Imagen: Diario Progresista |
Entrevista al realizador mexicano Julián Hérnandez
“En mis películas, los personajes se expresan fundamentalmente a través del cuerpo”
Eduardo Nabal Aragón | Diario Progresista, 2014-12-23
http://diarioprogresista.es/articulo.asp?idarticulo=58958
Julián Hernández (Defeño, 1974). Se dedica al cine (a verlo y a hacerlo) desde hace poco más de veinte años. Con cuatro largometrajes y alrededor de quince cortos en su haber. Ha ganado dos veces el premio Teddy que se entrega en el Festival de Cine de Berlín. También es director de teatro y ópera. Aquí es conocido por el reciente éxito de su largo "El cielo dividido".
Diario Progresista: A pesar del éxito de algunos de tus trabajos recientes aquí no se te acaba de conocer bien por problemas de distribución. No obstante “El cielo dividido”, una historia de amor gay entre dos estudiantes, sorprendió no solo tu atención a los detalles sino también tu dominio del espacio, el movimiento, la fotografía y los silencios. Nos puedes hablar de tu cine, de tus actores. Algunas se han considerado esteticistas pero otras sorprenden porque instalan belleza y romanticismo en un terreno que se ha vuelto algo prosaico.
Julian Hernández: Llegué al cine de manera accidental. Lo que en realidad me atraía era la música. Quería ser cantante de ópera. Me imaginaba sobre el escenario interpretando a Otelo o a Sansón. Nunca había pensado en el cine como posible profesión. El cine era una pasión heredada de mi madre, una gran cinéfila. Por ella conocí multitud de películas. Cada sesión de películas iba acompañada de una larga charla en la que me contaba los pormenores de su realización, la vida personal de los actores, su carrera cinematográfica y establecía los nexos entre los directores de unas y otras. Su especialidad era por supuesto el Cine Mexicano pero su conocimiento no desmerecía al hablar del Hollywood de los 40 o del Cine Francés y Español. Cuando mis intenciones de estudiar canto de ópera no fructificaron, apareció entonces el cine como una opción profesional. Era lo segundo que más me gustaba después de la música. Hice el examen para entrar al Centro de Estudios Cinematográficos (CUEC) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y sorpresivamente me quedé. Aquellos eran años difíciles en la industria nacional y las oportunidades de realización profesional eran casi nulas. Aún así cursé la carrera de 4 años (1990-1994) aunque no egresé. En 1998 logramos reunir el dinero para filmar MIL NUBES DE PAZ CERCAN EL CIELO, AMOR, JAMÁS ACABARÁS DE SER AMOR, mi primer largometraje en 35mm. La película se estrenó en el Festival de Berlín de 2003 y fue ahí donde en verdad comenzó la historia. Desde mis trabajos escolares la sexualidad estuvo presente. El erotismo, el sexo y el amor, eran el vehículo por el cual los personajes hallaban una explicación para sus tribulaciones. Quizá vi demasiado joven las películas de Antonioni y estaba subyugado por la idea de que la humanidad está enferma y que esto se manifiesta claramente en la manera que tienen de asumir y ejercer su sexualidad. Pienso que esta idea se ha ido transformando en mí con el paso de los años pero no se ha modificado significativamente. Suelo escribir el guión teniendo en mente al actor que podría interpretar a cada personaje. No me gusta hacer castings, me resisto a ellos. Prefiero abandonarme a una suerte de flechazo inicial. Entre el director y los actores se establece una relación que en muchos sentidos se asemeja a una relación amorosa, de altísima intensidad, que tiene fecha de caducidad: 8 semanas. El sexo en mis películas responde a las necesidades de la historia. No busco crear un shock en el espectador. Existe un falso pudor al respecto de la desnudez, no solo masculina sino también femenina. Falso pudor y explotación descarada del cuerpo humano. En mis películas, los personajes se expresan fundamentalmente a través del cuerpo. La desnudez funciona entonces como un vehículo comunicador de las emociones de los personajes. Es en lo que se refiere a la forma cinematográfica en donde radican mis mayores angustias. Hago planes muy elaborados y minuciosos sobre la manera en que debo realizar una película. Con frecuencia esos planes se modifican radicalmente durante la realización, el cine es un lenguaje vivo y como director debes tener la sabiduría de reconocer cuando la localización, los actores y el resto de tus colaboradores aportan algo valioso para concretar una idea acariciada durante largo tiempo. Aun así, hago todo el trabajo previo que me permita llegar a la filmación y darle espacio a eso que llaman la improvisación. Elegir el emplazamiento de la cámara es el momento definitivo para un director, con el estás compartiendo tu visión ética y moral sobre las cosas que te rodean. Siempre es doloroso cuando aquello en lo que has puesto tanto empeño, y el trabajo de años, no logra su fin último que es encontrar almas afines que compartan contigo ilusiones y angustias; con todo el cine tiene la fortuna de que por pocos que sean los espectadores que lo vean siempre serán muchos, muchos más que los que logra cualquier otra expresión artística.
D.P.:¿Cómo ve un joven realizador el México de los narcos, la violencia y los crímenes sexistas? Supongo que tú tendrás tu visión de lo que ha sucedido recientemente y de las dimensiones sociopolíticas de todo ello en un país de gran riqueza cultural pero con un partido en el poder que no impide este tipo de cosas. No es bueno generalizar pero existen gobiernos que utilizan el miedo como herramienta, y no son pocos.
J.H.: Estamos viviendo un momento crucial en México. Desde hace alrededor de 20 años (1994) no vivíamos un momento de participación ciudadana tal. Los acontecimientos que ahora vivimos no son de génesis reciente, se forjaron a lo largo de los años del PRI en el poder, pero se potencializaron mucho durante los doce en que la derecha gobernó. La izquierda ha desaparecido corroída por sus propias corruptelas. Se pide la renuncia del Presidente, pero lo cierto es que no existe en el horizonte una figura capaz de canalizar las demandas de una sociedad enfurecida. Se dice con frecuencia: la lucha no es contra los hombres, es contra el sistema. La historia se repite.
D.P.: Tú procedes, como muchos cineastas, del corto y del documental que nunca has abandonado del todo. ¿Buscas financiación por tú cuenta o hay una industria del cine mexicano que no conocemos más que por cosas muy aisladas?
J.H.: Existen fondos estatales para la producción cinematográfica. Acceder a ellos es cada vez más complicado, en un esfuerzo de democratización, se ha burocratizado en demasía el mecanismo. En mi caso particular, intento levantar los proyectos con recursos propios y solo buscar los apoyos para la conclusión de los proyectos. La llamada postproducción. Los cambios tecnológicos, la aparición de nuevos formatos generó durante algún tiempo que la producción se incrementara, pero como era previsible, los costos se equipararon rápidamente, de forma tal que realizar una película en formato digital es tan costoso como lo fue en su día realizarlas en negativo cinematográfico. Afortunadamente aparecen con alguna frecuencia nuevas miradas que nos hacen creer una vez más que es posible la total independencia.
D.P.: No sé si te molestan las etiquetas o no. Pero ¿supongo que los Festivales Internacionales de Cine LGTB te han abierto alguna puerta?
J.H.: En alguna época, hace mucho tiempo, desperdicie un tiempo valioso tratando de aclarar que no consideraba que mis películas pudieran clasificarse como “gays”, argumentaba que a mi manera de ver en “cine gay” tenía, como la comedia romántica y el cine negro, ciertas características que lo definían y que según yo no estaban presentes en mi forma de abordar el tema. Era un esfuerzo inútil por tratar de resistirme a las etiquetas, que no siempre acaban de funcionar. Me preguntaban si era abanderado de algo. Ahora si se considera que mis películas representan a alguien además de a mí mismo, me parece ¡increíble! Pero no es la intención. Hace unos 15 años apareció mi primer cortometraje y desde ese primer momento se dijo eso. Era más joven y me resistí. Ahora ya no. Pero si, las etiquetas me aburren. Pienso que los Festivales LGTBI dan su lugar al cine que principalmente por razones económicas, no logra adaptarse a los criterios de la distribución comercial, pues aún cuando en la actualidad hay un proceso de asimilación de lo gay, existen temáticas que incomodan, lastiman o cuestionan. Creo además que, en muchas ocasiones, estos festivales cuentan con mejores programaciones, más propositivas y novedosas que festivales más antiguos y reconocidos.
D.P.: La crítica internacional enseguida te ha emparentado con cineastas como Resnais o incluso Antonioni por el “tempo” de tus relatos, la importancia de los símbolos y el movimiento de los personajes en el espacio. Pero realmente ¿Quién o quienes han influido en tu cine a parte de tí mismo?
J.H.: Esa pregunta es terriblemente difícil. Me gustan muchos cineastas. Mi lista de preferidos se incrementa diariamente. Descubro con frecuencia realizadores a los que había pasado por alto y siempre estoy dispuesto a dejarme impresionar por los nuevos directores. Pero hay unos cuantos a los que regreso con frecuencia y cuyas películas tengo al alcance de la mano para verlas una vez más o para revisar un fragmento. Esos son: Emilio Fernández, Roberto Rosselini, Leonardo Favio, Pilar Miro, Glauber Rocha, Serguei Paradjanov, Robert Rossen, Pier Paolo Pasolini, Roberto Gavaldón, Leni Riefensthal, Mikio Naruse, Catherine Breillat, Rainer Werner Fassbinder, Derek Jarman, Cecilia Mangini, Michelangelo Antonioni, Otto Preminger, Friedrich Wilhelm Murnau, Basilio M. Patiño, Marguerite Duras, Luchino Visconti, Konrad Wolf, Fritz Lang, Marcel Carné. Esos son algunos de los que están a un costado de mi escritorio.
D.P.: Los comentarios preceden a tus películas como a las de muchos. ¿Pero veremos aquí tu último filme o sólo en sitios determinados?
J.H.: Afortunadamente “Yo soy la felicidad de este mundo” (2014) ha encontrado rápidamente compañías interesadas en su distribución. Algunas veces para exhibirse comercialmente en teatros y otras para salir en algunas de las muy diversas plataformas digitales que existen en la actualidad. Soy un soñador y aun creo que el cine es un fenómeno colectivo que tendría que experimentarse en una sala oscura. Esto se vuelva cada vez más complicado, lamentablemente. Habrá que adaptarse a los nuevos rumbos de la exhibición.
“En mis películas, los personajes se expresan fundamentalmente a través del cuerpo”
Eduardo Nabal Aragón | Diario Progresista, 2014-12-23
http://diarioprogresista.es/articulo.asp?idarticulo=58958
Julián Hernández (Defeño, 1974). Se dedica al cine (a verlo y a hacerlo) desde hace poco más de veinte años. Con cuatro largometrajes y alrededor de quince cortos en su haber. Ha ganado dos veces el premio Teddy que se entrega en el Festival de Cine de Berlín. También es director de teatro y ópera. Aquí es conocido por el reciente éxito de su largo "El cielo dividido".
Diario Progresista: A pesar del éxito de algunos de tus trabajos recientes aquí no se te acaba de conocer bien por problemas de distribución. No obstante “El cielo dividido”, una historia de amor gay entre dos estudiantes, sorprendió no solo tu atención a los detalles sino también tu dominio del espacio, el movimiento, la fotografía y los silencios. Nos puedes hablar de tu cine, de tus actores. Algunas se han considerado esteticistas pero otras sorprenden porque instalan belleza y romanticismo en un terreno que se ha vuelto algo prosaico.
Julian Hernández: Llegué al cine de manera accidental. Lo que en realidad me atraía era la música. Quería ser cantante de ópera. Me imaginaba sobre el escenario interpretando a Otelo o a Sansón. Nunca había pensado en el cine como posible profesión. El cine era una pasión heredada de mi madre, una gran cinéfila. Por ella conocí multitud de películas. Cada sesión de películas iba acompañada de una larga charla en la que me contaba los pormenores de su realización, la vida personal de los actores, su carrera cinematográfica y establecía los nexos entre los directores de unas y otras. Su especialidad era por supuesto el Cine Mexicano pero su conocimiento no desmerecía al hablar del Hollywood de los 40 o del Cine Francés y Español. Cuando mis intenciones de estudiar canto de ópera no fructificaron, apareció entonces el cine como una opción profesional. Era lo segundo que más me gustaba después de la música. Hice el examen para entrar al Centro de Estudios Cinematográficos (CUEC) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y sorpresivamente me quedé. Aquellos eran años difíciles en la industria nacional y las oportunidades de realización profesional eran casi nulas. Aún así cursé la carrera de 4 años (1990-1994) aunque no egresé. En 1998 logramos reunir el dinero para filmar MIL NUBES DE PAZ CERCAN EL CIELO, AMOR, JAMÁS ACABARÁS DE SER AMOR, mi primer largometraje en 35mm. La película se estrenó en el Festival de Berlín de 2003 y fue ahí donde en verdad comenzó la historia. Desde mis trabajos escolares la sexualidad estuvo presente. El erotismo, el sexo y el amor, eran el vehículo por el cual los personajes hallaban una explicación para sus tribulaciones. Quizá vi demasiado joven las películas de Antonioni y estaba subyugado por la idea de que la humanidad está enferma y que esto se manifiesta claramente en la manera que tienen de asumir y ejercer su sexualidad. Pienso que esta idea se ha ido transformando en mí con el paso de los años pero no se ha modificado significativamente. Suelo escribir el guión teniendo en mente al actor que podría interpretar a cada personaje. No me gusta hacer castings, me resisto a ellos. Prefiero abandonarme a una suerte de flechazo inicial. Entre el director y los actores se establece una relación que en muchos sentidos se asemeja a una relación amorosa, de altísima intensidad, que tiene fecha de caducidad: 8 semanas. El sexo en mis películas responde a las necesidades de la historia. No busco crear un shock en el espectador. Existe un falso pudor al respecto de la desnudez, no solo masculina sino también femenina. Falso pudor y explotación descarada del cuerpo humano. En mis películas, los personajes se expresan fundamentalmente a través del cuerpo. La desnudez funciona entonces como un vehículo comunicador de las emociones de los personajes. Es en lo que se refiere a la forma cinematográfica en donde radican mis mayores angustias. Hago planes muy elaborados y minuciosos sobre la manera en que debo realizar una película. Con frecuencia esos planes se modifican radicalmente durante la realización, el cine es un lenguaje vivo y como director debes tener la sabiduría de reconocer cuando la localización, los actores y el resto de tus colaboradores aportan algo valioso para concretar una idea acariciada durante largo tiempo. Aun así, hago todo el trabajo previo que me permita llegar a la filmación y darle espacio a eso que llaman la improvisación. Elegir el emplazamiento de la cámara es el momento definitivo para un director, con el estás compartiendo tu visión ética y moral sobre las cosas que te rodean. Siempre es doloroso cuando aquello en lo que has puesto tanto empeño, y el trabajo de años, no logra su fin último que es encontrar almas afines que compartan contigo ilusiones y angustias; con todo el cine tiene la fortuna de que por pocos que sean los espectadores que lo vean siempre serán muchos, muchos más que los que logra cualquier otra expresión artística.
D.P.:¿Cómo ve un joven realizador el México de los narcos, la violencia y los crímenes sexistas? Supongo que tú tendrás tu visión de lo que ha sucedido recientemente y de las dimensiones sociopolíticas de todo ello en un país de gran riqueza cultural pero con un partido en el poder que no impide este tipo de cosas. No es bueno generalizar pero existen gobiernos que utilizan el miedo como herramienta, y no son pocos.
J.H.: Estamos viviendo un momento crucial en México. Desde hace alrededor de 20 años (1994) no vivíamos un momento de participación ciudadana tal. Los acontecimientos que ahora vivimos no son de génesis reciente, se forjaron a lo largo de los años del PRI en el poder, pero se potencializaron mucho durante los doce en que la derecha gobernó. La izquierda ha desaparecido corroída por sus propias corruptelas. Se pide la renuncia del Presidente, pero lo cierto es que no existe en el horizonte una figura capaz de canalizar las demandas de una sociedad enfurecida. Se dice con frecuencia: la lucha no es contra los hombres, es contra el sistema. La historia se repite.
D.P.: Tú procedes, como muchos cineastas, del corto y del documental que nunca has abandonado del todo. ¿Buscas financiación por tú cuenta o hay una industria del cine mexicano que no conocemos más que por cosas muy aisladas?
J.H.: Existen fondos estatales para la producción cinematográfica. Acceder a ellos es cada vez más complicado, en un esfuerzo de democratización, se ha burocratizado en demasía el mecanismo. En mi caso particular, intento levantar los proyectos con recursos propios y solo buscar los apoyos para la conclusión de los proyectos. La llamada postproducción. Los cambios tecnológicos, la aparición de nuevos formatos generó durante algún tiempo que la producción se incrementara, pero como era previsible, los costos se equipararon rápidamente, de forma tal que realizar una película en formato digital es tan costoso como lo fue en su día realizarlas en negativo cinematográfico. Afortunadamente aparecen con alguna frecuencia nuevas miradas que nos hacen creer una vez más que es posible la total independencia.
D.P.: No sé si te molestan las etiquetas o no. Pero ¿supongo que los Festivales Internacionales de Cine LGTB te han abierto alguna puerta?
J.H.: En alguna época, hace mucho tiempo, desperdicie un tiempo valioso tratando de aclarar que no consideraba que mis películas pudieran clasificarse como “gays”, argumentaba que a mi manera de ver en “cine gay” tenía, como la comedia romántica y el cine negro, ciertas características que lo definían y que según yo no estaban presentes en mi forma de abordar el tema. Era un esfuerzo inútil por tratar de resistirme a las etiquetas, que no siempre acaban de funcionar. Me preguntaban si era abanderado de algo. Ahora si se considera que mis películas representan a alguien además de a mí mismo, me parece ¡increíble! Pero no es la intención. Hace unos 15 años apareció mi primer cortometraje y desde ese primer momento se dijo eso. Era más joven y me resistí. Ahora ya no. Pero si, las etiquetas me aburren. Pienso que los Festivales LGTBI dan su lugar al cine que principalmente por razones económicas, no logra adaptarse a los criterios de la distribución comercial, pues aún cuando en la actualidad hay un proceso de asimilación de lo gay, existen temáticas que incomodan, lastiman o cuestionan. Creo además que, en muchas ocasiones, estos festivales cuentan con mejores programaciones, más propositivas y novedosas que festivales más antiguos y reconocidos.
D.P.: La crítica internacional enseguida te ha emparentado con cineastas como Resnais o incluso Antonioni por el “tempo” de tus relatos, la importancia de los símbolos y el movimiento de los personajes en el espacio. Pero realmente ¿Quién o quienes han influido en tu cine a parte de tí mismo?
J.H.: Esa pregunta es terriblemente difícil. Me gustan muchos cineastas. Mi lista de preferidos se incrementa diariamente. Descubro con frecuencia realizadores a los que había pasado por alto y siempre estoy dispuesto a dejarme impresionar por los nuevos directores. Pero hay unos cuantos a los que regreso con frecuencia y cuyas películas tengo al alcance de la mano para verlas una vez más o para revisar un fragmento. Esos son: Emilio Fernández, Roberto Rosselini, Leonardo Favio, Pilar Miro, Glauber Rocha, Serguei Paradjanov, Robert Rossen, Pier Paolo Pasolini, Roberto Gavaldón, Leni Riefensthal, Mikio Naruse, Catherine Breillat, Rainer Werner Fassbinder, Derek Jarman, Cecilia Mangini, Michelangelo Antonioni, Otto Preminger, Friedrich Wilhelm Murnau, Basilio M. Patiño, Marguerite Duras, Luchino Visconti, Konrad Wolf, Fritz Lang, Marcel Carné. Esos son algunos de los que están a un costado de mi escritorio.
D.P.: Los comentarios preceden a tus películas como a las de muchos. ¿Pero veremos aquí tu último filme o sólo en sitios determinados?
J.H.: Afortunadamente “Yo soy la felicidad de este mundo” (2014) ha encontrado rápidamente compañías interesadas en su distribución. Algunas veces para exhibirse comercialmente en teatros y otras para salir en algunas de las muy diversas plataformas digitales que existen en la actualidad. Soy un soñador y aun creo que el cine es un fenómeno colectivo que tendría que experimentarse en una sala oscura. Esto se vuelva cada vez más complicado, lamentablemente. Habrá que adaptarse a los nuevos rumbos de la exhibición.
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