martes, 20 de noviembre de 2018

#hemeroteca #transexualidad | Papá, no soy tu niña

Imagen: El País / Ilustración de Olivia López
Papá, no soy tu niña.
Los adolescentes transexuales tailandeses se sienten desamparados ante la falta de información y aceptación.
Ana Salvá | El País, 2018-11-20
https://elpais.com/elpais/2018/11/06/planeta_futuro/1541520390_629675.html

Jay siempre se había sentido muy solo. Nunca había pensado demasiado en ello y creía que, simplemente, era distinto. Pero hace algunos meses leyó casi por accidente un artículo compartido por uno de sus contactos en Facebook que le hizo preguntarse si su inadaptación sería el resultado de sentirse atrapado en un cuerpo que no le corresponde: ahora cree que es una persona transexual porque nació como chica, pero se siente como un chico.

Tiene 17 años y vive en Bangkok con su madre y su padre. Como para otros muchos adolescentes de su edad, ha iniciado un curso complicado en el que debe estudiar muchas horas y terminar de elegir a qué va a dedicarse en el futuro. Él se define como un empollón, poco sociable y con contados amigos. Le fascina leer cómics de superhéroes y piensa estudiar ingeniería informática.

Sus gustos siguen los estereotipos de género masculinos que le explicaron en la escuela, pero a Jay siempre le han tratado como una niña. Cuando tenía ocho años y estudiaba en un colegio femenino, sus compañeras solían llamarle ‘tomboy’. Este término se traduce como ‘marimacho’ y se utiliza cuando la apariencia y gustos de una chica se consideran poco femeninos, sin que esto influya en su género u orientación sexual.

En el instituto mixto donde estudia ahora no termina de encontrar su sitio. Las chicas le aburren, porque, según dice “siempre hablan de chicos”. Ellos, por el contrario, no lo aceptan porque, como dictan las reglas del centro, él viste minifalda, tiene el pelo largo hasta los hombros y utiliza el lavabo femenino.

Conocer su identidad le supuso un cierto alivio, porque en la sociedad hay ciertas ‘reglas’ sobre lo que se espera de un hombre o una mujer, ya sea en su forma de vestir o comportarse. El idioma tailandés, además, lo complica todo un poco más, porque para hablar de forma educada, al acabar la mayoría de las frases se utilizan las partículas 'kha' o 'kap'. Si eres un chico, tienes que añadir ‘kap’, mientras que si eres una chica, kha.

Jay intentó utilizar ‘kap’ durante una temporada, pero a sus padres y profesores no les pareció una buena idea. Él, por ahora, habla en femenino y mantiene su identidad en secreto. Ha pedido utilizar un nombre ficticio para contar su historia, por miedo a que esta llegue a su entorno inmediato. “Mi familia aún no lo sabe, tampoco mis amigos. No quiero decepcionarlos, prefiero esperar a empezar la universidad porque ya podré valerme por mí mismo”, explica con voz algo nerviosa.

En unos meses Jay está dispuesto a comenzar la terapia hormonal que permite afinar el género y eliminar la menstruación, pero debe esperar porque, para hacerlo, debe contar con la aprobación de sus padres.

Ninguna organización sabe con certeza cuántas personas trans viven en Tailandia, según explica Suparnee Pongruengphant, oficial nacional de gobernanza, derechos humanos y LGBT del programa del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en el país asiático. “No todas las personas trans optan por salir a la luz”, dice, “y muchas de ellas, además, no cuentan con información sobre cómo tratar con el acoso escolar, la discriminación basada en el género o los tratamientos hormonales”.

Si Jay ha encontrado toda esta información es gracias a un grupo que conoció a través de su profesor de música, a quien le contó su secreto porque creía que era una persona liberal que podría entenderlo. El colectivo cuenta con casi mil miembros, aunque no todos ellos son demasiado activos. Se reúnen a menudo, lo que para Jay supone una buena compañía.

Las personas transexuales son muy visibles en las grandes ciudades tailandesas, pero como explica Pongruengphant, “la aceptación social no se corresponde”. Un estudio nacional elaborado por el PNUD que será publicado a finales de este año demuestra que la población general en Tailandia acepta más a las personas transexuales fuera de su familia que a las de su parentesco. La aceptación por parte de sus parientes cercanos y su entorno, dice Pongruengphant, “sigue siendo un gran desafío, especialmente en las áreas rurales”.

El currículum escolar no ayuda a los jóvenes como Jay a ganar confianza en sí mismos. Cheera Thongkrajai, funcionaria en el ministerio de Desarrollo Social y Seguridad Humana (MDHS), expone que en los libros de secundaria, las personas transexuales “se presentan como desviadas, no normales y antinaturales”, e incluso, “enseñan imágenes que las muestran como personas emocionalmente inestables que los estudiantes deben evitar”.

Estos libros también presentan una visión muy limitada de los roles de género. Expresan que las mujeres deben “llevar falda, ser suaves, cuidar bien su apariencia, hacer tareas domésticas, punto y arreglos florales”. Los hombres, en cambio, “deben vestir pantalones y practicar deportes como el boxeo o el fútbol”. El pasado mes de octubre algunos activistas solicitaron al Gobierno la revisión de estos libros. La queja se encuentra en trámite, pero el Ministerio de Educación ha declarado a la prensa que se va a hacer cargo del problema.

Quedan todavía muchos otros problemas por resolver que acompañarán a Jay a lo largo de su vida. Las personas trans no pueden cambiar de nombre o sexo en sus documentos de identidad, incluso después de someterse a una cirugía de reasignación de género. Esto les abre un mundo de problemas al solicitar un visado, abrir una cuenta bancaria o buscar un trabajo, aunque cuenten con la misma preparación que otros candidatos. Si algún día Jay comete un delito, deberá ir a la cárcel femenina compartiendo celda con otras mujeres de acuerdo con su género de nacimiento.

En 2016, el MDHS presentó un proyecto de ley sobre el reconocimiento de género que, de aprobarse, permitirá que las personas trans puedan cambiar el nombre y el estatus de género de hombre a mujer o de mujer a hombre. La funcionaria Thongkrajai explica que la propuesta generó “mucha controversia y discusiones”, por lo que actualmente están investigando un poco más “para encontrar el modelo adecuado para Tailandia”.

Jay dice que cuenta los días para llegar a la universidad porque ha visto “chicas transexuales que utilizan minifaldas y chicos transexuales que llevan el pelo corto”. Muchos centros universitarios permiten que los estudiantes transexuales utilicen las prendas que elijan, aunque algunos todavía no siguen esta regla a pesar de que el Comité Nacional de Igualdad de género y el Comité Nacional de Derechos Humanos ya les han pedido que cambien esta política.

El chico cuenta con sarcasmo que sus pechos, al menos, no le suponen un problema porque por suerte son pequeños y fáciles de ocultar bajo la ropa. Cuando llegue el momento adecuado, le gustaría cortarse el pelo “al estilo militar”. No ha pensado todavía cómo se lo contará a sus padres, pero cree que ellos no saben lo que significa ser transexual. “Se quedarán muy sorprendidos”, dice, “sobre todo cuando les diga que me gustan las chicas”.

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