Imagen: El Mundo / Jacinda Ardern, primera ministra de Nueva Zalanda |
En el mundo sólo hay 19 jefas de Estado o de Gobierno. La desigualdad se manifiesta en todos los niveles de la política y demuestra que existe aún una fuerte resistencia al liderazgo femenino.
María Crespo | El Mundo, 2017-11-05
http://www.elmundo.es/internacional/2017/11/05/59fda225268e3e8d778b45df.html
Cuando Jacinda Ardern fue elegida líder del Partido Laborista en Nueva Zelanda el pasado agosto una de las primeras preguntas que tuvo que responder fue si, con 37 años y casada, iba a ser madre en caso de ganar las elecciones generales. "Es totalmente inaceptable decir en 2017 que las mujeres deben responder a esta pregunta en su lugar de trabajo. La elección del momento de tener hijos pertenece a las mujeres. No debe determinar el hecho de conseguir un trabajo o no". Menos de dos meses después, Ardern ha sido investida primera ministra de su país, la mujer más joven en ocupar el cargo en Nueva Zelanda.
De 193 países en el mundo, sólo 19 están liderados por mujeres. Once de ellas son jefas de Estado y 12 primeras ministras (algunas ocupan ambos cargos). Las mujeres son la mitad de la población mundial pero, proporcionalmente, sólo presiden o gobiernan alrededor de un 6% de los Estados. "El número ha mejorado en la última década, pero nunca ha habido más de 20 países a la vez con una mujer como jefa de gobierno o de Estado", asegura Julie Ballington, asesora política de Participación en la Sección de Liderazgo y Gobernabilidad de ONU Mujeres.
Ardern es la más reciente incorporación a esta lista de mandatarias femeninas. Junto a ella están la presidenta de Chile Michelle Bachelet (única mujer presidenta en todo el continente), su homóloga en Liberia y premio Nobel de la Paz, Ellen Johnson-Sirleaf, la polaca Beata Szydlo, las mandatarias de Nepal, Estonia, Lituania, Malta, Suiza, Singapur, Islas Marshall y Mauricio, las jefas de Gobierno de Bangladesh, Perú, Polonia, Noruega y Serbia (Ana Brnabic marcó otro hito al convertirse en la primera homosexual en ser elegida primera ministra), la ‘premier’ británica Theresa May y la canciller alemana, Angela Merkel.
De todas, la mitad (11) son las primeras mujeres en ocupar el cargo. Los países nórdicos son ejemplos de liderazgo femenino. Islandia, por ejemplo, ha tenido una primera ministra o presidenta durante 20 años. En Noruega, tras el reciente nombramiento de Ine Eriksen Søreide como ministra de Exteriores, ‘las tres posiciones más altas del gobierno’ -ésta, la cartera de Finanzas (Siv Jensen) y el cargo de primera ministra (Erna Solberg)- están ocupadas por mujeres. "Cuando las mujeres son económicamente más independientes, mayor es su capacidad para acceder a la política. Puede que eso explique por qué en países europeos hay más mujeres líderes", explica Ballington.
Sólo el 23% de las parlamentarias son mujeres
Para esta experta de ONU Mujeres, el escaso número de mujeres como responsables de la toma de decisiones de un país "personifica lo que ocurre en todo el sistema político. Las mujeres aún tienen que romper muchos techos de cristal y superar muchos obstáculos para llegar a alcanzar esas posiciones", expresa, y se muestra partidaria de las cuotas de género correctamente aplicadas, por ley, para aumentar la representación femenina parlamentaria, que supone sólo el 23% en 2017, según datos de la Unión Interparlamentaria.
De nuevo, los países nórdicos, con alrededor de un 40% de mujeres en las cámaras legislativas, son la excepción. Ruanda, cuyo presidente impulsó las cuotas en las listas electorales, es el país con mayor proporción de mujeres diputadas (un 63,%) pero el dato no refleja una mayor igualdad en el país ya que casi una de cada dos mujeres ha sufrido violencia sexual o física.
La profesora de psicología de género de la Universidad de Northwestern (Estados Unidos), Alice Eagly, sustituyó la metáfora del techo de cristal -que da a entender que las mujeres se chocan contra un muro- por la metáfora del laberinto. En un libro titulado así, ‘Las Mujeres y el Laberinto del Liderazgo’ (2007) demuestra cómo, mientras los hombres escalan puestos de manera natural en cualquier profesión, las mujeres se enfrentan a un camino plagado de dificultades y deben ser persistentes para lograr llegar a la meta. "Sí las mujeres llegan a ser candidatas frente a un hombre tienen las mismas posibilidades de ganar. El problema es conseguir que lleguen hasta esa posición y puedan ser candidatas", resume Eagly.
Según esta experta en género, optimista respecto al lento pero progresivo aumento de mujeres líderes en el mundo, la discriminación de la mujer explica la desigualdad. Y esta discriminación se manifiesta en una resistencia al liderazgo femenino. "No creo que una mujer deba ocupar ningún cargo en un gobierno, básicamente porque son erráticas y emocionales. Los hombres también son emocionales y erráticos, pero una mujer es más probable que lo sea". La frase la pronunció Richard Nixon, ex presidente de EEUU, pero refleja unos prejuicios que aún no han sido derrotados. Eagly lo describe así: "Cuando las mujeres se comportan de manera dominante, tienden a provocar rechazo. En cambio, sí actúan de manera dulce o amable, se les acusa de ser demasiado débiles . Eso hace que el ejercer cualquier liderazgo suponga un mayor reto para una mujer que para un hombre".
La ahora ex presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, denunció que en varias ocasiones la habían acusado de ser "dura y severa" cuando a un hombre en su misma situación lo habrían considerado "firme o fuerte". "Si me emocionaba por algo, se me llenaban los ojos de lágrimas o se me apretaba la garganta porque sucedía una situación dramática, yo era una mujer 'sin control de mis emociones'", llegó a decir Michelle Bachelet. En la otra punta del mapa, Angela Merkel, reelegida el pasado septiembre para un cuarto mandato como canciller de Alemania, se ha pasado su carrera política minimizando su género. Ella misma ha relatado que, cuando en una reunión a la que asistió cuando era ministra de medio ambiente, se dio cuenta de que la gente estaba más pendiente de cómo vestía que de lo que decía, convirtió su armario en el más predecible y uniformado de Occidente. Más aún, cuando en la pasada cumbre del G20 una moderadora le preguntó si era feminista ella dijo que "no le gustan las etiquetas". Merkel -y su imperturbabilidad- gobierna de la manera más concienzuda y más discreta que puede.
La fundación Thomson Reuters acaba de estrenar un documental que muestra cómo fuera de del mundo occidental, las mujeres tienen que luchar a diario para dedicarse a la difícil tarea de cambiar el mundo. 'When Women Rule' ('Cuando las mujeres mandan') cuenta, entre otras, la historia de Soledad Chapeton, la primera alcaldesa de la segunda ciudad más grande de Bolivia, El Alto, que sufrió la violencia en primera persona cuando un grupo de simpatizantes de su predecesor, condenado por corrupción, atacó el Ayuntamiento y dejó seis muertos. El documental también nos presenta a Peris Toiko, la primera mujer masai en entrar en el parlamento de Kenia, un país donde casi el 80% de las masai han sufrido mutilaciones genitales, por lo que Toiko sentía la necesidad de darles voz.
"Las mujeres llevan a la política su experiencia vital, que es central para desarrollar una legislación inclusiva. Y ponen en la agenda cuestiones que conocen mejor y que les afectan directamente como la violencia machista", explica Ballington.
"Hasta que las mujeres no se sienten en la mesa donde se toman las decisiones políticas, su perspectiva no estará representada. Son la mitad de la población y no puede ser que sólo los hombres se ocupen de velar por sus intereses", explica Eagly, que apunta a la existencia de estudios sociológicos que muestran que cuando la mujer ocupa cargos relevantes "pone más el foco en el sector público, en cuestiones de salud, educación o lucha contra la pobreza". Dos ejemplos: en India, el número de proyectos para mejorar la calidad del agua en áreas donde los consejos locales están liderados por mujeres es un 62% superior a aquellos donde el poder lo ostenta un hombre. En Malawi fueron las parlamentarias las que presionaron para prohibir por ley el matrimonio infantil en un país donde la mitad de las niñas eran obligadas a casarse antes de los 18 años.
De 193 países en el mundo, sólo 19 están liderados por mujeres. Once de ellas son jefas de Estado y 12 primeras ministras (algunas ocupan ambos cargos). Las mujeres son la mitad de la población mundial pero, proporcionalmente, sólo presiden o gobiernan alrededor de un 6% de los Estados. "El número ha mejorado en la última década, pero nunca ha habido más de 20 países a la vez con una mujer como jefa de gobierno o de Estado", asegura Julie Ballington, asesora política de Participación en la Sección de Liderazgo y Gobernabilidad de ONU Mujeres.
Ardern es la más reciente incorporación a esta lista de mandatarias femeninas. Junto a ella están la presidenta de Chile Michelle Bachelet (única mujer presidenta en todo el continente), su homóloga en Liberia y premio Nobel de la Paz, Ellen Johnson-Sirleaf, la polaca Beata Szydlo, las mandatarias de Nepal, Estonia, Lituania, Malta, Suiza, Singapur, Islas Marshall y Mauricio, las jefas de Gobierno de Bangladesh, Perú, Polonia, Noruega y Serbia (Ana Brnabic marcó otro hito al convertirse en la primera homosexual en ser elegida primera ministra), la ‘premier’ británica Theresa May y la canciller alemana, Angela Merkel.
De todas, la mitad (11) son las primeras mujeres en ocupar el cargo. Los países nórdicos son ejemplos de liderazgo femenino. Islandia, por ejemplo, ha tenido una primera ministra o presidenta durante 20 años. En Noruega, tras el reciente nombramiento de Ine Eriksen Søreide como ministra de Exteriores, ‘las tres posiciones más altas del gobierno’ -ésta, la cartera de Finanzas (Siv Jensen) y el cargo de primera ministra (Erna Solberg)- están ocupadas por mujeres. "Cuando las mujeres son económicamente más independientes, mayor es su capacidad para acceder a la política. Puede que eso explique por qué en países europeos hay más mujeres líderes", explica Ballington.
Sólo el 23% de las parlamentarias son mujeres
Para esta experta de ONU Mujeres, el escaso número de mujeres como responsables de la toma de decisiones de un país "personifica lo que ocurre en todo el sistema político. Las mujeres aún tienen que romper muchos techos de cristal y superar muchos obstáculos para llegar a alcanzar esas posiciones", expresa, y se muestra partidaria de las cuotas de género correctamente aplicadas, por ley, para aumentar la representación femenina parlamentaria, que supone sólo el 23% en 2017, según datos de la Unión Interparlamentaria.
De nuevo, los países nórdicos, con alrededor de un 40% de mujeres en las cámaras legislativas, son la excepción. Ruanda, cuyo presidente impulsó las cuotas en las listas electorales, es el país con mayor proporción de mujeres diputadas (un 63,%) pero el dato no refleja una mayor igualdad en el país ya que casi una de cada dos mujeres ha sufrido violencia sexual o física.
La profesora de psicología de género de la Universidad de Northwestern (Estados Unidos), Alice Eagly, sustituyó la metáfora del techo de cristal -que da a entender que las mujeres se chocan contra un muro- por la metáfora del laberinto. En un libro titulado así, ‘Las Mujeres y el Laberinto del Liderazgo’ (2007) demuestra cómo, mientras los hombres escalan puestos de manera natural en cualquier profesión, las mujeres se enfrentan a un camino plagado de dificultades y deben ser persistentes para lograr llegar a la meta. "Sí las mujeres llegan a ser candidatas frente a un hombre tienen las mismas posibilidades de ganar. El problema es conseguir que lleguen hasta esa posición y puedan ser candidatas", resume Eagly.
Según esta experta en género, optimista respecto al lento pero progresivo aumento de mujeres líderes en el mundo, la discriminación de la mujer explica la desigualdad. Y esta discriminación se manifiesta en una resistencia al liderazgo femenino. "No creo que una mujer deba ocupar ningún cargo en un gobierno, básicamente porque son erráticas y emocionales. Los hombres también son emocionales y erráticos, pero una mujer es más probable que lo sea". La frase la pronunció Richard Nixon, ex presidente de EEUU, pero refleja unos prejuicios que aún no han sido derrotados. Eagly lo describe así: "Cuando las mujeres se comportan de manera dominante, tienden a provocar rechazo. En cambio, sí actúan de manera dulce o amable, se les acusa de ser demasiado débiles . Eso hace que el ejercer cualquier liderazgo suponga un mayor reto para una mujer que para un hombre".
La ahora ex presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, denunció que en varias ocasiones la habían acusado de ser "dura y severa" cuando a un hombre en su misma situación lo habrían considerado "firme o fuerte". "Si me emocionaba por algo, se me llenaban los ojos de lágrimas o se me apretaba la garganta porque sucedía una situación dramática, yo era una mujer 'sin control de mis emociones'", llegó a decir Michelle Bachelet. En la otra punta del mapa, Angela Merkel, reelegida el pasado septiembre para un cuarto mandato como canciller de Alemania, se ha pasado su carrera política minimizando su género. Ella misma ha relatado que, cuando en una reunión a la que asistió cuando era ministra de medio ambiente, se dio cuenta de que la gente estaba más pendiente de cómo vestía que de lo que decía, convirtió su armario en el más predecible y uniformado de Occidente. Más aún, cuando en la pasada cumbre del G20 una moderadora le preguntó si era feminista ella dijo que "no le gustan las etiquetas". Merkel -y su imperturbabilidad- gobierna de la manera más concienzuda y más discreta que puede.
La fundación Thomson Reuters acaba de estrenar un documental que muestra cómo fuera de del mundo occidental, las mujeres tienen que luchar a diario para dedicarse a la difícil tarea de cambiar el mundo. 'When Women Rule' ('Cuando las mujeres mandan') cuenta, entre otras, la historia de Soledad Chapeton, la primera alcaldesa de la segunda ciudad más grande de Bolivia, El Alto, que sufrió la violencia en primera persona cuando un grupo de simpatizantes de su predecesor, condenado por corrupción, atacó el Ayuntamiento y dejó seis muertos. El documental también nos presenta a Peris Toiko, la primera mujer masai en entrar en el parlamento de Kenia, un país donde casi el 80% de las masai han sufrido mutilaciones genitales, por lo que Toiko sentía la necesidad de darles voz.
"Las mujeres llevan a la política su experiencia vital, que es central para desarrollar una legislación inclusiva. Y ponen en la agenda cuestiones que conocen mejor y que les afectan directamente como la violencia machista", explica Ballington.
"Hasta que las mujeres no se sienten en la mesa donde se toman las decisiones políticas, su perspectiva no estará representada. Son la mitad de la población y no puede ser que sólo los hombres se ocupen de velar por sus intereses", explica Eagly, que apunta a la existencia de estudios sociológicos que muestran que cuando la mujer ocupa cargos relevantes "pone más el foco en el sector público, en cuestiones de salud, educación o lucha contra la pobreza". Dos ejemplos: en India, el número de proyectos para mejorar la calidad del agua en áreas donde los consejos locales están liderados por mujeres es un 62% superior a aquellos donde el poder lo ostenta un hombre. En Malawi fueron las parlamentarias las que presionaron para prohibir por ley el matrimonio infantil en un país donde la mitad de las niñas eran obligadas a casarse antes de los 18 años.
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