No todos los hombres.
Barbijaputa | El Diario, 2015-09-07
http://www.eldiario.es/zonacritica/hombres_6_428417171.html
Es habitual, en debates sobre violencia de género o en comentarios de artículos feministas sobre miedos exclusivamente femeninos (como el de andar sola por la calle o la posibilidad siempre latente de poder ser acosada o violada), encontrar excusas como "No todos los hombres somos…" o "no podéis generalizar porque yo...". Hay hombres que se molestan porque los metamos a todos en el mismo saco, centrándose sólo en cómo nuestros temores les afectan a ellos y a su imagen como hombre, siendo completamente incapaces de empatizar con el temor en sí que nos acompaña a nosotras toda la vida.
Esto, sin más, es el postmachismo. Una evolución natural del machismo más rancio del que muchos intentan distanciarse, ya que ya no está aceptado socialmente decir cosas como "vete a fregar" o "las mujeres no servís para nada". El postmachismo quiere desmarcarse del antiguo discurso adoptando otros mucho más sutiles -y por lo tanto mucho más peligrosos- ninguneando el feminismo de otras formas: ridiculizando sus quejas y reclamos, intentando desmentir cualquier argumento basándose en su propio caso personal o usando falacias como ‘ni machismo ni feminismo’, como si fueran antónimos o extremos indeseables.
Pero lo cierto es que sí son todos los hombres. Si es obvio que la mujer es usada a lo largo y ancho del mundo para traficar, para hacer la guerra (terrorismo sexual de Boko Haram, por ejemplo) o usarse como venganza (dos hermanas indias han sido condenadas a ser violadas por un delito de su hermano, por poner otro), además de ser algo que poseer, controlar, acosar... es lógico que a nosotras, cualquier hombre, sí usted que está leyendo esto también, nos cause temor si estamos, por ejemplo, a solas. Porque son los hombres los que ejecutan violaciones, acoso y violencia de género. Teniendo en cuenta que los verdugos son siempre hombres y las víctimas siempre mujeres, ¿cómo se nos puede culpar a nosotras por temer hasta a las buenas personas? ¿Acaso yo que me monto con usted en el ascensor, señor desconocido, debo saber que es incapaz de matar a una mosca? ¿Una chica cualquiera que ha sufrido acoso callejero durante probablemente toda su vida, debe no temerle a usted, señor aleatorio que camina tras ella en la acera, simplemente porque usted sabe que no va a manosearla a la vuelta de la esquina? Eso es el postmachismo, descartar el "vete a fregar" para adoptar el "eres una histérica".
Pongamos un ejemplo donde los hombres puedan ser la víctima, quizás así consigamos la empatía que seguimos reclamando: usted está en una fiesta donde se están sirviendo constantemente copas de champán. Usted sabe, porque lleva toda la vida yendo a esas fiestas, que algunas camareras llevan a veces copas envenenadas. No todas las camareras llevan veneno, claro, de hecho usted sabe que muchísimas portan bandejas de un champán excelente, el mejor, pero no puede distinguirlas a simple vista. ¿Cuánto champán bebería usted en estas fiestas? Exacto, no tocaría ni una de las copas porque no se fiaría de ninguna camarera. Ahora imagine que las camareras, que saben que algunas de sus compañeras envenenan la bebida, encima, le reprocha su actitud: "Oiga, no generalice, no todas están envenenadas, páselo bien, no haga dramas y beba, ¡las posibilidades de que palme son ridículas!". Usted bien podría responder: "Para usted es fácil decirlo, que no va a beber ni una sola".
Algo así es lo que sentimos muchas mujeres cuando se cuestionan nuestros miedos y nos acusan de dramáticas, histéricas o exageradas, lo que vemos es a una persona que no corre nuestros mismos riesgos diciéndonos que a qué viene tanto drama, si no todos los hombres son unos acosadores, violadores o maltratadores en potencia.
Así que sí, de la misma forma que usted le teme a todas las copas de esa hipotética fiesta aunque sepa que muchas son de un champán excelente, las mujeres podemos sentir miedo de cualquier hombre, usted incluido, aunque sea una bellísima persona en realidad.
Al igual que todas las mujeres somos víctimas potenciales, los hombres son verdugos potenciales. ¿Quiere decir eso que todas las mujeres vamos a ser violadas o maltratadas? No. Al igual que no todos los hombres serán violadores o maltratadores. La ventaja es que los hombres al menos saben si ellos son o no verdugos: las mujeres no podemos saberlo nunca, el riesgo siempre está ahí.
No todas las personas machistas son conscientes de que lo son ni quieren mantenerse en esa postura cueste lo que cueste, es sólo que la alienación por la educación recibida y el miedo a perder privilegios los hace defenderse atacando, sin darse cuenta de que el feminismo no es un ataque, sino una búsqueda de la igualdad. Y precisamente porque muchos no se mantienen en esta postura machista conscientemente, muchas escribimos sobre feminismo, para traerlos al bando de las que queremos vivir en igualdad de condiciones.
Es imprescindible que el postmachismo deje a un lado su preocupación por sí mismo y empatice con la realidad de las mujeres que conviven con ellos en la sociedad. Para cambiar la situación no hay que amurallarse contra el feminismo, como si de un ataque se tratara, sino de asomar la cabeza y comprobar que no estamos lanzando flechas sino gritos para que nos escuchen. Muchas veces estos gritos rebotan o no son entendidos, pero aquí seguimos, desgañitándonos.
Salgan de su trinchera, esto no es una guerra, es un bombardeo unilateral y sólo queremos que se acaben las municiones porque todos los tiros nos dan a nosotras, que seguimos cayendo como moscas.
Esto, sin más, es el postmachismo. Una evolución natural del machismo más rancio del que muchos intentan distanciarse, ya que ya no está aceptado socialmente decir cosas como "vete a fregar" o "las mujeres no servís para nada". El postmachismo quiere desmarcarse del antiguo discurso adoptando otros mucho más sutiles -y por lo tanto mucho más peligrosos- ninguneando el feminismo de otras formas: ridiculizando sus quejas y reclamos, intentando desmentir cualquier argumento basándose en su propio caso personal o usando falacias como ‘ni machismo ni feminismo’, como si fueran antónimos o extremos indeseables.
Pero lo cierto es que sí son todos los hombres. Si es obvio que la mujer es usada a lo largo y ancho del mundo para traficar, para hacer la guerra (terrorismo sexual de Boko Haram, por ejemplo) o usarse como venganza (dos hermanas indias han sido condenadas a ser violadas por un delito de su hermano, por poner otro), además de ser algo que poseer, controlar, acosar... es lógico que a nosotras, cualquier hombre, sí usted que está leyendo esto también, nos cause temor si estamos, por ejemplo, a solas. Porque son los hombres los que ejecutan violaciones, acoso y violencia de género. Teniendo en cuenta que los verdugos son siempre hombres y las víctimas siempre mujeres, ¿cómo se nos puede culpar a nosotras por temer hasta a las buenas personas? ¿Acaso yo que me monto con usted en el ascensor, señor desconocido, debo saber que es incapaz de matar a una mosca? ¿Una chica cualquiera que ha sufrido acoso callejero durante probablemente toda su vida, debe no temerle a usted, señor aleatorio que camina tras ella en la acera, simplemente porque usted sabe que no va a manosearla a la vuelta de la esquina? Eso es el postmachismo, descartar el "vete a fregar" para adoptar el "eres una histérica".
Pongamos un ejemplo donde los hombres puedan ser la víctima, quizás así consigamos la empatía que seguimos reclamando: usted está en una fiesta donde se están sirviendo constantemente copas de champán. Usted sabe, porque lleva toda la vida yendo a esas fiestas, que algunas camareras llevan a veces copas envenenadas. No todas las camareras llevan veneno, claro, de hecho usted sabe que muchísimas portan bandejas de un champán excelente, el mejor, pero no puede distinguirlas a simple vista. ¿Cuánto champán bebería usted en estas fiestas? Exacto, no tocaría ni una de las copas porque no se fiaría de ninguna camarera. Ahora imagine que las camareras, que saben que algunas de sus compañeras envenenan la bebida, encima, le reprocha su actitud: "Oiga, no generalice, no todas están envenenadas, páselo bien, no haga dramas y beba, ¡las posibilidades de que palme son ridículas!". Usted bien podría responder: "Para usted es fácil decirlo, que no va a beber ni una sola".
Algo así es lo que sentimos muchas mujeres cuando se cuestionan nuestros miedos y nos acusan de dramáticas, histéricas o exageradas, lo que vemos es a una persona que no corre nuestros mismos riesgos diciéndonos que a qué viene tanto drama, si no todos los hombres son unos acosadores, violadores o maltratadores en potencia.
Así que sí, de la misma forma que usted le teme a todas las copas de esa hipotética fiesta aunque sepa que muchas son de un champán excelente, las mujeres podemos sentir miedo de cualquier hombre, usted incluido, aunque sea una bellísima persona en realidad.
Al igual que todas las mujeres somos víctimas potenciales, los hombres son verdugos potenciales. ¿Quiere decir eso que todas las mujeres vamos a ser violadas o maltratadas? No. Al igual que no todos los hombres serán violadores o maltratadores. La ventaja es que los hombres al menos saben si ellos son o no verdugos: las mujeres no podemos saberlo nunca, el riesgo siempre está ahí.
No todas las personas machistas son conscientes de que lo son ni quieren mantenerse en esa postura cueste lo que cueste, es sólo que la alienación por la educación recibida y el miedo a perder privilegios los hace defenderse atacando, sin darse cuenta de que el feminismo no es un ataque, sino una búsqueda de la igualdad. Y precisamente porque muchos no se mantienen en esta postura machista conscientemente, muchas escribimos sobre feminismo, para traerlos al bando de las que queremos vivir en igualdad de condiciones.
Es imprescindible que el postmachismo deje a un lado su preocupación por sí mismo y empatice con la realidad de las mujeres que conviven con ellos en la sociedad. Para cambiar la situación no hay que amurallarse contra el feminismo, como si de un ataque se tratara, sino de asomar la cabeza y comprobar que no estamos lanzando flechas sino gritos para que nos escuchen. Muchas veces estos gritos rebotan o no son entendidos, pero aquí seguimos, desgañitándonos.
Salgan de su trinchera, esto no es una guerra, es un bombardeo unilateral y sólo queremos que se acaben las municiones porque todos los tiros nos dan a nosotras, que seguimos cayendo como moscas.
No todos los hombres II.
Barbijaputa | El Diario, 2015-09-10
http://www.eldiario.es/zonacritica/barbijaputa_6_429467058.html
El lunes publiqué en este diario un artículo llamado “No todos los hombres”. Con él intentaba ejemplificar el miedo que sentimos las mujeres con este ejemplo:
Pongamos un ejemplo donde los hombres puedan ser la víctima, quizás así consigamos la empatía que seguimos reclamando: usted está en una fiesta donde se están sirviendo constantemente copas de champán. Usted sabe, porque lleva toda la vida yendo a esas fiestas, que algunas camareras llevan a veces copas envenenadas. No todas las camareras llevan veneno, claro, de hecho usted sabe que muchísimas portan bandejas de un champán excelente, el mejor, pero no puede distinguirlas a simple vista. ¿Cuánto champán bebería usted en estas fiestas? Exacto, no tocaría ni una de las copas porque no se fiaría de ninguna camarera. Ahora imagine que las camareras, que saben que algunas de sus compañeras envenenan la bebida, encima, le reprochan su actitud: "Oiga, no generalice, no todas están envenenadas, páselo bien, no haga dramas y beba, ¡las posibilidades de que palme son ridículas!". Usted bien podría responder: "Para usted es fácil decirlo, que no va a beber ni una sola".
Lejos de conseguir mi objetivo, lo que sí logré fue que se siguiera banalizando, ridiculizando y minimizando la violencia hacia las mujeres, y ya de paso, el miedo a sufrir agresiones que intentaba explicar.
No pocos contestaron a este ejemplo que ese mismo argumento era utilizado por policías de EEUU para asesinar a personas negras o usado por racistas para odiar a todos los gitanos (decían otros) ya que los gitanos “suelen robar” (sic).
El hecho de que haya personas que comparen a la mitad de la población española, los hombres, que además de ser un grupo mayoritario es un grupo opresor sobre las mujeres por los privilegios de los que disfrutan (cobran más por el mismo trabajo, no son discriminados en entrevistas preguntándoles si tienen pensado ser padres, no temen que se les cosifique ni tienen temores como quedarse a solas con un desconocido, no tienen riesgo de ser violados en cualquier esquina…) con un grupo minoritario y oprimido como el de los gitanos, o con los negros en EEUU, otro grupo oprimido y discriminado, deja claro que el machismo vuelve a centrar el debate en el hombre y en cómo cada artículo feminista es recibido como un ataque, en vez de asimilar el objetivo de lo escrito: empatizar con la realidad de las mujeres en situaciones vulnerables.
El machismo, para llenarse de razones, compara el porqué de nuestro miedo con excusas que algunos policías dan para matar a negros, así, tal cual, obviando el pequeño matiz que supone que nosotras no matamos a nadie (no por una cuestión de género, se entiende) sino que nos limitamos a tener miedo. Pero intentar explicar esta desigualdad no sólo no hace que muchos sigan siendo incapaces de ponerse en nuestra piel, sino que se centren únicamente en frases como ésta: "Al igual que todas las mujeres somos víctimas potenciales, los hombres son verdugos potenciales. ¿Quiere decir eso que todas las mujeres vamos a ser violadas o maltratadas? No. Al igual que no todos los hombres serán violadores o maltratadores".
Las quejas y la preocupación de una parte de los lectores desde la publicación del artículo hasta estos momentos en que escribo este segundo artículo está siendo el “¡Nos has llamado verdugos potenciales!”, en vez interiorizar que la mitad de la población tememos a la otra media. ¿Estamos entendiendo el significado de la palabra “potencial”?
potencial
adjetivo
1. Que no es, no se manifiesta o no existe pero tiene la posibilidad de ser, de manifestarse o de existir en un futuro.
Y así es como percibimos a los extraños. Es más, incluso a hombres con los que empezamos a salir y aún no conocemos bien, con ellos solemos también andarnos con cuidado en momentos críticos como es el de decirle que no quieres seguir con él. No le conoces bien, no sabes cómo puede reaccionar. Es más, incluso aun conviviendo con él, siempre nos parece más seguro cuando acabas la relación ir acompañada de una amiga o amigo a por tus cosas. Muchas hemos pasado por esto, si no hemos ido en calidad de ex, hemos ido en calidad de amiga que acompaña a la ex.
Mientras el machismo sigue centrándose en el “no todos los hombres somos así”, nosotras seguimos a lo nuestro, aconsejándonos unas a otras cuál es la forma más segura de andar por la calle de noche, cómo abrir la puerta estando solas en casa, la manera más segura de entrar en un portal, etc.
Tenemos dos opciones: o aceptamos todos para empezar a interiorizar que esta realidad que afecta a la mitad de la población existe y que las mujeres tememos a cualquier hombre porque todas hemos sufrido agresiones en la calle en menor o mayor nivel (no sólo están las violaciones, también el acoso callejero, las persecuciones, agresiones verbales, manoseos y toqueteos, forcejeos… imposible de extrapolar por ejemplo a los payos, si queremos entrar en el juego de los que alegan que es lo mismo) o seguimos debatiendo sobre lo injusto que es para los hombres que tengamos miedo a cualquiera.
La decisión es personal pero nos afecta a todos.
Pongamos un ejemplo donde los hombres puedan ser la víctima, quizás así consigamos la empatía que seguimos reclamando: usted está en una fiesta donde se están sirviendo constantemente copas de champán. Usted sabe, porque lleva toda la vida yendo a esas fiestas, que algunas camareras llevan a veces copas envenenadas. No todas las camareras llevan veneno, claro, de hecho usted sabe que muchísimas portan bandejas de un champán excelente, el mejor, pero no puede distinguirlas a simple vista. ¿Cuánto champán bebería usted en estas fiestas? Exacto, no tocaría ni una de las copas porque no se fiaría de ninguna camarera. Ahora imagine que las camareras, que saben que algunas de sus compañeras envenenan la bebida, encima, le reprochan su actitud: "Oiga, no generalice, no todas están envenenadas, páselo bien, no haga dramas y beba, ¡las posibilidades de que palme son ridículas!". Usted bien podría responder: "Para usted es fácil decirlo, que no va a beber ni una sola".
Lejos de conseguir mi objetivo, lo que sí logré fue que se siguiera banalizando, ridiculizando y minimizando la violencia hacia las mujeres, y ya de paso, el miedo a sufrir agresiones que intentaba explicar.
No pocos contestaron a este ejemplo que ese mismo argumento era utilizado por policías de EEUU para asesinar a personas negras o usado por racistas para odiar a todos los gitanos (decían otros) ya que los gitanos “suelen robar” (sic).
El hecho de que haya personas que comparen a la mitad de la población española, los hombres, que además de ser un grupo mayoritario es un grupo opresor sobre las mujeres por los privilegios de los que disfrutan (cobran más por el mismo trabajo, no son discriminados en entrevistas preguntándoles si tienen pensado ser padres, no temen que se les cosifique ni tienen temores como quedarse a solas con un desconocido, no tienen riesgo de ser violados en cualquier esquina…) con un grupo minoritario y oprimido como el de los gitanos, o con los negros en EEUU, otro grupo oprimido y discriminado, deja claro que el machismo vuelve a centrar el debate en el hombre y en cómo cada artículo feminista es recibido como un ataque, en vez de asimilar el objetivo de lo escrito: empatizar con la realidad de las mujeres en situaciones vulnerables.
El machismo, para llenarse de razones, compara el porqué de nuestro miedo con excusas que algunos policías dan para matar a negros, así, tal cual, obviando el pequeño matiz que supone que nosotras no matamos a nadie (no por una cuestión de género, se entiende) sino que nos limitamos a tener miedo. Pero intentar explicar esta desigualdad no sólo no hace que muchos sigan siendo incapaces de ponerse en nuestra piel, sino que se centren únicamente en frases como ésta: "Al igual que todas las mujeres somos víctimas potenciales, los hombres son verdugos potenciales. ¿Quiere decir eso que todas las mujeres vamos a ser violadas o maltratadas? No. Al igual que no todos los hombres serán violadores o maltratadores".
Las quejas y la preocupación de una parte de los lectores desde la publicación del artículo hasta estos momentos en que escribo este segundo artículo está siendo el “¡Nos has llamado verdugos potenciales!”, en vez interiorizar que la mitad de la población tememos a la otra media. ¿Estamos entendiendo el significado de la palabra “potencial”?
potencial
adjetivo
1. Que no es, no se manifiesta o no existe pero tiene la posibilidad de ser, de manifestarse o de existir en un futuro.
Y así es como percibimos a los extraños. Es más, incluso a hombres con los que empezamos a salir y aún no conocemos bien, con ellos solemos también andarnos con cuidado en momentos críticos como es el de decirle que no quieres seguir con él. No le conoces bien, no sabes cómo puede reaccionar. Es más, incluso aun conviviendo con él, siempre nos parece más seguro cuando acabas la relación ir acompañada de una amiga o amigo a por tus cosas. Muchas hemos pasado por esto, si no hemos ido en calidad de ex, hemos ido en calidad de amiga que acompaña a la ex.
Mientras el machismo sigue centrándose en el “no todos los hombres somos así”, nosotras seguimos a lo nuestro, aconsejándonos unas a otras cuál es la forma más segura de andar por la calle de noche, cómo abrir la puerta estando solas en casa, la manera más segura de entrar en un portal, etc.
Tenemos dos opciones: o aceptamos todos para empezar a interiorizar que esta realidad que afecta a la mitad de la población existe y que las mujeres tememos a cualquier hombre porque todas hemos sufrido agresiones en la calle en menor o mayor nivel (no sólo están las violaciones, también el acoso callejero, las persecuciones, agresiones verbales, manoseos y toqueteos, forcejeos… imposible de extrapolar por ejemplo a los payos, si queremos entrar en el juego de los que alegan que es lo mismo) o seguimos debatiendo sobre lo injusto que es para los hombres que tengamos miedo a cualquiera.
La decisión es personal pero nos afecta a todos.
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