Imagen: Clarín / Ernesto Meccia |
Los cambios en la vida cotidiana y en el derecho transformaron el mundo homosexual. Ya no es clandestino y está cada vez más influido por cierta sociabilidad y la presión del mercado.
Claudio Martyniuk | Clarín, 2011-12-18
http://www.clarin.com/zona/homosexuales-secretos-avanza-define-cultura_0_611338984.html
Gracias a los cambios en la vida cotidiana y en el derecho, se ha transformado el mundo de la homosexualidad en las últimas décadas. Para el sociólogo Ernesto Meccia, el régimen social de la homosexualidad ha sido desplazado: sólo quedan los “últimos homosexuales”, marcados por la violencia y el secreto, y ha emergido con todas sus luces y sombras otro régimen que tiene como eje a lo que hoy prefiere definirse como “cultura gay” .
¿Podemos diferenciar temporalmente las formas de sociabilidad de los grupos homosexuales del país? Hay un período “homosexual” que se extiende hasta la segunda mitad de la década del 80, el período “pre-gay” que culmina con la llegada del nuevo milenio, y el período “gay” que llega hasta nuestros días. Cada período representa formas distintas de relaciones sociales con los pares y con los demás, herederas y promotoras a la vez de imaginarios sociales particulares.
¿Cómo se vivió la homosexualidad durante la dictadura? Pensar en la sociabilidad de los homosexuales durante la dictadura implica pensarla exclusivamente en la clandestinidad. Esta lleva a experiencias sociales de enclaustramiento relacional, uno de los correlatos de la invisibilidad y el secreto propios de situaciones clandestinas. Esta clase de experiencias despóticas tienen un costado especial: la construcción de relaciones sociales inter pares relativamente horizontales, vinculadas a la conciencia de pertenecer a un grupo maldecido por la sociedad. Bajo la dictadura había una colectividad homosexual, una entidad compacta a pesar de la invisibilidad, unida imaginariamente a través de un sentimiento de membresía a algo que servía de causa de un descrédito.
¿Qué efectos provocó la democracia, recuperada en 1983? Importantísimos. Porque, sin desconocer algunas experiencias políticas de la década del 70, comienza a organizarse de manera autónoma la colectividad homosexual. De hecho, en 1984, se crea la Comunidad Homosexual Argentina -la célebre CHA- que desarrolló acciones de enorme impacto en su época. Comienza la era pre-gay, que se caracteriza por la permanencia de una fuerte condena social a esas prácticas sexuales y por la invisibilidad y el secreto en la vida cotidiana. Pero también por la irrupción del sida, que funcionó como un visibilizador de la homosexualidad, de esa colectividad, de esa nación dentro de la nación. A eso se le sumó el trabajo de las organizaciones que denunciaban y lograban aminorar la represión, de modo que se podía empezar a caminar tranquilo por las calles. Ya tenemos elementos de contraste entre la experiencia homosexual y la pre-gay. La homosexualidad era una experiencia muda porque no tenía expresión política. La experiencia pre-gay, en cambio, por primera vez tenía voz en un momento en que se recuperaba la democracia y que una enfermedad mataba a miles de personas. Esto hizo que la colectividad fuera y se sintiera más visible que nunca.
¿Pero dónde era visible? La gente se sentía a resguardo en ciertos lugares de socialización de la Ciudad de Buenos Aires (genéricamente, Avenida Santa Fe) y los pocos boliches que existían. Me interesa pensar este fenómeno como la felicidad en el gueto: una felicidad emergente de la mezcla de garantías jurídicas, del trabajo de las organizaciones y de la existencia de entornos de socialización públicos y seguros donde sin temor la gente podía conocerse y reconocerse. También colaboraba en esa felicidad la irrupción de un discurso nuevo, el del coming out , propagado por las organizaciones y adoptado casi como un momento ritual de las biografías. Aunque muchísimos no lo hicieran, ya se había construido un “objeto” del cual liberarse. Esta es una circunstancia de notable contraste con la experiencia muda de la homosexualidad. Lo gay comenzaba a manejarse como opción identitaria, como una alternativa de vida válida, posible, legítima por parte de los mismos damnificados. Hoy en día, ya no hay homosexuales secretos y avanza lo que se define como cultura gay.
¿El matrimonio integra ya el régimen de lo que hoy se llama gaycidad? Somos muchos quienes aún no podemos creer que en Argentina exista la ley del matrimonio igualitario. No ignoro que las explicaciones pueden dejarnos saldos a cuenta de algunos interesados, pertenecientes al sistema de partidos políticos, pero la ley está. Veremos qué pasa con el transcurso de los años, ya que está visto que las personas están gestionando cada vez más relaciones libres de ataduras externas al vínculo. Pero eso no tiene importancia: por más que en el futuro solamente dos gays quieran casarse, ninguna ley tendría que impedirlo. En el medio, estemos seguros, que gays y no gays pensaremos en formas alternativas de vínculos con correlatos jurídicos. Pero la situación es más ambigua en la dimensión de la sociabilidad.
¿A qué se refiere? El imaginario de la gaycidad, al menos hoy por hoy, para gays y no gays, está más formateado por una matriz comercial que por una matriz de derechos o de otro tipo. Hay astucia en los agentes comerciales que han metido sus manos en el mundo gay.
¿Qué otros matices presenta la cultura gay? La experiencia gay es incomparable con la homosexual en el marco de una situación paradójica: si antes, a más represión, más discriminación y más vulnerabilidad externa teníamos relaciones sociales sólidas y relativamente desjerarquizadas, ahora, a menor represión y menor vulnerabilidad externa, tenemos al interior de la gaycidad relaciones jerarquizadas, lo cual vuelve vulnerables a ciertas personas porque comienzan a valer los marcadores sociales que antes no se hacían valer: desde la condición económico-social a la edad. No quiero ser taxativo, pero se puede pensar que el reconocimiento de los homosexuales corre bastante paralelo a la fragmentación comercial. Mis entrevistados han partido la gaycidad en aspectos bien distintos: los avances en el terreno jurídico y, paralelamente, este malestar en el campo de la sociabilidad.
¿Hay un problema generacional con los homosexuales mayores de 40 años? ¿Cómo se ubican hoy? Lo que ocurre con los homosexuales mayores de 40 es que están viviendo un momento muy especial. Ellos han sido testigos y protagonistas de un conjunto de cambios sociales muy amplios, que se desarrollaron vertiginosamente. Lo que tendríamos que imaginar es que ellos tenían un mundo a mano, manipulable a través de códigos específicos, que ha desaparecido. Ya sabemos que era un mundo que llevaba a “levantar” en los baños públicos y a tener sexo en los terrenos baldíos pero, desde un punto de vista sociológico, eso no es lo que más importa. Lo que tenemos que ver ahí es un entorno de sociabilidad seguro que, de buenas a primeras, se evaporó. Es como despertar y advertir que el cuarto de uno no tiene más paredes. Es fácil decir “ahora podré moverme sin restricciones”, pero sentirlo es más difícil. El nuevo mundo tiene códigos distintos.
¿Quiénes y por qué todavía no se animan al ‘coming out’ y siguen manteniendo mundos paralelos? Las consecuencias de las experiencias sociales de humillación son muy perdurables, difíciles de remover de la psiquis de las personas. Cuando hablamos del coming out no tendríamos que pensar en un momento de revelación y nada más. Por el contrario, es un proceso que implica sucesivas revelaciones. Muchos homosexuales que tienen más de 40 han quedado marcados a fuego por el imaginario del secreto y la clandestinidad. Estos elementos del imaginario tienen un maridaje muy fuerte con el elemento de la siempre imaginada y temida “reacción ambiental”. Estas personas desarrollaron un tortuoso saber consistente en la reducción de la tensión con el ambiente. Siguen viendo alrededor la posibilidad de una agresión o de una condena, lo cual les impide hacer el famoso proceso del coming out . De todos modos, no creo que existan tapados 100% o, en todo caso, están en vías de extinción.
¿Realmente no opera más el secreto? Tendríamos que pensar un poco más el tema del secreto y la revelación. Trae muchos equívocos, sobre todo para los no gays, en relación con lo que uno tendría que revelar. El grado de conocimiento que supone el ser conocido se refiere a aquella parte que se pone de manifiesto a los demás. Por eso, el conocimiento del trato social es el lugar por excelencia de la discreción. Esta no consiste en respetar un secreto del otro, sino en evitar conocer del otro lo que él positivamente no nos revele. En la vida social, la gente cuenta con un derecho de reserva. A los gays y a los homosexuales no se les reconoce ese derecho de igual manera. En programas de televisión y miles de situaciones cotidianas es increíble cómo se despierta la curiosidad de la gente no gay y también cómo muchos gays se ponen en pose de conferencia de prensa saciando a los interrogadores. Es fácil hablar del coming ou t, pero puede conducir a situaciones de anulación de la vida privada y de exposición perjudiciales. Me interesa pensar esta hipótesis, por ejemplo, para comprender el final de la vida del periodista Juan Castro.
¿Podemos diferenciar temporalmente las formas de sociabilidad de los grupos homosexuales del país? Hay un período “homosexual” que se extiende hasta la segunda mitad de la década del 80, el período “pre-gay” que culmina con la llegada del nuevo milenio, y el período “gay” que llega hasta nuestros días. Cada período representa formas distintas de relaciones sociales con los pares y con los demás, herederas y promotoras a la vez de imaginarios sociales particulares.
¿Cómo se vivió la homosexualidad durante la dictadura? Pensar en la sociabilidad de los homosexuales durante la dictadura implica pensarla exclusivamente en la clandestinidad. Esta lleva a experiencias sociales de enclaustramiento relacional, uno de los correlatos de la invisibilidad y el secreto propios de situaciones clandestinas. Esta clase de experiencias despóticas tienen un costado especial: la construcción de relaciones sociales inter pares relativamente horizontales, vinculadas a la conciencia de pertenecer a un grupo maldecido por la sociedad. Bajo la dictadura había una colectividad homosexual, una entidad compacta a pesar de la invisibilidad, unida imaginariamente a través de un sentimiento de membresía a algo que servía de causa de un descrédito.
¿Qué efectos provocó la democracia, recuperada en 1983? Importantísimos. Porque, sin desconocer algunas experiencias políticas de la década del 70, comienza a organizarse de manera autónoma la colectividad homosexual. De hecho, en 1984, se crea la Comunidad Homosexual Argentina -la célebre CHA- que desarrolló acciones de enorme impacto en su época. Comienza la era pre-gay, que se caracteriza por la permanencia de una fuerte condena social a esas prácticas sexuales y por la invisibilidad y el secreto en la vida cotidiana. Pero también por la irrupción del sida, que funcionó como un visibilizador de la homosexualidad, de esa colectividad, de esa nación dentro de la nación. A eso se le sumó el trabajo de las organizaciones que denunciaban y lograban aminorar la represión, de modo que se podía empezar a caminar tranquilo por las calles. Ya tenemos elementos de contraste entre la experiencia homosexual y la pre-gay. La homosexualidad era una experiencia muda porque no tenía expresión política. La experiencia pre-gay, en cambio, por primera vez tenía voz en un momento en que se recuperaba la democracia y que una enfermedad mataba a miles de personas. Esto hizo que la colectividad fuera y se sintiera más visible que nunca.
¿Pero dónde era visible? La gente se sentía a resguardo en ciertos lugares de socialización de la Ciudad de Buenos Aires (genéricamente, Avenida Santa Fe) y los pocos boliches que existían. Me interesa pensar este fenómeno como la felicidad en el gueto: una felicidad emergente de la mezcla de garantías jurídicas, del trabajo de las organizaciones y de la existencia de entornos de socialización públicos y seguros donde sin temor la gente podía conocerse y reconocerse. También colaboraba en esa felicidad la irrupción de un discurso nuevo, el del coming out , propagado por las organizaciones y adoptado casi como un momento ritual de las biografías. Aunque muchísimos no lo hicieran, ya se había construido un “objeto” del cual liberarse. Esta es una circunstancia de notable contraste con la experiencia muda de la homosexualidad. Lo gay comenzaba a manejarse como opción identitaria, como una alternativa de vida válida, posible, legítima por parte de los mismos damnificados. Hoy en día, ya no hay homosexuales secretos y avanza lo que se define como cultura gay.
¿El matrimonio integra ya el régimen de lo que hoy se llama gaycidad? Somos muchos quienes aún no podemos creer que en Argentina exista la ley del matrimonio igualitario. No ignoro que las explicaciones pueden dejarnos saldos a cuenta de algunos interesados, pertenecientes al sistema de partidos políticos, pero la ley está. Veremos qué pasa con el transcurso de los años, ya que está visto que las personas están gestionando cada vez más relaciones libres de ataduras externas al vínculo. Pero eso no tiene importancia: por más que en el futuro solamente dos gays quieran casarse, ninguna ley tendría que impedirlo. En el medio, estemos seguros, que gays y no gays pensaremos en formas alternativas de vínculos con correlatos jurídicos. Pero la situación es más ambigua en la dimensión de la sociabilidad.
¿A qué se refiere? El imaginario de la gaycidad, al menos hoy por hoy, para gays y no gays, está más formateado por una matriz comercial que por una matriz de derechos o de otro tipo. Hay astucia en los agentes comerciales que han metido sus manos en el mundo gay.
¿Qué otros matices presenta la cultura gay? La experiencia gay es incomparable con la homosexual en el marco de una situación paradójica: si antes, a más represión, más discriminación y más vulnerabilidad externa teníamos relaciones sociales sólidas y relativamente desjerarquizadas, ahora, a menor represión y menor vulnerabilidad externa, tenemos al interior de la gaycidad relaciones jerarquizadas, lo cual vuelve vulnerables a ciertas personas porque comienzan a valer los marcadores sociales que antes no se hacían valer: desde la condición económico-social a la edad. No quiero ser taxativo, pero se puede pensar que el reconocimiento de los homosexuales corre bastante paralelo a la fragmentación comercial. Mis entrevistados han partido la gaycidad en aspectos bien distintos: los avances en el terreno jurídico y, paralelamente, este malestar en el campo de la sociabilidad.
¿Hay un problema generacional con los homosexuales mayores de 40 años? ¿Cómo se ubican hoy? Lo que ocurre con los homosexuales mayores de 40 es que están viviendo un momento muy especial. Ellos han sido testigos y protagonistas de un conjunto de cambios sociales muy amplios, que se desarrollaron vertiginosamente. Lo que tendríamos que imaginar es que ellos tenían un mundo a mano, manipulable a través de códigos específicos, que ha desaparecido. Ya sabemos que era un mundo que llevaba a “levantar” en los baños públicos y a tener sexo en los terrenos baldíos pero, desde un punto de vista sociológico, eso no es lo que más importa. Lo que tenemos que ver ahí es un entorno de sociabilidad seguro que, de buenas a primeras, se evaporó. Es como despertar y advertir que el cuarto de uno no tiene más paredes. Es fácil decir “ahora podré moverme sin restricciones”, pero sentirlo es más difícil. El nuevo mundo tiene códigos distintos.
¿Quiénes y por qué todavía no se animan al ‘coming out’ y siguen manteniendo mundos paralelos? Las consecuencias de las experiencias sociales de humillación son muy perdurables, difíciles de remover de la psiquis de las personas. Cuando hablamos del coming out no tendríamos que pensar en un momento de revelación y nada más. Por el contrario, es un proceso que implica sucesivas revelaciones. Muchos homosexuales que tienen más de 40 han quedado marcados a fuego por el imaginario del secreto y la clandestinidad. Estos elementos del imaginario tienen un maridaje muy fuerte con el elemento de la siempre imaginada y temida “reacción ambiental”. Estas personas desarrollaron un tortuoso saber consistente en la reducción de la tensión con el ambiente. Siguen viendo alrededor la posibilidad de una agresión o de una condena, lo cual les impide hacer el famoso proceso del coming out . De todos modos, no creo que existan tapados 100% o, en todo caso, están en vías de extinción.
¿Realmente no opera más el secreto? Tendríamos que pensar un poco más el tema del secreto y la revelación. Trae muchos equívocos, sobre todo para los no gays, en relación con lo que uno tendría que revelar. El grado de conocimiento que supone el ser conocido se refiere a aquella parte que se pone de manifiesto a los demás. Por eso, el conocimiento del trato social es el lugar por excelencia de la discreción. Esta no consiste en respetar un secreto del otro, sino en evitar conocer del otro lo que él positivamente no nos revele. En la vida social, la gente cuenta con un derecho de reserva. A los gays y a los homosexuales no se les reconoce ese derecho de igual manera. En programas de televisión y miles de situaciones cotidianas es increíble cómo se despierta la curiosidad de la gente no gay y también cómo muchos gays se ponen en pose de conferencia de prensa saciando a los interrogadores. Es fácil hablar del coming ou t, pero puede conducir a situaciones de anulación de la vida privada y de exposición perjudiciales. Me interesa pensar esta hipótesis, por ejemplo, para comprender el final de la vida del periodista Juan Castro.
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