Imagen: El País / Mariela Muñoz en 'Amor a paso de gigante' |
El documental ganador del festival LGBTIQ Asterisco cuenta la vida de una mujer argentina que hace 40 años desafió el modelo de familia tradicional.
Mar Centenera | El País, 2017-11-11
https://elpais.com/cultura/2017/11/09/actualidad/1510246197_012938.html
El 2 de mayo de 1997 la argentina Mariela Muñoz dejó de ser legalmente Leonardo. Tenía 55 años cuando se convirtió en la primera transexual del país en conseguir el cambio de nombre y género en el documento nacional de identidad. Hacía 41 años que había pedido que la llamaran Mariela y 16 que se había sometido a una operación de cambio de sexo. En medio, se ganó la vida como tarotista y crió a 17 niños que se encontró en la calle o que le entregaron sus padres. El documental 'Amor a paso de gigante', de la cineasta francoargentina Maria Audras, narra la vida de esta pionera, fallecida el pasado mayo. La cinta ganó el premio al mejor largometraje en el festival de cine LGBTIQ Asterisco la semana pasada.
Audras, residente en París, se enteró de la vida de Mariela por un amigo en los 90 y volvió a acordarse de ella cuando apareció en Francia el debate sobre el matrimonio gay y la adopción de niños por homosexuales o trans. "Pensé que tenía que ir a verla y llamé a todas las Mariela Muñoz de Buenos Aires, pero no la encontré porque ella vivía en los alrededores", cuenta la cineasta a El País por teléfono. Cuando al final la localizó y viajó a conocerla, el amor que le profesaban sus hijos y hermanos le hizo cambiar la ficción que tenía en mente por un documental, en el que trabajó durante tres años.
Mariela nació en Lules, un pueblo de la norteña provincia de Tucumán, el 24 de diciembre de 1943, pero pasó gran parte de su infancia en la localidad bonaerense de Quilmes, el pueblo al que se mudó la familia en busca de un futuro mejor. Su padre cambió los campos de cañas de azúcar por la construcción para poder alimentarla a ella y a sus tres hermanos. "Tuve una infancia difícil porque ya era muy femenina", reconoció Mariela en 1993. "Era sensible y obediente y le gustaba quedarse en el hogar", recuerda ante la cámara su hermano Luis sobre los años que pasaron en la casa familiar. Ya a los 13 cuidaba a sus hermanos y a los hijos de un matrimonio italiano vecino.
Soportó burlas, golpes y hasta una violación colectiva correctiva por tres hombres durante su juventud, pero nunca se le pasó por la cabeza echarse atrás. Su padre la llevó a psiquiatras y a prostitutas para ver si podía hacerla cambiar de opinión, pero después la aceptó e incluso pensó en hipotecar la casa para pagarle la operación. La madre, en cambio, se opuso siempre, según Luis.
Niños, adolescentes y madres solteras
A los 26 se independizó y comenzó a ayudar a niños, adolescentes y madres solteras. El primero fue el hijo de una prostituta, que ella le entregó a Mariela porque no lo podía cuidar. Después, se quedó con tres hermanas abandonadas por la madre y al cuidado de un padre albañil que no tenía trabajo. Y la familia atípica siguió creciendo.
A Yolanda Emma Quiroga la encontró frente a una estación de tren, con 16 años y una bebé. Había huido de la casa donde vivía cuando le instaron a prostituirse para alimentar a su hija, le contó su historia a Mariela y aceptó su invitación inmediata a vivir con ella. Algo similar pasó con Enrique Sánchez, quien llegó en tren a Buenos Aires con 14 años tras fugarse del horno de ladrillos en el que trabajó desde los 9 en la provincia norteña del Chaco. "Cuando llegué a Retiro se me vino el mundo abajo, se me caían los lagrimones [...] Mariela fue una madre que me salvó la vida", dice Sánchez en el documental.
"Lo que más me sorprendió fue su franqueza y su sensibilidad. Nunca mintió a los chicos sobre quién era, siempre les contó que era un hombre pero que iba a llegar un día en el que sería mujer", relata Audras. Si 1981, cuando viajó a Chile para hacerse la deseada vaginoplastia, fue un año muy celebrado, su peor momento llegó en 1993, cuando un juez le retiró la custodia de tres hijos que había registrado como propios. Perdió la batalla legal y el juez la condenó a un año de cárcel en suspenso, pero instaló en la sociedad argentina un tema que hasta entonces era tabú: la posibilidad de que un transexual criara hijos.
La notoriedad de la causa la ayudó a conseguir ese otro deseo tantos años postergado: aparecer como Mariela Muñoz en el DNI. Lo logró 15 años antes de que Argentina aprobara la Ley de identidad de género, que garantiza ese derecho a cualquier transexual. Esa y otras conquistas sociales, junto a momentos históricos de Argentina, se mezclan con los testimonios de personas cercanas a Mariela en el documental.
Audras la filmó en el último año de su vida, cuando había sufrido tres accidentes cerebrovasculares y dependía de los cuidados de sus hijos adoptivos. Tras su muerte, la cinta se ha convertido en un homenaje a una gigante luchadora.
Audras, residente en París, se enteró de la vida de Mariela por un amigo en los 90 y volvió a acordarse de ella cuando apareció en Francia el debate sobre el matrimonio gay y la adopción de niños por homosexuales o trans. "Pensé que tenía que ir a verla y llamé a todas las Mariela Muñoz de Buenos Aires, pero no la encontré porque ella vivía en los alrededores", cuenta la cineasta a El País por teléfono. Cuando al final la localizó y viajó a conocerla, el amor que le profesaban sus hijos y hermanos le hizo cambiar la ficción que tenía en mente por un documental, en el que trabajó durante tres años.
Mariela nació en Lules, un pueblo de la norteña provincia de Tucumán, el 24 de diciembre de 1943, pero pasó gran parte de su infancia en la localidad bonaerense de Quilmes, el pueblo al que se mudó la familia en busca de un futuro mejor. Su padre cambió los campos de cañas de azúcar por la construcción para poder alimentarla a ella y a sus tres hermanos. "Tuve una infancia difícil porque ya era muy femenina", reconoció Mariela en 1993. "Era sensible y obediente y le gustaba quedarse en el hogar", recuerda ante la cámara su hermano Luis sobre los años que pasaron en la casa familiar. Ya a los 13 cuidaba a sus hermanos y a los hijos de un matrimonio italiano vecino.
Soportó burlas, golpes y hasta una violación colectiva correctiva por tres hombres durante su juventud, pero nunca se le pasó por la cabeza echarse atrás. Su padre la llevó a psiquiatras y a prostitutas para ver si podía hacerla cambiar de opinión, pero después la aceptó e incluso pensó en hipotecar la casa para pagarle la operación. La madre, en cambio, se opuso siempre, según Luis.
Niños, adolescentes y madres solteras
A los 26 se independizó y comenzó a ayudar a niños, adolescentes y madres solteras. El primero fue el hijo de una prostituta, que ella le entregó a Mariela porque no lo podía cuidar. Después, se quedó con tres hermanas abandonadas por la madre y al cuidado de un padre albañil que no tenía trabajo. Y la familia atípica siguió creciendo.
A Yolanda Emma Quiroga la encontró frente a una estación de tren, con 16 años y una bebé. Había huido de la casa donde vivía cuando le instaron a prostituirse para alimentar a su hija, le contó su historia a Mariela y aceptó su invitación inmediata a vivir con ella. Algo similar pasó con Enrique Sánchez, quien llegó en tren a Buenos Aires con 14 años tras fugarse del horno de ladrillos en el que trabajó desde los 9 en la provincia norteña del Chaco. "Cuando llegué a Retiro se me vino el mundo abajo, se me caían los lagrimones [...] Mariela fue una madre que me salvó la vida", dice Sánchez en el documental.
"Lo que más me sorprendió fue su franqueza y su sensibilidad. Nunca mintió a los chicos sobre quién era, siempre les contó que era un hombre pero que iba a llegar un día en el que sería mujer", relata Audras. Si 1981, cuando viajó a Chile para hacerse la deseada vaginoplastia, fue un año muy celebrado, su peor momento llegó en 1993, cuando un juez le retiró la custodia de tres hijos que había registrado como propios. Perdió la batalla legal y el juez la condenó a un año de cárcel en suspenso, pero instaló en la sociedad argentina un tema que hasta entonces era tabú: la posibilidad de que un transexual criara hijos.
La notoriedad de la causa la ayudó a conseguir ese otro deseo tantos años postergado: aparecer como Mariela Muñoz en el DNI. Lo logró 15 años antes de que Argentina aprobara la Ley de identidad de género, que garantiza ese derecho a cualquier transexual. Esa y otras conquistas sociales, junto a momentos históricos de Argentina, se mezclan con los testimonios de personas cercanas a Mariela en el documental.
Audras la filmó en el último año de su vida, cuando había sufrido tres accidentes cerebrovasculares y dependía de los cuidados de sus hijos adoptivos. Tras su muerte, la cinta se ha convertido en un homenaje a una gigante luchadora.
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