Imagen: PlayGround / Fotografía de Vijat Mohindra |
“Prefiero tener sida que diabetes".
Una conversación con el doctor y y profesor Albert Figueras.
Alba Muñoz | PlayGround, 2015-10-08
http://www.playgroundmag.net/articulos/entrevistas/gran-estafa-enfermedades-cronicas_0_1622837709.html
“Prefiero tener sida que diabetes”. Cuando un médico hace esta afirmación en una facultad de Medicina significa que nos estamos perdiendo algo importante.
La infección por VIH, una enfermedad que hace pocos años tenía unos altos niveles de mortalidad, se considera hoy una patología crónica. A través de una combinación constante de fármacos, el paciente puede alcanzar una calidad de vida similar o superior a la de los enfermos de diabetes.
Es un avance positivo que el sida haya pasado a formar parte de la creciente familia de las enfermedades crónicas, pero esta familia es un mundo repleto de sombras.
Las enfermedades crónicas se caracterizan por no tener cura: quienes las sufren deberán comprar medicamentos durante toda la vida. Precisamente por este motivo son un filón para los negocios, para la especulación económica y la manipulación social.
Hemos hablado con Albert Figueras, Doctor en Medicina y profesor de Farmacología y Terapéutica de la Universidad Autónoma de Barcelona, experto en el uso racional de medicamentos.
¿Dijo usted esa frase?
No fui yo, pero encaja con la filosofía que defendemos en nuestro departamento y con cosas que se dicen en nuestras clases.
¿Qué filosofía es esa? ¿La industria farmacéutica es el diablo?
Si no es el diablo, a veces se le parece bastante.
Explíquese.
En los años 70 se produjo la gran explosión farmacológica. Los remedios se convirtieron cada vez más en negocio y los laboratorios, que en sus inicios eran empresas locales, se pusieron a exportar.
Los primeros pasos de la Big Pharma.
Las empresas entendieron que introducir nuevos medicamentos en el mercado era una forma de ganar mucho dinero. Empezaron a crear nuevas moléculas y a patentarlas muy rápidamente para que nadie les arrebatara los posibles beneficios.
Hasta ahí, nada nuevo.
El problema es que por entonces el mercado ya estaba muy cubierto por otros medicamentos, y tuvieron que empezar a buscar nichos en los que colocar su producto.
Los laboratorios farmacéuticos son como 'brokers' de la salud.
Algo así.
Imagino que hay enfermedades más rentables que otras.
El caso más claro es el de la malaria. Es una de las enfermedades con más mortalidad del mundo, pero quienes la sufren no pueden pagar los precios que pondría la industria, por ejemplo, en Europa. Así que no se investiga para encontrarle una solución.
Los laboratorios investigan las enfermedades propias del mundo urbano, las que se pagan. Por ejemplo, la hipertensión.
Pero esa no es una enfermedad demasiado grave, ¿no?
Pero es una enfermedad crónica y sin curación. Como la obesidad, la hipercolesterolemia o la diabetes.
¿Mucha clientela?
Muchísima. Significa que cada año aparecen unos veinte medicamentos nuevos que dicen ser mejores que los viejos. Y por supuesto, son mucho más caros. Hay un chiste sobre este tema que se contaba cuando uno terminaba la carrera de medicina...
¿Me lo cuenta?
Un urólogo de toda la vida está mayor y le deja la consulta a su hijo, también urólogo, para irse de vacaciones. Cuando vuelve, le pregunta qué tal ha ido, y el hijo le dice: '¿Sabes ese enfermo que tenía un problema de próstata y que venía desde hace tres años? Le dije que se operara y ya no volverá más'.
Fin del negocio familiar, y en el caso de las enfermedades crónicas estamos hablando de mucho dinero.
Suceden cosas intolerables. De vez en cuando los laboratorios pagan congresos y simposios a expertos en diversas enfermedades. Van a un hotel en Bali y de allí salen con una nueva norma.
¿Qué quiere decir con 'norma'?
Definiciones más amplias de la enfermedad. Por ejemplo, nuevos criterios para determinar qué nivel de azúcar o colesterol en sangre suponen un riesgo para acabar padeciendo una enfermedad.
En el caso de la diabetes, se considera que la tienes si tu concentración de glucosa en sangre es "X"; pues bien, unos expertos pueden decidir que existe un estadio anterior, la prediabetes: Si estás a X-10 de azúcar, eres prediabético. ¿Y qué puedes hacer? Tomarte unos comprimidos, claro. Para evitar que en un futuro desarrolles la enfermedad. Con el colesterol pasa lo mismo.
Así se crea un nicho de mercado.
Solo con que se amplíen estos niveles previos, el número de personas susceptibles de ser medicadas aumenta de forma brutal.
Además de inventar enfermedades, ¿qué más hacen los laboratorios?
Exageran las enfermedades para generar más enfermos. Por ejemplo el Trastorno de Déficit de Atención. Hay algunos casos de niños que tienen problemas de atención, pero no son todos los niños que han sido diagnosticados con el TDAH.
Cuando hablo con los maestros resulta que el 20% de la clase están tomando medicamentos para la atención. Aquí hay un problema de fondo, ¿no?
¿Se ha exagerado esta enfermedad?
Sí. Lo terrible es que nadie va a la raíz del problema.
¿Qué quiere decir?
Las enfermedades crónicas aumentan por nuestro estilo de vida: pasamos más tiempo sentados que nunca, comemos más comida procesada.
Lamentablemente, cuando empieza a haber un problema cardiovascular, o aumenta el nivel de azúcar, o colesterol en sangre, lo que se receta no es nadar, caminar o dejar de comer bollería industrial, sino un medicamento.
¿Qué más se hace?
Se especula. Hace poco se conoció el caso de un hombre de Estados Unidos que compró un pequeño laboratorio que desde hace muchos años fabrica un medicamento específico para tratar una infección que tienen las personas con sida. Vendían a todo el mundo y valía 13 dólares.
Lo que hizo fue lo siguiente: como ahora tenía el monopolio, subió el precio a 750. Hay muchos medicamentos antiguos muy baratos que siguen funcionando y están en peligro por culpa de la especulación.
¿Puede poner algún ejemplo de cómo la industria especula con un medicamento muy utilizado?
Es el caso de los anticoagulantes orales. Muchas personas con riesgo cardiovascular los toman; los clásicos tienen un pequeño inconveniente: el paciente tiene que hacerse un análisis una vez al mes para saber si la dosis es correcta y, en su caso, poder corregirla.
Esto era así hasta que llegó un laboratorio y presentó un medicamento que permitía prescindir de ese control. Es 10 veces más caro y han conseguido que muchísimos médicos lo prescriban y destierren el antiguo.
¿Y cuál es el inconveniente?
Que es imposible saber si los niveles de anticoagulante son correctos, no se sabe cómo va el enfermo y se pueden producir sangrados copiosos en caso de dosis excesiva. Nuevos estudios indican que los supuestos beneficios respecto al medicamento viejo no son tales.
O sea: se miente descaradamente para vender.
La estrategia es la siguiente: se comercializa un medicamente nuevo y desconocido. La intención es sustituir a uno antiguo.
Se orquesta una operación de márqueting a escala global, todo el mundo se entusiasma por el nuevo producto y después se descubre que es una copia (mucho más cara) de otro, o que no es tan bueno como se creía, que produce algún efecto adverso grave o, lo que es peor, se acaba demostrando que las pruebas que se hicieron para demostrar su eficacia o seguridad eran incorrectas o falsas.
¿Se gasta mucho dinero en desarrollar medicamentos inútiles?
De cada 100 nuevas moléculas que se comercializan cada año, una se retirará del mercado por ineficiente o porque produce efectos indeseados muy graves o mortales, pero 4 o 5 más se pondrán en duda o se limitarán su uso.
Sin embargo todos estos fármacos se empujan hacia el mercado para justificar la actividad empresarial de un laboratorio, para tener algo que vender. También se renuevan patentes de forma exprés.
¿Qué significa eso?
Cuando se acerca el fin de la patente, el mismo laboratorio saca una molécula que es un poco distinta de la anterior. Es más o menos lo mismo, pero con una nueva patente y mucho más cara. Lo peor es que muchas veces lo venden como si fuera una gran innovación respecto a la vieja.
No parece tan fácil hacer que la gente cambie una medicación que le funciona.
A veces sacan documentación que informa sobre efectos indeseados del medicamento viejo. Justo cuando renuevan la patente se dan cuenta de que esa molécula no era tan buena... no parece casualidad.
¿Cómo evitar que toda esta codicia acabe afectando a nuestra salud?
Haciendo que no todo el avance científico dependa de un único actor, la empresa. Eso encarece el proceso y además produce acciones ilegales, fraudes y actos que poco tienen que ver con la ciencia para que una molécula llegue al mercado, como ocultar efectos secundarios importantes y efectos negativos.
No hay falta de medicamentos útiles, hay saturación de medicamentos inútiles.
¿Algo más?
Los medicamentos que realmente son un avance para la Medicina deberían ser declarados Patrimonio de la Humanidad. Si como sociedad hemos conseguido un remedio que puede curar a cualquiera, no está bien que se especule con ello.
Una conversación con el doctor y y profesor Albert Figueras.
Alba Muñoz | PlayGround, 2015-10-08
http://www.playgroundmag.net/articulos/entrevistas/gran-estafa-enfermedades-cronicas_0_1622837709.html
“Prefiero tener sida que diabetes”. Cuando un médico hace esta afirmación en una facultad de Medicina significa que nos estamos perdiendo algo importante.
La infección por VIH, una enfermedad que hace pocos años tenía unos altos niveles de mortalidad, se considera hoy una patología crónica. A través de una combinación constante de fármacos, el paciente puede alcanzar una calidad de vida similar o superior a la de los enfermos de diabetes.
Es un avance positivo que el sida haya pasado a formar parte de la creciente familia de las enfermedades crónicas, pero esta familia es un mundo repleto de sombras.
Las enfermedades crónicas se caracterizan por no tener cura: quienes las sufren deberán comprar medicamentos durante toda la vida. Precisamente por este motivo son un filón para los negocios, para la especulación económica y la manipulación social.
Hemos hablado con Albert Figueras, Doctor en Medicina y profesor de Farmacología y Terapéutica de la Universidad Autónoma de Barcelona, experto en el uso racional de medicamentos.
¿Dijo usted esa frase?
No fui yo, pero encaja con la filosofía que defendemos en nuestro departamento y con cosas que se dicen en nuestras clases.
¿Qué filosofía es esa? ¿La industria farmacéutica es el diablo?
Si no es el diablo, a veces se le parece bastante.
Explíquese.
En los años 70 se produjo la gran explosión farmacológica. Los remedios se convirtieron cada vez más en negocio y los laboratorios, que en sus inicios eran empresas locales, se pusieron a exportar.
Los primeros pasos de la Big Pharma.
Las empresas entendieron que introducir nuevos medicamentos en el mercado era una forma de ganar mucho dinero. Empezaron a crear nuevas moléculas y a patentarlas muy rápidamente para que nadie les arrebatara los posibles beneficios.
Hasta ahí, nada nuevo.
El problema es que por entonces el mercado ya estaba muy cubierto por otros medicamentos, y tuvieron que empezar a buscar nichos en los que colocar su producto.
Los laboratorios farmacéuticos son como 'brokers' de la salud.
Algo así.
Imagino que hay enfermedades más rentables que otras.
El caso más claro es el de la malaria. Es una de las enfermedades con más mortalidad del mundo, pero quienes la sufren no pueden pagar los precios que pondría la industria, por ejemplo, en Europa. Así que no se investiga para encontrarle una solución.
Los laboratorios investigan las enfermedades propias del mundo urbano, las que se pagan. Por ejemplo, la hipertensión.
Pero esa no es una enfermedad demasiado grave, ¿no?
Pero es una enfermedad crónica y sin curación. Como la obesidad, la hipercolesterolemia o la diabetes.
¿Mucha clientela?
Muchísima. Significa que cada año aparecen unos veinte medicamentos nuevos que dicen ser mejores que los viejos. Y por supuesto, son mucho más caros. Hay un chiste sobre este tema que se contaba cuando uno terminaba la carrera de medicina...
¿Me lo cuenta?
Un urólogo de toda la vida está mayor y le deja la consulta a su hijo, también urólogo, para irse de vacaciones. Cuando vuelve, le pregunta qué tal ha ido, y el hijo le dice: '¿Sabes ese enfermo que tenía un problema de próstata y que venía desde hace tres años? Le dije que se operara y ya no volverá más'.
Fin del negocio familiar, y en el caso de las enfermedades crónicas estamos hablando de mucho dinero.
Suceden cosas intolerables. De vez en cuando los laboratorios pagan congresos y simposios a expertos en diversas enfermedades. Van a un hotel en Bali y de allí salen con una nueva norma.
¿Qué quiere decir con 'norma'?
Definiciones más amplias de la enfermedad. Por ejemplo, nuevos criterios para determinar qué nivel de azúcar o colesterol en sangre suponen un riesgo para acabar padeciendo una enfermedad.
En el caso de la diabetes, se considera que la tienes si tu concentración de glucosa en sangre es "X"; pues bien, unos expertos pueden decidir que existe un estadio anterior, la prediabetes: Si estás a X-10 de azúcar, eres prediabético. ¿Y qué puedes hacer? Tomarte unos comprimidos, claro. Para evitar que en un futuro desarrolles la enfermedad. Con el colesterol pasa lo mismo.
Así se crea un nicho de mercado.
Solo con que se amplíen estos niveles previos, el número de personas susceptibles de ser medicadas aumenta de forma brutal.
Además de inventar enfermedades, ¿qué más hacen los laboratorios?
Exageran las enfermedades para generar más enfermos. Por ejemplo el Trastorno de Déficit de Atención. Hay algunos casos de niños que tienen problemas de atención, pero no son todos los niños que han sido diagnosticados con el TDAH.
Cuando hablo con los maestros resulta que el 20% de la clase están tomando medicamentos para la atención. Aquí hay un problema de fondo, ¿no?
¿Se ha exagerado esta enfermedad?
Sí. Lo terrible es que nadie va a la raíz del problema.
¿Qué quiere decir?
Las enfermedades crónicas aumentan por nuestro estilo de vida: pasamos más tiempo sentados que nunca, comemos más comida procesada.
Lamentablemente, cuando empieza a haber un problema cardiovascular, o aumenta el nivel de azúcar, o colesterol en sangre, lo que se receta no es nadar, caminar o dejar de comer bollería industrial, sino un medicamento.
¿Qué más se hace?
Se especula. Hace poco se conoció el caso de un hombre de Estados Unidos que compró un pequeño laboratorio que desde hace muchos años fabrica un medicamento específico para tratar una infección que tienen las personas con sida. Vendían a todo el mundo y valía 13 dólares.
Lo que hizo fue lo siguiente: como ahora tenía el monopolio, subió el precio a 750. Hay muchos medicamentos antiguos muy baratos que siguen funcionando y están en peligro por culpa de la especulación.
¿Puede poner algún ejemplo de cómo la industria especula con un medicamento muy utilizado?
Es el caso de los anticoagulantes orales. Muchas personas con riesgo cardiovascular los toman; los clásicos tienen un pequeño inconveniente: el paciente tiene que hacerse un análisis una vez al mes para saber si la dosis es correcta y, en su caso, poder corregirla.
Esto era así hasta que llegó un laboratorio y presentó un medicamento que permitía prescindir de ese control. Es 10 veces más caro y han conseguido que muchísimos médicos lo prescriban y destierren el antiguo.
¿Y cuál es el inconveniente?
Que es imposible saber si los niveles de anticoagulante son correctos, no se sabe cómo va el enfermo y se pueden producir sangrados copiosos en caso de dosis excesiva. Nuevos estudios indican que los supuestos beneficios respecto al medicamento viejo no son tales.
O sea: se miente descaradamente para vender.
La estrategia es la siguiente: se comercializa un medicamente nuevo y desconocido. La intención es sustituir a uno antiguo.
Se orquesta una operación de márqueting a escala global, todo el mundo se entusiasma por el nuevo producto y después se descubre que es una copia (mucho más cara) de otro, o que no es tan bueno como se creía, que produce algún efecto adverso grave o, lo que es peor, se acaba demostrando que las pruebas que se hicieron para demostrar su eficacia o seguridad eran incorrectas o falsas.
¿Se gasta mucho dinero en desarrollar medicamentos inútiles?
De cada 100 nuevas moléculas que se comercializan cada año, una se retirará del mercado por ineficiente o porque produce efectos indeseados muy graves o mortales, pero 4 o 5 más se pondrán en duda o se limitarán su uso.
Sin embargo todos estos fármacos se empujan hacia el mercado para justificar la actividad empresarial de un laboratorio, para tener algo que vender. También se renuevan patentes de forma exprés.
¿Qué significa eso?
Cuando se acerca el fin de la patente, el mismo laboratorio saca una molécula que es un poco distinta de la anterior. Es más o menos lo mismo, pero con una nueva patente y mucho más cara. Lo peor es que muchas veces lo venden como si fuera una gran innovación respecto a la vieja.
No parece tan fácil hacer que la gente cambie una medicación que le funciona.
A veces sacan documentación que informa sobre efectos indeseados del medicamento viejo. Justo cuando renuevan la patente se dan cuenta de que esa molécula no era tan buena... no parece casualidad.
¿Cómo evitar que toda esta codicia acabe afectando a nuestra salud?
Haciendo que no todo el avance científico dependa de un único actor, la empresa. Eso encarece el proceso y además produce acciones ilegales, fraudes y actos que poco tienen que ver con la ciencia para que una molécula llegue al mercado, como ocultar efectos secundarios importantes y efectos negativos.
No hay falta de medicamentos útiles, hay saturación de medicamentos inútiles.
¿Algo más?
Los medicamentos que realmente son un avance para la Medicina deberían ser declarados Patrimonio de la Humanidad. Si como sociedad hemos conseguido un remedio que puede curar a cualquiera, no está bien que se especule con ello.
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