viernes, 25 de noviembre de 2016

#hemeroteca #homofobia | Lo que Zanzíbar sabía de Mercury y no quiso aceptar

Lo que Zanzíbar sabía de Mercury y no quiso aceptar.
Stone town, la ciudad que vio nacer al músico, no ha sabido convertirse en un lugar de peregrinaje para los fans ya que sus excentricidades y su evidente homosexualidad se contrarrestan con los valores de la tradición africana.
Carolina Valdehíta | El Mundo, 2016-11-25
http://www.elmundo.es/cultura/2016/11/25/58386e6fe2704e002b8b45d3.html

De Freddie Mercury, lo sabemos casi todo, que su nombre real era Farrok Bulsara y que adoraba los gatos. La revista Time Asia le nombró en 2006 como uno de los hombres asiáticos más influyentes de los últimos 60 años y dos años después, Rolling Stone le situaba en el número 18 entre los cien mejores cantantes. También, conocemos que se enamoró de una mujer, Mary Austin, a quien escribió el tema ‘Love of my life’ y a quien nombró como principal heredera de su patrimonio. Y tanto Mary como nosotros sabemos que, a pesar de que ella fue la mujer de su vida, también lo fue para muchos hombres.

Freddie Mercury mantuvo su enfermedad hasta final con absoluto secretismo. Por miedo o por negacionismo, quizá. Y no fue así hasta que la muerte comenzó a entrar en su habitación y decidió hacer público su estado de salud. El sida fue para él, como para gran parte de inadaptados, la sentencia de los ochenta. Lo que no todos saben, es que el músico nació y vivió los primeros años de su existencia en la isla de Unguja, la más importante de Zanzíbar, en Tanzania. Y de haber permanecido allí, el Freddie Mercury que conocemos jamás hubiera existido.

Por aquel entonces, el Sultanato de Zanzibar vivía en plena dominación británica y después de una larga guerra, ya se comenzaban a vislumbrar los primeros pasos hacia un estado que no convencía a todos. Farrokh, -Freddie-, nació en 1946 en el seno de una familia parsi y bajo la nacionalidad británica. Durante los siguientes dieciséis años, el pequeño de los Bulsara vivió a caballo entre Zanzíbar y Bombay, dónde realizaba sus estudios. La última vez que la isla vio a su hijo pródigo fue en 1962, poco antes de que se proclamase la Unión de la República de Tanzania, que se agrupó, bajo la supervisión de Gran Bretaña en 1964, a Tanzania y los Imperios de Tanganika y de Zanzibar.

Varios años después, ya convertido en estrella mundial, sus compatriotas quisieron sacar provecho del éxito del cantante a pesar de que la ciudad de Stone Town, la ciudad donde vivió la familia Bulsara, no estaba preparada. El Imperio de Zanzibar fue colonizado por árabes de distintas nacionalidades siguiendo como religión oficial el Islam, aunque sus padres se regían por el zoroastrismo, una religión que ni de lejos es amable con la homosexualidad. Esa presión impidió que Freddie aceptara abiertamente su sexualidad, aunque de puertas para dentro y en las letras de sus canciones, las declaraciones se hacían a gritos.

En Zanzíbar sólo hay dos enclaves que explotan la procedencia del artista. La que antaño fue su casa, ahora solo se puede ver la insignia ‘Mercury House’ coronando la puerta y varias fotos desgastadas por el paso del tiempo en una vitrina. Un fracaso absoluto como parada de peregrinaje. Otro de los lugares que ha sabido captar un pedazo de su esencia ha sido el ‘Mercury’, un bonito local de copas al borde del mar, y de lo más parecido a un oasis para los nostálgicos. Y no sólo por la carta de cócteles, sino por las variopintas fotografías que se exhiben en sus paredes. Escasas y colocadas con calzador, en verdad.

Mientras se bebe una cerveza bajo el lúgubre tintineo de las velas sobre las mesas, la oscuridad y el secretismo sacan a la luz los tabús que aún hoy existen hacia la figura del genio con bigotes que tocaba el piano sin camiseta, se pintaba los ojos, labios y uñas y, quien que de vez en cuando, se vestía como una mujer. Aunque Zanzíbar acepte que las turistas se paseen en ‘shorts’ y camisetas de tirantes y que dos hombres caminen juntos intercambiándose miradas de deseo, estos siguen siendo valores que la tradición musulmana y la ley africana aparta, evitando los occidentalismos que huyen de los valores tradicionales. Y es precisamente su hijo pródigo quien representa todo eso.

En Zanzíbar los actos homosexuales masculinos se penalizan con penas de cárcel, incluso en algunos casos hasta con cadena perpetua. Lo mismo sucede en casi la totalidad de países africanos, que aún conservan las leyes que dejaron los colonos antes de abandonar el continente durante la década de los sesenta. Las únicas excepciones son las de Mozambique, que despenalizó la homosexualidad el año pasado, y Sudáfrica, donde está permitido el matrimonio igualitario. Pero en general, África, sigue sin estar preparada para aceptar con los brazos abiertos la homosexualidad.

"Bismillah!" reza Mercury en su magistral tema ‘Bohemiam Rapsody’. Una expresión árabe que significa ‘¡en el nombre de Alá!’. Pues bien, “Bismillah!” debió de ser el grito de sorpresa cuando sus primeras ‘performances’ llegaban a los escasos televisores de Stone Town. Transgresor, bisexual y víctima del VIH. Su enfermedad letal es quizá lo único que le acercaba a sus orígenes africanos, donde el virus se expandía con la misma efervescencia que entre las tribus más ‘underground’ del mundo occidentalizado. La dicotomía entre Zanzibar, Mercury y el colectivo homosexual es evidente. Si los comerciantes de la isla quieren hacer dinero aprovechándose de las remesas de turismo, han de superar los mismos tabúes que habrían encorsetado a Freddie, cuando éste era Farrokh. La leyenda se merece más que la venta ambulante de CDs pirata con carcasas difuminadas por las gotas de lluvia. Zanzibar necesita reconocer que parió al autor de la mejor canción pop de todos los tiempos, y aceptar lo que Mercury enseñó al mundo mientras ellos se tapaban los ojos.

Y TAMBIÉN…
25 años de la muerte de Freddie Mercury: el desconcertante genio al que la música liberó.

Estaba "trastornado, lastimado y permanentemente en busca de atención". El cantante, enfermo desde 1980, no reconoció hasta 1991 su enfermedad. "Su pesadilla era encontrarse el dormitorio vacío".
Uli Hesse | El Mundo, 2016-11-24
http://www.elmundo.es/cultura/2016/11/24/5836982f268e3ef4508b4612.html

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