Imagen: El País / Isatou Jeng |
La activista gambiana Isatou Jeng lidera la iniciativa The Girls’ Agenda para acabar con la mutilación genital femenina y los matrimonios juveniles en su país.
Tiziana Trotta | El País, 2018-03-29
https://elpais.com/elpais/2018/03/22/planeta_futuro/1521740019_582570.html
Isatou Jeng no sabría decir cuándo se acercó al feminismo. Está convencida de que, si no hubiera logrado evitar su matrimonio con 15 años, probablemente a esta hora no estaría hablando de los derechos de las mujeres. Más bien, estaría rodeada de hijos a pesar de tener apenas 30 años. “Mi vida es un claro testimonio de discriminación, abusos, explotación y violencia. Pero es justamente todo lo vivido lo que me motiva para llevar adelante mi trabajo”, asegura la activista gambiana. La fundadora de la organización The Girls’ Agenda lucha para acabar con la mutilación genital femenina y las niñas esposas en su país, donde el 75% de las mujeres de entre 15 y 49 ha sido víctima de ablación.
“Feminismo para mí significa iguales oportunidades para chicos y chicas en todos los ámbitos, sin excepciones. Desde que era pequeña y veía cómo tenía que luchar mi madre para sacar adelante a la familia, me dije que un día contribuiría a acabar con la discriminación de la mujer”, explica desde Madrid, donde está de paso tras participar en el VIII Encuentro 'Mujeres que transforman el mundo', celebrado en Segovia entre el 16 y el 25 de marzo. “No me he convertido en feminista. Nací feminista”.
Jeng se quedó huérfana de padre con tan solo tres años. Su madre se vio obligada a volver con su anterior marido. “Él no me aceptaba como su propia hija y para mí fue un verdadero trauma crecer así”, recuerda. “Me trataba como una paria. Nunca me dio nada. Ni siquiera me llamaba por mi nombre”. No obstante, esto no fue tan duro para ella como ver a su madre día tras día levantarse a las cinco de la mañana para ir a vender verduras al mercado, trabajando de sol a sol fuera y dentro de casa. “Mi madre nunca fue a la escuela. Sin embargo, entendía la importancia de la educación y hacía todo lo posible para que sus hijos pudieran estudiar”, dice. “Nunca la trataron de manera digna, pero jamás la he oído quejarse. Crecí con la pasión por contribuir a hacer del mundo un lugar mejor, más justo para las mujeres. Afortunadamente, he acabado haciendo lo que siempre he deseado”.
A los seis meses fue víctima de ablación genital, una práctica formalmente prohibida en su país desde finales de 2015 pero que se resiste a desaparecer. “Más tarde, cuando empecé a entender qué es, cómo se realiza y qué consecuencias tiene, sentí que no era justo que me extirparan algo del cuerpo sin mi consentimiento”. Sin embargo, Jeng sabe que se trata de algo muy arraigado en la tradición y que su madre decidió cortarla al pensar que era lo justo para ella, para que fuera aceptada en la sociedad.
“En Gambia, el sexo y todo lo que rodea a los genitales son temas tabú”, señala. Y, por mucho que intentara hablar de mutilación genital con su madre, no obtenía explicaciones. Esta falta de educación sexual y el limitado acceso a contraceptivos fueron la causa de que se quedara embarazada a los 15 años. Echando la vista atrás, Jeng ya no se arrepiente de nada. “En mi país es muy duro ser una superviviente de embarazo juvenil. Incluso si eres mayor de edad, si no estás casada, eres una vergüenza para toda la familia. Mi embarazo, sin embargo, es uno de los factores que me dio la fuerza para embarcarme en esta lucha”.
“Normalmente, en Gambia, cuando pasa algo así toda la culpa se achaca exclusivamente a la chica. Pero, al contrario, mi madre siempre me apoyó y se opuso a que me casara con el padre del bebé, contrariamente a lo que intentaban imponerme los hombres de la familia”. Una vez más, su madre fue su salvación. A los seis meses, se hizo cargo de su hija para que ella pudiera mudarse con su hermana mayor y volver a la escuela, pese a la desaprobación de vecinos y familiares.
El estigma y la discriminación que acompañaron el regreso de Jeng a las aulas fueron enormes. Ella, por su parte, nunca intentó ocultar su historia delante de los demás, incluso cuando le señalaban con el dedo o le dirigían palabras ofensivas. Su empeño en los estudios le llevó a graduarse unos años después en Ciencias Políticas.
“En Gambia, licenciarse después de haber pasado por un embarazo juvenil es algo muy raro. Fue una época difícil, porque venía de una familia con pocos recursos y los estudios pueden ser muy caros. Cómo lo logramos, fue una sorpresa para todos. Fue increíble, pero en mi vocabulario no existe la palabra abandonar”, recalca.
Jeng sabe que su caso es más único que raro. Por eso decidió diseñar un proyecto piloto para ayudar a las chicas que se encuentran en su misma situación. “Quiero que las madres adolescentes vuelvan a soñar. Les damos formación en feminismo, mutilación genital, matrimonio juvenil y les preparamos para enfrentarse al estigma de la sociedad”, explica. “Comparto mi historia allá donde vaya para que vean que si yo pude, ellas también pueden”.
Casi todas las mujeres involucradas en las actividades de The Girls’ Agenda han sido víctimas de ablación. Los miembros de la organización trabajan mucho en pequeñas comunidades rurales, donde se dirigen a la gente hablando el idioma local. “Al ser algo considerado cultural, no puedes simplemente ir a ver a la gente y decirle que lo que hace está mal. Tienes que ser estratégico: hablar con ellos para que lo entiendan, para que tengan tus mismos conocimientos”, insiste la activista. “En el momento en que les cuentas cómo la mutilación ha afectado tu vida sexual y a tu salud, muchas otras mujeres salen a la luz pública y comparten su testimonio”.
El simple hecho de poder abordar en público un tema tabú como la mutilación genital femenina para Jeng es síntoma de que hay un cambio en marcha. “La gente joven se opone de manera muy firme a la ablación. Si seguimos por este camino, la próxima generación en Gambia podrá estar libre de mutilación. Este es el momento, tenemos que seguir levantando la voz”.
“Feminismo para mí significa iguales oportunidades para chicos y chicas en todos los ámbitos, sin excepciones. Desde que era pequeña y veía cómo tenía que luchar mi madre para sacar adelante a la familia, me dije que un día contribuiría a acabar con la discriminación de la mujer”, explica desde Madrid, donde está de paso tras participar en el VIII Encuentro 'Mujeres que transforman el mundo', celebrado en Segovia entre el 16 y el 25 de marzo. “No me he convertido en feminista. Nací feminista”.
Jeng se quedó huérfana de padre con tan solo tres años. Su madre se vio obligada a volver con su anterior marido. “Él no me aceptaba como su propia hija y para mí fue un verdadero trauma crecer así”, recuerda. “Me trataba como una paria. Nunca me dio nada. Ni siquiera me llamaba por mi nombre”. No obstante, esto no fue tan duro para ella como ver a su madre día tras día levantarse a las cinco de la mañana para ir a vender verduras al mercado, trabajando de sol a sol fuera y dentro de casa. “Mi madre nunca fue a la escuela. Sin embargo, entendía la importancia de la educación y hacía todo lo posible para que sus hijos pudieran estudiar”, dice. “Nunca la trataron de manera digna, pero jamás la he oído quejarse. Crecí con la pasión por contribuir a hacer del mundo un lugar mejor, más justo para las mujeres. Afortunadamente, he acabado haciendo lo que siempre he deseado”.
A los seis meses fue víctima de ablación genital, una práctica formalmente prohibida en su país desde finales de 2015 pero que se resiste a desaparecer. “Más tarde, cuando empecé a entender qué es, cómo se realiza y qué consecuencias tiene, sentí que no era justo que me extirparan algo del cuerpo sin mi consentimiento”. Sin embargo, Jeng sabe que se trata de algo muy arraigado en la tradición y que su madre decidió cortarla al pensar que era lo justo para ella, para que fuera aceptada en la sociedad.
“En Gambia, el sexo y todo lo que rodea a los genitales son temas tabú”, señala. Y, por mucho que intentara hablar de mutilación genital con su madre, no obtenía explicaciones. Esta falta de educación sexual y el limitado acceso a contraceptivos fueron la causa de que se quedara embarazada a los 15 años. Echando la vista atrás, Jeng ya no se arrepiente de nada. “En mi país es muy duro ser una superviviente de embarazo juvenil. Incluso si eres mayor de edad, si no estás casada, eres una vergüenza para toda la familia. Mi embarazo, sin embargo, es uno de los factores que me dio la fuerza para embarcarme en esta lucha”.
“Normalmente, en Gambia, cuando pasa algo así toda la culpa se achaca exclusivamente a la chica. Pero, al contrario, mi madre siempre me apoyó y se opuso a que me casara con el padre del bebé, contrariamente a lo que intentaban imponerme los hombres de la familia”. Una vez más, su madre fue su salvación. A los seis meses, se hizo cargo de su hija para que ella pudiera mudarse con su hermana mayor y volver a la escuela, pese a la desaprobación de vecinos y familiares.
El estigma y la discriminación que acompañaron el regreso de Jeng a las aulas fueron enormes. Ella, por su parte, nunca intentó ocultar su historia delante de los demás, incluso cuando le señalaban con el dedo o le dirigían palabras ofensivas. Su empeño en los estudios le llevó a graduarse unos años después en Ciencias Políticas.
“En Gambia, licenciarse después de haber pasado por un embarazo juvenil es algo muy raro. Fue una época difícil, porque venía de una familia con pocos recursos y los estudios pueden ser muy caros. Cómo lo logramos, fue una sorpresa para todos. Fue increíble, pero en mi vocabulario no existe la palabra abandonar”, recalca.
Jeng sabe que su caso es más único que raro. Por eso decidió diseñar un proyecto piloto para ayudar a las chicas que se encuentran en su misma situación. “Quiero que las madres adolescentes vuelvan a soñar. Les damos formación en feminismo, mutilación genital, matrimonio juvenil y les preparamos para enfrentarse al estigma de la sociedad”, explica. “Comparto mi historia allá donde vaya para que vean que si yo pude, ellas también pueden”.
Casi todas las mujeres involucradas en las actividades de The Girls’ Agenda han sido víctimas de ablación. Los miembros de la organización trabajan mucho en pequeñas comunidades rurales, donde se dirigen a la gente hablando el idioma local. “Al ser algo considerado cultural, no puedes simplemente ir a ver a la gente y decirle que lo que hace está mal. Tienes que ser estratégico: hablar con ellos para que lo entiendan, para que tengan tus mismos conocimientos”, insiste la activista. “En el momento en que les cuentas cómo la mutilación ha afectado tu vida sexual y a tu salud, muchas otras mujeres salen a la luz pública y comparten su testimonio”.
El simple hecho de poder abordar en público un tema tabú como la mutilación genital femenina para Jeng es síntoma de que hay un cambio en marcha. “La gente joven se opone de manera muy firme a la ablación. Si seguimos por este camino, la próxima generación en Gambia podrá estar libre de mutilación. Este es el momento, tenemos que seguir levantando la voz”.
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