lunes, 21 de noviembre de 2016

#hemeroteca #machismo | Habla de nuevo el Gran Manitú (Javier Marías) y reprende a las malvadas ultrafeministas

Imagen: El Diario / Las Kellys
Habla de nuevo el Gran Manitú (Javier Marías) y reprende a las malvadas ultrafeministas.
Pilar Aguilar | Tribuna Feminista, 2016-11-21
http://tribunafeminista.org/2016/11/habla-de-nuevo-el-gran-manitu-javier-marias-y-reprende-a-las-malvadas-ultrafeministas/

Javier Marías, divino académico, maravilloso representante de la lengua y de la creación novelística, tasador del atractivo de las mujeres que se cruza por las aceras de Madrid, desenmascarador de falsas feministas (entre otros muchos títulos), nos dedica de nuevo un artículo.

En él se declara feminista y empieza mostrando su indignación (tremenda, tremenda) ante el hecho de que las mujeres ganemos menos que los hombres.

Esta introducción le sirve para calentar boca. Luego, ya con la conciencia tranquila y las espaldas cubiertas, entra en materia y nos explica un par de cosillas (por si acaso tenemos enmienda aunque es dudoso que la tengamos porque las ultrafeministas somos muy obcecadas).
1. Acusa a las perversas mujeres de desvirtuar el feminismo y nos recuerda que: “Ese [el de la igualdad salarial] es el terreno fundamental en el que las supuestas ultrafeministas deberían estar librando una batalla sin tregua, en vez de perder el tiempo y la razón con dislates lingüísticos y con aspectos secundarios y ornamentales, en los que además el “reparto” nunca es ni ha sido per se equitativo”.
Sí, él sabe de buena tinta que las feministas no luchamos contra la desigualdad salarial, ni nos inquietamos por la feminización de la pobreza, ni nos ocupamos de la sobreexplotación de las mujeres… que no, que todo eso nos resbala.

A él, como feminista que es, le ofende sobremanera que las ultrafeministas perdamos “nuestro tiempo y nuestra razón” (¿perdemos nuestra razón? ¿acaso la hemos tenido en algún momento?) en esos dislates.

Menos mal que, mientras, los feministas de verdad (y digo los siguiendo las normas de la RAE a la que Marías pertenece) dedican sus energías a la lucha contra la discriminación laboral y salarial. Y así, en cualquier batalla que concierna a las condiciones de trabajo de las mujeres, encontraréis en primera línea, formando aguerridos piquetes, a Marías y sus amigos feministas (Pérez Reverte y similares).

Verbi gratia, la lucha de Las Kellys. No veréis a las ultrafeministas apoyándola, difundiéndola, sosteniéndola. No. Pero veréis a Marías y su panda manifestándose enardecidos y, aprovechando el prestigio que tienen, las tribunas que controlan y el poderío del que gozan, defendiendo a las sobreexplotadas camareras de piso por tierra, mar y aire. Y si no los habéis visto ni leído es que estáis cieg@s (no escribo ciegos sino cieg@s porque soy una ultrafeminista, ea).
2. Pero, como pese a esas lecciones que lleno de bondad y audacia nos imparte, las ultrafeministas podemos seguir erre que erre, él magnánimamente nos explica a qué se debe que las mujeres no estemos en el mundo del canon, del prestigio y del poderío intelectual (ni en ningún otro, añado yo).
Y con suma paciencia expone que hay épocas, lugares, situaciones, etc. donde despuntan los genios. Dice, por ejemplo, que en los siglos “XVIII y XIX hubo una concentración de genio musical en Alemania y Austria”. Y sigue “¿Por qué en el XVII inglés hubo un Shakespeare, un Marlowe, un Jonson, un Webster, un Tourneur, un John Ford, un Robert Burton y un Sir Thomas Browne? ¿Y en España un Cervantes, un Lope, un Quevedo, un Góngora, un Calderón, mientras en otras naciones no surgía algo similar?”

Pregunta, pero no contesta (aunque en la historia de la literatura el asunto está bastante estudiado). Da a entender, sin embargo, que sería una tontería indignarse. Y, a mayor abundamiento, si no cabe indignarse por ello, preguntarse por qué todos esos genios de Alemania y Austria, Inglaterra y España son hombres, resultaría un auténtico disparate.

Las ultrafeministas decimos que la ausencia de mujeres se debe a diversas causas (todas ellas ligadas a la discriminación). Decimos que hemos tenido dificilísimo o directamente imposible el acceso a la cultura y a la creación. Eso decimos, pero no, Marías nos explica el verdadero por qué: el genio sopla donde quiere (igualito que hacía el Espíritu Santo según el Evangelio de Juan 3:8). Y está visto que en nosotras, no sopla, porque, si soplara, se sabría.

Y lo apoya en esto: “en el XIX británico se juntaron Mary Shelley, Jane Austen, George Eliot, Emily y Charlotte Brontë, Elizabeth Gaskell, ­Elizabeth Barrett Browning y Christina Rossetti”. Añade: “Pese a las trabas de la época para las de su sexo, su arte emergió y fue reconocido, porque eso sucede siempre con el arte elevado, aunque a veces llegue tarde para quien lo poseyó, sea varón o mujer”. Y remata: “el gran arte sale a flote y acaba resultando innegable, manifiesto”.

Y si no sale a flote, es que no hay ¿Y por qué no hay? Ya nos dijo que es una tontería preguntárselo.

Nosotras, sin embargo, seguimos insistiendo y argumentamos: la creación de grandes obras (tanto por parte de hombres como para mujeres) emerge del esfuerzo de miles de personas intentándolo, de las cuales solo un pequeño porcentaje resultarán geniales. Pero, claro, admitir eso implicaría reconocer que si de mil varones escribiendo hay uno eminente, sería milagroso que, de diez mujeres que pueden escribir, una lo sea.

Y, aunque no me quiero desviar del tema, supongo que para Marías a los negros de África les ocurre igual que a las mujeres, tampoco el espíritu sopla sobre ellos, o sea, no son talentosos y, claro, sí, hacen cosillas, pero, oye, no han escrito el equivalente de la Divina Comedia.

Pero según Marías, trasladándonos al presente: si las diversas academias, los puestos directivos, de prestigio y poder, están saturados de varones, no se debe a que todos esos varones se dediquen al mamoneo y se nombren unos a otros a dedo, no. Se debe a que, por lo que sea (que eso él no se mete), no somos tan geniales.

Se debe a que Almudena Grandes, por ejemplo, no le llega al tobillo a Pérez Reverte ni a Cebrián.

Y ojo, no pensemos que Marías no ama a las mujeres. Ni hablar. Seguro que le gustamos mucho, pero mucho, mucho. Tanto que sospecho que prefiere follar con nosotras (en fin, con las viejas, supongo que no). Puede incluso que nos tenga tanta afición que hasta “vaya de putas”.

Pues verás tú qué disgusto se va a llevar el día que se entere de que las ultrafeministas estamos muy obcecadas, además, con asuntos que él también considere igualmente “secundarios y ornamentales”, tales como la violencia (física, psíquica, sexual), el absentismo de los varones en lo relativo a la crianza y las tareas del hogar, la sexualidad falocrática, la prostitución, etc., etc. Va tener que admitir –aunque le duela- que muchas somos no solo ultrafeministas sino ultradescerebradas.

Y no quiero ni pensar lo que va a sufrir cuando se entere de que las feministas (y las ultrafeministas más aún) somos capaces de hacer varias cosas a la vez y de llevar varias reivindicaciones de frente: o sea, pedimos no ser violadas, pedimos ganar lo mismo, pedimos que no nos maten, pedimos que no nos ninguneen, pedimos que se nos nombre, etc., etc. todo al mismo tiempo…

Pobrecillo. Él venga a luchar por nosotras y nosotras enredadas en tonterías.

Pilar Aguilar. Analista de ficción audiovisual y crítica de cine. Licenciada en Ciencias Cinematográficas y Audiovisuales por la Universidad Denis Diderot de París.

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