«Escribí este libro tras sufrir agresiones físicas y sexuales».
Alberto Ramos publicó «Eighteen» tras padecer la homofobia extrema en Estocolmo. Hoy lo admitió Harvard y figura entre la poesía LGTB más vendida en Amazon.
Noelia Silvosa | La Voz de Asturias, 2021-01-22
https://www.lavozdeasturias.es/noticia/cultura/2021/01/22/escribi-libro-tras-sufrir-agresiones-fisicas-sexuales/0003_202101SF22P8991.htm
Solo quien ha estado en el infierno sabe cómo salir de él. De ahí nació ‘Eighteen’ (EspasaesPoesía), el libro con el que a sus 18 años Alberto Ramos decidió dejar por escrito su calvario en Suecia. «Te juro que tenía miedo de que a mí me matasen y dijesen: ¡ay, que se ha caído, pobrecito! Y después, una misa y ya está», relata a dos años vista el autor mientras saborea su doble éxito, en la poesía y en la vida.
-«Eighteen» es un auténtico viaje desde el infierno. ¿Pensabas llegar hasta aquí?
-Realmente, me cuesta un montón expresar con palabras cómo me siento, porque esto ha venido de un lugar tan oscuro y absolutamente diferente a lo que es ahora... Que todo esto viniera de un lugar con tan poca dignidad, con tanta violencia. Me parece increíble, como si todo hubiera dado una vuelta de 180 grados. Todo lo que ha acabado siendo ‘Eighteen’ empezó porque yo estaba yendo a terapia. Mi familia en Málaga no sabía nada.
-Ser escondido es de lo peor que se le puede hacer a un ser humano, dices. ¿Lo intentaste para que cesara la violencia?
-Yo llegué en agosto del 2015 con 15 años al instituto, con mi pedazo de abrigo de piel y con mi modo de vestir por aquel entonces, y me encuentro en un municipio de Estocolmo con una mezcla de cultura árabe, siria... Gente acostumbrada a ese discurso de odio a la homofobia, tanto en las iglesias como en sus casas. Ese fue un choque importante. Y eso que yo estoy acostumbrado a la homofobia, porque soy de un pueblecito del sur de Málaga tipo Vox. Pero es diferente los tontos ignorantes a la gente que no lo es. Es que era gente que hablaba tres o cuatro idiomas, de un buen nivel económico, pero que quiere que se mueran los gais. Yo me sentí en un lugar en el que no sabía si estaban todos locos o el loco era yo. Fue desde el principio. No importaba lo que yo dijera, no me dejaban en paz.
-Pero tú aguantaste, no volviste a casa.
-Y volvería a aguantar. No me iban a quitar lo que yo había ido a conseguir. Y después, mi familia adoptiva allí hizo posible esa experiencia. No tiene nada que ver el mundo nórdico a la hora de hablar de oportunidades que si me hubiese quedado en España. Yo he aprendido sueco, francés, inglés perfecto; he podido entrar en Harvard para estudiar Ciencias Políticas.
-Aún así, llegaste a pensar en el suicidio.
-Las personas cohabitamos con un montón de pensamientos. Sí hubo momentos en los que dije: no quiero seguir viviendo. Me quedaba pensando en eso, no ya porque me sintiera mal conmigo mismo, sino porque digerir tanto odio pesa mucho.
-¿Qué desencadenó que saliera a la luz?
-Vino la policía al instituto, me pusieron la pulsera de seguridad, porque es que, si no me mataban, no era un cachondeo. Llevaron seguridad allí, hubo interrogatorios... Y entonces la directora colgó un domingo banderas del arco iris por todo el instituto, lo llenaron. Que fue solo un movimiento mediático, porque allí no cambió nada. Yo llegué el lunes y las vi. Pero me sentía inseguro, con pulsera y con todo. Lo compartí en Instagram y rompí mi silencio. ¿Sabes qué pasa? Que si no, esquivan tu historia sin la oportunidad de expresarte. Te juro que tenía miedo de que a mí me matasen y dijesen: ¡ay, que se ha caído, pobrecito! Y después, una misa y ya está. Por eso, según cumplí los 18, puse mi denuncia. Me contactaron los medios de comunicación y cambiaron mucho los roles porque la gente me conocía. Ya no era solamente el maricón, era Alberto Ramos, de Málaga, al que le estaban haciendo ‘bullying’ en Estocolmo.
-¿Hasta dónde llegaron las agresiones físicas en el instituto?
-Hubo... hubo hasta agresiones sexuales, para que te hagas una idea. Escribí el libro tras sufrir agresiones físicas y sexuales.
-En él escribes: «Aún me duele el alma de la primera vez que me tocó».
-Sí, y yo ahora porque lo he procesado. Pero es la primera vez que lo digo en una entrevista porque es la parte que más me duele, y la he escrito con más miedo todavía que el resto. Fue una salvajada. Yo hago esto desde la esperanza de que se eduque para proteger a las personas.
-Hablas del perdón para poder avanzar. ¿Tú perdonaste?
-Yo creo que hice ambas, porque si te soy sincero, lo que a mí más me pesa y por lo que tengo más rabia no es porque estas personas en particular piensen eso, porque sé que lo creen y que les han educado así, sino porque en un país como en Suecia sepan que pasa eso y que siga ocurriendo. Esa falta de medidas y de políticas, esa inacción, es por lo que yo quiero luchar.
-La victoria es resistir. Describes al agresor con la palabra «miedo». «La verdad es que tan solo estás asustado de ti mismo y me has hecho invencible en el proceso».
-Totalmente. Al final la ciudad me abrazaba, la gente me paraba por la calle, incluso en el instituto gente a la que yo ni conocía y que estaba sufriendo lo mismo y no se habían atrevido a decir nada.
-Y ya has lanzado otro libro, «Gay».
-Sí. Autopubliqué los dos en Amazon. Lo saqué el mes que hacía 50 años de la liberación del movimiento gay, en junio del 2019. Además, estoy trabajando en otros proyectos. Desde que publiqué ‘Eighteen’ he encontrado algo tan terapéutico en escribir que quiero seguir haciéndolo para no olvidarme de quién soy, de lo que he vivido y de todo lo que he pasado sabiendo que eso puede ayudar a muchas personas.
-«Eighteen» es un auténtico viaje desde el infierno. ¿Pensabas llegar hasta aquí?
-Realmente, me cuesta un montón expresar con palabras cómo me siento, porque esto ha venido de un lugar tan oscuro y absolutamente diferente a lo que es ahora... Que todo esto viniera de un lugar con tan poca dignidad, con tanta violencia. Me parece increíble, como si todo hubiera dado una vuelta de 180 grados. Todo lo que ha acabado siendo ‘Eighteen’ empezó porque yo estaba yendo a terapia. Mi familia en Málaga no sabía nada.
-Ser escondido es de lo peor que se le puede hacer a un ser humano, dices. ¿Lo intentaste para que cesara la violencia?
-Yo llegué en agosto del 2015 con 15 años al instituto, con mi pedazo de abrigo de piel y con mi modo de vestir por aquel entonces, y me encuentro en un municipio de Estocolmo con una mezcla de cultura árabe, siria... Gente acostumbrada a ese discurso de odio a la homofobia, tanto en las iglesias como en sus casas. Ese fue un choque importante. Y eso que yo estoy acostumbrado a la homofobia, porque soy de un pueblecito del sur de Málaga tipo Vox. Pero es diferente los tontos ignorantes a la gente que no lo es. Es que era gente que hablaba tres o cuatro idiomas, de un buen nivel económico, pero que quiere que se mueran los gais. Yo me sentí en un lugar en el que no sabía si estaban todos locos o el loco era yo. Fue desde el principio. No importaba lo que yo dijera, no me dejaban en paz.
-Pero tú aguantaste, no volviste a casa.
-Y volvería a aguantar. No me iban a quitar lo que yo había ido a conseguir. Y después, mi familia adoptiva allí hizo posible esa experiencia. No tiene nada que ver el mundo nórdico a la hora de hablar de oportunidades que si me hubiese quedado en España. Yo he aprendido sueco, francés, inglés perfecto; he podido entrar en Harvard para estudiar Ciencias Políticas.
-Aún así, llegaste a pensar en el suicidio.
-Las personas cohabitamos con un montón de pensamientos. Sí hubo momentos en los que dije: no quiero seguir viviendo. Me quedaba pensando en eso, no ya porque me sintiera mal conmigo mismo, sino porque digerir tanto odio pesa mucho.
-¿Qué desencadenó que saliera a la luz?
-Vino la policía al instituto, me pusieron la pulsera de seguridad, porque es que, si no me mataban, no era un cachondeo. Llevaron seguridad allí, hubo interrogatorios... Y entonces la directora colgó un domingo banderas del arco iris por todo el instituto, lo llenaron. Que fue solo un movimiento mediático, porque allí no cambió nada. Yo llegué el lunes y las vi. Pero me sentía inseguro, con pulsera y con todo. Lo compartí en Instagram y rompí mi silencio. ¿Sabes qué pasa? Que si no, esquivan tu historia sin la oportunidad de expresarte. Te juro que tenía miedo de que a mí me matasen y dijesen: ¡ay, que se ha caído, pobrecito! Y después, una misa y ya está. Por eso, según cumplí los 18, puse mi denuncia. Me contactaron los medios de comunicación y cambiaron mucho los roles porque la gente me conocía. Ya no era solamente el maricón, era Alberto Ramos, de Málaga, al que le estaban haciendo ‘bullying’ en Estocolmo.
-¿Hasta dónde llegaron las agresiones físicas en el instituto?
-Hubo... hubo hasta agresiones sexuales, para que te hagas una idea. Escribí el libro tras sufrir agresiones físicas y sexuales.
-En él escribes: «Aún me duele el alma de la primera vez que me tocó».
-Sí, y yo ahora porque lo he procesado. Pero es la primera vez que lo digo en una entrevista porque es la parte que más me duele, y la he escrito con más miedo todavía que el resto. Fue una salvajada. Yo hago esto desde la esperanza de que se eduque para proteger a las personas.
-Hablas del perdón para poder avanzar. ¿Tú perdonaste?
-Yo creo que hice ambas, porque si te soy sincero, lo que a mí más me pesa y por lo que tengo más rabia no es porque estas personas en particular piensen eso, porque sé que lo creen y que les han educado así, sino porque en un país como en Suecia sepan que pasa eso y que siga ocurriendo. Esa falta de medidas y de políticas, esa inacción, es por lo que yo quiero luchar.
-La victoria es resistir. Describes al agresor con la palabra «miedo». «La verdad es que tan solo estás asustado de ti mismo y me has hecho invencible en el proceso».
-Totalmente. Al final la ciudad me abrazaba, la gente me paraba por la calle, incluso en el instituto gente a la que yo ni conocía y que estaba sufriendo lo mismo y no se habían atrevido a decir nada.
-Y ya has lanzado otro libro, «Gay».
-Sí. Autopubliqué los dos en Amazon. Lo saqué el mes que hacía 50 años de la liberación del movimiento gay, en junio del 2019. Además, estoy trabajando en otros proyectos. Desde que publiqué ‘Eighteen’ he encontrado algo tan terapéutico en escribir que quiero seguir haciéndolo para no olvidarme de quién soy, de lo que he vivido y de todo lo que he pasado sabiendo que eso puede ayudar a muchas personas.
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