Eduardo Nabal Aragón | Diario Progresista, 2014-12-07
http://www.diarioprogresista.es/el-club-de-la-lucha-los-eternos-adolescentes-suelen-ser-heterosexuales-58683.htm
A partir del momento en que uno se despega de su atmósfera turbia y de esa habilidad ya mostrada en "Seven" de crear o explorar espacios malsanos y uno analiza con detenimiento la ideología machista, violenta y homófoba incluso colonialista e imperialista -según el análisis de Henry Giroux- se destapan las ínfulas "anti-sistemas" y el descarado y servil masculinismo de un filme como "El club de la lucha".
Y uno puede ver que hombres de muchas edades mantienen una especie de culto (poco secreto pero compartido) al filme, una suerte de espacio íntimo adolescente potencialmente violento y racista del que no quieren despegarse nunca del todo, se sitúen en la barrera que sea. Un filme sobre la masculinidad llorada, sobre el desprecio a los débiles, sobre la supremacía masculina, blanca y heterosexual y, sobre todo, un filme que sostiene que no hay nada después del capitalismo, que la violencia está en nosotros, devolviendo su aparente subversión sadomasoquista al espacio confort y la ley del Oeste. Obviamente a muchas mujeres y hombres gays les puede gustar el filme como les gusta el boxeo o practican distintas formas de violencia contra gente más débiles que ellas y ellos pero el mensaje está atravesado por un discurso de pérdida de poder de la supremacía del hombre en un mundo que donde la instalación de grandes capas de la población en el sector del servicio o el consumismo les lleva a una feminización que Giroux define como “Política emasculada”, con un virulento ataque a su descalificación de los grupos de autoapoyo o con algún tipo de enfermedad o discapacidad pero sobre todo sus ínfulas transgresoras ocultan una boutade reaccionaria. Por lo menos, dentro del despropósito, “V de Vendetta” tenía a Nathalie Portman y los Anonymus. Puede haber mujeres macarras, anticuadas y hasta crueles (como las mujeres soldado de Guantánamo) y gays plumófobos y de extrema derecha o lesbianas insolidarias pero ni ellas ni ellos son la avanzadilla de la contracultura como insinúan filmes como “La teniente O´Neill”, “Maléfica” o “El club de la lucha” (donde” lo femenino” es visto como enfermedad o pérdida de valores sempiternos) sino el lado más patético y rastrero de los que le hacen el juego al sistema. Es la hora de los reaccionarios en la versión más cutre y yanquee (en el peor sentido del término) disfrazados de un cierto anarquismo primitivo que vuelve sus ojos hacia el macho de las cavernas, aquel que nunca debió pasar por los filtros de la civilización que se asocian a cosas tan necesarias como los grupos de autoayuda o reniega, de forma indirecta, de los avances conseguidos por los movimientos antirracistas, feministas, LGTB o pacifistas a favor de una vuelta a un “mundo de hombres”.
Sorprendentemente ese furor no ha ido del lado de los y las admiradoras del torso desnudo de Brad Pitt sino de ilustrados hombres heterosexuales que también han tenido que pasar el mal trago de asumir la diversidad racial y sexual. Un asco, vamos que no conoce, en principio, de clases sociales. Como esos ataques cada vez mas irracionales a “Podemos” y otros movimientos sociopolíticos surgidos de cosas hoy tan desprestigiadas como el 15-M. Pero la subversión del autor de “Gone Girl” puede ser vistosa y efectiva pero nos devuelve a máximas patriarcales y temores fascistoide que nunca han dejado de anidar en las sociedades occidentales. Pero Fincher hace algo peor aún en su película más blanda “La Red Social” que, al contrario que “El quinto poder” de Bill Condon, atribuye los éxitos y avances a una serie de muchachos con acné pero en el fondo empollones y sobradamente disciplinados en los valores hegemónicos de la cultura blanca, anglosajona y protestante. La competitividad está del lado de los buenos. Ese es el mensaje que el cine de Hollywood, aún hoy, en sus películas más comerciales (como los pastelones con mas pretensiones sociales) el mensaje es claro: el macho o al menos sus valores más básicos de dominio y violencia en el sistema capitalista pueden transformarse pero nunca morirán. Qué triste.
Y uno puede ver que hombres de muchas edades mantienen una especie de culto (poco secreto pero compartido) al filme, una suerte de espacio íntimo adolescente potencialmente violento y racista del que no quieren despegarse nunca del todo, se sitúen en la barrera que sea. Un filme sobre la masculinidad llorada, sobre el desprecio a los débiles, sobre la supremacía masculina, blanca y heterosexual y, sobre todo, un filme que sostiene que no hay nada después del capitalismo, que la violencia está en nosotros, devolviendo su aparente subversión sadomasoquista al espacio confort y la ley del Oeste. Obviamente a muchas mujeres y hombres gays les puede gustar el filme como les gusta el boxeo o practican distintas formas de violencia contra gente más débiles que ellas y ellos pero el mensaje está atravesado por un discurso de pérdida de poder de la supremacía del hombre en un mundo que donde la instalación de grandes capas de la población en el sector del servicio o el consumismo les lleva a una feminización que Giroux define como “Política emasculada”, con un virulento ataque a su descalificación de los grupos de autoapoyo o con algún tipo de enfermedad o discapacidad pero sobre todo sus ínfulas transgresoras ocultan una boutade reaccionaria. Por lo menos, dentro del despropósito, “V de Vendetta” tenía a Nathalie Portman y los Anonymus. Puede haber mujeres macarras, anticuadas y hasta crueles (como las mujeres soldado de Guantánamo) y gays plumófobos y de extrema derecha o lesbianas insolidarias pero ni ellas ni ellos son la avanzadilla de la contracultura como insinúan filmes como “La teniente O´Neill”, “Maléfica” o “El club de la lucha” (donde” lo femenino” es visto como enfermedad o pérdida de valores sempiternos) sino el lado más patético y rastrero de los que le hacen el juego al sistema. Es la hora de los reaccionarios en la versión más cutre y yanquee (en el peor sentido del término) disfrazados de un cierto anarquismo primitivo que vuelve sus ojos hacia el macho de las cavernas, aquel que nunca debió pasar por los filtros de la civilización que se asocian a cosas tan necesarias como los grupos de autoayuda o reniega, de forma indirecta, de los avances conseguidos por los movimientos antirracistas, feministas, LGTB o pacifistas a favor de una vuelta a un “mundo de hombres”.
Sorprendentemente ese furor no ha ido del lado de los y las admiradoras del torso desnudo de Brad Pitt sino de ilustrados hombres heterosexuales que también han tenido que pasar el mal trago de asumir la diversidad racial y sexual. Un asco, vamos que no conoce, en principio, de clases sociales. Como esos ataques cada vez mas irracionales a “Podemos” y otros movimientos sociopolíticos surgidos de cosas hoy tan desprestigiadas como el 15-M. Pero la subversión del autor de “Gone Girl” puede ser vistosa y efectiva pero nos devuelve a máximas patriarcales y temores fascistoide que nunca han dejado de anidar en las sociedades occidentales. Pero Fincher hace algo peor aún en su película más blanda “La Red Social” que, al contrario que “El quinto poder” de Bill Condon, atribuye los éxitos y avances a una serie de muchachos con acné pero en el fondo empollones y sobradamente disciplinados en los valores hegemónicos de la cultura blanca, anglosajona y protestante. La competitividad está del lado de los buenos. Ese es el mensaje que el cine de Hollywood, aún hoy, en sus películas más comerciales (como los pastelones con mas pretensiones sociales) el mensaje es claro: el macho o al menos sus valores más básicos de dominio y violencia en el sistema capitalista pueden transformarse pero nunca morirán. Qué triste.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.