viernes, 6 de noviembre de 2015

#hemeroteca #libros #armarios | Hombres gais separados de un matrimonio heterosexual

Imagen: 20 Minutos / Bernardo Ruiz de Figueroa
Hombres gais separados de un matrimonio heterosexual.
Hoy escribe Bernardo Ruiz de Figueroa, autor del libro ‘Desde el tercer armario’ que se presenta en Madrid mañana sábado en la librería Berkana. Con el libro, Bernardo cuenta la historia de doce hombres que, tras una larga experiencia como heterosexuales, deciden rehacer sus vidas
como homosexuales.

Bernardo Ruiz de Figueroa | 1 de cada 10, 20 Minutos, 2015-11-06
http://blogs.20minutos.es/1-de-cada-10/2015/11/06/desde-el-tercer-armario/

Los hombres y mujeres homosexuales que viven en un matrimonio heterosexual son los grandes desconocidos de nuestro amplio y hermoso colectivo LGTB. El desconocimiento lleva al prejuicio y por tanto, somos no solo víctimas de los prejuicios de la sociedad heteropatriarcal, sino incluso de los de otros hombres y mujeres gays. Cuando un hombre, y hablo en masculino aunque presumo que la experiencia en femenino debe ser muy similar, sale de un matrimonio heterosexual y se reconoce como gay, afronta una reformulación de su identidad íntima y pública. Enfrentarse a la homofobia propia y ajena no es fácil en ese momento.

Cuando yo me enfrenté a esa situación, dos sentimientos brotaron con fuerza. El primero, el de haber sido un fracaso personal, un hombre que había engañado a su entorno y construido una familia discordante con su nueva realidad. La culpa te pesa y te dobla el cuello. El segundo, el miedo a no ser capaz de reconstruirme, de dejar de ser quien era o había construido, y ser otro cuya identidad desconocía. El miedo a enfrentarme a los demás, tus hijos especialmente, y decir “yo soy otro”. El miedo, entonces, te atenaza el cuello y paraliza.

Para un hombre de verdad la heterosexualidad es definitoria, por eso, la mayoría de estos hombres deciden ocultarse. Pocos se atreverán a salir del armario y asumir las consecuencias. Estos que se ocultan viven dos vidas simultáneamente. Como gays, se satisfacen meramente con numerosas relaciones sexuales, se creen que para ser ellos mismos basta con eso. Como heterosexuales, se encubrirán en más máscaras que antes para que su imagen siga siendo impoluta. Así, hasta su muerte física.

Para un hombre que quiera ser de verdad, no es esa la respuesta adecuada. ¿Pero cuál es la respuesta adecuada? Yo estuve buscándola y no la encontraba en los libros. Mi pregunta principal en ese momento era quién era yo. Quién había sido, quién era ahora y por qué había vivido eso. Leí, vi películas, hablaba con militantes, con otros hombres… y decidí compartir mis reflexiones. Conocí a doce hombres, especiales, porque fueron capaces de abrirse en canal ante mi grabadora y contarme sus vidas. Analicé sus experiencias y describí sus procesos. Muy diferentes en sus principios, pero con un común denominador. Había que enfrentarse no al presente, sino al pasado. Era su pasado el que los ataba. Este es el que llamo el tercer armario, el miedo a desvelar una vida anterior que no fue totalmente sincera.

Hay una película -‘El lenguaje perdido de las grúas‘- basada en la novela de David Leavitt. Un hijo gay sale del armario con sus padres y provoca la salida del armario de su padre. Éste, una vez reconciliado con su hijo, al final, le dice: “No puedo cambiar el pasado”. Y me dio la clave. El pasado sí se puede cambiar. Sí podemos volver a reconstruir nuestro pasado.

Se trata de reconstruirnos a nosotros mismos desde aquel momento en que dejamos de serlo, desde aquel momento en que la homofobia nos encerró en una máscara que nos llevó a dejar de ser nosotros mismos, a ocultar nuestra homosexualidad ocultando las demás facetas de nuestras vidas. Se trataba de acercarnos a nuestros seres queridos sin máscaras, recuperando quienes éramos de verdad en el pasado y empezar a andar con sinceridad. Entonces descubriremos que no somos otros, que en el fondo seguimos siendo los mismos pero que un día nos ocultamos. Desvelemos nuestra verdadera faz, la de hombres tiernos, amantes, queribles, y también equivocados. Una vez que hagamos esto, nos encontraremos con el reconocimiento de los seres que nos quieren, porque ellos sí que supieron siempre quiénes éramos, independientemente de nuestros deseos o afectos. Éramos nosotros mismos los que creímos ser otros.

Y sobre todo debemos ser nosotros mismos con nuestros hijos, porque si seguimos ocultándoles nuestra verdadera personalidad, serán los hijos de nuestra máscara, no los nuestros. Y los perderemos, se terminarán yendo, porque nadie puede ser hijo de una máscara ni de un armario.

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