domingo, 29 de noviembre de 2015

#hemeroteca #historia #violenciamachista | Sabina Alvarez Bezos: «En el XV pregonaban por las calles el nombre del agresor»

Imagen: El Diario Vasco / Sabina Álvarez Bezos
«En el XV pregonaban por las calles el nombre del agresor».
Sabina Álvarez Bezos, Doctora en Historia. Asegura que «cuando se analizan esos documentos se pueden escuchar los gritos de estas mujeres pidiendo justicia».
J.M. Velasco | El Diario Vasco, 2015-11-29
http://www.diariovasco.com/sociedad/201511/29/pregonaban-calles-nombre-agresor-20151129085912.html 

- ¿Por qué eligió el tema del maltrato al final de la Edad Media en su libro?
- Aunque al principio me había planteado investigar sobre el papel de la mujer en la Iglesia, fui encontrando en los archivos documentos en los que las mujeres denunciaban maltrato. Aparentemente, por la historiografía o cuando se habla con la gente, se pensaba que en la Edad Media a la mujer la mataban y a callar, que era víctima en el sentido peyorativo, sin posibilidad de defenderse. Pero esa idea se desmonta. Mujeres de toda condición, o bien sus familiares si las habían asesinado, pleiteaban por hacer justicia. En esos documentos he escuchado sus testimonios y sus gritos pidiendo justicia.

- ¿Qué sociedad les tocó vivir?
- Era una sociedad violenta, pero también organizada, conocedora de sus derechos, de las leyes... Acudían a la justicia con muchísima facilidad. Me parece increíble.

- ¿La sociedad de entonces también era machista?
- La ley en algunas cosas era como muy puritana. Pero cuando te acercas a los documentos, la realidad no es tan clara porque un padre podía hacer un mayorazgo a favor de una hija, sin ningún tipo de problema. A las mujeres se las mataba aunque la ley decía que eso estaba prohibido. Pero hoy también se hace aunque lo diga la ley.

- Entonces no se ha cambiado tanto...
- Desgraciadamente no. Las mujeres actuales que luchan por salir de esta injusticia tienen la misma valentía que las mujeres de aquella época. Lo que pasa es que tendríamos que estar más conectadas en el tiempo y la historia, porque es algo que nos ayudaría. El ver que no somos débiles, que no somos solamente mujeres silenciosas. Y así ha sido desde hace mucho tiempo. En la Baja Edad Media las mujeres conocían en buena medida sus derechos y estaban al tanto de que, en el caso de ser maltratadas, podían denunciar a sus agresores hasta conseguir un veredicto justo. Incluso se podían pedir órdenes de protección, mediante las llamadas cartas de seguro, y el nombre del maltratador se hacía público, porque se pregonaban los hechos por todo el pueblo. Se hacía mucho hincapié en su publicidad, para que los hechos fuesen conocidos por los vecinos y familiares en el lugar de residencia de la maltratada. No había internet ni televisión, pero tenían sus medios y algunos eran muy efectivos.

- ¿Y cómo actuaban los vecinos?
- He encontrado documentos en los que se cuenta que las vecinas duermen con las maltratadas para que se sientan más seguras. La función del vecindario era muy importante. Quizás en eso hemos degradado nosotros. 


Las mujeres litigaban en Euskadi hace ya 500 años contra la violencia machista.
En la Baja Edad Media también se dictaban órdenes de alejamiento para los agresores. Un libro que analiza denuncias de maltrato de hace seis siglos desmonta la idea de que las mujeres han tenido en la historia un papel «pasivo» como víctima.
Juanma Velasco | El Diario Vasco, 2015-11-29
http://www.diariovasco.com/sociedad/201511/29/mujeres-violenciamachista-20151129110746.html

«Y no pienses con tu ira maltratarme, que justicia hay para todos: a todos es igual. Tan bién seré oida aunque mujer, como vosotros muy peinados». Esta frase, incluidas lo que actualmente serían faltas de ortografía, aparece tal cual en los diálogos de 'La celestina', la comedia que se atribuye a Fernando de Rojas y escrita a finales del siglo XV. La pronuncia la vieja trotaconventos y hace referencia al derecho que le asiste como mujer para defenderse si es maltratada.

Y esta frase, que ha pasado desapercibida para muchos lectores del famoso libro tragicómico, resume en parte la investigación llevada a cabo por Sabina Álvarez Bezos (Valladolid, 1964), doctora en Historia Antigua y Medieval por la Universidad de Valladolid, y recogido en un libro publicado este año. Porque, muy al contrario a lo que hasta ahora se creía, entonces, en la Baja Edad Media, hace 500 años, las mujeres de la Corona de Castilla -a la que pertenecían los territorios vascos- ya pleiteaban para defenderse de sus maltratadores y las autoridades no dudaban en poner órdenes de alejamiento a los agresores, a quienes condenaban e, incluso, ordenaban que sus fechorías fuesen pregonadas por las calles del pueblo para conocimiento de todos los vecinos. ¿Se imaginan que hoy en día se hiciera algo similar?

Porque no es cierto que a lo largo de los siglos el maltrato a las mujeres se ha vivido intramuros. «La mujer no solo ha sido víctima de los malos tratos a lo largo de la historia, sino que también ha sido protagonista de su propia historia, en el sentido de que ha luchado por su libertad y por su dignidad. No es justo seguir definiéndola como un mero objeto pasivo de la sociedad. Las mujeres eran mucho más litigantes de lo que en principio cabría esperar y se defendían con uñas y dientes», asegura la investigadora.

El libro 'Violencia contra las mujeres en la Castilla del final de la Edad Media' se centra en el período 1450-1512, en su mayoría bajo el reinado de los Reyes Católicos, en los territorios que entonces englobaba la Corona de Castilla, en los que se incluyen Gipuzkoa, Bizkaia y Araba. Por este motivo, muchos de los documentos analizados corresponden a denuncias de mujeres vascas que piden protección para defenderse de la violencia de sus maridos o de sus propios hijos, o que pleitean para defender sus derechos. Así, recoge casos de Bergara, Orduña, Azkoitia, Alda, Miravalles, Bilbao, Gernika, Arrankudiaga... No obstante, los casos más documentados de violencia de género ocurren en otras zonas de la Corona de Castilla, en las que se detallan agresiones a mujeres con los testimonios de vecinos y criados incluidos. «Los criados declaran que le agrede, le rompe un dedo, le tira de los pelos...», reza la denuncia de Doña Mencía de la Vera (1456-1515), señora de Tordehumos (Valladolid), y casada con Fernando de Granada, hermano de Boabdil, último rey de Granada. Y las de hace 500 años no serían las primeras denuncias por maltrato en el Estado. «He encontrado documentos de denuncias anteriores. No hay que olvidar que ya en las Partidas de Alfonso X El Sabio (siglo XIII) se recogen posibilidades para que las mujeres denuncien», recalca la investigadora.

Las leyes
Según explica la autora del libro, mujeres «de toda condición, ricas y humildes, musulmanas y judías» de la Baja Edad Media acudían a la justicia para defenderse del maltrato. «Existía la figura del abogado de los pobres». Y lo hacían porque en aquella época también había leyes que impedían el maltrato. «Un hombre no podía matar a su mujer si esta había cometido adulterio. La ley le instaba a denunciarlo para que se pudiera defender». Como recuerda Álvarez, en aquel entonces la mayoría de territorios de la Corona tenían «sus fueros y leyes propias, pero luego los Reyes hacían un intento de unificar la legislación y tener una normativa de carácter general». En el caso del maltrato a las mujeres, la legislación de los monarcas era «mucho menos permisiva con el maltrato que la foral. Y aunque en no pocos lugares los fueros tuvieron muchísimo peso frente a las leyes reales de carácter general, finalmente se imponía la norma regia».

Las mujeres que querían defender sus derechos primero acudían a los alcaldes de los consejos y, si no obtenían respuesta, recurrían a instancias superiores como la Chancillería de Valladolid -donde hay una sala llamada de fijosdalgos de Vizcaya, exclusiva para casos de litigantes vascos-, o incluso, al Consejo Real, que era «algo así como el tribunal Supremo de la época y al que podían llegar directamente casos de gente sin recursos». Son precisamente documentos de estos dos tribunales los analizados por Álvarez en el Archivo de Simancas y de la Chancillería.

Los agresores
«Son exactamente los mismos que hoy en día», sentencia la investigadora. Primero los maridos, que «agredían o mataban a sus mujeres amparándose en el adulterio, pero también agredían física y psicológicamente a las mujeres por la cuestión de la bigamia, muy extendida a pesar de que entonces estaba prohibida. Incluso, a algunas mujeres las sometían a ser criadas o siervas de sus otras mujeres». En otras ocasiones, el maltrato provenía de los hermanos que, por una cuestión de herencias, no dudaban en encerrar a sus hermanas hasta la muerte. Al respecto, Álvarez Bezos recuerda el caso de Beatriz Delgadillo, que en 1484 fue encerrada en una torre en Castrillo de Don Juan (Palencia) junto a su hermana María, ambas menores de edad, por su hermano Don Juan, tras la muerte de su padre, con el objetivo de quedarse con toda la herencia. Durante el encierro, en el que pasan hambre y frío, muere la hermana. Finalmente, un criado de su hermano avisa a los Reyes y denuncia los hechos. Tras ser liberada, «Beatriz decide ir a por su hermano y pleitea hasta que le condenan a muerte».

Como explica la autora del libro, también eran agresores los vecinos de las mujeres, que cometían violencia sexual, o los señores, que lo hacían con el servicio doméstico. «He encontrado muchos documentos de denuncias de mujeres que pleiteaban porque el señor de la casa en la que trabajaban las había violado», afirma la investigadora.

La protección
Como en la actualidad los jueces imponen medidas de protección para las mujeres que denuncian maltrato, que pueden concretarse en órdenes de alejamiento, en la Baja Edad Media también existía algo similar. «Podían solicitar una Carta de Seguro y lo hacían», afirma Álvarez. Según explica, para conseguir esa orden de alejamiento, las mujeres tenían que hacer un escrito «a los Reyes solicitando el documento y explicando que su marido le había pegado o amenazado de muerte». Una vez concedido, era un documento que los pregoneros tenían la obligación de vocear en el lugar donde vivía la víctima y en los lugares próximos donde se conocía a estas personas, para que todo el mundo supiera que tal persona no se podía acercar a su mujer. Entre otros documentos, en el libro aparece la petición de María Sarmiento, de Orduña, que en 1488, cuando queda viuda, reclama a los monarcas la Carta de Seguro para defenderse de su propio hijo, Pedro López de Ayala. «Dice que tiene miedo de su hijo y de sus hombres y criados y está segura que la herirán o matarán a ella o a sus otros hijos» para quedarse con la herencia.

Las condenas
«Se denunciaba y los litigios no quedaban en papel mojado. El señalado como culpable de asesinato o maltrato debía pasar por todo un proceso judicial y, en el caso de ser declarado culpable, veía cómo eran secuestrados sus bienes y, cuando la sentencia era definitiva, era desterrado, condenado a galeras o a la pena de muerte», explica Álvarez. En las cartas ejecutorias de sentencias se detallaba todo un proceso que también era público: «que se le coja, se le ate las manos, se le suba en un burro pregonando todo lo que ha hecho en la plaza del pueblo y se le clave un cuchillo hasta que le salga el ánima del cuerpo». Eso sí, en ocasiones el sentenciado podía ser perdonado. «Cuando llevaban un tiempo de condena, intentaban obtener el perdón de la familia de la víctima o la agredida. Durante mucho tiempo los historiadores han mantenido que este perdón era gratuito. Y no es cierto. Porque yo he encontrado muchos documentos en los que se refleja que para conseguir el perdón había una cuantía económica muy cuantiosa», asegura Álvarez. 


‘La ambición del mudo de Vergara’.
El Diario Vasco, 2015-11-29

http://www.diariovasco.com/sociedad/201511/29/ambicion-mudo-vergara-20151129090431.html

Entre las denuncias y documentos de la Baja Edad Media analizados en el libro, la autora destaca algunos relacionados con Euskadi. Uno de ellos es el bautizado como ‘La ambición del mudo de Vergara’, que hace referencia a una denuncia de una madre ante el supuesto maltrato que ejerce su hijo. En concreto, se trata de la denuncia interpuesta por Domeja de Loyola en 1484 contra Juan de Uçárraga, su hijo que, al parecer, era sordomudo. «Fallece el padre y al hijo le asignan un tutor porque en la época no puede hablar y porque consideraban que tenía un problema psicológico. Este hombre quiere el dinero de su padre y maltrata a su madre», explica Sabina Álvarez. La madre acude a la justicia para defenderse y le acusa de ser un hombre que malgasta el dinero. «Es un caso curioso porque la madre, Domeja, además de declarar los malos tratos sufridos, habla del miedo que siente por sus otros hijos menores de edad», añade. Además, según el documento -una pesquisa que los Reyes utilizan cuando están siguiendo un caso que ha llegado al Consejo Real-, la madre dice que «le pega, le azota y le tira de los pelos, algo que para la época era muy humillante. Lamentablemente no hay más documentos y desconocemos la solución de lo que ocurrió».

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.