Imagen: Cuarto Poder / Retrato de Carmen Balcells por Gonzalo Goytisolo |
Elvira Huelbes | Cuarto Poder, 2015-09-22
http://www.cuartopoder.es/otromilagro/la-vida-callada-de-carmen-balcells/7605
“Valgo más por lo que callo que por lo que hablo”, gustaba repetir, de cuando en cuando, Carmen Balcells, al ser requerida por los periodistas. Una mujer que conocía a la perfección sus capacidades –que eran muchas, como ya se ha dicho- y la docta manera de ponerlas en movimiento. Era su forma de rechazar amable pero firmemenmte, las solicitudes de la prensa. Con el paso de los años se relajó un poco y hasta se la podía ver en la tele. Pero su cuerpo serrano y su despierta mente, bien organizada y capaz de organizarle la vida a sus autores, se encontraban más agusto en la soledad ruidosa de su despacho, dando órdenes, abriendo rutas de negocio, buscando la mejor tajada para sus escritores, a los que gustaba cobijar, como polluelos, bajo su espaciosa ala. Al menos, a aquellos que se dejaban.
Antes de convertirse en la anfitriona de los escritores americanos componentes del fenómeno llamado boom –un calificativo que ella detestaba-, Balcells había trabajado como secretaria de la agencia literaria que tenía el escritor rumano Vintila Horia en España. Y antes aún, se había sacado un peritaje mercantil por consejo de su previsora madre, por lo que hizo de secretaria por algún tiempo en una empresa. Guardar secretos se le daba bien.
Carmen Balcells era la persona que conocía más secretos de los escritores más interesantes en lengua española. Su habilidad negociadora se repetía en otros aspectos de su actividad. Por ejemplo, cuando, en un ambiente amable e íntimo dejaba caer un dicho de alguien a la espera de ser regalada con más dichos de ese alguien y, por lo tanto, mejorar su caudal de información. No quiero con esto decir que se tratara de una persona chafardera –como dicen en Cataluña–, no; era una hábil negociadora, no sólo en la obtención de mejores estipendios para sus autores sino también para lograr mejores relatos personales de éstos y aquéllos, relatos impublicables, por supuesto. Se los ha llevado a la tumba, ay, como suele decirse.
A Carmen Balcells, es sabido, la temían los editores. No por casualidad gustaba de practicar un deporte de despiste que consistía en hacer afirmaciones del tipo: “Yo no tengo amigos, tengo intereses”, cuando sus amigos saben que no era así, hasta ese punto. ¿O sí? También es conocida la respuesta que le dio a Gabriel García Márquez cuando éste le pregunto por teléfono si le quería. “No te puedo contestar a eso –le espetó la Superagente CBS-. Supones casi el 40 por ciento de nuestros ingresos”. ¿Cómo entender esto?
Quizás no llegó a cumplir su ambición de ser una de las ocho personas que rodean al individuo más poderoso del mundo, sea quien fuere tal sujeto. No, pero sí ha puesto en solfa a poderosos colegas, como el llamado Chacal, quien no acabó de llevarla al huerto y ha tenido que esperar a la muerte de la agente para –quién sabe– conseguir la preciada presa de la avenida Diagonal de Barcelona.
‘Sic transit gloria mundi’, querida Carmen Balcells. Un mundo algo más soso desde que te has ido.
Antes de convertirse en la anfitriona de los escritores americanos componentes del fenómeno llamado boom –un calificativo que ella detestaba-, Balcells había trabajado como secretaria de la agencia literaria que tenía el escritor rumano Vintila Horia en España. Y antes aún, se había sacado un peritaje mercantil por consejo de su previsora madre, por lo que hizo de secretaria por algún tiempo en una empresa. Guardar secretos se le daba bien.
Carmen Balcells era la persona que conocía más secretos de los escritores más interesantes en lengua española. Su habilidad negociadora se repetía en otros aspectos de su actividad. Por ejemplo, cuando, en un ambiente amable e íntimo dejaba caer un dicho de alguien a la espera de ser regalada con más dichos de ese alguien y, por lo tanto, mejorar su caudal de información. No quiero con esto decir que se tratara de una persona chafardera –como dicen en Cataluña–, no; era una hábil negociadora, no sólo en la obtención de mejores estipendios para sus autores sino también para lograr mejores relatos personales de éstos y aquéllos, relatos impublicables, por supuesto. Se los ha llevado a la tumba, ay, como suele decirse.
A Carmen Balcells, es sabido, la temían los editores. No por casualidad gustaba de practicar un deporte de despiste que consistía en hacer afirmaciones del tipo: “Yo no tengo amigos, tengo intereses”, cuando sus amigos saben que no era así, hasta ese punto. ¿O sí? También es conocida la respuesta que le dio a Gabriel García Márquez cuando éste le pregunto por teléfono si le quería. “No te puedo contestar a eso –le espetó la Superagente CBS-. Supones casi el 40 por ciento de nuestros ingresos”. ¿Cómo entender esto?
Quizás no llegó a cumplir su ambición de ser una de las ocho personas que rodean al individuo más poderoso del mundo, sea quien fuere tal sujeto. No, pero sí ha puesto en solfa a poderosos colegas, como el llamado Chacal, quien no acabó de llevarla al huerto y ha tenido que esperar a la muerte de la agente para –quién sabe– conseguir la preciada presa de la avenida Diagonal de Barcelona.
‘Sic transit gloria mundi’, querida Carmen Balcells. Un mundo algo más soso desde que te has ido.
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