Imagen: El Tiempo / Juan Vicente Córdoba |
Sergio Ocampo Madrid | Silencio escandaloso, El Tiempo, 2015-11-06
http://blogs.eltiempo.com/silencio-escandaloso/2015/11/06/mujeres-sumisas-remedio-contra-hijos-gay/
A la iglesia Católica le va mal cuando trata de argumentar sus posiciones morales (anacrónicas e implacables, por demás) con cifras estadísticas, pero aun peor cuando lo intenta con deducciones científicas.
Hace cinco años Benedicto XVI visitó el Reino Unido. Allí lo aguardaba un debate furioso en contra de los recientes, y no tan recientes, casos de pedofilia en ese país. El Papa, en su discurso, prefirió hablar sobre la tradición cristiana inglesa, sobre los riesgos de un laicismo que cada vez se acerca más al ateísmo, y equiparó a los ateos con los asesinos nazis alemanes. Finalmente, proclamó la existencia de una comunidad de cinco millones de católicos británicos.
Un día después, en un mitin en Londres, el científico Richard Dawkins le respondió con una enorme sencillez que el Pontífice solo estaba desviando el tema de la pedofilia al equiparar a los ateos con los nazis y descartó que en Gran Bretaña hubiera cinco millones de católicos. Ser bautizado no significa ser practicante del catolicismo – le dijo – y si para usted es lo mismo, entonces Adolfo Hitler era católico pues fue bautizado.
Ayer, el ex secretario de la Conferencia Episcopal, monseñor Juan Vicente Córdoba, también intentó esgrimir el argumento estadístico para deslegitimar el fallo de la Corte Constitucional sobre adopción de niños por parejas gay. Atacó a la Corte y la calificó como “una dictadura de cuatro personas (sic) en un país de 48 millones, donde 43 o 44 millones son cristianos”. ¿Será? Personalmente no lo creo, aunque mis argumentos para decir que No pueden terminar siendo tan hipotéticos y livianos como los de él para defender que Sí. Contar católicos por el número de bautizados no es válido, porque entonces Hitler, Escobar y otros muchos, muchos criminales tendrían que ser parte sustantiva de la grey, pero tampoco creo que iglesias llenas los domingos, o los jueves y viernes santos, sean un indicador eficaz. ¿A dónde, en qué espacio, nos cuentan a los que no profesamos ninguna religión, o solo profesamos la del fútbol?
Hace tres años, cuando la Corte se aprestaba a discutir por primera vez esto del matrimonio igualitario, el mediático monseñor salió apelando al libreto de las mayorías para advertirle al alto tribunal que, si más de un noventa por ciento de los colombianos es católico, toda sentencia debería ir en esa sintonía. Una conclusión bastante peregrina, no solo por la relatividad de esas cifras absolutas sino porque se abriría otro debate conceptual más complejo y especulativo: ¿ser católico, qué es? Porque si es vivir al menos medianamente una fe, una filosofía cristiana, pero también unas doctrinas y dogmas, hay que empezar a restar fieles por cientos de miles: primero, resten a los gays, luego a los divorciados, a los que tienen relaciones sexuales sin casarse, y luego pasen a los evasores de impuestos, a los explotadores, a los que idolatran el dinero, y sigan con los ladrones (del Congreso para abajo), con los asesinos, y terminemos con los malos curas, pedófilos o no. Ese rebaño perfecto y moral que pregona Monseñor queda reducido a una cifra pequeña. Otra minoría.
Escuché ayer en Blu radio a este obispo defendiendo aquello de un referendo para que la totalidad del pueblo colombiano decida si los niños deben ser adoptados por parejas gay, “porque un tema tan delicado no se le puede dejar solo a ocho magistrados que toman decisiones a puerta cerrada”. Y repitió lo de la dictadura de la Corte. En un periodismo ágil e inteligente, Néstor Morales le preguntó que si los papas no son elegidos por unos pocos cardenales en un cónclave secreto y a puerta cerrada. Entonces, el obispo se dejó venir con un razonamiento como que sí, que se elige a puerta cerrada, pero lo hacen 120 cardenales que vienen de todo el mundo. “Esa es la ley de la iglesia, que lo elijan los cardenales. Lo malo sería que lo eligieran otros. Acá le tocaba al Congreso decidir y lo hizo la Corte”.
Lo del origen geográfico es una razón muy floja, pues sin poder aportar el dato exacto, yo creería que la Corte tiene magistrados de distintos puntos del país. Pero también es un poco cínico y ladino el monseñor al clamar de modo tan vehemente que esta materia es asunto del poder legislativo y callar que ese mismo Congreso hundió hace dos años, y luego de nueve intentos anteriores, una eventual legislación sobre matrimonio igualitario. Esos parlamentarios, a los que el obispo les concede tanta legitimidad, han evitado meterle el diente al tema por casi una década, y ese vacío institucional lo han llenado las Cortes, a veces de manera progresista, a veces temerosa.
Con todo, lo más penoso de la vocería de este curita no es el manejo antojadizo de las cifras y los reglamentos sino unas elucubraciones científicas que envidiaría Albert Einstein (¿O será Maquiavelo?; me confundo desde que escuché a la senadora Osorio). Córdoba asegura ser psicólogo y tener un doctorado en psicología y, sin embargo, dentro de lo que le escuché ayer en Blu radio hubo algunas cosas risibles y otras un poco escandalosas. Dijo, por ejemplo: “Para tener buena identificación de rol de género necesitamos imágenes paradigmáticas. El niño con el papá; la niña con la mamá”.
Eso, por un lado, reduce a los niños a objetos de influencia única y exclusiva de los padres, como si estuvieran encerrados los primeros diez años de la vida y no interactuaran con profesores, compañeros de colegio, amigos, padres de amigos, grupos de interés, pero, además, con medios de comunicación, redes sociales. La psicología moderna concluyó hace rato que en el moldeamiento de patrones de conducta de la infancia, el hogar pierde cada vez más preeminencia y se la cede a otros espacios como la escuela, los pares (amigos), y a otros menos tradicionales, pero terriblemente poderosos, como las redes sociales e internet.
Pero, también Córdoba desconoce que casi un 40 por ciento de los hogares colombianos, según el ICBF, tiene madre cabeza de familia, por ausencia del varón (esos sí todos unos machos, con capacidad para embarazar y desaparecer). Y, finalmente, a un argumento tan simplista como ese se le podría oponer otro igual de tonto: si forzosamente el niño requiere de patrón masculino y la niña femenino para no desviarse, entonces que a las parejas de dos hombres que quieran adoptar solo les entreguen niños de sexo masculino, y a las de lesbianas, solo niñas. Ahí, Monseñor, van a tener doble patrón de identificación parental y van a ser doblemente masculinos o doblemente femeninas. Asunto resuelto.
En el fondo, el problema es una religión tratando de debatir con argumentos científicos de los que medularmente desconfía, a los que intenta acomodar cuando convienen, y en los que, de modo invariable, aterriza siempre con el prejuicio aplastante del concepto de pecado, uno que no ha variado en tres mil años, consignado en un libro que en sí mismo se volvió un dogma irrefutable de 1.500 páginas, y que fue escrito en el contexto de sociedades arcaicas y con una conciencia premoderna.
Yo ya me había asombrado antes con las disquisiciones científicas de Córdoba, como cuando habló hace tres años sobre los dos niños varones que le dieron en adopción al periodista Chandler Burr (homosexual). “Si al menos le hubiesen dado dos niñas… –dijo–; esos niños están en una edad en la que pueden ser atractivos para él (Burr)… Es como si yo tengo diabetes y me ponen a vivir en una dulcería…”
Sin embargo, lo de Monseñor ayer en Blu radio fue mucho más escandaloso. Siempre evitando decir que los gay son unos enfermos, aseguró que la homosexualidad proviene en muchos casos “de madres muy dominantes que no le permitieron al niño identificarse con el rol del padre”.
¡Por Dios, monseñor!, eso veladamente es una bendición al hogar patriarcal en su visión más ortodoxa y atávica: para que haya seres humanos sanos, según el criterio de la Iglesia, se requiere un padre dominador y una madre sumisa.
Ojo, mujeres independientes, decididas, autónomas, porque invariablemente los hijos les van a salir “mariconcitos” (para usar la palabra que usó el mismo Monseñor hace unos meses cuando jugó a mostrarse liberal y tuvo que recular horas más tarde).
Hace cinco años Benedicto XVI visitó el Reino Unido. Allí lo aguardaba un debate furioso en contra de los recientes, y no tan recientes, casos de pedofilia en ese país. El Papa, en su discurso, prefirió hablar sobre la tradición cristiana inglesa, sobre los riesgos de un laicismo que cada vez se acerca más al ateísmo, y equiparó a los ateos con los asesinos nazis alemanes. Finalmente, proclamó la existencia de una comunidad de cinco millones de católicos británicos.
Un día después, en un mitin en Londres, el científico Richard Dawkins le respondió con una enorme sencillez que el Pontífice solo estaba desviando el tema de la pedofilia al equiparar a los ateos con los nazis y descartó que en Gran Bretaña hubiera cinco millones de católicos. Ser bautizado no significa ser practicante del catolicismo – le dijo – y si para usted es lo mismo, entonces Adolfo Hitler era católico pues fue bautizado.
Ayer, el ex secretario de la Conferencia Episcopal, monseñor Juan Vicente Córdoba, también intentó esgrimir el argumento estadístico para deslegitimar el fallo de la Corte Constitucional sobre adopción de niños por parejas gay. Atacó a la Corte y la calificó como “una dictadura de cuatro personas (sic) en un país de 48 millones, donde 43 o 44 millones son cristianos”. ¿Será? Personalmente no lo creo, aunque mis argumentos para decir que No pueden terminar siendo tan hipotéticos y livianos como los de él para defender que Sí. Contar católicos por el número de bautizados no es válido, porque entonces Hitler, Escobar y otros muchos, muchos criminales tendrían que ser parte sustantiva de la grey, pero tampoco creo que iglesias llenas los domingos, o los jueves y viernes santos, sean un indicador eficaz. ¿A dónde, en qué espacio, nos cuentan a los que no profesamos ninguna religión, o solo profesamos la del fútbol?
Hace tres años, cuando la Corte se aprestaba a discutir por primera vez esto del matrimonio igualitario, el mediático monseñor salió apelando al libreto de las mayorías para advertirle al alto tribunal que, si más de un noventa por ciento de los colombianos es católico, toda sentencia debería ir en esa sintonía. Una conclusión bastante peregrina, no solo por la relatividad de esas cifras absolutas sino porque se abriría otro debate conceptual más complejo y especulativo: ¿ser católico, qué es? Porque si es vivir al menos medianamente una fe, una filosofía cristiana, pero también unas doctrinas y dogmas, hay que empezar a restar fieles por cientos de miles: primero, resten a los gays, luego a los divorciados, a los que tienen relaciones sexuales sin casarse, y luego pasen a los evasores de impuestos, a los explotadores, a los que idolatran el dinero, y sigan con los ladrones (del Congreso para abajo), con los asesinos, y terminemos con los malos curas, pedófilos o no. Ese rebaño perfecto y moral que pregona Monseñor queda reducido a una cifra pequeña. Otra minoría.
Escuché ayer en Blu radio a este obispo defendiendo aquello de un referendo para que la totalidad del pueblo colombiano decida si los niños deben ser adoptados por parejas gay, “porque un tema tan delicado no se le puede dejar solo a ocho magistrados que toman decisiones a puerta cerrada”. Y repitió lo de la dictadura de la Corte. En un periodismo ágil e inteligente, Néstor Morales le preguntó que si los papas no son elegidos por unos pocos cardenales en un cónclave secreto y a puerta cerrada. Entonces, el obispo se dejó venir con un razonamiento como que sí, que se elige a puerta cerrada, pero lo hacen 120 cardenales que vienen de todo el mundo. “Esa es la ley de la iglesia, que lo elijan los cardenales. Lo malo sería que lo eligieran otros. Acá le tocaba al Congreso decidir y lo hizo la Corte”.
Lo del origen geográfico es una razón muy floja, pues sin poder aportar el dato exacto, yo creería que la Corte tiene magistrados de distintos puntos del país. Pero también es un poco cínico y ladino el monseñor al clamar de modo tan vehemente que esta materia es asunto del poder legislativo y callar que ese mismo Congreso hundió hace dos años, y luego de nueve intentos anteriores, una eventual legislación sobre matrimonio igualitario. Esos parlamentarios, a los que el obispo les concede tanta legitimidad, han evitado meterle el diente al tema por casi una década, y ese vacío institucional lo han llenado las Cortes, a veces de manera progresista, a veces temerosa.
Con todo, lo más penoso de la vocería de este curita no es el manejo antojadizo de las cifras y los reglamentos sino unas elucubraciones científicas que envidiaría Albert Einstein (¿O será Maquiavelo?; me confundo desde que escuché a la senadora Osorio). Córdoba asegura ser psicólogo y tener un doctorado en psicología y, sin embargo, dentro de lo que le escuché ayer en Blu radio hubo algunas cosas risibles y otras un poco escandalosas. Dijo, por ejemplo: “Para tener buena identificación de rol de género necesitamos imágenes paradigmáticas. El niño con el papá; la niña con la mamá”.
Eso, por un lado, reduce a los niños a objetos de influencia única y exclusiva de los padres, como si estuvieran encerrados los primeros diez años de la vida y no interactuaran con profesores, compañeros de colegio, amigos, padres de amigos, grupos de interés, pero, además, con medios de comunicación, redes sociales. La psicología moderna concluyó hace rato que en el moldeamiento de patrones de conducta de la infancia, el hogar pierde cada vez más preeminencia y se la cede a otros espacios como la escuela, los pares (amigos), y a otros menos tradicionales, pero terriblemente poderosos, como las redes sociales e internet.
Pero, también Córdoba desconoce que casi un 40 por ciento de los hogares colombianos, según el ICBF, tiene madre cabeza de familia, por ausencia del varón (esos sí todos unos machos, con capacidad para embarazar y desaparecer). Y, finalmente, a un argumento tan simplista como ese se le podría oponer otro igual de tonto: si forzosamente el niño requiere de patrón masculino y la niña femenino para no desviarse, entonces que a las parejas de dos hombres que quieran adoptar solo les entreguen niños de sexo masculino, y a las de lesbianas, solo niñas. Ahí, Monseñor, van a tener doble patrón de identificación parental y van a ser doblemente masculinos o doblemente femeninas. Asunto resuelto.
En el fondo, el problema es una religión tratando de debatir con argumentos científicos de los que medularmente desconfía, a los que intenta acomodar cuando convienen, y en los que, de modo invariable, aterriza siempre con el prejuicio aplastante del concepto de pecado, uno que no ha variado en tres mil años, consignado en un libro que en sí mismo se volvió un dogma irrefutable de 1.500 páginas, y que fue escrito en el contexto de sociedades arcaicas y con una conciencia premoderna.
Yo ya me había asombrado antes con las disquisiciones científicas de Córdoba, como cuando habló hace tres años sobre los dos niños varones que le dieron en adopción al periodista Chandler Burr (homosexual). “Si al menos le hubiesen dado dos niñas… –dijo–; esos niños están en una edad en la que pueden ser atractivos para él (Burr)… Es como si yo tengo diabetes y me ponen a vivir en una dulcería…”
Sin embargo, lo de Monseñor ayer en Blu radio fue mucho más escandaloso. Siempre evitando decir que los gay son unos enfermos, aseguró que la homosexualidad proviene en muchos casos “de madres muy dominantes que no le permitieron al niño identificarse con el rol del padre”.
¡Por Dios, monseñor!, eso veladamente es una bendición al hogar patriarcal en su visión más ortodoxa y atávica: para que haya seres humanos sanos, según el criterio de la Iglesia, se requiere un padre dominador y una madre sumisa.
Ojo, mujeres independientes, decididas, autónomas, porque invariablemente los hijos les van a salir “mariconcitos” (para usar la palabra que usó el mismo Monseñor hace unos meses cuando jugó a mostrarse liberal y tuvo que recular horas más tarde).
Y TAMBIÉN…
Las disculpas del monseñor Córdoba para la comunidad gay.
El obispo de Fontibón aceptó que usó expresiones 'desafortunadas'.
El Tiempo, 2015-05-15
http://www.eltiempo.com/estilo-de-vida/gente/monsenor-cordoba-se-disculpa-con-los-gays/15764698
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.