Imagen: Público / Empar Pineda |
Media vida en la defensa de la libertad, el feminismo, el aborto, la igualdad... Empar Pineda —la primera lesbiana que reconoció en Interviú su condición sexual— repasa para 'Público' medio siglo de batalla “aún por concluir”.
Cristina S. Barbarroja | Público, 2015-10-06
http://www.publico.es/actualidad/empar-pineda-lesbiana.html
Es una mujer de maneras suaves, voz dulce y aspecto frágil, en la que cuesta reconocer a la protagonista de las historias que narra, como si hubieran ocurrido ayer, sin que se le borre la sonrisa de la boca. Porque, pese a su apariencia de personaje de cuento de princesas, Empar Pineda (Hernani, 1944) es una guerrera que suma más de medio siglo de combate contra el fascismo derrocado y a favor de la igualdad… aún por conquistar.
“Voy a hacer 71 años”, comienza el relato con la advertencia de que llegó al mundo el mismo año “que tuvo la desgracia de ver el nacimiento del Banco Mundial”. De familia vasca, catalana y castellana a tercios iguales, a quien primero recuerda es a su aitona, “un curandero, socialista, que fue quien, en el año 36, levantó los votos para el Frente Popular en todo el Valle del Urumea”.
De su infancia en el caserío de Hernani en el que se crió, evoca a la cuadrilla de chavales “a los que tenía acojonados porque yo era una marimandona” y el colegio de monjas alemán en el que la obligaron a estudiar inglés: “Imagínate, de la manía que le cogí, ahora apenas lo chapurreo; menos mal que no he sido presidenta del Gobierno”, se ríe irónica.
Hermana de seis, cuando la mayor se fue a Madrid, detrás marchó Empar para matricularse en la facultad de Filosofía y Letras y empezar la cruzada que ha sido su vida. “Corría el año 64. Como me gustaba meterme en líos, nada más llegar a la Universidad Complutense me puse en contacto con gente a la izquierda de la izquierda de la izquierda. En la facultad de Letras creamos las comisiones de estudiantes para luchar contra el sindicato de la Falange, al tiempo que montábamos los llamamos los Comités de Nacionalidades con la gente de Euskadi, Catalunya o Galicia para defender la existencia de distintas nacionalidades del Estado”.
Y entre tanto lío –con visita incluida a la siniestra Dirección General de Seguridad- Empar conoció a una “roja, muy roja, muy roja” que le enseñó a encontrar su propia identidad. “Yo le conté mi vida; que tenía más amigas que el resto y ella me contestó: ‘Déjate de más amigas que más amigos, tu eres una lesbiana de tomo y lomo’. No sabes la tranquilidad que sentí al identificarme con algo que existía, porque yo no tenía ni idea”.
En ese descubrimiento, recuerda entre exclamaciones la librería Fuentetaja de la calle San Bernardo “que ayudó a tanta gente”. Explica que el establecimiento tenía una parte trasera llena de cajas con los llamados libros prohibidos. Y todavía se asombra al evocar la carta que envió al arzobispo auxiliar de Madrid, Maximiliano Romero, pidiéndole autorización para leerlos. “¡Y me la dio. Todavía la tengo en casa!”
Eran años de silencio y represión en los que el término lesbianismo ni siquiera aparecía en el diccionario. Pero, con la sonrisa que le acompaña, Pineda reconoce que fueron buenos años para ella. “Me pone malísima la gente que va de víctima por el mundo. Nosotras teníamos que inventar unas estrategias para vivir, teníamos toda una red detrás de lesbianas. Yo lo pasé bomba”.
En doce meses, la rebelde fue expulsada de la Universidad Complutense, le prohibieron matricularse en Barcelona y tuvo que terminar sus estudios entre Salamanca y Oviedo. De vuelta, entre decenas de pequeños trabajos como vendedora de quesos, de libros, o haciendo encuestas, en el año 69 se convierte en fundadora de la Federación de Comunistas.
“Entonces era muy fácil crear organizaciones; no hacía falta más que juntarse los que cabían en un taxi. Así que tras crear la FC, nos unificamos con una organización de Euskadi que había sido escisión de ETA: el Movimiento Comunista de Eugenio del Río”. Y la unión terminó con una temporada en la prisión donostiarra de Martutene.
“Habíamos quedado en reunirnos en Burgos con ETA Berri, la madre del MC. Íbamos andando por la calle y nos sobrepasó un tío, nos sacó la chapa de Los Sociales, y nos condujo a todos a comisaría donde nos acusaron de querer volar la Catedral de Burgos. Después nos trasladaron ilegalmente a San Sebastián, porque allí se había decretado de estado de excepción por el asesinato de Melitón Manzanas, y directos a la cárcel… ¡Con lo que a mí me gustaba la catedral de Burgos!”, y vuelve a reir.
"Caer del lado del feminismo”
En el año 74, por necesidades del partido, Empar fue trasladada a Barcelona y allí se le presentaría un nuevo frente de batalla, el gran cambio de su vida. “1975 fue declarado por la ONU ‘Año Internacional de la Mujer’ lo que supuso el nacimiento del movimiento feminista a nivel mundial. Muerto Franco, en mayo de 1976 se organizaron en Barcelona las Jornades Catalanes de la Dona. Nos juntamos 3000 mujeres, aquello fue tremendo; era la primera vez que las mujeres juntas hablamos de todo: de lesbianismo, de derechos, de femininismo. Para mí aquello fue, de repente, caer del lado del feminismo”.
Un antes y un después, porque Pineda –criada en el matriarcado de Hernani en el que su madre se hacía cargo del caserío, de la carnicería de la familia- descubre la subordinación de la mujer en todos los ámbitos de la vida. “Fue un descubrimiento tremendo. Tanto que, a partir de ese momento, el mundo tiene para mí otro enfoque: el de una sociedad estructurada sobre la base de la marginación de las mujeres y la consideración de que la heterosexualidad es la normalidad”.
Es en ese momento cuando Empar, que ya había creado la Coordinadora Feminista de Catalunya, decide hacer pública su condición sexual. En el año 80 aparece con Jordi Petit, homosexual histórico catalán, en el primer canal de Televisión Española, debatiendo frente a un psiquiatra reaccionario y un miembro del partido carlista. Poco después, fue la primera lesbiana en aparecer en la revista Interviú bajo el titular: ‘Soy lesbiana porque sí’. De aquello recuerda la anécdota de una tía que, tras enterarse de la aparición de Amparito en la revista le llamó enseguida para decirle: “Jo, chica… qué tranquilidad; pensé que habías salido enseñando las tetas”.
Empar ya está dedicada por entero al trabajo político y la lucha feminista. El triunfo de la revolución sandinista le pilló en Nicaragua, donde ayudó a montar el Ministerio del Interior a Tomás Borgé. No se perdía un encuentro feminista en Latinoamérica y el Caribe donde –afirma- “aprendí muchísimo”. “Las mujeres que acudían a aquellos encuentros eran mujeres de clase media que llevaban años trabajando el feminismo gracias al apoyo que recibían de fundaciones europeas o estadounidenses. Fue un descubrimiento enorme, y un acicate, ver cómo nos daban ciento y ralla en muchísimas cuestiones, aunque algunas de ellas venían de países dictatoriales”.
Mientras, en la España de los 80, seguían ocurriendo barbaridades como la irrupción de la Guardia Civil en el centro de planificación familiar Los Naranjos de Sevilla. Pineda estaba reunida con un grupo de mujeres cuando se enteró del asalto y de la detención de los responsables del centro. “Indignadas, enseguida hicimos una pancarta y nos fuimos a la Gran Vía de Madrid. Cortamos el tráfico y llamamos al diario El País, ¡que entonces era otra cosa!”, exclama. “En ese momento, decidimos crear la Comisión Pro Derecho al Aborto y el colectivo de Feministas-Lesbianas”.
La Comisión se volcó en dar charlas sobre sexualidad, en ayudar a las mujeres que tenían que viajar al extranjero para abortar o en organizar movilizaciones como el frustrado globo aerostático con el que pretendían acompañar por el cielo de Madrid la visita de Juan Pablo II. También fueron las resonsables de organizar la Marcha a La Moncloa, cuando el PSOE de Felipe González preparaba la Ley del Aborto del 85, “que se quedó tan, tan, corta”, se lamenta Empar. “Era el momento de haber dado un paso real, fuerte, y se quedó en un acto de cobardía”.
Orgullo de Isadora
Despenalizado el aborto, y tras el nacimiento de Dator, en el año 93 se crea en Madrid la clínica Isadora, la primera clínica abortista con una vocación social que atiende a mujeres sin posibles para abortar. La exdiputada Marisa Castro, entonces directora, le ofreció a Empar la posibilidad de hacerse cargo de una de las responsabilidades que más satisfacciones y más razones de orgullo le han dado en su cruzada. “Toda la vida peleando por el derecho al aborto… imagínate: aquello fue maravilloso”. Pero también, quizás, una de las emboscadas más dolorosas.
“La persistencia de los grupos provida era tan fuerte que ya no se contentaban con llamar asesinas a las mujeres que entraban en la clínica o poner velitas en las puertas. Tenían sus tramas y consiguieron que se nos acusara de tratar los residuos biológicos como si fuera basura”. El 16 de abril de 2007 un grupo de agentes del Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil, el SEPRONA, irrumpió en la clínica. Algunas de las mujeres que habían abortado fueron detenidas en sus casas. “Fue durísimo para todos, porque todo era una farsa, pero aquello nos permitió descubrir también la terrible red provida que existía con el apoyo de la Guardia Civil, los juzgados y la propia Consejería de Sanidad de Madrid”.
Hoy la dulce Empar está jubilada, aunque sigue dejándose la piel por causas como la de Hetaira, en defensa de las trabajadoras del sexo, o la de la Fundación 26 de Diciembre, donde regala ternura a las lesbianas mayores. Anda buscando un lugar en el que reposar junto a su pareja, su esposa, entre Madrid y Barcelona. Y, aunque se congratula de los avances en favor de la igualdad, insiste en que la batalla está por concluir. “Hay una labor inmensa por hacer contra la violencia machista, contra la brecha salarial, contra la mínima participación del hombre en las tareas domésticas, contra la labor castrante de la Iglesia”. Pero ella, sonriente, concluye: “Por mucho que me repriman, no me van a hacer perder el orgullo de ser como soy y la defensa de los que son como yo”.
“Voy a hacer 71 años”, comienza el relato con la advertencia de que llegó al mundo el mismo año “que tuvo la desgracia de ver el nacimiento del Banco Mundial”. De familia vasca, catalana y castellana a tercios iguales, a quien primero recuerda es a su aitona, “un curandero, socialista, que fue quien, en el año 36, levantó los votos para el Frente Popular en todo el Valle del Urumea”.
De su infancia en el caserío de Hernani en el que se crió, evoca a la cuadrilla de chavales “a los que tenía acojonados porque yo era una marimandona” y el colegio de monjas alemán en el que la obligaron a estudiar inglés: “Imagínate, de la manía que le cogí, ahora apenas lo chapurreo; menos mal que no he sido presidenta del Gobierno”, se ríe irónica.
Hermana de seis, cuando la mayor se fue a Madrid, detrás marchó Empar para matricularse en la facultad de Filosofía y Letras y empezar la cruzada que ha sido su vida. “Corría el año 64. Como me gustaba meterme en líos, nada más llegar a la Universidad Complutense me puse en contacto con gente a la izquierda de la izquierda de la izquierda. En la facultad de Letras creamos las comisiones de estudiantes para luchar contra el sindicato de la Falange, al tiempo que montábamos los llamamos los Comités de Nacionalidades con la gente de Euskadi, Catalunya o Galicia para defender la existencia de distintas nacionalidades del Estado”.
Y entre tanto lío –con visita incluida a la siniestra Dirección General de Seguridad- Empar conoció a una “roja, muy roja, muy roja” que le enseñó a encontrar su propia identidad. “Yo le conté mi vida; que tenía más amigas que el resto y ella me contestó: ‘Déjate de más amigas que más amigos, tu eres una lesbiana de tomo y lomo’. No sabes la tranquilidad que sentí al identificarme con algo que existía, porque yo no tenía ni idea”.
En ese descubrimiento, recuerda entre exclamaciones la librería Fuentetaja de la calle San Bernardo “que ayudó a tanta gente”. Explica que el establecimiento tenía una parte trasera llena de cajas con los llamados libros prohibidos. Y todavía se asombra al evocar la carta que envió al arzobispo auxiliar de Madrid, Maximiliano Romero, pidiéndole autorización para leerlos. “¡Y me la dio. Todavía la tengo en casa!”
Eran años de silencio y represión en los que el término lesbianismo ni siquiera aparecía en el diccionario. Pero, con la sonrisa que le acompaña, Pineda reconoce que fueron buenos años para ella. “Me pone malísima la gente que va de víctima por el mundo. Nosotras teníamos que inventar unas estrategias para vivir, teníamos toda una red detrás de lesbianas. Yo lo pasé bomba”.
En doce meses, la rebelde fue expulsada de la Universidad Complutense, le prohibieron matricularse en Barcelona y tuvo que terminar sus estudios entre Salamanca y Oviedo. De vuelta, entre decenas de pequeños trabajos como vendedora de quesos, de libros, o haciendo encuestas, en el año 69 se convierte en fundadora de la Federación de Comunistas.
“Entonces era muy fácil crear organizaciones; no hacía falta más que juntarse los que cabían en un taxi. Así que tras crear la FC, nos unificamos con una organización de Euskadi que había sido escisión de ETA: el Movimiento Comunista de Eugenio del Río”. Y la unión terminó con una temporada en la prisión donostiarra de Martutene.
“Habíamos quedado en reunirnos en Burgos con ETA Berri, la madre del MC. Íbamos andando por la calle y nos sobrepasó un tío, nos sacó la chapa de Los Sociales, y nos condujo a todos a comisaría donde nos acusaron de querer volar la Catedral de Burgos. Después nos trasladaron ilegalmente a San Sebastián, porque allí se había decretado de estado de excepción por el asesinato de Melitón Manzanas, y directos a la cárcel… ¡Con lo que a mí me gustaba la catedral de Burgos!”, y vuelve a reir.
"Caer del lado del feminismo”
En el año 74, por necesidades del partido, Empar fue trasladada a Barcelona y allí se le presentaría un nuevo frente de batalla, el gran cambio de su vida. “1975 fue declarado por la ONU ‘Año Internacional de la Mujer’ lo que supuso el nacimiento del movimiento feminista a nivel mundial. Muerto Franco, en mayo de 1976 se organizaron en Barcelona las Jornades Catalanes de la Dona. Nos juntamos 3000 mujeres, aquello fue tremendo; era la primera vez que las mujeres juntas hablamos de todo: de lesbianismo, de derechos, de femininismo. Para mí aquello fue, de repente, caer del lado del feminismo”.
Un antes y un después, porque Pineda –criada en el matriarcado de Hernani en el que su madre se hacía cargo del caserío, de la carnicería de la familia- descubre la subordinación de la mujer en todos los ámbitos de la vida. “Fue un descubrimiento tremendo. Tanto que, a partir de ese momento, el mundo tiene para mí otro enfoque: el de una sociedad estructurada sobre la base de la marginación de las mujeres y la consideración de que la heterosexualidad es la normalidad”.
Imagen: Público / Empar Pineda en el centro, Barcelona |
Empar ya está dedicada por entero al trabajo político y la lucha feminista. El triunfo de la revolución sandinista le pilló en Nicaragua, donde ayudó a montar el Ministerio del Interior a Tomás Borgé. No se perdía un encuentro feminista en Latinoamérica y el Caribe donde –afirma- “aprendí muchísimo”. “Las mujeres que acudían a aquellos encuentros eran mujeres de clase media que llevaban años trabajando el feminismo gracias al apoyo que recibían de fundaciones europeas o estadounidenses. Fue un descubrimiento enorme, y un acicate, ver cómo nos daban ciento y ralla en muchísimas cuestiones, aunque algunas de ellas venían de países dictatoriales”.
Mientras, en la España de los 80, seguían ocurriendo barbaridades como la irrupción de la Guardia Civil en el centro de planificación familiar Los Naranjos de Sevilla. Pineda estaba reunida con un grupo de mujeres cuando se enteró del asalto y de la detención de los responsables del centro. “Indignadas, enseguida hicimos una pancarta y nos fuimos a la Gran Vía de Madrid. Cortamos el tráfico y llamamos al diario El País, ¡que entonces era otra cosa!”, exclama. “En ese momento, decidimos crear la Comisión Pro Derecho al Aborto y el colectivo de Feministas-Lesbianas”.
La Comisión se volcó en dar charlas sobre sexualidad, en ayudar a las mujeres que tenían que viajar al extranjero para abortar o en organizar movilizaciones como el frustrado globo aerostático con el que pretendían acompañar por el cielo de Madrid la visita de Juan Pablo II. También fueron las resonsables de organizar la Marcha a La Moncloa, cuando el PSOE de Felipe González preparaba la Ley del Aborto del 85, “que se quedó tan, tan, corta”, se lamenta Empar. “Era el momento de haber dado un paso real, fuerte, y se quedó en un acto de cobardía”.
Orgullo de Isadora
Despenalizado el aborto, y tras el nacimiento de Dator, en el año 93 se crea en Madrid la clínica Isadora, la primera clínica abortista con una vocación social que atiende a mujeres sin posibles para abortar. La exdiputada Marisa Castro, entonces directora, le ofreció a Empar la posibilidad de hacerse cargo de una de las responsabilidades que más satisfacciones y más razones de orgullo le han dado en su cruzada. “Toda la vida peleando por el derecho al aborto… imagínate: aquello fue maravilloso”. Pero también, quizás, una de las emboscadas más dolorosas.
“La persistencia de los grupos provida era tan fuerte que ya no se contentaban con llamar asesinas a las mujeres que entraban en la clínica o poner velitas en las puertas. Tenían sus tramas y consiguieron que se nos acusara de tratar los residuos biológicos como si fuera basura”. El 16 de abril de 2007 un grupo de agentes del Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil, el SEPRONA, irrumpió en la clínica. Algunas de las mujeres que habían abortado fueron detenidas en sus casas. “Fue durísimo para todos, porque todo era una farsa, pero aquello nos permitió descubrir también la terrible red provida que existía con el apoyo de la Guardia Civil, los juzgados y la propia Consejería de Sanidad de Madrid”.
Hoy la dulce Empar está jubilada, aunque sigue dejándose la piel por causas como la de Hetaira, en defensa de las trabajadoras del sexo, o la de la Fundación 26 de Diciembre, donde regala ternura a las lesbianas mayores. Anda buscando un lugar en el que reposar junto a su pareja, su esposa, entre Madrid y Barcelona. Y, aunque se congratula de los avances en favor de la igualdad, insiste en que la batalla está por concluir. “Hay una labor inmensa por hacer contra la violencia machista, contra la brecha salarial, contra la mínima participación del hombre en las tareas domésticas, contra la labor castrante de la Iglesia”. Pero ella, sonriente, concluye: “Por mucho que me repriman, no me van a hacer perder el orgullo de ser como soy y la defensa de los que son como yo”.
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