Luna Miguel: "Mientras el porno no cambie, sólo habrá un relato que es el del abuso".
Juan Losa | Público, 2021-01-13
https://www.publico.es/entrevistas/luna-miguel-porno-no-cambie.html
La poeta Luna Miguel (Alcalá de Henares, 1990) regresa con ‘Caliente’ (Lumen) un libro sobre el placer y el deseo que es, también, una invitación. Un pasen y vean las miserias más íntimas de la autora, un ‘tour’ guiado por el ardor y la vergüenza, un intento por redimir sinsabores a base de masturbación, poliamor y lecturas. Y de ese tórrido viaje, Luna regresa con acompañantes ilustres, autoras que supieron confesar lo inconfesable.
¿Cuál ha sido el motor de 'Caliente'?, ¿un corazón roto?
No, lo que me ha movido no es un corazón roto. Creo que se trata más bien de una búsqueda desesperada por medio de la literatura de entender por qué en un determinado momento me siento miserable y cómo puedo solucionarlo. Para ello me apoyo en mis mejores armas que son los libros y, en este caso, en libros escritos por mujeres. Es una búsqueda arisca, nada fácil, porque no es fácil encontrar un lugar desde el que una pueda hablar de su propio placer o de sus propias miserias.
Planea la vergüenza sobre este ensayo, ¿quién infunde esa vergüenza?, ¿es el patriarcado?
Yo creo que sí, que el ADN histórico está manchado por todas esas violencias patriarcales, por todo ese pudor que muchas veces ni siquiera sabemos de dónde procede, como si viniésemos al mundo impregnados de él. Creo también que el problema ya no es sólo lo que hemos heredado, sino nuestra tendencia a burlarnos de lo que está haciendo el otro en lugar de tratar de entender que los niños se tocan de una manera y las niñas de otra. No es sólo una vergüenza cultural, sino esa tendencia que tenemos los humanos de preferir reírnos del otro antes que tratar de comprenderlo, y esto es algo que se ve en Twitter cada día...
¿Es esa vergüenza la que convierte la masturbación femenina en la literatura en algo oscuro e incluso trágico?
Sí, en ocasiones parece que más que de placer estemos hablando de magia negra... Pero no sólo cuando hablamos de masturbación, pasa igual con el embarazo o la menstruación. Mi interpretación es que en su día a la Academia o al crítico de turno no le parecieron temas tan universales como los que narraban los hombres, lo que derivó en un carpetazo y un epígrafe que venía a decir: ‘literatura femenina’. Pero, ¿qué incluye ese título? Para mí el problema tiene que ver con una mala lectura de nuestras autoras y con el hecho de que las hemos pisado por partida doble; ya no sólo pisamos a la autora por ser autora, sino que hemos pisado también sus temas.
¿Qué papel juega el autoplacer en este libro?
‘Caliente’ nace también como un juego literario para ponerme a escribir. Me planteo qué pasaría si yo durante un año todos los días escribo y me masturbo. En mitad del proceso de escritura me doy cuenta de que cuanto mejor conozco mi deseo, mejor puedo hablar de ese deseo con los otros. Creo que es una forma autoconocimiento necesaria para saber qué es lo que nos complace y qué lo que nos duele. Si no me conozco a mí misma, cómo voy a consentir otras cosas de mis relaciones con los demás.
¿Qué pasa cuando llevamos el no-consentimiento e incluso el abuso marcado a fuego en nuestro ADN erótico?, ¿de qué forma se relaciona con esa cultura del porno?
Como persona a la que, como a casi todo el mundo, le gusta follar, y como mujer que ha sufrido esos abusos en la adolescencia, no me resulta fácil lidiar con estos temas. Para empezar creo que si no liberamos nuestros deseos, si no hablamos de nuestros gozos, difícilmente vamos a poder mantener una conversación intelectual con nuestro compañero o compañera, y difícilmente esa conversación pueda tener un reflejo sano en la cama.
Para mí escribir impúdicamente y violentarme a mí misma e intentar hacer lo propio con el lector es una manera también de liberarme de todos esos dolores del pasado, convertirlos en algo lúdico. El problema de la pornografía es que, como ha pasado con el cine, la literatura o la publicidad, es un relato único. No hay otras pornografías posibles. Hasta que eso no cambie, mientras el porno siga siendo lo que es ahora, sólo habrá un relato que es el relato del abuso.
Pero se puede consumir porno como una mera ficción, sin necesidad de replicarlo...
Depende de cómo y cuándo te acerques a ello. Puede ser muy peligroso también. Yo por ejemplo disfruto perreando a Bad Bunny con mis amigas pero no por ello voy a tomarme al pie de la letra lo que dicen sus canciones, no voy a convertirme en ese objeto de deseo al que apelan sus temas que parece que sólo valgo cuando muevo el culo. Y esto es porque Bad Bunny me ha llegado con 30 años, con muchas lecturas, conversaciones y experiencias.
¿No le da pudor mostrarse tan vulnerable?
No creo que esté haciendo nada extraño con mi escritura en este ensayo, siempre he escrito desde lo autobiográfico; obviamente en mis poemas, pero también en mis columnas, quizá la novela me ha permitido salir un poco de esa ruta autobiográfica, pero por lo demás siempre he escrito desde el yo.
Habla también de una experiencia poliamorosa en este libro, ¿es posible ese amor plural sin daños colaterales?
No. ¿Pero es posible el amor en general sin daños colaterales? La historia de la literatura amorosa está llena de parejas monógamas que sufren. Si me apuras, el amor son los daños colaterales en la historia de nuestra civilización. Por otra parte, yo no soy una abanderada del poliamor, no creo que sea lo ideal para todo el mundo, ni siquiera sé si lo es para mí, pero sí encuentro en todas estas corrientes y teorías que lo abordan herramientas para entender mejor nuestras relaciones sexoafectivas con los demás.
Citando a Alma Guillermoprieto, ¿por qué es tan difícil reconciliar el deseo de ser mujeres físicamente libres con el deseo de ser deseadas?
Creo que tiene que ver con el hecho de que muchas veces nos ha pesado más el ser deseadas que el sentir deseo. Nosotras siempre llevamos marcada a fuego la idea de provocar placer a los demás y no tanto el provocárnoslo a nosotras mismas. La clave, siguiendo un poco la línea de Ana Requena en ‘Feminismo vibrante’ o de Luciana Peker en ‘Putita golosa’, es buscar una cierta bidireccionalidad en el placer, porque sin conocimiento por ambas partes no puede haber disfrute.
¿Cómo definiría el placer femenino?
Bueno... Eh... Me gustaría pensar en él como... Hmm... Yo creo... ¡¡Ni puta idea!! [ríe]. Para mí el principal problema es el apellido, ese ‘femenino’, porque ahí entramos de nuevo en todo ese debate de a quién nos referimos cuando hablamos de mujeres, de qué edad, de qué contexto social, etc. Se podría definir como el derecho de cualquier sujeto que se identifique como mujer a explorar su gozo, aunque sería como no decir nada. Todo está lleno de muchos matices y eso es lo interesante, no hay un relato único. Vivimos la suerte, que esconde también la desgracia, de poder disfrutar de muchas autoras que han estado olvidadas; vamos a tener tantas historias que leer y de las que aprender.
¿Cuál ha sido el motor de 'Caliente'?, ¿un corazón roto?
No, lo que me ha movido no es un corazón roto. Creo que se trata más bien de una búsqueda desesperada por medio de la literatura de entender por qué en un determinado momento me siento miserable y cómo puedo solucionarlo. Para ello me apoyo en mis mejores armas que son los libros y, en este caso, en libros escritos por mujeres. Es una búsqueda arisca, nada fácil, porque no es fácil encontrar un lugar desde el que una pueda hablar de su propio placer o de sus propias miserias.
Planea la vergüenza sobre este ensayo, ¿quién infunde esa vergüenza?, ¿es el patriarcado?
Yo creo que sí, que el ADN histórico está manchado por todas esas violencias patriarcales, por todo ese pudor que muchas veces ni siquiera sabemos de dónde procede, como si viniésemos al mundo impregnados de él. Creo también que el problema ya no es sólo lo que hemos heredado, sino nuestra tendencia a burlarnos de lo que está haciendo el otro en lugar de tratar de entender que los niños se tocan de una manera y las niñas de otra. No es sólo una vergüenza cultural, sino esa tendencia que tenemos los humanos de preferir reírnos del otro antes que tratar de comprenderlo, y esto es algo que se ve en Twitter cada día...
¿Es esa vergüenza la que convierte la masturbación femenina en la literatura en algo oscuro e incluso trágico?
Sí, en ocasiones parece que más que de placer estemos hablando de magia negra... Pero no sólo cuando hablamos de masturbación, pasa igual con el embarazo o la menstruación. Mi interpretación es que en su día a la Academia o al crítico de turno no le parecieron temas tan universales como los que narraban los hombres, lo que derivó en un carpetazo y un epígrafe que venía a decir: ‘literatura femenina’. Pero, ¿qué incluye ese título? Para mí el problema tiene que ver con una mala lectura de nuestras autoras y con el hecho de que las hemos pisado por partida doble; ya no sólo pisamos a la autora por ser autora, sino que hemos pisado también sus temas.
¿Qué papel juega el autoplacer en este libro?
‘Caliente’ nace también como un juego literario para ponerme a escribir. Me planteo qué pasaría si yo durante un año todos los días escribo y me masturbo. En mitad del proceso de escritura me doy cuenta de que cuanto mejor conozco mi deseo, mejor puedo hablar de ese deseo con los otros. Creo que es una forma autoconocimiento necesaria para saber qué es lo que nos complace y qué lo que nos duele. Si no me conozco a mí misma, cómo voy a consentir otras cosas de mis relaciones con los demás.
¿Qué pasa cuando llevamos el no-consentimiento e incluso el abuso marcado a fuego en nuestro ADN erótico?, ¿de qué forma se relaciona con esa cultura del porno?
Como persona a la que, como a casi todo el mundo, le gusta follar, y como mujer que ha sufrido esos abusos en la adolescencia, no me resulta fácil lidiar con estos temas. Para empezar creo que si no liberamos nuestros deseos, si no hablamos de nuestros gozos, difícilmente vamos a poder mantener una conversación intelectual con nuestro compañero o compañera, y difícilmente esa conversación pueda tener un reflejo sano en la cama.
Para mí escribir impúdicamente y violentarme a mí misma e intentar hacer lo propio con el lector es una manera también de liberarme de todos esos dolores del pasado, convertirlos en algo lúdico. El problema de la pornografía es que, como ha pasado con el cine, la literatura o la publicidad, es un relato único. No hay otras pornografías posibles. Hasta que eso no cambie, mientras el porno siga siendo lo que es ahora, sólo habrá un relato que es el relato del abuso.
Pero se puede consumir porno como una mera ficción, sin necesidad de replicarlo...
Depende de cómo y cuándo te acerques a ello. Puede ser muy peligroso también. Yo por ejemplo disfruto perreando a Bad Bunny con mis amigas pero no por ello voy a tomarme al pie de la letra lo que dicen sus canciones, no voy a convertirme en ese objeto de deseo al que apelan sus temas que parece que sólo valgo cuando muevo el culo. Y esto es porque Bad Bunny me ha llegado con 30 años, con muchas lecturas, conversaciones y experiencias.
¿No le da pudor mostrarse tan vulnerable?
No creo que esté haciendo nada extraño con mi escritura en este ensayo, siempre he escrito desde lo autobiográfico; obviamente en mis poemas, pero también en mis columnas, quizá la novela me ha permitido salir un poco de esa ruta autobiográfica, pero por lo demás siempre he escrito desde el yo.
Habla también de una experiencia poliamorosa en este libro, ¿es posible ese amor plural sin daños colaterales?
No. ¿Pero es posible el amor en general sin daños colaterales? La historia de la literatura amorosa está llena de parejas monógamas que sufren. Si me apuras, el amor son los daños colaterales en la historia de nuestra civilización. Por otra parte, yo no soy una abanderada del poliamor, no creo que sea lo ideal para todo el mundo, ni siquiera sé si lo es para mí, pero sí encuentro en todas estas corrientes y teorías que lo abordan herramientas para entender mejor nuestras relaciones sexoafectivas con los demás.
Citando a Alma Guillermoprieto, ¿por qué es tan difícil reconciliar el deseo de ser mujeres físicamente libres con el deseo de ser deseadas?
Creo que tiene que ver con el hecho de que muchas veces nos ha pesado más el ser deseadas que el sentir deseo. Nosotras siempre llevamos marcada a fuego la idea de provocar placer a los demás y no tanto el provocárnoslo a nosotras mismas. La clave, siguiendo un poco la línea de Ana Requena en ‘Feminismo vibrante’ o de Luciana Peker en ‘Putita golosa’, es buscar una cierta bidireccionalidad en el placer, porque sin conocimiento por ambas partes no puede haber disfrute.
¿Cómo definiría el placer femenino?
Bueno... Eh... Me gustaría pensar en él como... Hmm... Yo creo... ¡¡Ni puta idea!! [ríe]. Para mí el principal problema es el apellido, ese ‘femenino’, porque ahí entramos de nuevo en todo ese debate de a quién nos referimos cuando hablamos de mujeres, de qué edad, de qué contexto social, etc. Se podría definir como el derecho de cualquier sujeto que se identifique como mujer a explorar su gozo, aunque sería como no decir nada. Todo está lleno de muchos matices y eso es lo interesante, no hay un relato único. Vivimos la suerte, que esconde también la desgracia, de poder disfrutar de muchas autoras que han estado olvidadas; vamos a tener tantas historias que leer y de las que aprender.
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