Imagen: El Mundo / David Summers |
A sus 53 años está enganchado al boxeo, tiene un hijo músico y sigue recogiendo sujetadores en los escenarios. Aquí se declara un "perrito sin amo" de la industria discográfica y, por primera vez, revela toda la verdad sobre "la chica que se fue con un niño pijo".
Ricardo F. Colmenero | Papel, El Mundo, 2017-07-11
http://www.elmundo.es/papel/todologia/2017/07/11/595f9e44268e3edc1a8b4589.html
No parece que venga de llorar de su habitación porque ella se fue con un niño pijo. Más bien de dormir la siesta, lo que a los 53 años genera un efecto muy parecido, pero salgamos de dudas.
P. ¿Ella se fue con un niño pijo?
R. Bueno, ahora se acaban de separar.
P. ¿Entonces es cierto?
R. Sí, sí, es una historia real. Una novia que tuve yo que se fue con un niño pijo que tenía un Ford Fiesta blanco y un jersey amarillo.
P. Y se casaron.
R. Sí, sí, se casó con él y tuvo un montón de hijos... (piensa) ¡Cinco hijos! Y se divorciaron, luego se divorciaron.
P. ¿Entonces sabes dónde está ahora?
R. Sí, sí, sé dónde está.
P. ¿Y presumían de ser los de la canción?
R. Pues no lo sé porque no tengo trato con ellos. O sea, sé dónde están, era una chica del barrio. Sigo teniendo cierto contacto con el Parque de las Avenidas, donde yo vivía de niño, y sé algo de ella pero muy poco.
P. ¿Pero ellos sabían que eran ellos?
R. Claro que lo sabían.
P. ¿Pero les gustaba? No sé, es lo típico que contarían en las cenas.
R. Ni idea, pero sé que se acaban de separar.
David Summers se mueve como un náufrago por la recepción de su hotel en Ibiza, lo que curiosamente hace que al mismo tiempo se esté moviendo por detrás del escenario. En menos de cuatro horas los Hombres G darán un concierto. Tiene cara de haber llegado a la isla como agarrado a un barreño, y le faltan trozos. «Siete kilos», confiesa. «He empezado a boxear, sesiones de hora y media, me doy unas palizas tremendas, pero me encuentro mejor que nunca», dicen sus bíceps, que apenas se reconocen en aquel postadolescente enclenque al que le bastaba decir «esta canción os la dedico a todas vosotras, que sois mis novias» para provocar una lluvia de ropa interior que parecía perseguirle como un chaparrón de dibujos animados.
No sé si es el mejor tema de conversación para romper el hielo con alguien que lleva más de 30 años sobre un escenario es la muerte de Bruce Hampton en pleno concierto. Su grupo pensó que estaba de coña y siguió tocando. «No, no, los míos pararían de tocar, es que si yo me caigo al suelo se acabaría la canción», aclara descojonándose. Al rato se pone serio: «Te voy a decir una cosa, siempre he pensado que me gustaría morirme de gira. No me parece mal morir haciendo lo que me gusta, cantando o estando en una situación que yo he elegido. Morir de repente en un hotel. Prefiero eso que una enfermedad larga y estar en casa con mi familia preocupada».
David se sienta en su sofá de mimbre blanco con vistas a una Volkswagen hippy que ‘atrezza’ la isla. Con él se sientan un cazafantasma, un cubo de Rubik, un DeLorean, E.T, Karate Kid, Espinete, Europe, un disquete de 5 , como si los iconos de los 80 arrastraran al resto como latas en el tubo de escape de unos recién casados.
P. Parece mentira que ella se fuera con un niño pijo, pero si los pijos erais vosotros.
R. Porque no íbamos disfrazados como los de La Movida, salíamos al escenario igual que vamos por la calle, sin disfrazarnos. Necesitaban meternos en un cajón y fue el de los pijos.
P. Pues pensaba que os habían echado de La Movida por pijos.
R. Y porque vendimos medio millón de discos y eso no encajaba. Por envidia. La Movida lo que pasa es que era una especie de movimiento gay. Era muy gay. Nosotros no nos sentíamos ahí. Nunca hemos sido gais. No nos sentíamos en ese ambiente.
P. Y encima cantando 'voy a vengarme de ese marica'.
R. Nos acusaron de homófobos. Yo flipé, pero de eso me di cuenta años después. También un día, como hace 10 años, estábamos tocando en México y oímos que un grupo se había quejado de que había un grupo homófobo en el Festival. ¡Cómo! ¡Por qué! Claro, ya empezaba la tontería de la corrección política y eso.
P. Ahora que preparáis nuevo disco después de siete años, ¿te fijas más en lo políticamente correcto?
R. Voy a seguir haciendo lo mismo. Voy a seguir hablando igual, y voy a escribir igual. Si tengo que decir en una canción cabrón tengo que decir cabrón, no puedo decir otra palabra, tengo que decir eso.
P. ¿Incluso 'Luis el cabrón'? [Hombres G se va de gira con Taburete, el grupo del hijo de Bárcenas]
R. (Risas) Pues sí, también. Me parece completamente injusto. Vamos a revisar ahora a los padres de todos los músicos, que seguro que habrá alguno que no tenga una vida ejemplar. Qué culpa tienen los chavales... Habría sido muy feo y cobarde decirles que no me voy de gira con ellos por ese motivo.
P. ¿No te planteas cambiar los títulos en plan 'Sufre mamón y mamona' o 'Los chicos y las chicas cocodrilo'? Piensa que la frase 'devuélveme a mi chica' cosifica a la mujer.
R. Que no, que no, no me planteo nada. Me da igual lo que piense la gente.
P. ¿Entonces de qué vas a hablar?
R. De amor, que es lo que el mundo necesita en este momento (le entra la risa). Es totalmente distinto a lo que hemos hecho antes. Esta etapa la estoy disfrutando más porque la primera fue un éxito absurdo.
P. ¿Y qué necesidad habrá si con lo que hiciste hace 30 años lo seguís petando? ¿O te cansas de cantar lo mismo?
R. Ya, pero mira, hay una cosa fundamental que a la gente le cuesta entender. Llega un momento en que las canciones ya no son tuyas, sino del público. Yo lo único que hago es interpretarla, ya se sobreentiende que no estoy viviendo esa historia en primera persona. La viví hace 30 años, ahora no voy a buscar al colegio a nadie... Las canciones son muchísimo más importantes que los propios artistas. Tienen vida propia. Y están ahí para siempre.
P. De hecho si quisieras ni las cantarías. Hay videos de YouTube en América en los que dices una palabra y canta todo el estadio como hace 30 años.
R. A mí en España a veces me preguntan, pero tú en realidad a qué te dedicas. Hay mucha gente que no se cree que esto sea una profesión, un trabajo digno, que se gana dinero, que se puede vivir. Aquí haces bolos, las fiestas del pueblo, las fiestas de no sé dónde, y sin embargo en América son eventos. Llegas a una ciudad, sales en los periódicos, hay una rueda de prensa, y te sientes más artista. Aquí sin embargo la gente no tiene el mismo respeto por los artistas, somos más bien feriantes, o los de la ceja.
P. Pero si tú no eras de la ceja.
R. Ya, yo paso de políticos, paso de polémicas, yo estoy aquí para hacer canciones, para transmitir buen rollo a la gente. Yo no estoy aquí para opinar sobre una cosa y sobre otra. Quiero decir que cuesta mucho ganar respeto. Tienes que trabajar muchos años, muchos, para que al final digan, pues no fue un golpe de suerte. Eso te cuesta. Ahora somos unos antisistema.
P. Vaya, de pijos a podemitas.
R. No, pero somos como un perrito sin amo. No estamos en el sistema. No tenemos mánager. No tenemos discográfica. Giramos cuando nos da la gana. Hacemos un disco cuando queremos. No estamos en ese sistema de las radios, de la industria, y por eso nunca nos dan premios ni nada, porque pasan de nosotros.
P. ¡Pero si os dieron un Grammy honorífico en 2006!
R. Joder, qué menos, hemos vendido 15 millones de discos. Hacemos música española por todo el mundo con un éxito tremendo, agotando entradas. Hemos tocado hace unos meses en México para 85.000 personas. Esto es ahora mismo. Esto no es una cosa de los 80 que éramos la hostia.
La ‘hostia’ tocaba a principios de los 80 por los garitos madrileños ‘Marta tiene un marcapasos’, ‘Sufre mamón’ y ‘Venezia’ con tan poco éxito que en 1984 dieron un concierto de despedida en el centro comercial La Vaguada de Madrid. Allí un tal Paco Martín les ofreció grabar un disco con aquello, por si acaso. Se convirtió en Disco de Oro, vendieron más de 400.000 copias, y empezaron a llenar estadios, carpetas y dormitorios hasta empapelar la adolescencia ochentera de las niñas de España.
David se pasó siete años y siete discos sin poder salir a la calle. Escribía encerrado en una casa familiar en Huelva y grababan en Manchester. Su padre, el director de cine Manuel Summers, les hizo dos pelis. La primera, ‘Sufre mamón’, se rodó entre Ibiza y Madrid, y se convirtió en la más taquillera en 1987. El estreno paralizó la Gran Vía y en México colgaron carteles que pedían a los espectadores que no se pusieran a bailar durante la proyección. Carlos Aguilar calificó la película en su ‘Guía del vídeo-cine’ de «engendro demencial insufrible». Hubo que hacer otra.
P. 'Suéltate el pelo', que se iba a llamar 'La cagaste Burt Lancaster'. ¿Esta vez problemas con 'El hombre de Alcatraz'?
R. No, no, Burt Lancaster nunca dijo nada. Pero en México nos habían censurado ‘Sufre mamón’ y tuvimos que ponerle ‘Devuélveme a mi chica’. Pensamos que iba a pasar lo mismo, pero por «la cagaste».
P. ¿Ya éramos gilipollas antes de Twitter?
R. Por supuesto.
P. Pues todavía se lee por ahí que tu mujer, Marta, es la Marta del marcapasos.
R. Que va, pero eso no es lo peor.
P. ¿Qué es lo peor?
R. Ésa es la canción más surrealista que he escrito en mi puta vida, ni yo mismo sé lo que significa. Marta no era ninguna Marta en concreto. En aquella época estrenaron ‘Alien’ y tiene que ver con el bicho que sale del pecho, que siente un golpe en el pecho y es el bicho. Y al mismo tiempo mi padre estaba haciendo chistes sobre la Pasionaria, que tenía un marcapasos. Una mezcla de conceptos. No sé qué se me pasaría por la cabeza pero soy incapaz de explicar qué cojones significa la canción. Y han hecho todo tipo de divagaciones, que si era de una tía que tuvo un aborto, que yo la dejé embarazada. Otra vez oí que era una tía que se metía mucha farlopa, mira, de verdad, yo alucino con la gente.
P. Hombre, estas dos cosas tienen mucho más sentido que la Pasionaria y 'Alien'.
R. Sí, claro, si yo no te lo cuento es imposible llegar a este rollo.
Una frase de la canción aleja las posibilidades de embarazo no deseado y nos acerca a una demanda de Ridley Scott: «Marta tiene un pasajero». Lo de la Pasionaria ya es más complicado. Informo al cantante de una conjunción planetaria, como que está contando esto a pocos metros de la casa de John Hurt en Santa Eulalia, donde se encerraba a ensayar papeles como el de un astronauta al que ‘Alien’ le sale de la barriga.
P. Para que te salga eso no sé qué tendrías que desayunar...
R. No, no, yo me ponía y me pongo a currar. Me levanto a las 7.30 todos los días, llevo a mis hijos al cole y me pongo a currar.
P. ¿Y las chicas cocodrilo?
R. Eso es un tema de cachondeo sobre las fans, el histerismo de las fans. Éramos unos chavales normalísimos y, de repente, nos convertimos en ídolos sexuales de la mayoría de las niñas del país. Todo muy absurdo.
P. ¿Y 'Venezia'?
R. Tiene otra explicación, yo tenía una novia italiana...
P. Ya estamos.
R. Y ella me ayudó a hacer la letra. Pero yo en realidad quería hacer un hit de verano como los de Ricchi e Poveri, tipo ‘Ma, ma, ma, ma, ma maría, ma’. ¿Te acuerdas? A principios de los 80 todos los veranos la canción del verano era una italiana, y yo quería hacer una canción del verano. Entonces dije, «tiene que ser italiana» (se ríe como de la ocurrencia absurda de otro).
Dani Mezquita y Javi Molina eran sus amigos de la infancia. La llegada de Rafael Gutiérrez a Hombres G forma parte del archivo de TVE y de la diabetes, cuando Antonio y Carmen, hijos de Junior y Rocío Durcal, cantaron ‘Sopa de amor’. «Mi padre y mi tío nos conseguían trabajos de figurantes en Aplauso (emitido entre 1978 y 1983). Salía un artista y nosotros detrás tocando. Nos daban 5.000 pelas. Ahí conocí a Rafa, pasamos toda una tarde y nos hicimos amigos. Nos puedes ver en YouTube tocando en ‘Sopa de amor’. Pero nosotros hacíamos cualquier artista. Está documentado». ¿Y ellos saben hoy que tenían detrás a la mitad de los futuros Hombres G? «Sí, sí que lo saben».
P. ¿No lograste evitar que tu hijo también se haya metido en la música?
R. No hubo manera de evitarlo. Me adora, me admira, quiere ser como papá.
P. Venga ya, un adolescente no se encierra en su habitación para seguir escuchando a su padre.
R. Sí, sí, mi hijo escucha muchísimo a los Hombres G.
P. ¿Y tú?
R. A Sinatra.
P. ¿Y qué consejo puede dar un padre que a su edad vivía en un escenario plagado de sujetadores?
R. Que tiene que disfrutar de la música y olvidarse de si tiene más o menos seguidores en las redes.
P. ¿Y funciona?
R. Ha hecho alguna canción, la ha publicado, recibe críticas y le sienta fatal. Yo intento prepararle para eso, que va a haber gente que le va a poner a parir, y que también le van a poner a parir por ser mi hijo, en fin.
P. Yo no sé si te ha afectado lo de tener también una hija, pero la última vez que viniste a Ibiza paraste de cantar hasta que una chica se pusiera el sujetador.
R. ¡Qué dices! No lo recuerdo. Estaría de cachondeo.
P. ¿Ya no es como antes?
R. Que va, ya lo verás.
Arranca el concierto y en la primera fila el público sigue siendo femenino. La media supera la treintena hasta el punto de superar la cuarentena. Sorprende la presencia de adolescentes, pero mucho más que se sepan las letras. «Antes las adolescentes eran el 90%, ahora fíjate», dice David. La segunda canción son ‘Las chicas cocodrilo’. David deja cantar, como para no molestar un trance que huele a postransición, o sea a Chispas, a cartas perfumadas y a chica nueva en la oficina. Podía haberse limitado a salir y decir que van a hacer ‘flashback’, como el alcalde de Amanece que no es poco.
La última fila es insólita. Los ibicencos han improvisado un aparcamiento de Bogaboo, McLaren y Maxi-Cosi. Se baila y se canta con una mano agarrada al carrito, por si se despierta el niño y deja de ser 1985. Con ‘Suéltate el pelo’ vuelan los sujetadores al escenario. Javi se pone uno de tocado. David los coge por las puntas, como centollos del acuario de un restaurante. Las chicas gritan. «Lo hacen de una manera un poco anecdótica. Antes era puro frenesí, ahora es un poco sentido del humor...».
P. ¿Ella se fue con un niño pijo?
R. Bueno, ahora se acaban de separar.
P. ¿Entonces es cierto?
R. Sí, sí, es una historia real. Una novia que tuve yo que se fue con un niño pijo que tenía un Ford Fiesta blanco y un jersey amarillo.
P. Y se casaron.
R. Sí, sí, se casó con él y tuvo un montón de hijos... (piensa) ¡Cinco hijos! Y se divorciaron, luego se divorciaron.
P. ¿Entonces sabes dónde está ahora?
R. Sí, sí, sé dónde está.
P. ¿Y presumían de ser los de la canción?
R. Pues no lo sé porque no tengo trato con ellos. O sea, sé dónde están, era una chica del barrio. Sigo teniendo cierto contacto con el Parque de las Avenidas, donde yo vivía de niño, y sé algo de ella pero muy poco.
P. ¿Pero ellos sabían que eran ellos?
R. Claro que lo sabían.
P. ¿Pero les gustaba? No sé, es lo típico que contarían en las cenas.
R. Ni idea, pero sé que se acaban de separar.
David Summers se mueve como un náufrago por la recepción de su hotel en Ibiza, lo que curiosamente hace que al mismo tiempo se esté moviendo por detrás del escenario. En menos de cuatro horas los Hombres G darán un concierto. Tiene cara de haber llegado a la isla como agarrado a un barreño, y le faltan trozos. «Siete kilos», confiesa. «He empezado a boxear, sesiones de hora y media, me doy unas palizas tremendas, pero me encuentro mejor que nunca», dicen sus bíceps, que apenas se reconocen en aquel postadolescente enclenque al que le bastaba decir «esta canción os la dedico a todas vosotras, que sois mis novias» para provocar una lluvia de ropa interior que parecía perseguirle como un chaparrón de dibujos animados.
No sé si es el mejor tema de conversación para romper el hielo con alguien que lleva más de 30 años sobre un escenario es la muerte de Bruce Hampton en pleno concierto. Su grupo pensó que estaba de coña y siguió tocando. «No, no, los míos pararían de tocar, es que si yo me caigo al suelo se acabaría la canción», aclara descojonándose. Al rato se pone serio: «Te voy a decir una cosa, siempre he pensado que me gustaría morirme de gira. No me parece mal morir haciendo lo que me gusta, cantando o estando en una situación que yo he elegido. Morir de repente en un hotel. Prefiero eso que una enfermedad larga y estar en casa con mi familia preocupada».
David se sienta en su sofá de mimbre blanco con vistas a una Volkswagen hippy que ‘atrezza’ la isla. Con él se sientan un cazafantasma, un cubo de Rubik, un DeLorean, E.T, Karate Kid, Espinete, Europe, un disquete de 5 , como si los iconos de los 80 arrastraran al resto como latas en el tubo de escape de unos recién casados.
P. Parece mentira que ella se fuera con un niño pijo, pero si los pijos erais vosotros.
R. Porque no íbamos disfrazados como los de La Movida, salíamos al escenario igual que vamos por la calle, sin disfrazarnos. Necesitaban meternos en un cajón y fue el de los pijos.
P. Pues pensaba que os habían echado de La Movida por pijos.
R. Y porque vendimos medio millón de discos y eso no encajaba. Por envidia. La Movida lo que pasa es que era una especie de movimiento gay. Era muy gay. Nosotros no nos sentíamos ahí. Nunca hemos sido gais. No nos sentíamos en ese ambiente.
P. Y encima cantando 'voy a vengarme de ese marica'.
R. Nos acusaron de homófobos. Yo flipé, pero de eso me di cuenta años después. También un día, como hace 10 años, estábamos tocando en México y oímos que un grupo se había quejado de que había un grupo homófobo en el Festival. ¡Cómo! ¡Por qué! Claro, ya empezaba la tontería de la corrección política y eso.
P. Ahora que preparáis nuevo disco después de siete años, ¿te fijas más en lo políticamente correcto?
R. Voy a seguir haciendo lo mismo. Voy a seguir hablando igual, y voy a escribir igual. Si tengo que decir en una canción cabrón tengo que decir cabrón, no puedo decir otra palabra, tengo que decir eso.
P. ¿Incluso 'Luis el cabrón'? [Hombres G se va de gira con Taburete, el grupo del hijo de Bárcenas]
R. (Risas) Pues sí, también. Me parece completamente injusto. Vamos a revisar ahora a los padres de todos los músicos, que seguro que habrá alguno que no tenga una vida ejemplar. Qué culpa tienen los chavales... Habría sido muy feo y cobarde decirles que no me voy de gira con ellos por ese motivo.
P. ¿No te planteas cambiar los títulos en plan 'Sufre mamón y mamona' o 'Los chicos y las chicas cocodrilo'? Piensa que la frase 'devuélveme a mi chica' cosifica a la mujer.
R. Que no, que no, no me planteo nada. Me da igual lo que piense la gente.
P. ¿Entonces de qué vas a hablar?
R. De amor, que es lo que el mundo necesita en este momento (le entra la risa). Es totalmente distinto a lo que hemos hecho antes. Esta etapa la estoy disfrutando más porque la primera fue un éxito absurdo.
P. ¿Y qué necesidad habrá si con lo que hiciste hace 30 años lo seguís petando? ¿O te cansas de cantar lo mismo?
R. Ya, pero mira, hay una cosa fundamental que a la gente le cuesta entender. Llega un momento en que las canciones ya no son tuyas, sino del público. Yo lo único que hago es interpretarla, ya se sobreentiende que no estoy viviendo esa historia en primera persona. La viví hace 30 años, ahora no voy a buscar al colegio a nadie... Las canciones son muchísimo más importantes que los propios artistas. Tienen vida propia. Y están ahí para siempre.
P. De hecho si quisieras ni las cantarías. Hay videos de YouTube en América en los que dices una palabra y canta todo el estadio como hace 30 años.
R. A mí en España a veces me preguntan, pero tú en realidad a qué te dedicas. Hay mucha gente que no se cree que esto sea una profesión, un trabajo digno, que se gana dinero, que se puede vivir. Aquí haces bolos, las fiestas del pueblo, las fiestas de no sé dónde, y sin embargo en América son eventos. Llegas a una ciudad, sales en los periódicos, hay una rueda de prensa, y te sientes más artista. Aquí sin embargo la gente no tiene el mismo respeto por los artistas, somos más bien feriantes, o los de la ceja.
P. Pero si tú no eras de la ceja.
R. Ya, yo paso de políticos, paso de polémicas, yo estoy aquí para hacer canciones, para transmitir buen rollo a la gente. Yo no estoy aquí para opinar sobre una cosa y sobre otra. Quiero decir que cuesta mucho ganar respeto. Tienes que trabajar muchos años, muchos, para que al final digan, pues no fue un golpe de suerte. Eso te cuesta. Ahora somos unos antisistema.
P. Vaya, de pijos a podemitas.
R. No, pero somos como un perrito sin amo. No estamos en el sistema. No tenemos mánager. No tenemos discográfica. Giramos cuando nos da la gana. Hacemos un disco cuando queremos. No estamos en ese sistema de las radios, de la industria, y por eso nunca nos dan premios ni nada, porque pasan de nosotros.
P. ¡Pero si os dieron un Grammy honorífico en 2006!
R. Joder, qué menos, hemos vendido 15 millones de discos. Hacemos música española por todo el mundo con un éxito tremendo, agotando entradas. Hemos tocado hace unos meses en México para 85.000 personas. Esto es ahora mismo. Esto no es una cosa de los 80 que éramos la hostia.
La ‘hostia’ tocaba a principios de los 80 por los garitos madrileños ‘Marta tiene un marcapasos’, ‘Sufre mamón’ y ‘Venezia’ con tan poco éxito que en 1984 dieron un concierto de despedida en el centro comercial La Vaguada de Madrid. Allí un tal Paco Martín les ofreció grabar un disco con aquello, por si acaso. Se convirtió en Disco de Oro, vendieron más de 400.000 copias, y empezaron a llenar estadios, carpetas y dormitorios hasta empapelar la adolescencia ochentera de las niñas de España.
David se pasó siete años y siete discos sin poder salir a la calle. Escribía encerrado en una casa familiar en Huelva y grababan en Manchester. Su padre, el director de cine Manuel Summers, les hizo dos pelis. La primera, ‘Sufre mamón’, se rodó entre Ibiza y Madrid, y se convirtió en la más taquillera en 1987. El estreno paralizó la Gran Vía y en México colgaron carteles que pedían a los espectadores que no se pusieran a bailar durante la proyección. Carlos Aguilar calificó la película en su ‘Guía del vídeo-cine’ de «engendro demencial insufrible». Hubo que hacer otra.
P. 'Suéltate el pelo', que se iba a llamar 'La cagaste Burt Lancaster'. ¿Esta vez problemas con 'El hombre de Alcatraz'?
R. No, no, Burt Lancaster nunca dijo nada. Pero en México nos habían censurado ‘Sufre mamón’ y tuvimos que ponerle ‘Devuélveme a mi chica’. Pensamos que iba a pasar lo mismo, pero por «la cagaste».
P. ¿Ya éramos gilipollas antes de Twitter?
R. Por supuesto.
P. Pues todavía se lee por ahí que tu mujer, Marta, es la Marta del marcapasos.
R. Que va, pero eso no es lo peor.
P. ¿Qué es lo peor?
R. Ésa es la canción más surrealista que he escrito en mi puta vida, ni yo mismo sé lo que significa. Marta no era ninguna Marta en concreto. En aquella época estrenaron ‘Alien’ y tiene que ver con el bicho que sale del pecho, que siente un golpe en el pecho y es el bicho. Y al mismo tiempo mi padre estaba haciendo chistes sobre la Pasionaria, que tenía un marcapasos. Una mezcla de conceptos. No sé qué se me pasaría por la cabeza pero soy incapaz de explicar qué cojones significa la canción. Y han hecho todo tipo de divagaciones, que si era de una tía que tuvo un aborto, que yo la dejé embarazada. Otra vez oí que era una tía que se metía mucha farlopa, mira, de verdad, yo alucino con la gente.
P. Hombre, estas dos cosas tienen mucho más sentido que la Pasionaria y 'Alien'.
R. Sí, claro, si yo no te lo cuento es imposible llegar a este rollo.
Una frase de la canción aleja las posibilidades de embarazo no deseado y nos acerca a una demanda de Ridley Scott: «Marta tiene un pasajero». Lo de la Pasionaria ya es más complicado. Informo al cantante de una conjunción planetaria, como que está contando esto a pocos metros de la casa de John Hurt en Santa Eulalia, donde se encerraba a ensayar papeles como el de un astronauta al que ‘Alien’ le sale de la barriga.
P. Para que te salga eso no sé qué tendrías que desayunar...
R. No, no, yo me ponía y me pongo a currar. Me levanto a las 7.30 todos los días, llevo a mis hijos al cole y me pongo a currar.
P. ¿Y las chicas cocodrilo?
R. Eso es un tema de cachondeo sobre las fans, el histerismo de las fans. Éramos unos chavales normalísimos y, de repente, nos convertimos en ídolos sexuales de la mayoría de las niñas del país. Todo muy absurdo.
P. ¿Y 'Venezia'?
R. Tiene otra explicación, yo tenía una novia italiana...
P. Ya estamos.
R. Y ella me ayudó a hacer la letra. Pero yo en realidad quería hacer un hit de verano como los de Ricchi e Poveri, tipo ‘Ma, ma, ma, ma, ma maría, ma’. ¿Te acuerdas? A principios de los 80 todos los veranos la canción del verano era una italiana, y yo quería hacer una canción del verano. Entonces dije, «tiene que ser italiana» (se ríe como de la ocurrencia absurda de otro).
Dani Mezquita y Javi Molina eran sus amigos de la infancia. La llegada de Rafael Gutiérrez a Hombres G forma parte del archivo de TVE y de la diabetes, cuando Antonio y Carmen, hijos de Junior y Rocío Durcal, cantaron ‘Sopa de amor’. «Mi padre y mi tío nos conseguían trabajos de figurantes en Aplauso (emitido entre 1978 y 1983). Salía un artista y nosotros detrás tocando. Nos daban 5.000 pelas. Ahí conocí a Rafa, pasamos toda una tarde y nos hicimos amigos. Nos puedes ver en YouTube tocando en ‘Sopa de amor’. Pero nosotros hacíamos cualquier artista. Está documentado». ¿Y ellos saben hoy que tenían detrás a la mitad de los futuros Hombres G? «Sí, sí que lo saben».
P. ¿No lograste evitar que tu hijo también se haya metido en la música?
R. No hubo manera de evitarlo. Me adora, me admira, quiere ser como papá.
P. Venga ya, un adolescente no se encierra en su habitación para seguir escuchando a su padre.
R. Sí, sí, mi hijo escucha muchísimo a los Hombres G.
P. ¿Y tú?
R. A Sinatra.
P. ¿Y qué consejo puede dar un padre que a su edad vivía en un escenario plagado de sujetadores?
R. Que tiene que disfrutar de la música y olvidarse de si tiene más o menos seguidores en las redes.
P. ¿Y funciona?
R. Ha hecho alguna canción, la ha publicado, recibe críticas y le sienta fatal. Yo intento prepararle para eso, que va a haber gente que le va a poner a parir, y que también le van a poner a parir por ser mi hijo, en fin.
P. Yo no sé si te ha afectado lo de tener también una hija, pero la última vez que viniste a Ibiza paraste de cantar hasta que una chica se pusiera el sujetador.
R. ¡Qué dices! No lo recuerdo. Estaría de cachondeo.
P. ¿Ya no es como antes?
R. Que va, ya lo verás.
Arranca el concierto y en la primera fila el público sigue siendo femenino. La media supera la treintena hasta el punto de superar la cuarentena. Sorprende la presencia de adolescentes, pero mucho más que se sepan las letras. «Antes las adolescentes eran el 90%, ahora fíjate», dice David. La segunda canción son ‘Las chicas cocodrilo’. David deja cantar, como para no molestar un trance que huele a postransición, o sea a Chispas, a cartas perfumadas y a chica nueva en la oficina. Podía haberse limitado a salir y decir que van a hacer ‘flashback’, como el alcalde de Amanece que no es poco.
La última fila es insólita. Los ibicencos han improvisado un aparcamiento de Bogaboo, McLaren y Maxi-Cosi. Se baila y se canta con una mano agarrada al carrito, por si se despierta el niño y deja de ser 1985. Con ‘Suéltate el pelo’ vuelan los sujetadores al escenario. Javi se pone uno de tocado. David los coge por las puntas, como centollos del acuario de un restaurante. Las chicas gritan. «Lo hacen de una manera un poco anecdótica. Antes era puro frenesí, ahora es un poco sentido del humor...».
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Nicolás de Cárdenas | Actuall, 2017-07-11
https://www.actuall.com/familia/david-summers-de-hombres-g-la-movida-era-una-especie-de-movimiento-gay-y-nos-echaron/
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