Imagen: El Salto / Beatriz Gimeno |
Ha sido diputada en la Asamblea de Madrid y presidenta de la FELGTB. El pasado 31 de enero, tomó posesión de su cargo como directora del Instituto de la Mujer, que quiere llevar al centro de Madrid y convertir en un ‘think-tank’ feminista.
Patricia Reguero | El Salto, 2020-02-26
https://www.elsaltodiario.com/feminismos/beatriz-gimeno-entrevista-directira-instituto-igualdad
“No me sorprende recibir críticas por mis posturas y, además, he dicho tanto y he escrito tanto que no puedo desdecirme, ni querría hacerlo”, explica Beatriz Gimeno a El Salto. Gimeno habla sobre prostitución desde la postura abolicionista que siempre ha defendido y se expresa con claridad sobre el uso del término “personas gestantes” o a favor de una Ley Trans. Ha sido diputada en la Asamblea de Madrid, presidenta de la FELGTB y es autora de ensayos sobre lactancia, prostitución y sexualidad. El pasado 31 de enero tomó posesión de su cargo como directora del Instituto de Igualdad, dependiente del Ministerio de Igualdad que dirige Irene Montero.
Gimeno fue, además, una de las pocas personas con cargos públicos en Podemos que habló en favor de las madres de Infancia Libre, la asociación de madres a la que la Policía investigó por constituir una trama criminal, argumento que desechó un informe de la Fiscalía Provincial de Madrid. “Recibí a las madres de Infancia Libre como diputada y volvería a hacerlo en mi nuevo cargo”, asegura.
Entre sus planes como directora del Instituto de la Mujer está devolver este organismo al lugar que ocupó alguna vez: uno desde el que servir de escuela de pensamiento feminista que permee las políticas públicas. El plan para poner en el centro el Instituto pasa también por cambiarlo de ubicación y de nombre.
En el acto de toma de posesión me llamó la atención que Irene Montero, al darte la bienvenida, habló de sus “discrepancias” contigo. ¿En qué discrepas con la ministra?
Concretamente no lo sé, no lo hemos hablado. Supongo que será más de una, porque somos de dos generaciones distintas y ya he aprendido que en el feminismo funciona mucho una cuestión generacional. Creo que explícitamente se puede referir al tema de la lactancia materna, porque yo escribí un libro que ella leyó cuando estaba embarazada y me escribió una nota muy elogiosa de mi libro diciendo que le había gustado mucho, pero que discrepaba en algunas cuestiones; seguramente era un guiño y se refería a eso.
Allí Montero pidió una “alianza feminista” para hacer frente a esta legislatura. ¿Es posible en el contexto actual esa alianza total?
Tiene que ser posible. Quizá no con todo el movimiento, pero sí con la inmensa mayoría. Tiene que ser posible porque lo que está enfrente es una extrema derecha internacional centrada en recortar derechos a las mujeres y en hacer un discurso antifeminista y claramente misógino. En este momento, el feminismo tiene que ser capaz de centrarse en los grandes consensos. Parece, muchas veces, que centrarse los consensos quiere decir olvidar lo que no lo es: no. Quiere decir que hagamos alianzas en lo que se refiere a los consensos y que sigamos trabajando cada una lo que no es objeto de consenso, tanto en el movimiento como en las instituciones... Tiene que ser posible por lo menos con la gran parte, porque nos estamos jugando mucho y todo lo que no sea fortalecerse ahora y avanzar puede significar un retroceso a corto plazo.
Empieza a parecer un mantra vacío esto de “que vienen los malos”. ¿Por qué tenemos que tener miedo las mujeres a la extrema derecha?
Por todo. Primero, porque intentarán si gobiernan, y así ocurre allá donde lo hacen, recortar derechos y ayudas necesarias. Estamos viendo en Murcia el pin parental, estamos viendo la dificultad de impartir en las escuelas educación afectiva y sexual, coeducación en igualdad de género... cosas que creo que son muy graves. Eso es aquí, pero cuando gobernaron intentaron recortar al derecho al aborto.
Luego, porque eso que se llama “guerras culturales” a veces se desliga de las “guerras materiales”, entre comillas, como si fueran menos importantes. Sabemos que no: la hegemonía cultural muchas veces tiene que ver con la materialidad de la vida. Cuando una visión se convierte en hegemónica, eso no es meramente cultural: eso es material y tiene que ver con derechos y con dónde pones el foco de las políticas. Y, entonces, creo que las políticas de la extrema derecha, además de esa supuesta guerra cultural —que yo no creo que sea cultural— perjudican mucho la vida en general y las mujeres especialmente. Eso lo sabemos. Sabemos que el neoliberalismo dificulta a todo el mundo, pero la vida de las mujeres la hace mucho más difícil.
En el acto de toma se posesión se lanzaron guiños al movimiento feminista. ¿No entra en tensión el movimiento con las instituciones?
Sí entran en tensión, pero tampoco lo conozco porque yo llevo unas semanas en la institución y es la primera vez en mi vida que estoy en las instituciones. Todavía no he tomado plena consciencia de la enorme diferencia entre ser movimiento y estar en las instituciones. Supongo que en las instituciones lo que te encuentras son límites constantemente.
El movimiento feminista y el movimiento LGTB pueden pedir y pedir y luchar por ello sabiendo que las instituciones te van a poner límites, y por tanto creo que en el movimiento tienes que llevar siempre propuestas de máximos, porque ya vendrán las instituciones a recortar. Y ahora me toca estar aquí, recortando las peticiones y poniendo límites. Llevo muy poco tiempo y creo que sí que chocan, pero esto es así no solo con el movimiento feminista sino con todos los movimientos. Esto en Podemos lo estamos experimentando todos y todas desde que entramos en el Gobierno y en las instituciones.
¿Entrar en política para asumir límites no es un poco frustrante?
Estos límites los asumo ahora aquí, pero ya los asumía en la Asamblea de Madrid y supongo que mis compañeros y compañeras en todos los parlamentos. Es frustrante, pero al mismo tiempo también se da la posibilidad de hacer algo. Así que, por una parte, es frustrante pero por otra parte es lo contrario, porque puedes hacer algo realmente aunque no sea todo lo que querías. Tiene una parte de ilusión.
Una fácil: ¿para qué sirve el Instituto de la Mujer y la Igualdad de Oportunidad?
Pues no es tan fácil, yo misma me he sorprendido de la cantidad de cosas que hace, muchas muy desconocidas. La parte que más me interesa —aunque no es que lo otro no me interese— es la que tiene que ver con el conocimiento. Queremos hacer una escuela de pensamiento feminista, queremos hacer algo parecido a un think-tank feminista. Queremos estar presentes en los cursos de verano. Queremos que el Instituto se convierta en un centro de debate y que los debates que se dan dentro del movimiento feminista se puedan dar también aquí contando con medios. Queremos que los estudios feministas se introduzcan como un área de conocimiento dentro de la universidad para blindar los estudios de género, colaborar con los másters, dar becas... Me gustaría ser quién desarrollara todo esto en este mandato.
“El Instituto estaba muy dejado de la mano de Dios”, y no lo digo yo, son tus palabras en una entrevista en El Diario.
Y luego dije “y del PP”.
Estaba dejado, entonces. ¿Por qué crees que estaba en esa situación y cómo se lo coloca en el lugar que quieres que ocupe?
Está dejado de la mano del PP porque el PP siempre quiso quitarle importancia al Instituto, al feminismo y a la igualdad. Era muy grande como para acabar con él y fue quitando competencias y, sobre todo, presupuesto, con lo cual quedó muy flaquito, aunque con mucha actividad. Es verdad que hacemos muchas cosas, pero a veces cosas muy pequeñas que no tienen suficiente visibilidad, porque el Instituto ha perdido la capacidad de hacer cosas grandes que sean propias del Instituto: una escuela de pensamiento feminista propia, unos cursos o unas jornadas que sean propias y que sean grandes. [El PP] no quería trabajar en feminismo porque lo que le interesaba era trabajar en “igualdad de oportunidades”, que es como los liberales llaman a la igualdad por arriba y no por abajo. De hecho, el PP cambió el nombre al Instituto de la Mujer y añadió “y de la igualdad de oportunidades”, que es redundante. El PP lo dejó y nosotros queremos devolverlo donde creemos que siempre debió estar.
Está en los planes cambiar el nombre y la ubicación. ¿Qué nombre? ¿Dónde?
Seguramente sea “Instituto de las Mujeres” pero está por decidir y, en cuanto la ubicación, creemos que hay que sacarlo de Condesa de Venadito, que es el lugar donde lo llevó el PP, un lugar aislado que no tiene buena comunicación por lo que es difícil que sea accesible. Hay que buscarle un sitio céntrico, que es lo que estamos intentando y algo que ya intentó Soledad Murillo en la anterior legislatura. Es uno de los objetivos que creemos y que debe tener cualquiera que queda reflotar la importancia al Instituto.
Hablas de “mujeres” en plural... ¿Quién es el sujeto del feminismo?
Yo creo que las mujeres, y eso incluye desde luego a las mujeres trans y tampoco es un tema que a mí me resulte muy conflictivo. Si preguntas a la gente en la calle “quién es el sujeto del feminismo”, creo que la mayoría de la gente entiende que serían las mujeres. Es una discusión que me parece muy académica y un poco interesada. Desde el punto de vista académico, claro que se puede debatir: el sujeto del feminismo no ha dejado de ampliarse desde el siglo XIX con la introducción de lesbianas, de mujeres trans, de mujeres racializadas. Entonces, es una cuestión académica que puede ser muy interesante y se puede debatir, pero también creo que la calle la gente entiende que son las mujeres y desde luego las mujeres trans. No me parece tan complicado.
Dices que es un debate académico, pero a mí me parece que no solo. Las primeras críticas que he escuchado contra ti vienen de feministas que te cuestionan precisamente por esto. ¿Te sorprende?
No, sorprenderme no me sorprende. En el feminismo hay debates muy profundos, los ha habido siempre. Si miramos a los años 60, había un enorme debate dentro del feminismo de la igualdad y de la diferencia que era también muy brutal en el sentido de que, a veces, se defendían posiciones absolutamente antagónicas. Cuando esas cesuras se han ido limando, han aparecido nuevos debates que todos y todas, sobre todo todas, conocemos. No me sorprende, creo que es un debate puramente académico en gran parte basado en la ignorancia. Por ejemplo, se critica una Ley Trans cuyo texto definitivo aún no se ha presentado y que se ha dicho que se va a corregir. Muchas veces se critican cosas que no existen en las leyes.
No, no me sorprende. Yo recibo críticas por mis posturas. Tengo posturas muy definidas y he escrito tanto y he dicho tanto que no puedo desdecirme —ni querría hacerlo— y recibo críticas por mi postura con respecto a la prostitución, o respecto los vientres de alquiler, o a mi militancia LGTB, o las mujeres trans. Yo el feminismo no lo entiendo si no es transinclusivo; las mujeres trans están desde siempre y no me parece en ningún caso que sus derechos entren en conflicto con los de otras mujeres. No creo que ampliar los derechos de nadie quite nada. Se trata de ir garantizando y ampliando derechos para todas las personas. Los derechos no entran en conflicto y no se puede hacer competir diversos derechos, eso me parece una barbaridad. Los derechos no están en un mercado donde uno es el más legítimo que otro, hay que garantizarlos todos. Yo soy transinclusiva, la ministra lo es también y, además, tenemos una Dirección General de Diversidad que se ocupará de que los derechos de las personas trans estén garantizados al final de esta legislatura.
¿Te sientes cómoda hablando de “derecho de autodeterminación de género” o de “personas gestantes”?
Los hombres trans son personas gestantes, ni me siento cómoda ni incómoda, eso es una realidad legal y social. Yo quiero decir “mujeres y personas gestantes”, eso lo tengo claro. Pero hay personas gestantes que son hombres. Legalmente son hombres, socialmente son hombres, en su DNI pone que son hombres. Son hombres trans que pueden quedarse embarazados porque no han perdido su capacidad reproductiva, y hay que llamarlos “hombres gestantes”. Entiendo que algunas cuestiones de la realidad trans sean muy desconocidas para gente que no conoce a ninguna persona trans o la evolución de cómo han ido las leyes. Los hombres gestantes ya existen y a la hora de garantizar derechos podrían, por ejemplo, abortar, y hay que garantizar todos los derechos relacionados con la gestación, el parto y la crianza, porque estas personas existen. Ahora, si me preguntas si “personas gestantes” tiene que referirse a todas las mujeres... yo prefiero decir “mujeres y personas gestantes”.
Ya que estamos, vamos a otro jardín feminista que es el de la prostitución. Tú eres abolicionista y la ministra también. ¿Es el Ministerio de Igualdad un Ministerio abolicionista de la prostitución?
Irene ha dicho que ella es abolicionista pero quiere ser prudente porque es muy difícil tomar decisiones en ese campo y, como ella también ha dicho, la prueba es que en todo lo relativo a la prostitución, durante años de Gobierno del PSOE, incluso con mayorías absolutas del Partido Socialista, no se ha tomado ninguna medida grande en dirección a la abolición de la prostitución, sino al contrario. Por ejemplo, el Partido Socialista fue quién sacó la tercería locativa del Código Penal. Despenalizó la prostitución y luego Rajoy lo hizo aún más fácil.
Estamos en el tercer país en consumo de prostitución del mundo. Es un récord muy triste, pero lo cierto es que diversos gobiernos socialistas no han podido o no ha querido hacer nada, incluso con mayorías absolutas de Zapatero, que se declara abolicionista. La ministra quiere ser prudente y no basta con decir “somos abolicionistas, somos un ministerio abolicionista”, sino que vamos a ver lo que podemos hacer.
¿Y en Podemos? ¿No es un debate que se ha ido serpenteando para evitarlo?
No. Hemos tenido debate interno y no me parece justo decir que cuando no se llega a una postura clara o seguimos debatiendo es que se está eludiendo el debate, porque dentro lo hemos tenido y lo seguimos teniendo. Muchos círculos sí han tomado postura y hemos tenido debates internos profundos, por tanto no es que lo estemos dando de lado sino que lo hemos tenido y lo estamos teniendo. Es un debate quizá que no se ha concluido, porque no se ha ganado definitivamente. Creo que el punto de vista abolicionista es mayoritario y la mayoría de los círculos, pero no todos, se han posicionado. No lo hemos eludido: lo hemos tenido y lo estamos teniendo a fondo y con muchas dificultades pero hemos sido capaces de debatirlo con cierta calma.
El único Ministerio de Igualdad que conocemos lo creó Zapatero en 2007, fue muy celebrado y luego lo recortó. ¿Qué se puede esperar de un Ministerio de Igualdad en manos de Podemos?
Fue muy celebrado y con razón. El movimiento feminista tenía mucha ilusión en este Ministerio que se cargaron cuando vinieron los recortes, lo cual también demuestra dónde se recorta cuando vienen mal dadas. Yo me estuve manifestando aquí abajo el día en que salió publicado que lo iban a cerrar. Éramos muy pocas, como unas doscientas mujeres, delante de este Ministerio. Me parecía injusto porque mandaba un mensaje a la sociedad de que la igualdad era poco importante y de que el feminismo era poco importante, teniendo en cuenta que era el Ministerio que menos presupuesto tenía. Es decir, si había que cargarse algo, esto no era lo que más gastaba. Me pareció muy triste que desapareciera y la manera en que desapareció.
El feminismo, o te lo crees o no, pero no puede ser que lo pongas cuando tienes dinero y que cuando hay recortes, justo lo que menos gasta, te lo cargues. Me parece muy triste y recuperarlo era un objetivo. Qué se puede esperar: pues que perdure, que tenga capacidad de cambiar las políticas, de transversalizar el feminismo en todas las políticas públicas, de llevar la iniciativa en muchas cuestiones feministas, en lo que se refiere a la visibilidad del feminismo y del pensamiento feminista en las instituciones decir. Que sea un foco pensamiento y de pensar las políticas públicas.
Has señalado ya dos veces al PSOE...
No, no es señalamiento. Es decir las cosas, porque se nos está exigiendo algo que es evidente que hemos recibido. Por ejemplo, en el tema de la prostitución no es tan sencillo tomar esas decisiones y de que no es tan sencillo es prueba que diversos gobiernos socialistas no han podido, aunque supongo que lo habrán intentado. No me cabe ninguna duda de que las mujeres abolicionistas del PSOE, que llevan muchos años luchando, han intentado por todos los medios sacar posicionamientos o políticas abolicionistas de los distintos gobiernos... Pues no han podido, está claro. No es un señalamiento. Por eso la ministra dice que prefiere ser prudente antes que decir “vamos a hacerlo” y que luego no podamos.
¿El feminismo tiene que redistribiur la riqueza?
El feminismo es anticapitalista, por lo menos el de la cuarta ola. Yo diría que una de sus características es esta, y es lo que hace que el neoliberalismo y la extrema derecha están en contra nuestra. Hay que redistribuirla, por lo menos y para empezar, entre mujeres y hombres. La gente, cuando habla de redistribución de la riqueza, siempre piensa en la clase, pero además de la clase hay que incorporar la variable de género y eso exige políticas públicas muy fuertes de cuidados, de gestión del tiempo y, en definitiva, una socialización de los cuidados.
Tu primera reunión como directora del Instituto de la Mujer ha sido con Sedoac. ¿Por qué ellas? ¿Quiénes son las siguientes?
La primera reunión fue con Sedoac porque yo quise que así fuera. He trabajado mucho con ellas en la Asamblea de Madrid y es un símbolo de que queremos ocuparnos del suelo pegajoso de las mujeres y no tanto aunque también del techo de cristal.
Te quería preguntar por un tema que hemos seguido de cerca en El Salto, el caso Infancia Libre. Eres de las pocas personas que ha apoyado públicamente a las madres de Infancia Libre. ¿Por qué?
Con las madres de Infancia Libre se reunió Isa Serra y enseguida nos dimos cuenta de que eran mujeres que estaban intentando defender a sus hijos y a sus hijas de abusadores sexuales, y que no solo no estaban teniendo cauces para hacerlo sino que esto se estaba volviendo en su contra. Es un tema que empezó Isa Serra, y luego yo lo recogí como responsable de Igualdad de Feminismos en la Asamblea. Isa hizo un discurso moderado en la tribuna de oradores de la Asamblea que generó abucheos, pitos, golpes, incluso por parte de alguna gente del PSOE. Simplemente decía que, tal y como está el sistema montado, es dificilísimo denunciar abusos sexuales de los padres o parientes varones porque están funcionando prejuicios y está funcionando el SAP, y muchas de las instituciones lo que les dicen a las madres que no denuncien porque pueden perder la custodia.
Hay una resistencia enorme por parte de las instituciones a reconocer que los abusos sexuales se dan sobre todo en la familia. Eso es así y no hay más que ver las estadísticas, pero estamos trabajando las violaciones por parte de extraños y se están destapando los abusos sexuales en la iglesia, mientras los abusos en las familias permanecen ocultos. La familia es el gran tabú para una parte de la derecha y para mucha gente. No se trata de decir nada malo acerca de la familia, que muchas veces es un núcleo de resistencia y de vida en épocas neoliberales tan duras, pero también es un núcleo todo tipo de abusos.
Finalmente, hemos visto que la trama no existe y que no son mujeres que estén raptando a sus hijos, sino que simplemente los están defendiendo. Imagínate que eres una madre y sabes que un familiar está abusando de tus hijos, pero te dicen que no lo digas porque te van a pasar a quitar la custodia: pues eso ha pasado.
Las escuchaste como diputada en la Asamblea de Madrid. ¿Las escucharías ahora?
Sí, por supuesto. El tema de los abusos sexuales y la familia es un tabú y es un tema en el que alguna vez vamos a tener que entrar, porque está ahí.
Se ha hablado muchos del puesto de cajera que Irene Montero omitió en su currículum. ¿Qué hay en tu currículum oculto?
He limpiado casas siendo joven y no lo pongo en mi currículum.
Gimeno fue, además, una de las pocas personas con cargos públicos en Podemos que habló en favor de las madres de Infancia Libre, la asociación de madres a la que la Policía investigó por constituir una trama criminal, argumento que desechó un informe de la Fiscalía Provincial de Madrid. “Recibí a las madres de Infancia Libre como diputada y volvería a hacerlo en mi nuevo cargo”, asegura.
Entre sus planes como directora del Instituto de la Mujer está devolver este organismo al lugar que ocupó alguna vez: uno desde el que servir de escuela de pensamiento feminista que permee las políticas públicas. El plan para poner en el centro el Instituto pasa también por cambiarlo de ubicación y de nombre.
En el acto de toma de posesión me llamó la atención que Irene Montero, al darte la bienvenida, habló de sus “discrepancias” contigo. ¿En qué discrepas con la ministra?
Concretamente no lo sé, no lo hemos hablado. Supongo que será más de una, porque somos de dos generaciones distintas y ya he aprendido que en el feminismo funciona mucho una cuestión generacional. Creo que explícitamente se puede referir al tema de la lactancia materna, porque yo escribí un libro que ella leyó cuando estaba embarazada y me escribió una nota muy elogiosa de mi libro diciendo que le había gustado mucho, pero que discrepaba en algunas cuestiones; seguramente era un guiño y se refería a eso.
Allí Montero pidió una “alianza feminista” para hacer frente a esta legislatura. ¿Es posible en el contexto actual esa alianza total?
Tiene que ser posible. Quizá no con todo el movimiento, pero sí con la inmensa mayoría. Tiene que ser posible porque lo que está enfrente es una extrema derecha internacional centrada en recortar derechos a las mujeres y en hacer un discurso antifeminista y claramente misógino. En este momento, el feminismo tiene que ser capaz de centrarse en los grandes consensos. Parece, muchas veces, que centrarse los consensos quiere decir olvidar lo que no lo es: no. Quiere decir que hagamos alianzas en lo que se refiere a los consensos y que sigamos trabajando cada una lo que no es objeto de consenso, tanto en el movimiento como en las instituciones... Tiene que ser posible por lo menos con la gran parte, porque nos estamos jugando mucho y todo lo que no sea fortalecerse ahora y avanzar puede significar un retroceso a corto plazo.
Empieza a parecer un mantra vacío esto de “que vienen los malos”. ¿Por qué tenemos que tener miedo las mujeres a la extrema derecha?
Por todo. Primero, porque intentarán si gobiernan, y así ocurre allá donde lo hacen, recortar derechos y ayudas necesarias. Estamos viendo en Murcia el pin parental, estamos viendo la dificultad de impartir en las escuelas educación afectiva y sexual, coeducación en igualdad de género... cosas que creo que son muy graves. Eso es aquí, pero cuando gobernaron intentaron recortar al derecho al aborto.
Luego, porque eso que se llama “guerras culturales” a veces se desliga de las “guerras materiales”, entre comillas, como si fueran menos importantes. Sabemos que no: la hegemonía cultural muchas veces tiene que ver con la materialidad de la vida. Cuando una visión se convierte en hegemónica, eso no es meramente cultural: eso es material y tiene que ver con derechos y con dónde pones el foco de las políticas. Y, entonces, creo que las políticas de la extrema derecha, además de esa supuesta guerra cultural —que yo no creo que sea cultural— perjudican mucho la vida en general y las mujeres especialmente. Eso lo sabemos. Sabemos que el neoliberalismo dificulta a todo el mundo, pero la vida de las mujeres la hace mucho más difícil.
En el acto de toma se posesión se lanzaron guiños al movimiento feminista. ¿No entra en tensión el movimiento con las instituciones?
Sí entran en tensión, pero tampoco lo conozco porque yo llevo unas semanas en la institución y es la primera vez en mi vida que estoy en las instituciones. Todavía no he tomado plena consciencia de la enorme diferencia entre ser movimiento y estar en las instituciones. Supongo que en las instituciones lo que te encuentras son límites constantemente.
El movimiento feminista y el movimiento LGTB pueden pedir y pedir y luchar por ello sabiendo que las instituciones te van a poner límites, y por tanto creo que en el movimiento tienes que llevar siempre propuestas de máximos, porque ya vendrán las instituciones a recortar. Y ahora me toca estar aquí, recortando las peticiones y poniendo límites. Llevo muy poco tiempo y creo que sí que chocan, pero esto es así no solo con el movimiento feminista sino con todos los movimientos. Esto en Podemos lo estamos experimentando todos y todas desde que entramos en el Gobierno y en las instituciones.
¿Entrar en política para asumir límites no es un poco frustrante?
Estos límites los asumo ahora aquí, pero ya los asumía en la Asamblea de Madrid y supongo que mis compañeros y compañeras en todos los parlamentos. Es frustrante, pero al mismo tiempo también se da la posibilidad de hacer algo. Así que, por una parte, es frustrante pero por otra parte es lo contrario, porque puedes hacer algo realmente aunque no sea todo lo que querías. Tiene una parte de ilusión.
Una fácil: ¿para qué sirve el Instituto de la Mujer y la Igualdad de Oportunidad?
Pues no es tan fácil, yo misma me he sorprendido de la cantidad de cosas que hace, muchas muy desconocidas. La parte que más me interesa —aunque no es que lo otro no me interese— es la que tiene que ver con el conocimiento. Queremos hacer una escuela de pensamiento feminista, queremos hacer algo parecido a un think-tank feminista. Queremos estar presentes en los cursos de verano. Queremos que el Instituto se convierta en un centro de debate y que los debates que se dan dentro del movimiento feminista se puedan dar también aquí contando con medios. Queremos que los estudios feministas se introduzcan como un área de conocimiento dentro de la universidad para blindar los estudios de género, colaborar con los másters, dar becas... Me gustaría ser quién desarrollara todo esto en este mandato.
“El Instituto estaba muy dejado de la mano de Dios”, y no lo digo yo, son tus palabras en una entrevista en El Diario.
Y luego dije “y del PP”.
Estaba dejado, entonces. ¿Por qué crees que estaba en esa situación y cómo se lo coloca en el lugar que quieres que ocupe?
Está dejado de la mano del PP porque el PP siempre quiso quitarle importancia al Instituto, al feminismo y a la igualdad. Era muy grande como para acabar con él y fue quitando competencias y, sobre todo, presupuesto, con lo cual quedó muy flaquito, aunque con mucha actividad. Es verdad que hacemos muchas cosas, pero a veces cosas muy pequeñas que no tienen suficiente visibilidad, porque el Instituto ha perdido la capacidad de hacer cosas grandes que sean propias del Instituto: una escuela de pensamiento feminista propia, unos cursos o unas jornadas que sean propias y que sean grandes. [El PP] no quería trabajar en feminismo porque lo que le interesaba era trabajar en “igualdad de oportunidades”, que es como los liberales llaman a la igualdad por arriba y no por abajo. De hecho, el PP cambió el nombre al Instituto de la Mujer y añadió “y de la igualdad de oportunidades”, que es redundante. El PP lo dejó y nosotros queremos devolverlo donde creemos que siempre debió estar.
Está en los planes cambiar el nombre y la ubicación. ¿Qué nombre? ¿Dónde?
Seguramente sea “Instituto de las Mujeres” pero está por decidir y, en cuanto la ubicación, creemos que hay que sacarlo de Condesa de Venadito, que es el lugar donde lo llevó el PP, un lugar aislado que no tiene buena comunicación por lo que es difícil que sea accesible. Hay que buscarle un sitio céntrico, que es lo que estamos intentando y algo que ya intentó Soledad Murillo en la anterior legislatura. Es uno de los objetivos que creemos y que debe tener cualquiera que queda reflotar la importancia al Instituto.
Hablas de “mujeres” en plural... ¿Quién es el sujeto del feminismo?
Yo creo que las mujeres, y eso incluye desde luego a las mujeres trans y tampoco es un tema que a mí me resulte muy conflictivo. Si preguntas a la gente en la calle “quién es el sujeto del feminismo”, creo que la mayoría de la gente entiende que serían las mujeres. Es una discusión que me parece muy académica y un poco interesada. Desde el punto de vista académico, claro que se puede debatir: el sujeto del feminismo no ha dejado de ampliarse desde el siglo XIX con la introducción de lesbianas, de mujeres trans, de mujeres racializadas. Entonces, es una cuestión académica que puede ser muy interesante y se puede debatir, pero también creo que la calle la gente entiende que son las mujeres y desde luego las mujeres trans. No me parece tan complicado.
Dices que es un debate académico, pero a mí me parece que no solo. Las primeras críticas que he escuchado contra ti vienen de feministas que te cuestionan precisamente por esto. ¿Te sorprende?
No, sorprenderme no me sorprende. En el feminismo hay debates muy profundos, los ha habido siempre. Si miramos a los años 60, había un enorme debate dentro del feminismo de la igualdad y de la diferencia que era también muy brutal en el sentido de que, a veces, se defendían posiciones absolutamente antagónicas. Cuando esas cesuras se han ido limando, han aparecido nuevos debates que todos y todas, sobre todo todas, conocemos. No me sorprende, creo que es un debate puramente académico en gran parte basado en la ignorancia. Por ejemplo, se critica una Ley Trans cuyo texto definitivo aún no se ha presentado y que se ha dicho que se va a corregir. Muchas veces se critican cosas que no existen en las leyes.
No, no me sorprende. Yo recibo críticas por mis posturas. Tengo posturas muy definidas y he escrito tanto y he dicho tanto que no puedo desdecirme —ni querría hacerlo— y recibo críticas por mi postura con respecto a la prostitución, o respecto los vientres de alquiler, o a mi militancia LGTB, o las mujeres trans. Yo el feminismo no lo entiendo si no es transinclusivo; las mujeres trans están desde siempre y no me parece en ningún caso que sus derechos entren en conflicto con los de otras mujeres. No creo que ampliar los derechos de nadie quite nada. Se trata de ir garantizando y ampliando derechos para todas las personas. Los derechos no entran en conflicto y no se puede hacer competir diversos derechos, eso me parece una barbaridad. Los derechos no están en un mercado donde uno es el más legítimo que otro, hay que garantizarlos todos. Yo soy transinclusiva, la ministra lo es también y, además, tenemos una Dirección General de Diversidad que se ocupará de que los derechos de las personas trans estén garantizados al final de esta legislatura.
¿Te sientes cómoda hablando de “derecho de autodeterminación de género” o de “personas gestantes”?
Los hombres trans son personas gestantes, ni me siento cómoda ni incómoda, eso es una realidad legal y social. Yo quiero decir “mujeres y personas gestantes”, eso lo tengo claro. Pero hay personas gestantes que son hombres. Legalmente son hombres, socialmente son hombres, en su DNI pone que son hombres. Son hombres trans que pueden quedarse embarazados porque no han perdido su capacidad reproductiva, y hay que llamarlos “hombres gestantes”. Entiendo que algunas cuestiones de la realidad trans sean muy desconocidas para gente que no conoce a ninguna persona trans o la evolución de cómo han ido las leyes. Los hombres gestantes ya existen y a la hora de garantizar derechos podrían, por ejemplo, abortar, y hay que garantizar todos los derechos relacionados con la gestación, el parto y la crianza, porque estas personas existen. Ahora, si me preguntas si “personas gestantes” tiene que referirse a todas las mujeres... yo prefiero decir “mujeres y personas gestantes”.
Ya que estamos, vamos a otro jardín feminista que es el de la prostitución. Tú eres abolicionista y la ministra también. ¿Es el Ministerio de Igualdad un Ministerio abolicionista de la prostitución?
Irene ha dicho que ella es abolicionista pero quiere ser prudente porque es muy difícil tomar decisiones en ese campo y, como ella también ha dicho, la prueba es que en todo lo relativo a la prostitución, durante años de Gobierno del PSOE, incluso con mayorías absolutas del Partido Socialista, no se ha tomado ninguna medida grande en dirección a la abolición de la prostitución, sino al contrario. Por ejemplo, el Partido Socialista fue quién sacó la tercería locativa del Código Penal. Despenalizó la prostitución y luego Rajoy lo hizo aún más fácil.
Estamos en el tercer país en consumo de prostitución del mundo. Es un récord muy triste, pero lo cierto es que diversos gobiernos socialistas no han podido o no ha querido hacer nada, incluso con mayorías absolutas de Zapatero, que se declara abolicionista. La ministra quiere ser prudente y no basta con decir “somos abolicionistas, somos un ministerio abolicionista”, sino que vamos a ver lo que podemos hacer.
¿Y en Podemos? ¿No es un debate que se ha ido serpenteando para evitarlo?
No. Hemos tenido debate interno y no me parece justo decir que cuando no se llega a una postura clara o seguimos debatiendo es que se está eludiendo el debate, porque dentro lo hemos tenido y lo seguimos teniendo. Muchos círculos sí han tomado postura y hemos tenido debates internos profundos, por tanto no es que lo estemos dando de lado sino que lo hemos tenido y lo estamos teniendo. Es un debate quizá que no se ha concluido, porque no se ha ganado definitivamente. Creo que el punto de vista abolicionista es mayoritario y la mayoría de los círculos, pero no todos, se han posicionado. No lo hemos eludido: lo hemos tenido y lo estamos teniendo a fondo y con muchas dificultades pero hemos sido capaces de debatirlo con cierta calma.
El único Ministerio de Igualdad que conocemos lo creó Zapatero en 2007, fue muy celebrado y luego lo recortó. ¿Qué se puede esperar de un Ministerio de Igualdad en manos de Podemos?
Fue muy celebrado y con razón. El movimiento feminista tenía mucha ilusión en este Ministerio que se cargaron cuando vinieron los recortes, lo cual también demuestra dónde se recorta cuando vienen mal dadas. Yo me estuve manifestando aquí abajo el día en que salió publicado que lo iban a cerrar. Éramos muy pocas, como unas doscientas mujeres, delante de este Ministerio. Me parecía injusto porque mandaba un mensaje a la sociedad de que la igualdad era poco importante y de que el feminismo era poco importante, teniendo en cuenta que era el Ministerio que menos presupuesto tenía. Es decir, si había que cargarse algo, esto no era lo que más gastaba. Me pareció muy triste que desapareciera y la manera en que desapareció.
El feminismo, o te lo crees o no, pero no puede ser que lo pongas cuando tienes dinero y que cuando hay recortes, justo lo que menos gasta, te lo cargues. Me parece muy triste y recuperarlo era un objetivo. Qué se puede esperar: pues que perdure, que tenga capacidad de cambiar las políticas, de transversalizar el feminismo en todas las políticas públicas, de llevar la iniciativa en muchas cuestiones feministas, en lo que se refiere a la visibilidad del feminismo y del pensamiento feminista en las instituciones decir. Que sea un foco pensamiento y de pensar las políticas públicas.
Has señalado ya dos veces al PSOE...
No, no es señalamiento. Es decir las cosas, porque se nos está exigiendo algo que es evidente que hemos recibido. Por ejemplo, en el tema de la prostitución no es tan sencillo tomar esas decisiones y de que no es tan sencillo es prueba que diversos gobiernos socialistas no han podido, aunque supongo que lo habrán intentado. No me cabe ninguna duda de que las mujeres abolicionistas del PSOE, que llevan muchos años luchando, han intentado por todos los medios sacar posicionamientos o políticas abolicionistas de los distintos gobiernos... Pues no han podido, está claro. No es un señalamiento. Por eso la ministra dice que prefiere ser prudente antes que decir “vamos a hacerlo” y que luego no podamos.
¿El feminismo tiene que redistribiur la riqueza?
El feminismo es anticapitalista, por lo menos el de la cuarta ola. Yo diría que una de sus características es esta, y es lo que hace que el neoliberalismo y la extrema derecha están en contra nuestra. Hay que redistribuirla, por lo menos y para empezar, entre mujeres y hombres. La gente, cuando habla de redistribución de la riqueza, siempre piensa en la clase, pero además de la clase hay que incorporar la variable de género y eso exige políticas públicas muy fuertes de cuidados, de gestión del tiempo y, en definitiva, una socialización de los cuidados.
Tu primera reunión como directora del Instituto de la Mujer ha sido con Sedoac. ¿Por qué ellas? ¿Quiénes son las siguientes?
La primera reunión fue con Sedoac porque yo quise que así fuera. He trabajado mucho con ellas en la Asamblea de Madrid y es un símbolo de que queremos ocuparnos del suelo pegajoso de las mujeres y no tanto aunque también del techo de cristal.
Te quería preguntar por un tema que hemos seguido de cerca en El Salto, el caso Infancia Libre. Eres de las pocas personas que ha apoyado públicamente a las madres de Infancia Libre. ¿Por qué?
Con las madres de Infancia Libre se reunió Isa Serra y enseguida nos dimos cuenta de que eran mujeres que estaban intentando defender a sus hijos y a sus hijas de abusadores sexuales, y que no solo no estaban teniendo cauces para hacerlo sino que esto se estaba volviendo en su contra. Es un tema que empezó Isa Serra, y luego yo lo recogí como responsable de Igualdad de Feminismos en la Asamblea. Isa hizo un discurso moderado en la tribuna de oradores de la Asamblea que generó abucheos, pitos, golpes, incluso por parte de alguna gente del PSOE. Simplemente decía que, tal y como está el sistema montado, es dificilísimo denunciar abusos sexuales de los padres o parientes varones porque están funcionando prejuicios y está funcionando el SAP, y muchas de las instituciones lo que les dicen a las madres que no denuncien porque pueden perder la custodia.
Hay una resistencia enorme por parte de las instituciones a reconocer que los abusos sexuales se dan sobre todo en la familia. Eso es así y no hay más que ver las estadísticas, pero estamos trabajando las violaciones por parte de extraños y se están destapando los abusos sexuales en la iglesia, mientras los abusos en las familias permanecen ocultos. La familia es el gran tabú para una parte de la derecha y para mucha gente. No se trata de decir nada malo acerca de la familia, que muchas veces es un núcleo de resistencia y de vida en épocas neoliberales tan duras, pero también es un núcleo todo tipo de abusos.
Finalmente, hemos visto que la trama no existe y que no son mujeres que estén raptando a sus hijos, sino que simplemente los están defendiendo. Imagínate que eres una madre y sabes que un familiar está abusando de tus hijos, pero te dicen que no lo digas porque te van a pasar a quitar la custodia: pues eso ha pasado.
Las escuchaste como diputada en la Asamblea de Madrid. ¿Las escucharías ahora?
Sí, por supuesto. El tema de los abusos sexuales y la familia es un tabú y es un tema en el que alguna vez vamos a tener que entrar, porque está ahí.
Se ha hablado muchos del puesto de cajera que Irene Montero omitió en su currículum. ¿Qué hay en tu currículum oculto?
He limpiado casas siendo joven y no lo pongo en mi currículum.
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