jueves, 22 de marzo de 2018

#hemeroteca #feminismo | Lidia Falcón O’Neill: “El feminismo debe gobernar; estar donde se firman los decretos”

Imagen: Deia / Lidia Falcón
Lidia Falcón O’Neill: “El feminismo debe gobernar; estar donde se firman los decretos”.
Periodista, abogada, escritora, Falcón sostiene que el desafío del feminismo es gobernar. “Para cambiar las cosas hay que estar donde se firman los decretos”, dice contundente.
Nekane Lauzirika | Deia, 2018-03-22
http://www.deia.eus/2018/03/22/sociedad/euskadi/el-feminismo-debe-gobernar-estar-donde-se-firman-los-decretos

Fundadora del Partido Feminista y con 39 obras publicadas, algunas de ellas fundamentales para el feminismo de este país, Lidia Falcón insiste en que las feministas, “no confundir con las mujeres, que hay muchas en el poder”, deben dar un paso al frente y entrar en política, “si no, todo será igual”, recalca.

- Es obligado comenzar preguntándole por su valoración sobre el último 8 de Marzo (8-M), Día Internacional de las Mujeres.
- Fue un éxito extraordinario, el mayor que hemos tenido, aunque no hay que desmerecer toda la lucha que se hizo en la Transición. Entonces reunimos, en momentos más difíciles y más atrasados que los actuales, a miles de mujeres en las calles, en las asambleas. Porque parece que el adanismo se instala y da la sensación de que todo ha empezado ayer. Y no, el 8-M es la consecuencia de cuarenta años de lucha incesante del movimiento feminista. Los avances que conseguimos en la Transición fueron tan definitivos que nos han permitido llegar al último 8-M. Lo ocurrido no se improvisa. No es como si un día a las ‘nenas’ se les ocurriera salir al patio a correr. No. Esto es un movimiento muy maduro. Eso sí, tiene el desafío inmediato de que si se entretiene perderemos el siglo.

- ¿El desafío es llegar a gobernar?
- Sí. El feminismo tiene que gobernar; debe de estar como partido político en el Parlamento, en las Cámaras autonómicas, en los ayuntamientos, en las Diputaciones... allí donde se firman los decretos. Es la manera de avanzar. Porque si estamos siempre en la calle con una pancarta nos ‘esclerocitaremos’ y tus hijas y nietas seguirán igual.

- Visto esto, ¿el Partido Feminista, tan transversal ideológicamente, sigue siendo necesario?
- El 'sigue' me ha trastocado. Es fundamental. Sin partido político, el feminismo, no avanzará. Tenemos que llegar a las instituciones. ¡Si no, cómo vamos a cambiar el país! Algunas creen que todo se hace gritando en la calle. Evidentemente hay parte que sí, pero al mismo tiempo debemos tener como aliados y cómplices a muchísimos sectores sociales y asociaciones. Pero si no estamos firmando en el Boletín Oficial del Estado esto no cambia. Es seguir en la fantasía de que chillando en la calle vamos a cambiarlo todo.

- ¿Quiere decir que lo que se podía hacer en la calle ya está hecho?
- Sí. Hoy en día nos encontramos ante un desafío importantísimo: todo lo que se puede hacer con el movimiento social como las asambleas, las protestas, los escraches... todo lo hemos hecho ya. Ahora hay que dar un paso adelante.

- ¿Estar en las listas electorales?
- Tenemos elecciones en trece meses para ayuntamientos y Comunidades y dentro de dos años al Parlamento. Si no estamos en las listas electorales y no conseguimos puestos de relevancia; si las feministas -no las mujeres, no nos confundamos, ya que mujeres hay muchas, y del Opus, un montón- no tenemos la posibilidad de sentarnos en los sillones de los Parlamentos, no cambiará nada. Se trata de que el Partido Feminista o la Coalición Feminista que pudiéramos conformar llegue a tener el poder que tiene el legislativo y el local. Es la única forma de variar las cosas de forma sustancial.

- En el feminismo existe un problema inevitable que es generacional.
- Han llegado a las filas del feminismo multitud de jóvenes, desde las que tienen 15 o 18 años hasta los treinta y tantos, y se creen que el mundo empezó cuando ellas nacieron; cuando han abierto el ojo y han dicho: ‘Mira hay cosas que están mal’. Ahora estas creen que tienen que volver a empezar a hacer lo que realizaron sus madres y sus abuelas. Esto ya lo hemos hecho; ahí está la marcha del 7-N de la que ya nadie se acuerda pero estuvimos en la calle cinco o seis horas más de un millón de personas.

- ¿Ahora se trata de tener la ambición política de gobernar?
- Sí. Si no lo entienden así y solo se tiene vocación del chillido en la calle, esto será para la eternidad.

- Desde la Transición hasta aquí. ¿Esperaba estar en la situación que estamos de igualdad legal? ¿Y real?
- Una nunca prevé el futuro con detalle. Lo cierto es que nosotras todos los cambios que conseguimos los logramos en muy poco espacio de tiempo. Piensa que en 1973 o 1974, las italianas obtenían el derecho al aborto. Nosotras en 1983, pero teníamos detrás el peso infinito de cuarenta años de dictadura.

- Porque la Transición no fue nada cómoda.
- No. No fue la cosa deliciosa que nos cuentan ahora. Hubo toda una clase de procesos, agresiones... En ese tiempo tan difícil conseguimos la igualdad en la legislación. Además, hemos avanzado con la segunda ley de aborto y, sobre todo, con la segunda del divorcio. Todo eso han sido éxitos que nos hemos ido trabajando, luchando y asumiendo. En el momento en que nos encontramos hemos de cambiar las relaciones reales, no las legales. Y no digamos la violencia; si no conseguimos frenar que nos maten cada día, entonces sí que no habremos hecho nada.

- ¿Desde el punto de vista legal e institucional existe todavía alguna demanda sin cubrir?
- Hemos de cambiar las leyes que nosotras aprobamos precipitadamente y exitosamente en una situación final del fascismo. Nos dieron unas leyes roñosas, pero así es. Por ejemplo, el artículo tercero de la Constitución es incompleto, porque cuando dice que no puede haber discriminación por razón de sexo ya nos está fastidiando. Al dar nuestro visto bueno no nos dimos cuenta porque éramos unas jóvenes, inocentes e ingenuas y ahora los hombres han salido, ¡estos machirulos!, a decir que las leyes les discriminan a ellos. Esto no se puede cambiar porque la Constitución es como las tablas de la Ley, un texto sagrado; lo que tenemos que variar es la Ley de Violencia que no protege a las mujeres.

- ¿Qué otras leyes hay que cambiar?
- La del aborto. Se ha ido mejorando, pero sabemos que sigue siendo un delito. También hay que modificar la ley de custodia compartida que no puede ser obligatoria. Hay una batería de reformas legales que tenemos que conseguir cambiar. La Ley de Igualdad es una filfa, no vale para nada. No es imperativa. No le pone sanciones a las empresas que no la cumplen. Esa sí que fue una ‘broma’ de Zapatero y de las señoras que le apoyaban.

- ¿Por ser una ley solo buenista?
- Sí. Solo da consejos para que las empresas se porten bien. Va en la línea estúpida del buenismo. El acoso sexual en el trabajo tampoco está regulado bien con sanciones legales y con protección de la mujer que lo denuncie. Porque quien se atreva va a la calle inmediatamente. Hemos de abolir también la prostitución; es una demanda del movimiento feminista desde hace treinta años. Que la prostitución se vea como normal en el país, que haya medio millón de mujeres que son violadas cada día veinte veces, y que nos parezca legítimo, es inaudito. Este es un país prostituidor.

- Hay voces pidiendo su legalización.
- Son los que quieren convertirse en Estado prostituidor; encima de legalizar la violación de estas mujeres quieren cobrarles impuestos. La legislación actual tampoco sirve para los ‘vientres de alquiler’, que es la última moda de explotación de la mujer. Como ves hay una tarea legislativa importantísima, pero hemos de estar en el Gobierno. Porque si no siempre tendremos que estar rogando que los partidos políticos tengan a bien atender nuestras reivindicaciones.

- ¿Qué es más difícil, enfrentarse a leyes machistas y al antifeminismo declarado, o a quienes se declaran proigualdad pero actúan bajo prismas machistas: empresarios, mujeres, directivas, misóginos y demás tradicionalistas y ultraortodoxos?
- Todo es malo, difícil, es durísimo; todo lleva una lucha constante porque te parece que tienes aliadas y resulta que son enemigas. Por supuesto, hay algún enemigo declarado como ese obispo que tenéis por ahí, que dice que el diablo está en el movimiento feminista. Pues resulta que Munilla es el menos preocupante. ¿A este quién le hará caso? Pero tenemos una pléyade de políticos y políticas, y de profesionales y escritoras que van metiendo la puya. Con el: ‘Yo soy normal, yo no soy feminista.’ ‘¿Feminista radical, no de ninguna manera?’. Son ridículos los que piden que no se politice el feminismo. ¿Qué significa que no se politice? Si todo lo que hacemos en la vida es política. Y te lo dicen los del PP, los que están metidos en política hasta el cuello.

- ¿Y qué haría falta para que llegue la igualdad al mundo familiar, de las relaciones de pareja?
- En 1905, hace más de cien años, se hablaba de acabar con el concepto de familia. ¿Qué es esto de la familia? Solamente deben vivir juntos los que se amen. Las relaciones libres entre seres libres. Lo que hay que proteger es la maternidad. Porque ya no hay niños. Tenemos la natalidad más baja de Europa, del mundo. Así no hay relevo generacional. Hay que pagar la natalidad. Tenía un amigo americano que decía que desde que se inventó el dinero no se tiene que preguntar cómo se agradecen las cosas.

- Tras el 8-M corremos el riesgo de relamernos de gusto y estar encantadas de habernos conocido, pero ¿qué tendremos que hacer ahora?
- Lo mismo que estamos haciendo, hay que participar en política. Sectores del movimiento feminista que están todavía dormidos, como la bella durmiente, que se quedaron en la misma postura de 1985, tienen que enterarse de que hay que competir en política porque es la que gobierna el país. ¿Dónde se hacen las transformaciones económicas y sociales? En los parlamentos, en los gobiernos... Eso es lo que tenemos que hacer.

- ¿Síndrome de la bella durmiente?
- No sé como despertar a algunas de ellas. No debemos quedarnos en 1975, ni en 1981, ni en 1985, ni en 2005. Estamos en el primer cuarto del siglo XXI y hemos de gobernar: esa es la consigna. El Partido Feminista tiene muchas afiliadas y hombres que entienden que el único futuro es el feminismo.

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