Imagen: El Mundo / Dominique Strauss-Kahn |
El caso Weinstein saca a la luz múltiples casos de acoso hasta ahora silenciados. En Reino Unido, parlamentarios de todos los partidos se han visto salpicados por el escándalo.
María Crespo | El Mundo, 2017-11-05
http://www.elmundo.es/internacional/2017/11/05/59fdeacb268e3e12448b4612.html
El escándalo Harvey Weinsten fue sólo el principio, aunque esta es la historia más antigua de todas las que se han contado. Las casi 50 mujeres que han acusado al influyente productor de Holywood de agresiones sexuales y, en algunos casos, de violaciones, no podían predecir que iban a destapar la ‘caja de Pandora’ en una sociedad que hasta ahora había ignorado y normalizado el acoso sexual en todas las esferas, desde el mundo del arte al de la Universidad y, por supuesto, la política. Los casos que se van conociendo se dan habitualmente en contextos donde los hombres abusan de su poder para someter a personas más débiles, casi siempre mujeres.
El ministro británico de Defensa, Michael Fallon, peso pesado dentro del Gobierno de Theresa May, dimitió este miércoles tras ser acusado de haber tenido un comportamiento inadecuado con una periodista. Fallon renunció a su cargo diciendo que "lo que era aceptable hace 15 años ya no lo es" y días después se ha sabido que también acosó a la portavoz parlamentaria, Andrea Leadsom. Diputados de todos los partidos británicos han sido objeto de acusaciones similares en Westminster. Al menos tres de ellos, uno del partido conservador (Charlie Elphicke) y dos del laborista (Clive Lewis y Kelvin Hopkins) han sido suspendidos por acoso sexual.
Uno de los casos más sonados ha sido el del secretario de Estado de Comercio Internacional, Mark Garnier, que ha reconocido que obligaba a su secretaria a comprarle juguetes sexuales y se dirigía a ella con el apodo de "tetitas dulces".
En Francia, Tariq Ramadan, un hasta ahora reputado intelectual e islamólogo, profesor en la Universidad de Oxford, ha sido acusado por dos mujeres de agresiones sexuales. Una de ellas, Henda Ayari, ya había relatado en un libro cómo Ramadan -al que entonces se refería con un nombre ficticio- le había dado patadas, bofetadas e insultado cuando ella trató de escapar de él en una habitación de hotel. Otra mujer, que permanece en el anonimato, denunció a Ramadan el pasado 27 de octubre, a través de un testimonio descorazonador en Le Monde: "Cuanto más gritaba, más me pegaba. Me arrastró por los pelos por la habitación y me obligó a orinarme encima". El acusado dice que es todo una campaña de calumnias.
En el país galo, el escándalo Dominique Strauss-Kahn en 2011 puso en el centro de la agenda política este asunto. El entonces presidente del Fondo Monetario Internacional fue acusado de intento de violación por una limpiadora de un hotel, Nafissatou Diallo. Aunque el ADN de DSK apareció en la ropa de la víctima, cuando se descubrió que ésta había mentido sobre su situación legal en Estados Unidos, el asunto se cerró con un acuerdo económico y se olvidó.
Años después, en 2016, ocho parlamentarias francesas acusaron al diputado ecologista Denis Baupin de agresiones sexuales. Éste dimitió pero las denuncias ante la justicia se archivaron. En los últimos días el ex ministro socialista Pierre Joxe y un diputado del partido de Emmanuel Macron, Christophe Arend, han sido acusados de agresiones asexuales. Ambos lo han negado.
La cultura del silencio cómplice también se ha instalado en los pasillos de Bruselas. Cuatro mujeres que trabajan en el Parlamento europeo han relatado recientemente en 'Político' que habían sufrido abusos sexuales por parte de compañeros de trabajo; entre las agresiones denunciadas había dos casos de violación. La semana pasada el grito de "Me too" -que surge de un tuit de la actriz estadounidense Alyssa Milano, que animó a todas las mujeres a compartir sus experiencias de abusos sexuales y que ha sido compartido más de un millón de veces en esta red social- llegó hasta el Parlamento europeo. "Tenía 19 años, estaba en la universidad, él tenía unos 70", relató la eurodiputada italiana Eleonora Forenzo. "Yo también lo he sufrido, como millones de mujeres en la Unión Europea", declaraba la alemana Terry Reintke. A lo largo del Hemiciclo, medio vacío el día que iba a votarse una resolución sobre abuso sexual, se podían ver carteles blancos al lado de los nombres de las diputadas en los que se leía: Yo también.
La vergonzosa realidad también se ha destapado en Estados Unidos. En California, 140 mujeres que trabajan en política han firmado una carta en la que relatan que el acoso sexual es el precio a pagar por escalar en sus carreras. Aseguran además haber recibido amenazas para no denunciarlo ante la policía. Una misiva similar ha recibido el apoyo de 160 mujeres en Illinois. Al mismo tiempo, consagrados periodistas políticos como Mark Halperin o Bill O'Reilly también han sido acusados de acoso sexual en el trabajo. Por si había duda de si esto será atajado de alguna forma en un futuro próximo, la Casa Blanca dijo el pasado 27 de octubre que las denuncias de 16 mujeres contra el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, por acoso sexual eran "fake news".
El ministro británico de Defensa, Michael Fallon, peso pesado dentro del Gobierno de Theresa May, dimitió este miércoles tras ser acusado de haber tenido un comportamiento inadecuado con una periodista. Fallon renunció a su cargo diciendo que "lo que era aceptable hace 15 años ya no lo es" y días después se ha sabido que también acosó a la portavoz parlamentaria, Andrea Leadsom. Diputados de todos los partidos británicos han sido objeto de acusaciones similares en Westminster. Al menos tres de ellos, uno del partido conservador (Charlie Elphicke) y dos del laborista (Clive Lewis y Kelvin Hopkins) han sido suspendidos por acoso sexual.
Uno de los casos más sonados ha sido el del secretario de Estado de Comercio Internacional, Mark Garnier, que ha reconocido que obligaba a su secretaria a comprarle juguetes sexuales y se dirigía a ella con el apodo de "tetitas dulces".
En Francia, Tariq Ramadan, un hasta ahora reputado intelectual e islamólogo, profesor en la Universidad de Oxford, ha sido acusado por dos mujeres de agresiones sexuales. Una de ellas, Henda Ayari, ya había relatado en un libro cómo Ramadan -al que entonces se refería con un nombre ficticio- le había dado patadas, bofetadas e insultado cuando ella trató de escapar de él en una habitación de hotel. Otra mujer, que permanece en el anonimato, denunció a Ramadan el pasado 27 de octubre, a través de un testimonio descorazonador en Le Monde: "Cuanto más gritaba, más me pegaba. Me arrastró por los pelos por la habitación y me obligó a orinarme encima". El acusado dice que es todo una campaña de calumnias.
En el país galo, el escándalo Dominique Strauss-Kahn en 2011 puso en el centro de la agenda política este asunto. El entonces presidente del Fondo Monetario Internacional fue acusado de intento de violación por una limpiadora de un hotel, Nafissatou Diallo. Aunque el ADN de DSK apareció en la ropa de la víctima, cuando se descubrió que ésta había mentido sobre su situación legal en Estados Unidos, el asunto se cerró con un acuerdo económico y se olvidó.
Años después, en 2016, ocho parlamentarias francesas acusaron al diputado ecologista Denis Baupin de agresiones sexuales. Éste dimitió pero las denuncias ante la justicia se archivaron. En los últimos días el ex ministro socialista Pierre Joxe y un diputado del partido de Emmanuel Macron, Christophe Arend, han sido acusados de agresiones asexuales. Ambos lo han negado.
La cultura del silencio cómplice también se ha instalado en los pasillos de Bruselas. Cuatro mujeres que trabajan en el Parlamento europeo han relatado recientemente en 'Político' que habían sufrido abusos sexuales por parte de compañeros de trabajo; entre las agresiones denunciadas había dos casos de violación. La semana pasada el grito de "Me too" -que surge de un tuit de la actriz estadounidense Alyssa Milano, que animó a todas las mujeres a compartir sus experiencias de abusos sexuales y que ha sido compartido más de un millón de veces en esta red social- llegó hasta el Parlamento europeo. "Tenía 19 años, estaba en la universidad, él tenía unos 70", relató la eurodiputada italiana Eleonora Forenzo. "Yo también lo he sufrido, como millones de mujeres en la Unión Europea", declaraba la alemana Terry Reintke. A lo largo del Hemiciclo, medio vacío el día que iba a votarse una resolución sobre abuso sexual, se podían ver carteles blancos al lado de los nombres de las diputadas en los que se leía: Yo también.
La vergonzosa realidad también se ha destapado en Estados Unidos. En California, 140 mujeres que trabajan en política han firmado una carta en la que relatan que el acoso sexual es el precio a pagar por escalar en sus carreras. Aseguran además haber recibido amenazas para no denunciarlo ante la policía. Una misiva similar ha recibido el apoyo de 160 mujeres en Illinois. Al mismo tiempo, consagrados periodistas políticos como Mark Halperin o Bill O'Reilly también han sido acusados de acoso sexual en el trabajo. Por si había duda de si esto será atajado de alguna forma en un futuro próximo, la Casa Blanca dijo el pasado 27 de octubre que las denuncias de 16 mujeres contra el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, por acoso sexual eran "fake news".
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.