lunes, 6 de marzo de 2017

#hemeroteca #diversidad | El autobús y la pedagogía de la diversidad

Imagen: La Lamentable / El autobus contra la diversidad de HazteOit
El autobús y la pedagogía de la diversidad.
Dau García Dauder · Psicólogx social | La Lamentable, 2017-03-06
http://lamentable.org/excursion-por-diversidad/

‘-¿Los niños tienen pene y las niñas tienen vulva? –No siempre, duda resuelta.’ La respuesta tan contundente y de sentido común del futbolista del Athletic Mikel San José me ha parecido la forma más simple de explicar la diversidad humana (y tiene mucho valor por representar un deporte que no ha sido precisamente modelo de diversidad sexual). Y aprovechando que el autobús pasa por nuestras ciudades, yo añadiría más. ‘¿Las niñas son XX y los niños XY?’ (por esto de no poner siempre a los niños primero y combinar diversidad e igualdad, y que no se nos enfaden los conductores del autobús-caravana…). ‘No siempre, duda resuelta.’ Hay criaturas XX que en su desarrollo se van sintiendo niños y, a la inversa, XY que se van sintiendo niñas o niña-niño (ni una cosa ni la otra o las dos).

También hay niñas que descubren en la adolescencia que son XY porque son insensibles a los andrógenos u otras personas cuyos cromosomas no responden a los dos cariotipos más conocidos y son XXY, X0 o XYY. Y si Dios nos creó así de diversos, también lo hizo con la naturaleza no humana, los gallos (esos símbolos de virilidad en nuestra especie) son ZZ, es decir, tienen el par cromosómico igual, lo correspondiente a la hembra humana. Nuestro amigo Nemo, que es un pez payaso (se llaman así), tiene la capacidad de cambiar de sexo, y lo hace para convertirse en la hembra dominante en su grupo. Al mero mero (me refiero al pez) le pasa lo contrario: la hembra más grande del grupo tiene la capacidad de convertirse en macho cuando éste muere. Y otras especies modifican sus cromosomas con el ambiente… y podríamos seguir…

Y ‘¿los niños tienen testículos y las niñas tienen ovarios y útero? No siempre, duda resuelta.’ Hay niñas con testículos externos y hay niñas con testículos internos o inguinales que, al ser insensibles a los andrógenos, no descienden. También hay chicos trans que tienen la regla y chicas trans y no trans que no tienen que andar con compresas, tampones o copas menstruales. Igual que hay mujeres que pueden tener biológicamente hijos y otras que no. Pero también hay personas, aunque pocas, que tienen tejido ovárico y testicular a la vez, independientemente de que luego se sientan niñas o niños o niñas-niños. Y esto no solo pasa en los humanos, también en la gran diversidad de la naturaleza. Os recomiendo exploréis la vida sexual del caracol. Isabella Rossellini lo representa muy bien en su Green Porno donde nos narra con su humor científico la diversidad de la sexualidad animal.

Y ‘¿los niños tendrán barba de mayores y las niñas no? ¿O las niñas tendrán pechos de mayores y los niños no? Pues no siempre, duda resuelta.’ Hay mujeres con barba y hombres con pechos, el problema es que la presión social es tan fuerte que muchos deciden disimularlos o quitárselos. Si el vello se considerase bello en las mujeres habría más mujeres loba y menos depilaciones tortuosas. Aprovecho para recomendar el maravilloso libro sobre Mujeres barbudas de María José Galé. Y lo mismo podríamos decir de otras características sexuales secundarias como la voz: hay chicas adolescentes y mayores con voces graves y chicos adolescentes o mayores con voces agudas.

Y, volviendo al principio, ‘¿los niños tiene pene y las niñas tienen vulva?’ Pues no siempre. Existen niñas con pene y niños con vagina y clítoris. Y son perfectos. Es más, la diferencia morfológica entre un clítoris y un pene depende de niveles de testosterona antes del nacimiento y, aunque nos empeñemos en reducirlo a dos formas, la distancia entre ambos puede representarse mejor por un continuo, con formas diversas (hay muchos penes y muchos clítoris, de diferentes tamaños y formas y no siempre tan claramente distinguibles). Tampoco las hormonas pueden establecer niveles fronterizos entre hombre/mujer, lo saben muy bien las autoridades deportivas que no dejan de darse cabezazos contra reglamentos-muro dualistas, al tiempo que destruyen la carrera deportiva de muchas atletas o jugadoras.

La naturaleza no es dualista, es diversa, la humana tampoco. El sexo es un caleidoscopio de elementos múltiples que no siempre están alineados en dos caminos, ni responden a un patrón dualista. La frase anterior entre interrogantes nos ofrece una buena oportunidad para hacer pedagogías de la diversidad. Pero si la convertimos en una afirmación imperativa, ‘los niños tienen pene, las niñas tienen vulva’, prescribiendo la norma estadística como “deber ser”, estamos abocando al plano de la inexistencia, con el dolor que ello produce, a la gran diversidad de personas, niños y adultos, cuya identidad de género claramente no está determinada por sus genitales. Y digo “claramente”, porque no creo que ello pase tampoco en el resto, la identidad de género es mucho más compleja que pene o vulva; pero por el sufrimiento que generan dichas normas corporales y sociales rígidas, son precisamente las personas trans o inter o diversas y sus familias las que más claro tienen que lo que dice dicho autobús ni es cierto, ni responde a la realidad natural o social (si es que se pueden distinguir). Con esa frase se miente y se genera odio. No hay nada peor, que hacer que un niño sienta miedo o rechazo de su propio cuerpo, que sienta que su cuerpo o su identidad son un error. Es más, no hay nada peor que educar a tus hijas e hijos en el miedo o el odio a lo diferente. Porque tanta “normalidad” hiere.

Pero el sentirse niño, niña o niñx no viene determinado por los genitales. Más allá de cuestiones biológicas, la identidad de género es una cuestión tremendamente compleja y psicosocial. Como nos aconsejaba la activista transexual Kate Bornstein, lo mejor que podemos responder ante la pregunta insistente ¿es niño o niña? cuando va a nacer una criatura es: ‘no lo sabemos, todavía no nos lo ha dicho’. Y si bien es preciso poner un nombre, utilizar pronombres, y poner una x en una de las dos casillas que impone el registro civil, también lo es escuchar a los menores, no elegir por ellos o proyectar miedos adultos, acompañarles en su desarrollo de género, sea cual sea, y educarles en la igualdad. En la igualdad y en el valor de la diversidad. Está en juego con ello la vida posible y vivible de muchas personas, igual que mucho sufrimiento y muertes por violencias de género en su sentido más amplio (desde feminicidios y transfeminicidios a todo tipo de crímenes de odio).

No existe “el buen género”, ni ningún documento sea de sacerdotes, jueces o psiquiatras lo puede avalar. La ciencia tampoco está libre de valores, y como tal, ha invisibilizado la diversidad, ha ocultado como secretos bien guardados cuerpos e identidades diversas o los ha revestido de patologías para corregirlos. Pero también, desde otros lugares, ha demostrado la diversidad natural y humana. Más allá de ello, las voces que hay que oír son las de las propias niñas y niños. Mi sobrina, a los tres años, me preguntaba cada vez que iba a verla, cada quince días, si yo era un chico o una chica. En su cabecita, existía la posibilidad de que pudiera cambiar mi sexo sentido en esas dos semanas y creía necesario preguntármelo. Me pareció lo más respetuoso del mundo, por preguntar y por no cerrar mi posible respuesta.

Me gustan el autobús o la caravana como metáforas, porque como muchas películas ya han reflejado (me acuerdo de ‘Priscilla, Reina del desierto’, ‘Transamérica’ o el documental español El camino de Moisés), el sentir el género, sentirnos como hombres o mujeres (o como el amplio abanico que hay entre medias de la “mujer mujer” o el “hombre hombre”) es un proceso, un camino, un viaje. Un viaje con paradas, obstáculos, cruces inesperados o cambios de dirección, quizá a ninguna parte, “se hace género al andar”. Si el autobús es nuestra ideología, yo lo sigo prefiriendo arcoíris que monocolor (o rosa/azul), sobre todo, que abra el paso a otras vidas vivibles, posibles y deseables.

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