Imagen: Heraldo / Manifestación del Orgullo LGTBI en Zaragoza |
El periodista Raúl Solís aborda en el libro 'La doble transición', con mirada humana y cercana, la vida de mujeres transexuales que con heroicidades cotidianas conquistaron libertades y derechos.
Alberto Santacruz | Heraldo, 2019-04-07
https://www.heraldo.es/noticias/sociedad/2019/04/07/la-doble-transicion-del-mariquita-al-transexual-del-franquismo-al-orgullo-1307874.html
"Le tendría que haber comprado un tutú", le dijo José a su esposa. Su hijo, un gitano riojano que se amarraba la toalla a la cabeza a modo de melena y que desfilaba por el pasillo de casa con los zapatos de su madre, le había rechazado una equipación del F.C Barcelona.
Aquel niño, que a los 13 años ya tomó hormonas procedentes del estraperlo a finales de los sesenta del siglo XX, que pasó noches y días en comisarías, "se veía mujer cuando apagaba las luces y, de manera intuitiva, iba preparando su cuerpo y su vida" para ser lo que realmente era, mujer; su nombre: Miryam Amaya.
Es uno de los ocho perfiles, detallados, esculpidos y narrados, que el periodista Raúl Solís ha "vitrineado" en el libro 'La doble transición', en el que aborda, con mirada humana y cercana, la vida de mujeres transexuales que con heroicidades cotidianas conquistaron libertades y derechos que hoy son patrimonio colectivo.
La contraportada del libro lo dice todo: "Son mujeres que se burlaron de la dictadura, que subvirtieron todos los tratados religiosos y morales de la España en blanco y negro, que dieron con sus huesos en la cárcel por ser libres".
"No tenían armarios, tenías vitrinas", afirma Solís en declaraciones a Efe, quien con este libro quiere "hacer justicia con un colectivo pionero que abrió las grandes avenidas de la libertad por donde ahora circulan las personas LGTBI".
Quienes entonces lideraban las primeras manifestaciones LGTBI "son ahora las invisibilizadas", ha criticado el periodista extremeño, quien señala como culpable al propio colectivo LGTBI, "que ha perdido la memoria".
La "causa" del colectivo LGTBI "se ha construido mal", pues "se centra en la identidad y no en la justicia". "Cuando los movimientos buscan ser y no transformar acaban perdiendo su sentido", añade.
Otro de los perfiles es el de Mar Cambrollé, una mujer a la que al nacer le fue asignado sexo varón, como al resto; cuyo padre la obligaba a comer sola en la cocina y que con palizas buscaba que su niño "mariquita" se hiciera un macho. Ella dormía con un cuchillo bajo la almohada por si tenía que defenderse de su padre.
En sus primeros día de "mili" pidió "un camisón o una combinación más mona"; finalmente se libró del mismo tras el diagnóstico clínico del médico militar: "Psiconeurosis grave con tendencia irresistible al travestismo".
Con mil episodios de represión, pero también de descaro y lucha, Mar se convirtió en la líder del movimiento andaluz por la libertad sexual, tras viajar a Barcelona, "el hervidero del Orgullo".
"La mayoría de ellas empiezan a hacer su transición completa después de la mili", como también se narra en la vida de Manolita Saborido, quien, al margen de palizas y de destierros sociales, lo que más temía era que llegasen las fiestas de Arcos de la Frontera, donde nació, ya fueran las de Navidad o Semana Santa.
Junto a otras, la encerraban por las noches en el cementerio y dormían en la camilla de la autopsias, relata Manolita "con tanta frialdad como dolor".
De los 5.000 presos encarcelados por el franquismo por "peligrosidad social" a causa de su homosexualidad, el 80 por ciento eran mujeres transexuales, explica el autor. "El franquismo no distinguía entre orientación sexual e identidad de género... Todos eran maricones o mariquitas. El concepto transexual no llegó hasta los años 90".
Sufrían "apartheid laboral", no tenían más salida que "ser putas o artistas" para poder sobrevivir. Sin embargo, y merced a su lucha, encabezaron las primeras manifestaciones, allá por los años 1977 y 1978.
Los presos políticos salieron de las cárceles franquistas en 1977, pero las mujeres transexuales tardaron dos años más en salir de las cárceles, una vez que en 1979 entró en vigor la despenalización de la homosexualidad.
En 1995, la Ley de Peligrosidad Social sale del Código Penal y no es hasta 2007 cuando aparece la primera ley que "les otorga derechos, la de la Identidad de Género".
Aquel niño, que a los 13 años ya tomó hormonas procedentes del estraperlo a finales de los sesenta del siglo XX, que pasó noches y días en comisarías, "se veía mujer cuando apagaba las luces y, de manera intuitiva, iba preparando su cuerpo y su vida" para ser lo que realmente era, mujer; su nombre: Miryam Amaya.
Es uno de los ocho perfiles, detallados, esculpidos y narrados, que el periodista Raúl Solís ha "vitrineado" en el libro 'La doble transición', en el que aborda, con mirada humana y cercana, la vida de mujeres transexuales que con heroicidades cotidianas conquistaron libertades y derechos que hoy son patrimonio colectivo.
La contraportada del libro lo dice todo: "Son mujeres que se burlaron de la dictadura, que subvirtieron todos los tratados religiosos y morales de la España en blanco y negro, que dieron con sus huesos en la cárcel por ser libres".
"No tenían armarios, tenías vitrinas", afirma Solís en declaraciones a Efe, quien con este libro quiere "hacer justicia con un colectivo pionero que abrió las grandes avenidas de la libertad por donde ahora circulan las personas LGTBI".
Quienes entonces lideraban las primeras manifestaciones LGTBI "son ahora las invisibilizadas", ha criticado el periodista extremeño, quien señala como culpable al propio colectivo LGTBI, "que ha perdido la memoria".
La "causa" del colectivo LGTBI "se ha construido mal", pues "se centra en la identidad y no en la justicia". "Cuando los movimientos buscan ser y no transformar acaban perdiendo su sentido", añade.
Otro de los perfiles es el de Mar Cambrollé, una mujer a la que al nacer le fue asignado sexo varón, como al resto; cuyo padre la obligaba a comer sola en la cocina y que con palizas buscaba que su niño "mariquita" se hiciera un macho. Ella dormía con un cuchillo bajo la almohada por si tenía que defenderse de su padre.
En sus primeros día de "mili" pidió "un camisón o una combinación más mona"; finalmente se libró del mismo tras el diagnóstico clínico del médico militar: "Psiconeurosis grave con tendencia irresistible al travestismo".
Con mil episodios de represión, pero también de descaro y lucha, Mar se convirtió en la líder del movimiento andaluz por la libertad sexual, tras viajar a Barcelona, "el hervidero del Orgullo".
"La mayoría de ellas empiezan a hacer su transición completa después de la mili", como también se narra en la vida de Manolita Saborido, quien, al margen de palizas y de destierros sociales, lo que más temía era que llegasen las fiestas de Arcos de la Frontera, donde nació, ya fueran las de Navidad o Semana Santa.
Junto a otras, la encerraban por las noches en el cementerio y dormían en la camilla de la autopsias, relata Manolita "con tanta frialdad como dolor".
De los 5.000 presos encarcelados por el franquismo por "peligrosidad social" a causa de su homosexualidad, el 80 por ciento eran mujeres transexuales, explica el autor. "El franquismo no distinguía entre orientación sexual e identidad de género... Todos eran maricones o mariquitas. El concepto transexual no llegó hasta los años 90".
Sufrían "apartheid laboral", no tenían más salida que "ser putas o artistas" para poder sobrevivir. Sin embargo, y merced a su lucha, encabezaron las primeras manifestaciones, allá por los años 1977 y 1978.
Los presos políticos salieron de las cárceles franquistas en 1977, pero las mujeres transexuales tardaron dos años más en salir de las cárceles, una vez que en 1979 entró en vigor la despenalización de la homosexualidad.
En 1995, la Ley de Peligrosidad Social sale del Código Penal y no es hasta 2007 cuando aparece la primera ley que "les otorga derechos, la de la Identidad de Género".
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