que repasa cómo el cine y la prensa las retrató durante la Transición española a partir del documental homónimo que Antonio Giménez-Rico dirigió en 1983. La periodista y ensayista, jurado del Festival de Cine Gay de Bilbao, Zinegoak, también es autora de la biografía de 'La Veneno', que Los Javis han convertido en una serie que se estrena el 29 de marzo.

–En los últimos años hemos avanzado mucho en el tratamiento de la transexualidad en los medios.
–Sí. En el último lustro es cuando más se nota ese cambio, a nivel de estilo y de tratamiento. El término travestí no se usaba por maldad, porque es una definición que está en el diccionario, pero era incorrecto. Ahora los medios saben cuándo tienen que decir transgénero, transexual... Ya no se dice la mujer hermafrodita, sino intersexual. Hay que celebrar que esa variedad de términos haya llegado a la prensa.

–Con travestí abarcábamos muchas realidades.

–Sí, yo soy defensora de las etiquetas si sirven para delimitar situaciones.

–En su ensayo sobre 'Vestida de azul', repasaba el tratamiento de la mujer transexual durante la Transición con conclusiones desoladoras. Siempre se abordaba el tema desde el morbo y el sensacionalismo.
–Y desde la mofa y la transfobia. Curiosamente, no encuentras en el cine ninguna burla a un hombre trans, nadie se ríe de ellos. No daban morbo los reportajes sobre ellos, siempre eran mujeres que bajaban un escalón.

–En aquella época las mujeres trans estaban condenadas al mundo del espectáculo y la prostitución.

–Sí, todas las protagonistas de 'Vestidas de azul' tuvieron un trágico final. Todavía hay mujeres trans que se dedican a la prostitución por una cuestión de exclusión social, pero son sobre todo migrantes. Hace tres décadas lo tenían mucho más difícil, para empezar porque no tenían un DNI acorde. En 2007 entró en vigor la Ley de Identidad de Género gracias a la cual las personas trans podían, al fin, tener un documento de identidad que les permitía acceder a un trabajo. Te permite librarte del escarnio si vas al médico, a Correos o si pagas con tarjeta. Hoy si una mujer trans se dedica al espectáculo es porque es una artista, antes no tenían más salida. He conocido a algunas que confesaban no sentirse artistas. La sacaban al escenario como el que enseña un fenómeno de feria, un Freak Show, como si fuera la Mujer Barbuda. Siempre acababan mostrando sus atributos masculinos.

–La Ley de Identidad de Género ha sido entonces fundamental.
–Sí. Desde el activismo se dice mucho que hay que revisarla, y me parece bien, pero su eficacia ha sido indiscutible. Antes, la única manera que tenía una persona trans de cambiar su DNI era la reasignación sexual, el mal llamado cambio de sexo. Una persona lo era según su genitalidad, hoy defendemos que el sexo está en el cerebro, no solamente en los genitales.

–Algunos hemos aprendido que somos cis.
–Exacto. El año pasado di una charla en Bilbao dentro de la programación de Zinegoak, a la que acudieron dos señoras maravillosas de 60 años, de esas que van a pasar la tarde. Y les tuve que decir que ser cis no era nada malo, solo que has nacido acorde al sexo que sientes. Estamos aprendiendo a diferenciar condición de identidad, porque una mujer trans también es hetero.

–¿Usted se siente en deuda con aquellas mujeres trans de los 80?
–Mucho. Ayer entrevistaba a una de ellas para un trabajo, Juani, de 58 años. Me contaba que los skinheads la pegaban con cadenas cuando se prostituía. Llegó a Madrid en el 86 desde un pueblo y no le quedó otra salida. Sufrió a clientes que le pegaban y por suerte supo invertir el dinero que ganó. Hoy reparte preservativos a otras prostitutas. Ese nivel de espiritualidad yo no lo voy a tener. Gracias a gente como ella podemos estar tú y yo hoy hablando de cis y trans.

–Fueron luchadoras sin saberlo.
– Lucharon contra sus circunstancias, entonces no había manifestaciones del Orgullo con pancartas. En este país parecía que con la Ley del Divorcio ya era suficiente. Son heroínas sin haber sido conscientes, salían a la calle cada día y se enfrentaban a la muerte.

–Pero no había mucha sororidad entre ellas.
–No, era una guerra. Adquirían el comportamiento que les transmitía la sociedad, es común que el oprimido se ensañe con otro oprimido. Hoy en día, por suerte, hay una sororidad increíble gracias a las asociaciones y colectivos que hay en todas las provincias. La pelea entonces era 'yo soy más guapa que tú'.

–Contribuyó a reivindicar a La Veneno en sus últimos años gracias a su biografía.
–Ella me contaba historias de su pueblo, de la televisión, de la prostitución... Hay un hilo de sufrimiento que nos une a las mujeres trans. La Veneno no buscó la fama, las cámaras fueron una noche a reírse de ella mientras se prostituía y Pepe Navarro la vio tan espontánea y graciosa que la reclutó para la tele, que en los 90 era un circo. Ella era más graciosa que todos ellos. Pero no supo digerir la fama porque no estaba preparada. Todo el mundo sabía quién era La Veneno, pero en el fondo seguía siendo una mujer analfabeta y sin modales. Ella era así, aunque delante de la cámara se crecía.

–¿Cómo llevó usted su trágico final?
–Todavía no se sabe cómo murió. No esperaba que fuera a fallecer un mes antes de publicarse el libro. Lo he pensado mucho, si no hubiera muerto entonces habría tenido un final parecido tarde o temprano. Siempre vivió en la cuerda floja. El primer mes de promoción del libro se hinchó a hacer bolos, multiplicó por seis su paga no contributiva en cuatro discotecas que hizo. Pero el dinero le hubiera durado poco. No iba a dejar su mundo de proxenetas y malas compañías. Eso sí, ella, que se comparaba con Raquel Welch y Ursula Andress, estaría encantada con una muerte así.

–¿Qué espera de la serie de Los Javis?
–Hay un personaje que soy yo, estoy inmortalizada, ja, ja. No es que se vaya a descubrir nada nuevo de La Veneno, pero seremos conscientes de que la televisión es un peligro. Los Javis saben tratar muy bien el universo pop de la fama, te ríes y al minuto empatizas con el drama. Veremos a la persona gracias a un tratamiento con delicadeza.

–Las chicas jóvenes trans lo tienen hoy más fácil gracias a los avances médicos: bloqueadores (fármacos que inhiben la producción de hormonas sexuales), unidades de género en los hospitales...
–Afortunadamente. Yo soy de la generación bisagra, he llegado a vivir que me dieran hormonas de manera clandestina. Hoy es impensable. Antes se hacían cirugías clandestinas, se ponían silicona entre ellas, y hoy tenemos clínicas con láser. Somos nuevas mujeres, hijas de la ciencia, hemos avanzado con ella. Siempre ha habido personas trans, pero no somos visibles hasta que la ciencia nos ayuda hace un siglo.

–El apoyo de la familia es fundamental.
–Sí. En esta España heteropatriarcal y católica, la opinión de la familia sigue siendo muy importante.

–Usted hizo la transición en la universidad.
–En una católica. Siempre supe que era una mujer, hice la transición cuando ya me estaba asfixiando. En la universidad se portaron muy bien, como sabía que no iban a querer llamarme por el nombre que todavía no tenía en el DNI, pedí que me llamaran por mi apellido. No sé si fui valiente, no te levantas y dices voy a ser transgresora.

–¿Hay discriminación con las personas trans en el colectivo LGTBI?
– Sí. Hay un tipo de hombre gay que ve a la trans como un objeto lúdico, un espectáculo que le hace reír. Un concepto de hombre hetero. Lo hablamos mucho entre nosotras, la T de LGTBI somos la minoría de la minoría. Y en esas siglas ha estado muchas veces el enemigo en casa.

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