Imagen: Cuarto Poder / Julia Almansa |
Charla con la directora de la Fundación Luz Casanova, que ayuda a convertir a víctimas en supervivientes sin importar la edad.
Nuria Coronado | Cuarto Poder, 2020-02-24
https://www.cuartopoder.es/feminismo/2020/02/24/julia-almansa-invisibilizar-a-las-mujeres-mayores-victimas-del-maltrato-es-una-forma-mas-de-violencia-de-genero/
En silencio, de puntillas y a solas. Muy a solas. Así cargan con la violencia de género las víctimas mayores de 65 años de nuestro país. Ellas son una parte de la población invisible, pero que de media (según el estudio Mujeres mayores de 65 años víctimas de violencia de género elaborado por Cruz Roja y la Universidad Carlos III) ha sufrido esta brutal realidad por parte de su pareja o expareja durante más de 40 años en un 40% y de 20 a 30 años en un 27% de los casos.
Una realidad que la Fundación Luz Casanova conoce muy bien. Desde el año 2007 trabaja con pico y pala, y lo que haga falta, con grupos “donde se fomenta el apoyo entre ellas que les permita romper el aislamiento y potenciar la comunicación e iniciar nuevas relaciones, así como contar con espacios de desahogo y dedicar su tiempo libre a actividades que les agraden”, tal y como explica Julia Almansa, su directora.
“Hay que apoyarlas de manera especial porque son especialmente vulnerables, no solo por la edad, sino porque la duración del maltrato les ha causado profundos daños y por ellos han desarrollado sentimientos de indefensión, incapacidad e impotencia que les dificultan plantearse alternativas a su situación. Una de las mayores dificultades que tienen es encontrar espacios donde puedan hablar de sus preocupaciones, y de sus problemas sin ser juzgadas. Este proyecto trata de crear espacios de confianza y ayuda”, añade.
- ¿Las secuelas de estas mujeres durante décadas hacen que desconozcan la libertad?
- Las secuelas de la violencia machista son múltiples y efectivamente, uno de los problemas es la merma de la autoestima de las mujeres que la sufren, la dependencia, la falta de autonomía... Sí, en otras palabras la violencia genera una pérdida de libertad. Y para enfrentarnos a ese problema hace falta ayudar a las mujeres a reconstruir sus vidas para que de víctimas pasen a ser supervivientes. No es sencillo. No hay fórmulas mágicas. Quizás la única manera sería educar en igualdad en un sistema no violento ni machista. Es la única vía para no tener que enfrentarnos a ese daño.
- Las consecuencias en su salud muchas veces han sido confundidas con la depresión o con enfermedades que no diagnostican que lo que tienen es otra cosa...
- Sí, es muy frecuente. Ocurre por dos motivos. Para empezar, en ocasiones las mujeres no relatan la situación en la que se encuentran porque el propio agresor las acompaña en la visita al especialista. Y a esos profesionales, y con el maltratador al lado, solo le cuentan los síntomas; no el problema. Pero además, en el ámbito sanitario también falta formación: la medicina se está aplicando sin perspectiva de género y para acabar con las violencias machistas la educación es fundamental. En la investigación realizada por la Delegación de Gobierno para la Violencia de Género: La atención primaria frente a la violencia de género; necesidades y propuestas, se daba un dato tremendamente revelador. Se aseveraba que un profesional formado en violencia de género es capaz de detectar tres veces más casos de violencia que uno que no lo está. Muchas veces las medican, las tratan con ansiolíticos y no ven los golpes, que son los que les causan la depresión.
- En la Fundación habéis conocido y ayudado a muchas Anas Orantes. ¿Cómo llegan a vosotras y como se sienten?
- Llegan a través de diferentes vías en función de los programas que atendemos, ya que trabajamos con mujeres mayores de 65, con mujeres adolescentes y con mujeres que necesitan alojamiento de emergencia. En algunos casos vienen derivadas de diferentes recursos sociales; en otros, por iniciativa propia, cuando identifican que lo que están viviendo es violencia, como es el caso de las mujeres mayores de 65 años. Llegar a un lugar donde los equipos entienden qué es lo que has vivido, donde no se juzga, no se revictimiza y donde el objetivo es que las mujeres puedan crear las bases para sanar una vida de violencia y salir de ella se percibe como una liberación. No obstante, no es un camino fácil ni exento de miedos. Es un proceso muy complejo que requiere de muchos apoyos.
- Las mujeres maltratadas mayores guardan silencio, ¿cuántas de ellas no son conscientes de que lo que les sucede es violencia de género?
- Para empezar, el concepto "violencia de género" es absolutamente novedoso para ellas. Son mujeres que cargan con el peso de una educación y una sociedad que ni se planteaba los derechos de una mujer a ser libre y vivir fuera de un círculo de violencias. Pero aparte, muchas veces guardan silencio porque cuando hablaron, se las pidió que callaran. Se les decía que eso que vivían era lo que había, que no existía otra alternativa. Incluso algunas de ellas, cuando tras muchos años de maltrato se deciden a salir de esta situación, se encuentran sin el respaldo de sus hijos ya adultos. En otras ocasiones, tras tantos años de dolor, ellas normalizan esas violencias; es una forma de sobrevivir. Pero lo cierto es que cuando se trabaja con ellas y empiezan a aflorar sus historias de vida, su respuesta es extraordinaria: son mujeres absolutamente valiosas y valientes.
- ¿Creen que el maltrato, al ser algo que sucede en casa, también se debe solucionar ahí?
- No. Ni mucho menos. No estamos hablando de una violencia doméstica que deba resolverse dentro de la casa. Es violencia de género. Lo que pasa es que, hasta hace bien poco, se consideraba una cuestión privada que debía permanecer en el seno de la familia. Esa creencia hace que para estas mujeres mayores víctimas de violencia resulte especialmente complejo solicitar cualquier tipo de ayuda y que su situación salga a la luz.
Poner fin a una relación de violencia y llegar a tomar la decisión de abandonar al maltratador es un proceso largo y doloroso. A la ruptura del silencio para estas mujeres, se opone su aislamiento, la falta, en ocasiones, de apoyo por parte del entorno, y la mayor dependencia económica con el agresor. Además, no suelen tener información sobre sus derechos. Por todo eso, para que puedan salir de la situación de maltrato, es imprescindible que la mujer sea capaz de identificar el problema y que conozca los recursos que están a su disposición. En el estudio de la Universidad de Comillas, La violencia de género en la pareja o en la ex pareja de mujeres mayores de 60 años, se veía que el 24,4% de las mujeres entrevistadas no tenía información sobre los recursos existentes para víctimas de violencia y que el 14,4% no ha oído hablar de la Ley de Violencia de Género. Por eso resulta vital acompañarlas para que sean conscientes del maltrato que viven, para que entiendan que la violencia no es doméstica, que es una realidad que sufrimos las mujeres, un daño estructural de una sociedad no igualitaria. Deben saber que son sobrevivientes y que a pesar de los años tienen una oportunidad para hacer otra vida, más libre y feliz.
- ¿Las violaciones en su matrimonio son tónica general?
- Desgraciadamente son más frecuentes de lo que cabría imaginar. El "no" es siempre "no", en cualquier estado. Sin embargo eso no siempre se ha entendido así. La realidad es que en muchas ocasiones las mujeres relatan violaciones continuas en sus relaciones de pareja estables. La violencia sexual es un tipo de violencia muy frecuente y sobre la que todavía existe mucho tabú.
- ¿Qué recursos requieren estas mujeres con respecto a otros perfiles de mujeres maltratadas?
- En la actualidad no hay recursos específicos que tengan en cuenta las necesidades de las mujeres mayores. Es necesario que estas mujeres puedan contar con un apoyo especializado, coordinado y conocedor tanto de los recursos de la Red de Atención Integral para la Violencia de Género, como de los recursos y funcionamiento de la Consejería de Mayores y Asuntos Sociales. Y es importante que se tenga en cuenta que las necesidades de las mujeres son importantes para su bienestar. Los efectos de no tenerlas en cuenta, no visibilizarlas en la cotidianeidad, ni cuidar la forma de relacionarse con ellas, supone una forma más de violencia de género. Luego habría que pensar en soluciones residenciales específicas, ya que actualmente la red de alojamiento protegido no puede cubrir sus necesidades.
- ¿Qué necesitan para darse cuenta de que el modelo de la desigualdad, en el aguantar, no va con ellas?
Necesitan ser capaces de imaginarse de otro modo, necesitan quitarse de encima ese sentimiento de culpa que tanto daño ha hecho a las mujeres, necesitan quererse, saber que valen. Deben creer que hay salida, que hay otras mujeres que lo han hecho, que hay recursos, que hay otro tipo de masculinidades... Necesitan descubrir la igualdad.
- En estos casos el apoyo de la familia resulta fundamental pero por desgracia no siempre se da. Hijos e hijas que les piden que aguanten... ¿Cuánto de frecuente es esto?
- Mucho más de lo que cabría suponer. La presión social y familiar ha llevado a muchas mujeres a pensar que deben aguantar durante toda la vida a su agresor. Se encuentran muy frecuentemente con una falta de apoyo del entorno más cercano, el de sus hijos e hijas. Es también normal ver que sus familias no las creen, que minimizan lo que empiezan a contar, que no entienden la verdadera realidad. También vemos cómo a veces las culpabilizan o animan a mantenerse en esa situación y les dicen que para qué van a dar ese paso tras toda una vida juntos.
- ¿Cuánto daño ha hecho a las mujeres nacidas a mitad del siglo pasado el lema machista de la iglesia adoctrinadora en la resignación?
- Mucho, esa resignación, en cualquier credo o religión, ha sido especialmente cruel contra las mujeres. Ellas simplemente tenían que soportar y aguantar. El esquema de valores les pedía una entrega absoluta y sin condiciones a las demás personas, se les exigía el cuidado y atención de las necesidades de las demás personas. Bajo ese prisma, preocuparse por una misma o demandar necesidades propias podía ser considerado un acto de egoísmo. Las mujeres eran percibidas por y para las demás personas y siempre a disposición. Y en otras muchas, las que intentaban hacer visibles o reclamar espacios de igualdad o dignidad, aparecía un gran sentimiento de culpa y hasta rechazo social.
- ¿Hay algo más bello que el feminismo cuando llegas a esta edad?
- El feminismo es igualdad y no, no hay nada más bello, pero eso vale a todas las edades, a todas las personas y a todos los sexos, porque enriquece. Hace falta dejarse de sectarismos y entender que o estamos todas y todos o no avanzamos.
- ¿Qué mensaje le lanzas a la sociedad al respecto de todas estas mujeres?
- Que no podemos dejar de batallar por la igualdad, que lamentablemente estamos todavía lejos de alcanzarla y todas y todos debemos mirarnos y revisarnos para desaprender. Les debemos todo a esas mujeres sabias que nos han puesto aquí. Y si miramos al futuro, le debemos todo a esas mujeres sabias que están por nacer, las hijas de mañana: se merecen -por fin- una sociedad justa e igualitaria.
“Una vida que no es vida”
Esta es la radiografía elaborada por Cruz Roja y la Universidad Carlos III del calvario que padecen las “Mujeres mayores de 65 años víctimas de violencia de género”.
Una realidad que la Fundación Luz Casanova conoce muy bien. Desde el año 2007 trabaja con pico y pala, y lo que haga falta, con grupos “donde se fomenta el apoyo entre ellas que les permita romper el aislamiento y potenciar la comunicación e iniciar nuevas relaciones, así como contar con espacios de desahogo y dedicar su tiempo libre a actividades que les agraden”, tal y como explica Julia Almansa, su directora.
“Hay que apoyarlas de manera especial porque son especialmente vulnerables, no solo por la edad, sino porque la duración del maltrato les ha causado profundos daños y por ellos han desarrollado sentimientos de indefensión, incapacidad e impotencia que les dificultan plantearse alternativas a su situación. Una de las mayores dificultades que tienen es encontrar espacios donde puedan hablar de sus preocupaciones, y de sus problemas sin ser juzgadas. Este proyecto trata de crear espacios de confianza y ayuda”, añade.
- ¿Las secuelas de estas mujeres durante décadas hacen que desconozcan la libertad?
- Las secuelas de la violencia machista son múltiples y efectivamente, uno de los problemas es la merma de la autoestima de las mujeres que la sufren, la dependencia, la falta de autonomía... Sí, en otras palabras la violencia genera una pérdida de libertad. Y para enfrentarnos a ese problema hace falta ayudar a las mujeres a reconstruir sus vidas para que de víctimas pasen a ser supervivientes. No es sencillo. No hay fórmulas mágicas. Quizás la única manera sería educar en igualdad en un sistema no violento ni machista. Es la única vía para no tener que enfrentarnos a ese daño.
- Las consecuencias en su salud muchas veces han sido confundidas con la depresión o con enfermedades que no diagnostican que lo que tienen es otra cosa...
- Sí, es muy frecuente. Ocurre por dos motivos. Para empezar, en ocasiones las mujeres no relatan la situación en la que se encuentran porque el propio agresor las acompaña en la visita al especialista. Y a esos profesionales, y con el maltratador al lado, solo le cuentan los síntomas; no el problema. Pero además, en el ámbito sanitario también falta formación: la medicina se está aplicando sin perspectiva de género y para acabar con las violencias machistas la educación es fundamental. En la investigación realizada por la Delegación de Gobierno para la Violencia de Género: La atención primaria frente a la violencia de género; necesidades y propuestas, se daba un dato tremendamente revelador. Se aseveraba que un profesional formado en violencia de género es capaz de detectar tres veces más casos de violencia que uno que no lo está. Muchas veces las medican, las tratan con ansiolíticos y no ven los golpes, que son los que les causan la depresión.
- En la Fundación habéis conocido y ayudado a muchas Anas Orantes. ¿Cómo llegan a vosotras y como se sienten?
- Llegan a través de diferentes vías en función de los programas que atendemos, ya que trabajamos con mujeres mayores de 65, con mujeres adolescentes y con mujeres que necesitan alojamiento de emergencia. En algunos casos vienen derivadas de diferentes recursos sociales; en otros, por iniciativa propia, cuando identifican que lo que están viviendo es violencia, como es el caso de las mujeres mayores de 65 años. Llegar a un lugar donde los equipos entienden qué es lo que has vivido, donde no se juzga, no se revictimiza y donde el objetivo es que las mujeres puedan crear las bases para sanar una vida de violencia y salir de ella se percibe como una liberación. No obstante, no es un camino fácil ni exento de miedos. Es un proceso muy complejo que requiere de muchos apoyos.
- Las mujeres maltratadas mayores guardan silencio, ¿cuántas de ellas no son conscientes de que lo que les sucede es violencia de género?
- Para empezar, el concepto "violencia de género" es absolutamente novedoso para ellas. Son mujeres que cargan con el peso de una educación y una sociedad que ni se planteaba los derechos de una mujer a ser libre y vivir fuera de un círculo de violencias. Pero aparte, muchas veces guardan silencio porque cuando hablaron, se las pidió que callaran. Se les decía que eso que vivían era lo que había, que no existía otra alternativa. Incluso algunas de ellas, cuando tras muchos años de maltrato se deciden a salir de esta situación, se encuentran sin el respaldo de sus hijos ya adultos. En otras ocasiones, tras tantos años de dolor, ellas normalizan esas violencias; es una forma de sobrevivir. Pero lo cierto es que cuando se trabaja con ellas y empiezan a aflorar sus historias de vida, su respuesta es extraordinaria: son mujeres absolutamente valiosas y valientes.
- ¿Creen que el maltrato, al ser algo que sucede en casa, también se debe solucionar ahí?
- No. Ni mucho menos. No estamos hablando de una violencia doméstica que deba resolverse dentro de la casa. Es violencia de género. Lo que pasa es que, hasta hace bien poco, se consideraba una cuestión privada que debía permanecer en el seno de la familia. Esa creencia hace que para estas mujeres mayores víctimas de violencia resulte especialmente complejo solicitar cualquier tipo de ayuda y que su situación salga a la luz.
Poner fin a una relación de violencia y llegar a tomar la decisión de abandonar al maltratador es un proceso largo y doloroso. A la ruptura del silencio para estas mujeres, se opone su aislamiento, la falta, en ocasiones, de apoyo por parte del entorno, y la mayor dependencia económica con el agresor. Además, no suelen tener información sobre sus derechos. Por todo eso, para que puedan salir de la situación de maltrato, es imprescindible que la mujer sea capaz de identificar el problema y que conozca los recursos que están a su disposición. En el estudio de la Universidad de Comillas, La violencia de género en la pareja o en la ex pareja de mujeres mayores de 60 años, se veía que el 24,4% de las mujeres entrevistadas no tenía información sobre los recursos existentes para víctimas de violencia y que el 14,4% no ha oído hablar de la Ley de Violencia de Género. Por eso resulta vital acompañarlas para que sean conscientes del maltrato que viven, para que entiendan que la violencia no es doméstica, que es una realidad que sufrimos las mujeres, un daño estructural de una sociedad no igualitaria. Deben saber que son sobrevivientes y que a pesar de los años tienen una oportunidad para hacer otra vida, más libre y feliz.
- ¿Las violaciones en su matrimonio son tónica general?
- Desgraciadamente son más frecuentes de lo que cabría imaginar. El "no" es siempre "no", en cualquier estado. Sin embargo eso no siempre se ha entendido así. La realidad es que en muchas ocasiones las mujeres relatan violaciones continuas en sus relaciones de pareja estables. La violencia sexual es un tipo de violencia muy frecuente y sobre la que todavía existe mucho tabú.
- ¿Qué recursos requieren estas mujeres con respecto a otros perfiles de mujeres maltratadas?
- En la actualidad no hay recursos específicos que tengan en cuenta las necesidades de las mujeres mayores. Es necesario que estas mujeres puedan contar con un apoyo especializado, coordinado y conocedor tanto de los recursos de la Red de Atención Integral para la Violencia de Género, como de los recursos y funcionamiento de la Consejería de Mayores y Asuntos Sociales. Y es importante que se tenga en cuenta que las necesidades de las mujeres son importantes para su bienestar. Los efectos de no tenerlas en cuenta, no visibilizarlas en la cotidianeidad, ni cuidar la forma de relacionarse con ellas, supone una forma más de violencia de género. Luego habría que pensar en soluciones residenciales específicas, ya que actualmente la red de alojamiento protegido no puede cubrir sus necesidades.
- ¿Qué necesitan para darse cuenta de que el modelo de la desigualdad, en el aguantar, no va con ellas?
Necesitan ser capaces de imaginarse de otro modo, necesitan quitarse de encima ese sentimiento de culpa que tanto daño ha hecho a las mujeres, necesitan quererse, saber que valen. Deben creer que hay salida, que hay otras mujeres que lo han hecho, que hay recursos, que hay otro tipo de masculinidades... Necesitan descubrir la igualdad.
- En estos casos el apoyo de la familia resulta fundamental pero por desgracia no siempre se da. Hijos e hijas que les piden que aguanten... ¿Cuánto de frecuente es esto?
- Mucho más de lo que cabría suponer. La presión social y familiar ha llevado a muchas mujeres a pensar que deben aguantar durante toda la vida a su agresor. Se encuentran muy frecuentemente con una falta de apoyo del entorno más cercano, el de sus hijos e hijas. Es también normal ver que sus familias no las creen, que minimizan lo que empiezan a contar, que no entienden la verdadera realidad. También vemos cómo a veces las culpabilizan o animan a mantenerse en esa situación y les dicen que para qué van a dar ese paso tras toda una vida juntos.
- ¿Cuánto daño ha hecho a las mujeres nacidas a mitad del siglo pasado el lema machista de la iglesia adoctrinadora en la resignación?
- Mucho, esa resignación, en cualquier credo o religión, ha sido especialmente cruel contra las mujeres. Ellas simplemente tenían que soportar y aguantar. El esquema de valores les pedía una entrega absoluta y sin condiciones a las demás personas, se les exigía el cuidado y atención de las necesidades de las demás personas. Bajo ese prisma, preocuparse por una misma o demandar necesidades propias podía ser considerado un acto de egoísmo. Las mujeres eran percibidas por y para las demás personas y siempre a disposición. Y en otras muchas, las que intentaban hacer visibles o reclamar espacios de igualdad o dignidad, aparecía un gran sentimiento de culpa y hasta rechazo social.
- ¿Hay algo más bello que el feminismo cuando llegas a esta edad?
- El feminismo es igualdad y no, no hay nada más bello, pero eso vale a todas las edades, a todas las personas y a todos los sexos, porque enriquece. Hace falta dejarse de sectarismos y entender que o estamos todas y todos o no avanzamos.
- ¿Qué mensaje le lanzas a la sociedad al respecto de todas estas mujeres?
- Que no podemos dejar de batallar por la igualdad, que lamentablemente estamos todavía lejos de alcanzarla y todas y todos debemos mirarnos y revisarnos para desaprender. Les debemos todo a esas mujeres sabias que nos han puesto aquí. Y si miramos al futuro, le debemos todo a esas mujeres sabias que están por nacer, las hijas de mañana: se merecen -por fin- una sociedad justa e igualitaria.
“Una vida que no es vida”
Esta es la radiografía elaborada por Cruz Roja y la Universidad Carlos III del calvario que padecen las “Mujeres mayores de 65 años víctimas de violencia de género”.
- El 40% de las mujeres encuestadas llevaba 40 años y más sufriendo violencia, el 27% entre 20 y 30 años.
- La violencia se dispara en determinados acontecimientos vitales: el 78% asocian episodios violentos con el matrimonio, el 30% con el noviazgo y el mismo porcentaje con el nacimiento de los hijos e hijas. Los problemas de dinero se han vinculado a la violencia en un 43% de los casos.
- La violencia física se da en el 78% de ellas a lo largo de su vida: el maltratador les ha propinado empujones, y/o las ha sujetado o tirado del pelo. Un 75% dicen que han sido abofeteadas o que les han arrojado algo para hacerles daño. El 63% señalan que han sido golpeadas con el puño o con algún objeto. El 50% refieren haber recibido patadas, o haber sido arrastradas por el suelo. El 44% han sido amenazadas con pistolas, cuchillos u otras armas, y el 30% señalan que el maltratador intentó asfixiarlas o quemarlas.
- La consecuencia de dicha violencia es que el 68% sufre cortes, rasguños o hematomas, un 28% lesiones en los ojos u oídos. El 18% luxaciones, el 15% esguinces, el 12% fracturas de huesos, el 11% heridas profundas y el mismo porcentaje, lesiones internas.
- En relación a la violencia sexual, el 56% de las mujeres encuestadas afirman haber mantenido relaciones sexuales contra su voluntad, porque tenían miedo de lo que el maltratador les podría hacer si se negaban. El 30% han referido verse obligadas a realizar prácticas sexuales que les resultaban degradantes o humillantes.
- Con respecto a la violencia económica, seis de cada diez señalaron que el maltratador les impedía tomar decisiones relacionadas con la economía familiar y/o realizar compras de forma independiente; el 55% indicaron que no recibían dinero para los gastos del hogar, el 41% dijo que él se apropiaba de su dinero, el 34% que no la dejaba trabajar o estudiar fuera del hogar y un 31% que se apropiaba de sus bienes.
- El 70% de las mujeres señala que sus hijos e hijas han presenciado algunas de las agresiones sufridas, y tres de cada diez indican que también fueron víctimas de agresiones, insultos, menosprecios e intimidaciones. El 19% señalan que, a consecuencia de ello, hijos e hijas han sufrido lesiones físicas graves.
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