viernes, 2 de enero de 2015

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La pluma afilada
Palabra y pluma. Textos políticos y otras mariconadas (Ediciones La Mariposa y la Iguana) es el último libro de Gustavo Pecoraro, trinchera discursiva desde donde dispara contra la lengua del amo.
Daniel Gigena | Soy, Página 12, 2015-01-02
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/soy/1-3779-2015-01-03.html

Una poeta ermitaña de Estados Unidos describió la esperanza como una cosa con plumas que canta sin cesar. Néstor Perlongher también echó mano de las plumas para entremezclarlas con la poesía barrosa del barroco latinoamericano: “Abordaremos con tocado de plumas el latrocinio / desparramando gráciles sentencias”. Olga Orozco previó un ascenso ingrávido y herido: “Una mutilación de nubes y de plumas hacia la piel del cielo”. Silvina Ocampo imaginó un simulacro de cuento donde alguien (quién si no ella) escribe las páginas más notables gracias a una pluma mágica. Al espíritu Marianne Moore le concedió “plumas peludas”. También por aproximación poética se puede leer el nuevo libro de Gustavo Pecoraro, "Palabra y pluma", en el que el primer término de ese dúo femenino sobrevuela como una ironía reivindicatoria. Las plumas tuvieron mala prensa y durante años se sugería recortarlas, podarlas como a ligustros que decoran hospitales militares, a lo sumo blandirlas para el entretenimiento ajeno.

Ni lerdo ni desplumado, también poeta, Pecoraro publicó hace unos años un libro de título explícito: "Deseo". Ahí la experiencia personal se conjugaba con una voz nómade, modulada por los exilios, la enfermedad, el amor y la pérdida de seres queridos. Ahora viste la palabra de plumas para, alada, intervenir públicamente contra los poderes de turno, los mismos de siempre y los nuevos.

“Palabra y pluma está recorrido por un mensaje: la construcción de una voz propia lleva años, con altibajos y subidas, y se posiciona con distintos puntos de vista durante los años. Se transforma con la articulación de otras voces, para crear mejores argumentos. Es subjetiva y políticamente marica, analítica y proponedora de ideas –no certezas–, y viene siendo así desde casi treinta años atrás”, comenta Pecoraro que, en estos treinta años, fue y volvió de España (paradójicamente, sin perder su silla, sino casi al contrario, dado que a su regreso encontró organizaciones que reconocieron su tarea de militancia y cuestionamiento crítico), trabajó como cronista (la tercera parte del libro rinde cuenta de esa percepción en tierras extranjeras), como periodista para publicaciones pioneras de la Argentina (NX) y, más recientemente, como productor del ciclo radial El Vahído. En el libro se presenta una selección de sus editoriales, proferidos, a veces, contra los mamarrachos de siempre (sean diputados nacionales o propagandistas del statu quo), otras de tono íntimo y cercano, como si la voz nos rozara el oído.

Pecoraro no abandona nunca el activismo, ni (esta variante es más curiosa) la crítica del activismo. “La situación actual de las luchas lgtbi está atravesada por la discusión político-social del país y del mundo (el Vaticano, Putin y la escalada homo-lesbo-transfóbica mundial nos tiene que hacer pensar más allá del Río de la Plata). La comunidad ha emergido con fuerza como sujeto político desde hace menos de diez años, sobre todo a raíz de la discusión de la Ley de Matrimonio Igualitario. Pero el andar comunitario lgtbi tiene casi cincuenta años de rodaje. Es normal que la heterogeneidad se note más ahora que en otros tiempos –opina sin nostalgia–. Los vientos de libertad promueven visibilización. Pero hay una historia de soledades y aprendizaje colectivo que es bien distinta, y es bueno contarla. Luego de la aprobación de las leyes de matrimonio igualitario y de identidad de género se generó una meseta, y la heterogeneidad (de clase, ideológica, social, de estructuras personales) primó por sobre las luchas concretas. Ya no había un objetivo puntual, por lo que los distintos sectores empezaron a pensar sus propios objetivos. Entramos en un terreno donde no hay propuestas que unan, y las voces que copan los medios no son nada representativas de los diferentes sectores. Así tenemos como ‘voceros’ lgtbi a un militante de un partido de centroderecha relacionado al Opus Dei y a un administrador subsidiado por el Estado o el Fondo Mundial de Lucha contra el Sida que se autopresenta como militante de derechos humanos, pero opera contra las diferentes organizaciones lgtbi que no le rindan pleitesía... y es bueno aclarar que son el 99 por ciento de ellas, por suerte. Ni siquiera los máximos referentes de las más importantes organizaciones LGTBI tiene tantos medios a su disposición como estos dos personajes.” Los personajes a los que se refiere Pecoraro son (qué duda cabe) Pedro Robledo y Alex Freyre.

La escritura de Pecoraro, asociada con una modulación mestiza que no es hispana ni rioplatense, no olvida que éste es un libro de situación y compromiso que aborda la coyuntura social para intervenir de manera ideológica. Así como diatribas, hay también homenajes a algunos olvidados de la gesta lgtbi (por nombrar dos: Carlos Mendes y Américo Ortiz de Zárate), perfiles de figuras como Lohana Berkins y Marlene Wayar, rescate de luchadores anónimos y de gays y lesbianas del mainstream, debates abiertos con humor y sin complacencias. “No me interesa ser tibio. Sí aprendí a escoger las palabras cuando me posiciono diferente que otros compañeros. Ya perdí bastantes amigos como para creer que el enemigo está a mi lado.” Contra el enemigo común (esa medusa de varias cabezas: eclesiástica, legislativa, mediática, médica) y a favor del afecto entre compañeros y compañeras, Palabra y pluma convierte el material alado de una subjetividad que arriesga en instrumento para la reflexión colectiva.

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