viernes, 25 de marzo de 2016

#hemeroteca #mujeres | Arte callejero en Afganistán: grafitis por la libertad

Imagen: El Mundo / Shamsia Hassani
Arte callejero en Afganistán: grafitis por la libertad.
Paka Díaz | El Mundo, 2016-03-25
http://www.elmundo.es/yodona/lifestyle/2016/03/25/56f18b83e2704e7c468b462b.html

Cuando estuve en Afganistán en 2006, me sorprendió el color parduzco que se repetía en las montañas, las calles y los edificios. El frío invierno contribuía a la monocromía mientras que los burkas azules, ese símbolo universal de opresión, daban alegres pinceladas de color. Me llamó la atención aquella paradoja. Precisamente, los burkas son la firma que plasma Shamsia Hassani en sus obras. Considerada como la primera grafitera afgana, utiliza sus pinturas para dar color a un país agotado por las guerras y el terrorismo. En ese Kabul de polvo y barro, las pintadas de Shamsia y los velos de colores de las mujeres que crea con sus sprays destacan en las paredes. También en los suelos aparecen sus dibujos como bocas abiertas a otros mundos oníricos que, con la técnica en 3D que emplea, casi dan vértigo. Sus obras quieren abrir las mentes de sus conciudadanos en un grito de libertad, pero reconoce que, aunque siempre se sintió atraída por el arte, jamás pensó en hacer grafitis por una simple razón: no sabía lo que eran.

Originaria de Kandahar, la familia de Shamsia se trasladó a Irán huyendo de la guerra. Allí nació la artista en 1988 y, desde pequeña, demostró una inclinación por el arte. Cuando regresó a Kabul en 2005 ingresó en la facultad de Bellas Artes. Cinco años después se apuntó a un taller de pintura organizado por Combat Communications, un grupo artístico local. Su profesor resultó ser CHU, un gurú del arte urbano muy conocido, además de por su magna obra, por trabajar como consultor para Banksy. Un montón de jóvenes aprendieron sus técnicas de 'street art', pero sin duda una destacó entre todos. En un vídeo que hizo con sus compañeros de pintadas, Shamsia lo explica con sencillez: "Nunca había visto algo así. La palabra grafiti ni siquiera existía en mi país. Antes de asistir a ese taller, para mí la pintura se limitaba a dibujar en un lienzo. Pero los sprays convirtieron la experiencia en algo totalmente diferente. No quería parar de pintar".

El grafiti abrió una ventana a Shamsia y a sus colegas a un mundo donde el arte saltaba libre a las calles y era allí, precisamente, donde ella quería estar. Al principio le resultó duro. Pero en el taller se creó una atmósfera excitante. Todos eran conscientes de estar haciendo algo nuevo. Juntos crearon el primer mural de grafiti del país. Tras aquella experiencia, el viejo Centro Cultural Ruso de Kabul se convirtió en uno de los lugares donde ella y sus amigos hacían pintadas cada vez más bellas y trabajadas. Sin embargo, sentían que estaban demasiado resguardados, querían que sus obras estuvieran al alcance de todos. Así que comenzaron a dejarse ver por las calles de Kabul, dibujando en paredes viejas sus piezas llenas de color. Las de Shamsia, que representaban a mujeres, pronto sobresalieron. "Quería pintar sobre los Derechos de la Mujer en mi país. Suelo dibujarlas con burka, pero lo hago con un trazo moderno. Es mi forma de sacarlas de los viejos clichés. Cuando trabajo recreo la figura femenina, sus hombros, su cuerpo... Sus problemas siempre están en mi pensamiento, así que trato de reflejarlos también en mi obra", explica.

Las figuras que pinta aparecen en las paredes como recordatorios de esas otras mujeres reales. Las suyas están hechas de luz y colores. Algunas juguetean con los pies descalzos, contemplan un pasado gris desde un presente luminoso o tocan un instrumento como símbolo de libertad. Muchas se sienten como pájaros nómadas en busca de un refugio seguro. "Por la guerra y los talibanes, las afganas se han enfrentado a bastantes limitaciones. En el pasado tuvieron que encerrarse en sus casas. Parecía que la sociedad quería olvidarse de ellas. Uso mis pinturas para recordarlas", dice la artista, "quiero demostrar que han regresado con más fuerza, que están llenas de energía y quieren volver a empezar. Por eso las pinto muy grandes, porque son las protagonistas". Shamsia también señala que el mayor obstáculo para ellas no es tener que llevar el burka, sino la guerra: "Hay un montón de dificultades, como la falta de acceso a la educación. Para mí, la libertad no es la eliminación del burka, sino tener paz".

El arma de Hassani para alzar la voz por los derechos de la mujer es el grafiti. Pero no es la única que está usando esta herramienta con ese fin. En Brasil, la artista urbana Panmela Castro lidera Rede Nami, una red feminista de arte urbano que denuncia la violencia machista y recuerda, por ejemplo, que en su país cada día son asesinadas 15 mujeres. En Amán, Jordania, se encuentra el mayor mural de Oriente Próximo, auspiciado por el proyecto Women on Walls. Está pintado por artistas femeninas como Laila Ajjawi, una joven palestina refugiada que se ha convertido en una promesa del arte urbano y que denuncia una sociedad patriarcal en la que ellas no tienen control sobre sus destinos. También en Egipto el 'street art' sirve a las mujeres para gritar al mundo desde las paredes. Aya Tarek cuenta con un gran número de seguidores en Facebook y ha protagonizado la película de animación 'Micrófono', de Ahmad Abdalla. Otras destacadas artistas urbanas egipcias son Hend Kheera, cuya extraordinaria obra ha sido reseñada por la revista 'Rolling Stone', o Hanaa El Degham, que ahora reside en Berlín. El grafiti floreció en Egipto durante la Primavera Árabe y, aunque duramente reprimido, continúa siendo una herramienta para denunciar los desmanes del régimen, mientras que colectivos como Nooneswa continúan su lucha por la mujer con campañas icónicas como la firma 'No label me' (no me etiquetes). La libertad del arte urbano y su carácter reivindicativo lo convierte en la forma de expresión artística perfecta para clamar por la igualdad.

Mientras, en Kabul, Shamsia Hassani se ha convertido en la profesora más joven de la facultad de Bellas Artes, donde enseña escultura y pintura. Además, ha creado talleres de grafiti para los estudiantes y la organización Berang Arts, desde la que promueve el arte. "Aunque la tradición artística afgana se remonta en la historia y se pueden encontrar casos como el de Kamaleddin Behzad, un miniaturista excepcional que pintaba en la época de Leonardo da Vinci, el arte moderno es un concepto nuevo. La mayoría de los afganos están en contra de él porque les parece un invento occidental, una herramienta colonizadora más. Yo no estoy de acuerdo si el artista y su concepto son afganos. El arte es parte de la cultura", explica Shamsia, que está considerada una de las artistas más importantes del país y que en 2014 fue nombrada por la revista 'Foreign Policy' una de las cien personalidades más influyentes del mundo.

Además, en 2014 fue nominada para el Premio Artraker, que ayuda a artistas de países en conflicto a promover su obra. Este año, el prestigioso Museo Hammer de Estados Unidos la ha becado para una residencia, por lo que en estos momentos se encuentra en Los Ángeles. Su experiencia pintando en sus calles ha supuesto un cambio. "El mural que he hecho en West Adams ha sido una experiencia muy liberadora. En Afganistán tengo que terminar en unos pocos minutos, pero aquí he podido trabajar durante horas sin ser acosada o sentir miedo. No tenía que preocuparme por los bombardeos o sospechar de cada persona que pasaba. Todos eran amables y me sentía segura. En Afganistán estoy siendo juzgada constantemente, no como artista, sino como mujer. En Los Ángeles, cuando alguien se detiene es para fijarse en en mi trabajo, no en mí", explica.

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