Imagen: El país / José Ignacio Munilla en una celebración de La Salve |
El prelado de San Sebastián se ha enredado en diversas polémicas por sus opiniones sobre la mujer.
Mikel Ormazabal | El País, 2018-03-10
https://politica.elpais.com/politica/2018/03/10/sepa_usted/1520685982_944518.html
El obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, suele decir que le gusta llamar a las cosas por su nombre y que eso puede escocer a alguno. Ello se ha traducido en las polémicas abiertas por muchos de sus pronunciamientos desde el púlpito, en una pastoral, un programa de Radio María o en sus tuits, criticados por representar las posiciones más conservadoras de la Iglesia. La última ha sido la reflexión sobre lo que llamó “feminismo radical”, en plena movilización para el 8-M, y el daño que, a su entender, causa a la dignidad de la mujer. Antes, le han llovido reproches por rechazar el matrimonio homosexual, execrar del aborto, defender el autobús de HazteOír o alabar la castidad. “Se maneja muy bien en la tormenta”, dice de él un sacerdote guipuzcoano.
Este jueves, el día de la mayor movilización feminista en la historia de España, una veintena de jóvenes desnudaban sus pechos frente a la catedral donostiarra del Buen Pastor en respuesta a sus críticas a la “ideología de género”. Horas después, la web del Obispado era pirateada por un grupo de Anonymous que colgó un manifiesto del 8-M. “El aborto es un gol que el demonio ha metido al feminismo radical en detrimento de la dignidad de la mujer”, aseguró esta semana en su programa Sexto Continente de Radio María, levantando la nueva tormenta. Defiende que esas palabras fueron manipuladas por el diario digital 'Público' para construir un titular —“El obispo de San Sebastián acusa a las feministas de llevar el demonio dentro”— que “se ha seguido repitiendo, sembrando antipatía contra la Iglesia”. El viernes respondió en dicha emisora a quienes “han difundido esa calumnia que Dios les quiere”.
De la interrupción del embarazo ha vuelto a repetir —la última vez el viernes— que supone “un holocausto femenino del que nadie quiere hablar” pese a suponer que “en el mundo falten 120 millones de mujeres debido al aborto selectivo”.
Munilla (San Sebastián, 1961) se siente sometido a constante escrutinio desde que se puso al frente de la diócesis en enero de 2010. En contraposición, la actuación de sus homólogos de Bilbao y Vitoria, Mario Iceta y Juan Carlos Elizalde, respectivamente, pasa mucho más inadvertida. Con ellos —y con los prelados de Tudela y Pamplona— redactó en junio de 2017 una pastoral en la que advertían de que la proliferación de nuevas formas de espiritualidad como “el reiki, el chamanismo, el tarot, la videncia o similares”, incluyendo variedades del yoga, son “incompatibles con la auténtica espiritualidad cristiana”.
Sus principales ataques han tenido por objetivo la “dictadura” de la ideología de género. De los homosexuales ha sostenido que les guían actos “intrínsecamente desordenados” y, por tanto, “necesitan la sanación de las heridas provenientes de la infancia y la adolescencia”. Él mismo, asegura, atendió en 2010 a tres gais, de los que uno se emparejó con una mujer.
Si el matrimonio homosexual es inconcebible, el aborto resulta inadmisible ni en caso de violación: “La defensa de la vida no puede tener excepciones”. Y peca quien se da a la masturbación, una “violencia sobre el cuerpo, porque pretende arrancarle el placer sin vivir a cambio la verdad del amor que le da sentido”.
En 2015, publicó con la seglar consagrada Begoña Ruiz Pereda ‘Sexo con alma y cuerpo’ (Freshbook), manual de “buena sexualidad” que describe así a las mujeres: “Una persona, por el hecho de ser mujer, va a ser cíclica, y tendrá unos procesos hormonales concretos en relación a su fertilidad. Pueden estar más sensibles o susceptibles, a algunas les da por la actividad o por la limpieza”.
El libro es un alegato de “la virtud de la castidad”, pues evitar las relaciones prematrimoniales, sostiene, es el camino más corto para alcanzar la felicidad. Lo contrario, “la cultura del rollo” cada fin de semana, genera “muchas heridas y nos acostumbra a ser utilizados y a utilizar a los demás”. “El lío es como la comida basura: uno reconoce que no es buena para la salud, pero está rica, es barata y casi siempre apetece”, escribe.
No a la pornografía, a los anticonceptivos… Munilla abandera un “feminismo de equidad” o “feminismo femenino” que concibe la sexualidad solo como “la máxima expresión del amor, abierta a la transmisión de la vida”.
Aduce en su defensa que sus frases se falsean o se sacan de contexto. Y para zafarse de las críticas o la presión de los periodistas, responde, como esta semana, recurriendo al padrenuestro: “No nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal, amén”.
Este jueves, el día de la mayor movilización feminista en la historia de España, una veintena de jóvenes desnudaban sus pechos frente a la catedral donostiarra del Buen Pastor en respuesta a sus críticas a la “ideología de género”. Horas después, la web del Obispado era pirateada por un grupo de Anonymous que colgó un manifiesto del 8-M. “El aborto es un gol que el demonio ha metido al feminismo radical en detrimento de la dignidad de la mujer”, aseguró esta semana en su programa Sexto Continente de Radio María, levantando la nueva tormenta. Defiende que esas palabras fueron manipuladas por el diario digital 'Público' para construir un titular —“El obispo de San Sebastián acusa a las feministas de llevar el demonio dentro”— que “se ha seguido repitiendo, sembrando antipatía contra la Iglesia”. El viernes respondió en dicha emisora a quienes “han difundido esa calumnia que Dios les quiere”.
De la interrupción del embarazo ha vuelto a repetir —la última vez el viernes— que supone “un holocausto femenino del que nadie quiere hablar” pese a suponer que “en el mundo falten 120 millones de mujeres debido al aborto selectivo”.
Munilla (San Sebastián, 1961) se siente sometido a constante escrutinio desde que se puso al frente de la diócesis en enero de 2010. En contraposición, la actuación de sus homólogos de Bilbao y Vitoria, Mario Iceta y Juan Carlos Elizalde, respectivamente, pasa mucho más inadvertida. Con ellos —y con los prelados de Tudela y Pamplona— redactó en junio de 2017 una pastoral en la que advertían de que la proliferación de nuevas formas de espiritualidad como “el reiki, el chamanismo, el tarot, la videncia o similares”, incluyendo variedades del yoga, son “incompatibles con la auténtica espiritualidad cristiana”.
Sus principales ataques han tenido por objetivo la “dictadura” de la ideología de género. De los homosexuales ha sostenido que les guían actos “intrínsecamente desordenados” y, por tanto, “necesitan la sanación de las heridas provenientes de la infancia y la adolescencia”. Él mismo, asegura, atendió en 2010 a tres gais, de los que uno se emparejó con una mujer.
Si el matrimonio homosexual es inconcebible, el aborto resulta inadmisible ni en caso de violación: “La defensa de la vida no puede tener excepciones”. Y peca quien se da a la masturbación, una “violencia sobre el cuerpo, porque pretende arrancarle el placer sin vivir a cambio la verdad del amor que le da sentido”.
En 2015, publicó con la seglar consagrada Begoña Ruiz Pereda ‘Sexo con alma y cuerpo’ (Freshbook), manual de “buena sexualidad” que describe así a las mujeres: “Una persona, por el hecho de ser mujer, va a ser cíclica, y tendrá unos procesos hormonales concretos en relación a su fertilidad. Pueden estar más sensibles o susceptibles, a algunas les da por la actividad o por la limpieza”.
El libro es un alegato de “la virtud de la castidad”, pues evitar las relaciones prematrimoniales, sostiene, es el camino más corto para alcanzar la felicidad. Lo contrario, “la cultura del rollo” cada fin de semana, genera “muchas heridas y nos acostumbra a ser utilizados y a utilizar a los demás”. “El lío es como la comida basura: uno reconoce que no es buena para la salud, pero está rica, es barata y casi siempre apetece”, escribe.
No a la pornografía, a los anticonceptivos… Munilla abandera un “feminismo de equidad” o “feminismo femenino” que concibe la sexualidad solo como “la máxima expresión del amor, abierta a la transmisión de la vida”.
Aduce en su defensa que sus frases se falsean o se sacan de contexto. Y para zafarse de las críticas o la presión de los periodistas, responde, como esta semana, recurriendo al padrenuestro: “No nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal, amén”.
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