Imagen: El País |
Los jóvenes han perdido el respeto al VIH. La falta de educación sexual y los avances médicos han provocado un aumento de las conductas de riesgo
Pablo León | El País, 2014-12-10
http://politica.elpais.com/politica/2014/12/09/actualidad/1418153394_435357.html
“¿Cómo me está pasando esto a mí?”, se pregunta una y otra vez Sergio. “Tengo conocimiento sobre el tema, soy un tío responsable y no me he comportado como un loco”. Se sentía inmune, pero inesperadamente se contagió. Tiene 22 años y hace poco más de una semana empezó a tratarse con antirretrovirales. Su exnovio le fue infiel y acabaron los dos infectados con el VIH. “No me esperaba que me tocase”, repite el joven. “Ahora la gente no se preocupa tanto por esto”, admite. “Tratan la enfermedad como si fuese algo que no les puede pasar a ellos. Y luego, cuando lo tienen, se llevan las manos a la cabeza”.
A Ramón Coello le confirmaron que tenía el retrovirus en su cuerpo en 1987, poco después de que su novia diera positivo. Tampoco se lo esperaba. “Sentí miedo; pensaba que en un par de años me iba a morir”, añade este hombre de 58 años. Más de tres décadas han pasado entre el contagio de Ramón y el de Sergio, pero los casos de VIH en España (3.278 personas en 2013, según el Ministerio de Sanidad) se mantienen por encima de la media de la Unión Europea. En los ochenta, el miedo rodeaba al virus; en la actualidad, la inconsciencia es el principal motivo de contagio.
“La gente moría a tu alrededor y parecía que no había manera de pararlo”, continúa su relato Coello. “Ahora poca gente se muere debido al virus y existe multitud de información al respecto, pero mucha gente la ignora”. Sergio no fue plenamente consciente de que estaba infectado hasta que tuvo que ir a recoger unos medicamentos que le van a acompañar de por vida. “Cada mes debes ir a recoger la tanda de pastillas”, explica el joven, que combina dos comprimidos al día. “Esa primera vez, me di cuenta de que todo era verdad”. Coello, por su parte, toma una diaria de color naranja: la Atripla, una combinación de tres antirretrovirales: efavirenz, emtricitabina, tenofovir. Su primer tratamiento, en cambio, consistía en un cóctel de 15 productos.
El primer contagio oficial de VIH se diagnosticó en 1980 en San Francisco (Estados Unidos). Un año después apareció en España, en Barcelona. “Nos decían que teníamos una esperanza de vida que podía oscilar entre los dos y los diez años”, continúa Coello. El VIH era un virus emergente, feroz y peligroso. Poco después de que Coello supiera su diagnóstico, empezó a comercializarse en España el AZT, el primer antirretroviral que dio muestras de aplacar la letalidad del virus. Su pareja no aguantó el tiempo suficiente. “Cuando murió, pensé que poco después me tocaría a mí”.
Coello ha vivido en su cuerpo casi todos avances que se han realizado con respecto al virus. “Nunca imaginé que iba a poder controlar la enfermedad”, asegura. Las primeras combinaciones que tomaba le provocaban graves alteraciones físicas. “Naúseas, problemas estomacales, dolores... La medicina ha hecho que la vida de una persona infectada sea más fácil. Y actualmente, es una enfermedad crónica controlada, pero que nadie se equivoque, esto no es como tomar una pastilla para la tensión”, avisa. Se refiere a la potencia de la medicación que toma y a los efectos secundarios de la misma que, aunque menores que los primeros tratamientos, también pueden afectar al hígado, alterar el sueño, provocar erupciones cutáneas o acumulaciones de grasas dependiendo del paciente. “Al principio te dejan tirado. Estás cansado, desganado y un poco hecho polvo”, resume Sergio sobre sus primeras tomas. “Luego parece que todo mejora”.
Mario acaba de cumplir 18 años. A lo largo de su vida, ha practicado sexo con unos 300 hombres. Cuando sale, casi todos los fines de semana, liga. Tiene una media de tres relaciones sexuales semanales; unas 156 al año. En muchos de esos encuentros reconoce que no utilizó preservativo. Hace poco más de un año se hizo la prueba. Dio positivo. “A mucha gente le da el calentón y en un momento dado, les da igual hacerlo a pelo”, apunta Sergio. Ambos pertenecen al colectivo en el que más han aumentado las infecciones de VIH en 2013: hombres, jóvenes y homosexuales. La incidencia de la enfermedade en este grupo ha aumentado diez puntos en los últimos cinco años. Además, uno de cada cuatro nuevos diagnósticos del año pasado afectó a gais menores de 30 años.
Las relaciones heterosexuales de riesgo representaron el 28,5% de los nuevos casos. Y el 15% de todos los positivos afectaron a mujeres. “Cuando eres joven no valoras la posibilidad de contagiarte”, opina María. “Consideras que es algo que les pasa a otros: a personas con unas características determinadas [prostitutas, personas muy promiscuas o drogodependientes]. Y si es algo que crees que no te puede suceder a ti, ¿para qué protegerte?”. Ella se infectó del VIH con 27 años. Estaba viendo a un chico y decidieron dejar de usar preservativo. “¿Estás sano”, le preguntó ella. “Sí”, contestó él. O no sabía que tenía el virus o no se lo dijo.
Casi la mitad de las personas infectadas el año pasado (46,6%) presentaron indicios de diagnóstico tardío. Es decir, que aunque llevaban tiempo infectados no se habían hecho pruebas. En total, se calcula que en España hay entre 130.000 y 160.000 personas con VIH, según Sanidad; una quinta parte de ellas lo ignora.
“Tengo pareja y un hijo. Tanto ellos como la mayoría de personas de mi entorno lo saben”, dice Coello. “En general, las reacciones de la gente siempre han sido normales, aunque a veces me he arrepentido de habérselo dicho a alguien”, añade. Sergio solo se lo ha comentado a su familia y a amigos que, como él, son positivos. “He tenido mucho apoyo del colectivo, pero creo que el mundo, en general, no te acepta del todo”. Desde Creación Positiva constatan que sigue existiendo un tabú y cierto estigma relacionado con el virus. “No se normaliza nada”, dice Montse Pineda, coordinadora del área política de la asociación, “ni las relaciones sexuales, ni la responsabilidad al respecto, ni la importancia de hacerse la prueba, ni la posibilidad de contraer la enfermedad”.
El sexo fue la principal vía de contagio, de ahí que la necesidad de educación afectiva y sexual sea uno de los mantras más repetidos por asociaciones y afectados. “En el currículo escolar no existe la educación sexual y como consecuencia, los jóvenes saben poco de sexo y del virus”, opina Reyes Velayos, presidenta de Apoyo Positivo, asociación que forma parte de la plataforma CESIDA. “Se deja en manos de las familias este tipo de formación y, bien por vergüenza o por desconocimiento, no se acaba de explicar”, añade.
Como le sucedió a Sergio, nadie espera que le toque algo así. Coello lo resume en una frase: “Esa lejanía refleja que la sociedad española, en general, todavía no sabe cómo enfrentarse al VIH. Ha pasado bastante tiempo del inicio de la pandemia; es hora de que aprenda”.
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