Imagen: El País / La pintora Isabel Quintanilla y su marido el escultor Francisco López en 2016 |
La artista formó parte del grupo de creadores que trabajó en Madrid desde los años 50, encabezado por Antonio López,
Ángeles García | El País, 2017-10-25
https://elpais.com/cultura/2017/10/25/actualidad/1508946897_024360.html
Aunque ella prefería ser calificada como figurativa y no realista, lo cierto es que Isabel Quintanilla (Madrid, 1938) era una de las figuras esenciales del grupo conocido como 'Realistas madrileños', todos nacidos en torno a los años de la Guerra Civil y autores de una obra centrada en la naturaleza más cotidiana. Esposa del escultor Francisco López Hernández, fallecido el 8 de enero de este año, Isabel Quintanilla murió el pasado martes en su domicilio de Brunete (Madrid), a los 79 años de edad, ha informado hoy, miércoles, el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, sede de la gran exposición 'Realistas de Madrid', entre febrero y mayo de 2016.
La muestra del Thyssen supuso un solemne y emotivo final a toda una vida dedicada a una opción artística que no siempre había sido bien recibida entre la crítica y el propio mundo del arte. Con Antonio López a la cabeza, el más famoso de todos ellos, el grupo estaba formado por los hermanos y escultores Julio López Hernández (Madrid, 1930) y Francisco López (Madrid, 1932), Isabel Quintanilla (Madrid, 1938), esposa de Francisco; María Moreno (Madrid, 1933), esposa de Antonio López; Esperanza Parada (San Lorenzo del Escorial, 1928-Madrid, 2011) y Amalia Avia (Santa Cruz de la Zarza, Toledo, 1930-Madrid, 2011). Con el abandono por enfermedad de María Moreno, era Isabel Quintanilla la última representante femenina del grupo que seguía en activo.
Quintanilla ingresó en 1953 en la Escuela Superior de Bellas Artes, finalizando sus estudios seis años después. En ese periodo conoció a Antonio López y a Francisco López Hernández, y surgió entre ellos una gran amistad.
Mujer de fuerte carácter y gran personalidad, en las vísperas de la exposición del Thyssen explicaba que la opción de pintar Madrid surgió por la sencilla razón de que casi todos habían nacido o vivían en la capital. De hecho, en la década de los 50 y 60 vivieron en la zona de casitas bajas que existe junto a la Plaza de Castilla, la misma zona en la que todavía vive Antonio López con su esposa.
Como dice Guillermo Solana, director artístico del Thyssen y comisario de la exposición dedicada al realismo, la muestra fue para muchos un gran descubrimiento de las pinturas de Quintanilla. “En su obra de los años sesenta y setenta hay algo radical, un rigor sin concesiones. Un vaso de Duralex en un alféizar o un trozo de muro dibujados o pintados por ella tienen una serenidad y una verdad que no se puede olvidar. Como persona, era una mujer llena de energía, de luz”.
Cuando entonces se le preguntó a Quintanilla sobre el precio que había tenido que pagar por defender la figuración a contracorriente con las tendencias internacionales, respondió que puede que no hubieran sido entendidos dentro de España, pero que su obra sí había sido perfectamente comprendida fuera. Autora lenta y preciosista (no más de tres o cuatro cuadros al año) contó que casi toda su producción había sido vendida en Alemania, país en el que contaba con coleccionistas muy fieles. Por eso no sorprende que su obra forme parte de las colecciones permanentes de numerosos museos y colecciones extranjeros: The Baltimore Museum of Art, la National Galerie de Berlín, el Städtische Kunstsammlungen de Darmstadt, la Hamburger Kunsthalle de Hamburgo, el Museum Athenaeum de Helsinki, la Bayerische Saatsgemäldesammlung de Múnich, el Neues Museum de Nuremberg, la Staatsgalerie de Stuttgart, el Hirshhorn Museum and Sculpture Garden o el Smithsonian Institution, de Washington. En España forma parte de la colección del Banco de España y del Conde Duque, en Madrid.
La muestra del Thyssen supuso un solemne y emotivo final a toda una vida dedicada a una opción artística que no siempre había sido bien recibida entre la crítica y el propio mundo del arte. Con Antonio López a la cabeza, el más famoso de todos ellos, el grupo estaba formado por los hermanos y escultores Julio López Hernández (Madrid, 1930) y Francisco López (Madrid, 1932), Isabel Quintanilla (Madrid, 1938), esposa de Francisco; María Moreno (Madrid, 1933), esposa de Antonio López; Esperanza Parada (San Lorenzo del Escorial, 1928-Madrid, 2011) y Amalia Avia (Santa Cruz de la Zarza, Toledo, 1930-Madrid, 2011). Con el abandono por enfermedad de María Moreno, era Isabel Quintanilla la última representante femenina del grupo que seguía en activo.
Quintanilla ingresó en 1953 en la Escuela Superior de Bellas Artes, finalizando sus estudios seis años después. En ese periodo conoció a Antonio López y a Francisco López Hernández, y surgió entre ellos una gran amistad.
Mujer de fuerte carácter y gran personalidad, en las vísperas de la exposición del Thyssen explicaba que la opción de pintar Madrid surgió por la sencilla razón de que casi todos habían nacido o vivían en la capital. De hecho, en la década de los 50 y 60 vivieron en la zona de casitas bajas que existe junto a la Plaza de Castilla, la misma zona en la que todavía vive Antonio López con su esposa.
Como dice Guillermo Solana, director artístico del Thyssen y comisario de la exposición dedicada al realismo, la muestra fue para muchos un gran descubrimiento de las pinturas de Quintanilla. “En su obra de los años sesenta y setenta hay algo radical, un rigor sin concesiones. Un vaso de Duralex en un alféizar o un trozo de muro dibujados o pintados por ella tienen una serenidad y una verdad que no se puede olvidar. Como persona, era una mujer llena de energía, de luz”.
Cuando entonces se le preguntó a Quintanilla sobre el precio que había tenido que pagar por defender la figuración a contracorriente con las tendencias internacionales, respondió que puede que no hubieran sido entendidos dentro de España, pero que su obra sí había sido perfectamente comprendida fuera. Autora lenta y preciosista (no más de tres o cuatro cuadros al año) contó que casi toda su producción había sido vendida en Alemania, país en el que contaba con coleccionistas muy fieles. Por eso no sorprende que su obra forme parte de las colecciones permanentes de numerosos museos y colecciones extranjeros: The Baltimore Museum of Art, la National Galerie de Berlín, el Städtische Kunstsammlungen de Darmstadt, la Hamburger Kunsthalle de Hamburgo, el Museum Athenaeum de Helsinki, la Bayerische Saatsgemäldesammlung de Múnich, el Neues Museum de Nuremberg, la Staatsgalerie de Stuttgart, el Hirshhorn Museum and Sculpture Garden o el Smithsonian Institution, de Washington. En España forma parte de la colección del Banco de España y del Conde Duque, en Madrid.
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