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El acto íntimo despierta neurotransmisores básicos que conducen al optimismo, la excitación y el bienestar, pero también a la ira.
Olga Fernández Castro | Buena Vida, El País, 2015-10-08
http://elpais.com/elpais/2015/10/07/buenavida/1444209730_702668.html
El beso erótico, ese que provoca sensaciones encontradas (escalofríos–calor) y acelera el corazón, esconde un complejo mecanismo. Un proceso que comienza en los labios, la zona del cuerpo que, a pesar de sus reducidas dimensiones, es junto con la yema de los dedos, la que mayor densidad de terminaciones nerviosas contiene, es decir, en su interior se esconden múltiples receptores con gran capacidad para percibir, explorar y transmitir información al cerebro. "En los labios se nota con mucha precisión la temperatura corporal de la otra persona, el tono muscular y hasta el estado de su sistema inmunitario a través de los anticuerpos y otras proteínas de este sistema. Además, durante el beso, especialmente con lengua, hay un importante intercambio de saliva que hace que el hombre pase testosterona a la mujer y actúe como una especie de afrodisíaco que activa la receptividad sexual de la mujer. Cuando toda la información llega al cerebro, este valora si le gusta o no, si lo rechaza o lo acepta", explica David Bueno i Torrens, biólogo e investigador de genética en la Universidad de Barcelona.
El beso sirve entonces como un primer examen del otro, un examen del que no somos conscientes. Lo confirma un estudio de la Universidad de Oxford, realizado por Rafael Wlodarski y Robin Dunbar, que sugiere que ayuda a evaluar la idoneidad de la pareja. También la científica Sheril Kirshenbaum, de la Universidad de Texas, una de las mayores expertas en la materia y autora del libro 'La ciencia del besar', aporta datos interesantes, como por ejemplo que las mujeres se sienten atraídas por el olor de los hombres que portan un código genético distinto del de ellas porque, de esa manera, se aseguran mejor descendencia.
Pero no todo es química, la experiencia previa de la persona ocupa un lugar relevante en el proceso: "Las interacciones de hormonas en el cerebro dependen también de la experiencia previa de la persona en sus relaciones sociales, aunque no se dé cuenta. Hay estudios con ratas dónde se ha comprobado que cuando un macho es rechazado por las hembras le cuesta más trabajo acercarse de nuevo a ellas. Otro ejemplo de la importancia de la experiencia previa es que cuando se besa a una persona desconocida, las reacciones químicas son diferentes que cuando el sujeto es conocido", apunta el biólogo.
Una cascada de hormonas
Cuando el cerebro, tras analizar toda esa información sensible, dice sí, en décimas de segundo, comienza a segregar una serie de neurotransmisores (sustancias químicas que comunican unas neuronas con otras) y los protagonistas del beso empiezan a notar sus efectos. "Lo que percibimos de todas estas reacciones químicas depende del tipo de neurotransmisor, del porcentaje o equilibrio entre ellos y de las neuronas sobre las que actúan", señala David Bueno. Es decir, dependiendo de cuál de ellos domine, sentiremos unos efectos u otros. Este experto describe cuatro neurotransmisores básicos que se despiertan con el beso: dopamina, que nos hace sentir placer y bienestar; serotonina, con la que sentimos excitación y optimismo, aunque también puede tener un efecto de ira y agresión ("en este caso lo que ocurre es un rechazo a la pareja", subraya Bueno); epinefrina, que aumenta la frecuencia cardiaca, el tono muscular y la sudoración, por eso sentimos calor y que el corazón se acelera; y la oxitocina, que genera apego y confianza.
Pero, además, se liberan otras sustancias, como el óxido nítrico, que relaja los vasos sanguíneos, provocando un incremento en el flujo sanguíneo del pene y, por tanto, la erección. O la feniletilamina, "una anfetamina potente y rápida que estimula el sentimiento de placer, por eso el primer beso de los adolescentes suele ser más intenso y apasionado", explica el doctor Jesús de la Gándara, jefe de Psiquiatría del Hospital Universitario de Burgos y autor del libro El planeta de los besos. Aunque el psiquiatra destaca que no solo ocurre en los adolescentes, según Gándara, también puede darse en adultos, "la clave reside en encontrar a la persona que despierte ese neurotransmisor".
Tras la tormenta, llega la calma
Pero la pasión no es eterna. La química del beso parece cambiar con el paso del tiempo dentro de una misma relación. De manera que el enamoramiento inicial donde todo es energía y vitalidad se va desvaneciendo paulatinamente y deja paso a una segunda etapa más sosegada. Para el biólogo David Bueno, la razón de este cambio reside en la saturación de los receptores del cerebro, "se pasa a otra etapa en la que no se siente la pasión inicial pero se está a gusto con esa persona. Aunque no todas las parejas realizan el paso del primer estadio al segundo", aclara. El psiquiatra Jesús de la Gándara señala incluso que existe un cambio en la química cerebral, "al principio de la relación hay gran estimulación hormonal donde dominan los andrógenos (testosterona) y la dopamina, pero con el paso del tiempo cambia y se estimula más la vasopresina y la oxitocina; se besan con menos frecuencia e intensidad pero de manera más cariñosa y estable". Algo que parece confirmar un estudio realizado en la Universidad Bar llán, en Israel, y que mostró el importante papel de la oxitocina, la hormona que genera apego, en las relaciones estables.
No hay que olvidar que a través del beso también compartimos enfermedades, por ejemplo la mononucleosis (también conocida como la enfermedad del beso, muy frecuente en adolescentes). De hecho, con cada beso de 10 segundos intercambiamos 80 millones de bacterias, según un estudio realizado en Holanda. ¿Esto quiere decir que es malo besarse? "No, besarse en bueno. Hay estudios que han demostrado que las personas que besan más viven más porque todo lo que hay a su alrededor es positivo (compañía, ayuda, apoyo emocional). No hacerlo significa que no se tiene buena relación con seres humanos", afirma el psiquiatra, quien concluye que lo difícil no es que te besen, sino tener a alguien que se deje besar.
Atracción por el olfato
Las feromonas son unas hormonas que se excretan a través de la piel e influyen en la atracción sexual y como consecuencia en el emparejamiento. Su presencia en los humanos ha sido discutida, sin embargo, hay estudios que dicen que sí existen. Uno de ellos, publicado en la revista Science, demuestra que los hombres que huelen las lágrimas de una mujer ven reducido su apetito sexual. Y otro más reciente, publicado en la revista Current Biology, muestra que la nariz puede detectar estas secreciones corporales incluso cuando pensamos que no estamos oliendo nada a nivel consciente. "Actualmente hay coincidencia mayoritaria de que existen unos receptores en la parte más interna de la nariz que las detecta, aunque la persona no lo sepa", afirma el biólogo David Bueno i Torrens, de la Universidad de Barcelona.
El beso sirve entonces como un primer examen del otro, un examen del que no somos conscientes. Lo confirma un estudio de la Universidad de Oxford, realizado por Rafael Wlodarski y Robin Dunbar, que sugiere que ayuda a evaluar la idoneidad de la pareja. También la científica Sheril Kirshenbaum, de la Universidad de Texas, una de las mayores expertas en la materia y autora del libro 'La ciencia del besar', aporta datos interesantes, como por ejemplo que las mujeres se sienten atraídas por el olor de los hombres que portan un código genético distinto del de ellas porque, de esa manera, se aseguran mejor descendencia.
Pero no todo es química, la experiencia previa de la persona ocupa un lugar relevante en el proceso: "Las interacciones de hormonas en el cerebro dependen también de la experiencia previa de la persona en sus relaciones sociales, aunque no se dé cuenta. Hay estudios con ratas dónde se ha comprobado que cuando un macho es rechazado por las hembras le cuesta más trabajo acercarse de nuevo a ellas. Otro ejemplo de la importancia de la experiencia previa es que cuando se besa a una persona desconocida, las reacciones químicas son diferentes que cuando el sujeto es conocido", apunta el biólogo.
Una cascada de hormonas
Cuando el cerebro, tras analizar toda esa información sensible, dice sí, en décimas de segundo, comienza a segregar una serie de neurotransmisores (sustancias químicas que comunican unas neuronas con otras) y los protagonistas del beso empiezan a notar sus efectos. "Lo que percibimos de todas estas reacciones químicas depende del tipo de neurotransmisor, del porcentaje o equilibrio entre ellos y de las neuronas sobre las que actúan", señala David Bueno. Es decir, dependiendo de cuál de ellos domine, sentiremos unos efectos u otros. Este experto describe cuatro neurotransmisores básicos que se despiertan con el beso: dopamina, que nos hace sentir placer y bienestar; serotonina, con la que sentimos excitación y optimismo, aunque también puede tener un efecto de ira y agresión ("en este caso lo que ocurre es un rechazo a la pareja", subraya Bueno); epinefrina, que aumenta la frecuencia cardiaca, el tono muscular y la sudoración, por eso sentimos calor y que el corazón se acelera; y la oxitocina, que genera apego y confianza.
Pero, además, se liberan otras sustancias, como el óxido nítrico, que relaja los vasos sanguíneos, provocando un incremento en el flujo sanguíneo del pene y, por tanto, la erección. O la feniletilamina, "una anfetamina potente y rápida que estimula el sentimiento de placer, por eso el primer beso de los adolescentes suele ser más intenso y apasionado", explica el doctor Jesús de la Gándara, jefe de Psiquiatría del Hospital Universitario de Burgos y autor del libro El planeta de los besos. Aunque el psiquiatra destaca que no solo ocurre en los adolescentes, según Gándara, también puede darse en adultos, "la clave reside en encontrar a la persona que despierte ese neurotransmisor".
Tras la tormenta, llega la calma
Pero la pasión no es eterna. La química del beso parece cambiar con el paso del tiempo dentro de una misma relación. De manera que el enamoramiento inicial donde todo es energía y vitalidad se va desvaneciendo paulatinamente y deja paso a una segunda etapa más sosegada. Para el biólogo David Bueno, la razón de este cambio reside en la saturación de los receptores del cerebro, "se pasa a otra etapa en la que no se siente la pasión inicial pero se está a gusto con esa persona. Aunque no todas las parejas realizan el paso del primer estadio al segundo", aclara. El psiquiatra Jesús de la Gándara señala incluso que existe un cambio en la química cerebral, "al principio de la relación hay gran estimulación hormonal donde dominan los andrógenos (testosterona) y la dopamina, pero con el paso del tiempo cambia y se estimula más la vasopresina y la oxitocina; se besan con menos frecuencia e intensidad pero de manera más cariñosa y estable". Algo que parece confirmar un estudio realizado en la Universidad Bar llán, en Israel, y que mostró el importante papel de la oxitocina, la hormona que genera apego, en las relaciones estables.
No hay que olvidar que a través del beso también compartimos enfermedades, por ejemplo la mononucleosis (también conocida como la enfermedad del beso, muy frecuente en adolescentes). De hecho, con cada beso de 10 segundos intercambiamos 80 millones de bacterias, según un estudio realizado en Holanda. ¿Esto quiere decir que es malo besarse? "No, besarse en bueno. Hay estudios que han demostrado que las personas que besan más viven más porque todo lo que hay a su alrededor es positivo (compañía, ayuda, apoyo emocional). No hacerlo significa que no se tiene buena relación con seres humanos", afirma el psiquiatra, quien concluye que lo difícil no es que te besen, sino tener a alguien que se deje besar.
Atracción por el olfato
Las feromonas son unas hormonas que se excretan a través de la piel e influyen en la atracción sexual y como consecuencia en el emparejamiento. Su presencia en los humanos ha sido discutida, sin embargo, hay estudios que dicen que sí existen. Uno de ellos, publicado en la revista Science, demuestra que los hombres que huelen las lágrimas de una mujer ven reducido su apetito sexual. Y otro más reciente, publicado en la revista Current Biology, muestra que la nariz puede detectar estas secreciones corporales incluso cuando pensamos que no estamos oliendo nada a nivel consciente. "Actualmente hay coincidencia mayoritaria de que existen unos receptores en la parte más interna de la nariz que las detecta, aunque la persona no lo sepa", afirma el biólogo David Bueno i Torrens, de la Universidad de Barcelona.
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