Imagen: Mundo Obrero / Manifestación de MDM en Barcelona |
Cuatro alcaldesas metropolitanas y entidades feministas, en contra de la regulación de la prostitución que estudia el Ayuntamiento de Barcelona.
El Periódico, 2016-03-28
http://www.elperiodico.com/es/noticias/opinion/articulo-contra-regularizacion-prostitucion-como-profesion-ayuntamiento-barcelona-5008265
La campaña de recogida de firmas, emprendida en Barcelona el pasado viernes por el Movimiento Democrático de Mujeres (MDM), pretende rechazar el subterfugio que quiere utilizar el Ayuntamiento de Barcelona “regulando la prostitución hasta dónde las competencias locales lo permiten”, para normalizar y "mapear" la prostitución como posible activo turístico. Reglamentando además los diferentes posibles formatos de establecimiento (incluidas las futuras cooperativas a manos de las proxenetas que serán las socias mayoritarias).
La primera falacia es que se otorgarán derechos laborales y sociales que beneficiaran al colectivo, pero no tienen competencia alguna para hacerlo posible. Eso sí, pretenden hacernos creer en un proceso de empoderamiento radicalmente feminista de las mujeres prostituidas, a las que supuestamente escuchan mucho. Pero aquí se diluye todo el recorrido real de este supuesto proceso liberador 'power girl' a través de la regularización de la prostitución voluntaria. Y empieza algo claramente negativo, como es el convencimiento que la prostitución puede ser un trabajo más para las mujeres cuando, como bien dice Ana de Miguel (1), es la principal escuela de desigualdad entre hombres y mujeres.
Las tediosas discusiones acerca de la prostitución libre o la forzada, o las elaboradas diferenciaciones entre trata y prostitución, carecen de sentido. Hay trata porque hay prostitución, del mismo modo que había tráfico de esclavos porque había esclavitud. La actitud democrática ante la esclavitud se basa en el rechazo a un estatuto degradante para la dignidad humana, no en la percepción que cada esclavo pueda tener acerca de su condición. Por ello, conforme a la Convención de los Derechos Humanos, defendemos la abolición de cualquier forma de explotación sexual, como ha hecho el gobierno sueco, erradicando la demanda sin penalizar a las mujeres prostituidas y persiguiendo a los responsables de traficar o participar en esta forma de violencia.
El informe sobre explotación sexual y prostitución y su impacto en la igualdad de género del Parlamento Europeo, A7-0071/2014, de febrero de 2014, afirma sin ambigüedades que la prostitución es un fenómeno con un componente de género que afecta a 42 millones de personas en todo el mundo, siendo la inmensa mayoría de las personas que se prostituyen mujeres y niñas y casi la totalidad de los usuarios hombres. Concluye que la prostitución representa una forma de esclavitud incompatible con la dignidad de la persona y con sus derechos fundamentales, constituye una de las violaciones de los derechos humanos más atroces y es una forma de violencia contra la mujer.
No un oficio, es explotación
La prostitución no es el oficio más antiguo del mundo, sino la explotación, la esclavitud y la violencia más antigua inventada por el patriarcado para controlar y someter a las mujeres. Por eso nos oponemos rotundamente a la regulación de la prostitución, como pretenden sobre todo los empresarios/as de los prostíbulos que financian generosamente corrientes de opinión, con el fin de enmascarar esta tipología de violencia machista. El hecho de que se pague una cantidad de dinero por acceder a ratos, a trozos y sistemáticamente al cuerpo de las mujeres, no puede transformar ese tipo de comercio sexual en un empleo al que se le quiere nombrar con el eufemismo de trabajo sexual comercial. Reglamentar la prostitución, integrándola en la economía de mercado, como quieren los y las proxenetas, supone asumir que es una alternativa laboral aceptable para las mujeres pobres y que no es necesario modicar las causas, ni las condiciones sociales que posibilitan y determinan que las mujeres sean prostituidas.
Pero ¿qué ocurriría con las generaciones venideras si convirtiésemos esta forma de violencia en una profesión? Sinceramente, creemos que no podríamos seguir trabajando aspectos esenciales como la coeducación, puesto que no existe la igualdad real y efectiva cuando una niña crece con un imaginario en el que ser prostituta es una posibilidad, y un niño lo hace con el convencimiento que, si lo desea y económicamente se lo puede permitir, podrá usar a sus compañeras para su disfrute sexual. Por eso compartimos y defendemos claramente la ambiciosa postura del movimiento abolicionista, que sitúa la raíz del problema en la vulneración de los derechos humanos. Derechos que, en tanto que esenciales, están fuera de discusión: los de toda persona a no ser abusada ni utilizada sexualmente, ni de forma gratuita, ni a cambio de ninguna compensación económica.
De ahí que debamos cambiar el enfoque del análisis. Porque siempre que se habla de prostitución el foco se centra en las prostitutas. Mientras que los clientes, los proxenetas y las prostituidoras permanecen en silencio y cuidadosamente invisibles para los focos mediáticos; aunque curiosamente las últimas, tan escuchadas en nombre de todo un colectivo, salen también en los medios de comunicación como terapeutas sexuales y explican con glamur y normalidad las maravillas de ser puta.
Llegados a este punto y dado que gozamos de las mayores cotas de libertad sexual también debemos preguntarnos qué ocurre con el grupo de hombres que parecen tener problemas con su sexualidad y necesitan imponer su jerarquía simbólica a la mitad de la humanidad, las mujeres, y por eso compran a algunas y nos someten a todas. Ya que la prostitución no afecta solo a las mujeres prostituidas, sino que nos afecta a todas porque todas somos potencialmente bienes de consumo para satisfacer caprichos sexuales. Hay un hecho incontrovertible: si no existiera demanda, no habría oferta. Es decir, son algunos hombres fundamentalmente los que mantienen, fuerzan y perpetúan el sometimiento de mujeres, niñas, jóvenes y niños a esta violencia de género, demandando este comercio y socializando a las nuevas generaciones en su uso normalizando el acceso colectivo y reglado al cuerpo de las mujeres, ya sea como necesidad o como capricho.
En clave metropolitana
Por eso rechazamos la propuesta de BComú, C's, ERC y CUP de favorecer la supuesta prostitución voluntaria como una profesión como cualquier otra, aislándola del resto de prostitución forzada, que por otra parte es la mayoritaria. De esta forma se evita incomodar a los consumidores de mujeres, ya que estos no tienen por qué preguntarse qué ha llevado a una mujer a ser prostituida. Son clientes que pagan, cumplen unas normas, quieren buen servicio y eso es lo que hay que garantizar, incluida la encuesta de satisfacción.
De esta forma, no se abre el debate, se da por superado y a quienes lo reclamamos se nos tilda de moralistas o de ser poco feministas. Más allá de estas descalificaciones, es del todo necesario que este proceso de encuentro y diálogo se dé abiertamente, desde el rigor y valorando pros y contras para las mujeres prostituidas, pero también para el resto, pues como ya hemos dicho anteriormente la cuestión que nos ocupa afecta a todas las mujeres y también a los hombres, en cualquier lugar. Por lo tanto consideramos que se debe facilitar un proceso de reflexión basado en el rigor, incluidas las alternativas laborales para aquellas mujeres que deseen abandonar la prostitución. Este debate debe darse en clave metropolitana ya que no podemos obviar que si Barcelona regula la actividad esto tiene un claro impacto en el resto de ciudades que conformamos el Área Metropolitana de Barcelona.
Consideramos que la normalización de esta práctica, a partir de la regularización municipal, naturaliza e instaura una de las formas más brutales de sumisión de las mujeres y de legitimación de la violencia machista. Si Barcelona se quiere beneficiar de los impuestos recaudados por la mal llamada industria del sexo, convertirá al Ayuntamiento en proxeneta y cómplice del tráfico de mujeres para la explotación sexual, ya que si no hay prostitución no hay trata, y si no hay demanda no hay prostitución.
Se dice que la prostitución siempre ha existido. También las guerras, la tortura, la esclavitud infantil, la muerte de miles de personas por hambre. Pero esto no es prueba de legitimidad ni validez. Tenemos la obligación de imaginar un mundo sin prostitución, del mismo modo que hemos aprendido a imaginar un mundo sin esclavitud, sin 'apartheid', sin violencia de género, sin infanticidio ni mutilación de órganos genitales femeninos. Solo así podremos mantener una coherencia entre nuestros discursos de igualdad en la escuela y en la sociedad, y las prácticas reales que mantenemos y fomentamos.
(1) De Miguel, Ana. Neoliberalismo sexual, El mito de la libre elección. Ed. Catedra, 2015
* Este artículo lo firman: Cristina Simó, vicepresidenta del Movimiento Democrático de Mujeres. Mercè Conesa, alcaldesa de Sant Cugat y presidenta de la Diputación de Barcelona. Núria Marín, alcaldesa de L'Hospitalet. Núria Parlon, alcaldesa de Santa Coloma. Lluïsa Moret, alcaldesa de Sant Boi de Llobregat. También lo subscriben: Zero Macho, Federació de Dones de Catalunya, Lobby Europeu de Dones, Plataforma Catalana pel Dret a No Ser Prostituïdes, Dones d'Enllaç y Carme Freixa (psicóloga, socióloga y escritora).
La primera falacia es que se otorgarán derechos laborales y sociales que beneficiaran al colectivo, pero no tienen competencia alguna para hacerlo posible. Eso sí, pretenden hacernos creer en un proceso de empoderamiento radicalmente feminista de las mujeres prostituidas, a las que supuestamente escuchan mucho. Pero aquí se diluye todo el recorrido real de este supuesto proceso liberador 'power girl' a través de la regularización de la prostitución voluntaria. Y empieza algo claramente negativo, como es el convencimiento que la prostitución puede ser un trabajo más para las mujeres cuando, como bien dice Ana de Miguel (1), es la principal escuela de desigualdad entre hombres y mujeres.
Las tediosas discusiones acerca de la prostitución libre o la forzada, o las elaboradas diferenciaciones entre trata y prostitución, carecen de sentido. Hay trata porque hay prostitución, del mismo modo que había tráfico de esclavos porque había esclavitud. La actitud democrática ante la esclavitud se basa en el rechazo a un estatuto degradante para la dignidad humana, no en la percepción que cada esclavo pueda tener acerca de su condición. Por ello, conforme a la Convención de los Derechos Humanos, defendemos la abolición de cualquier forma de explotación sexual, como ha hecho el gobierno sueco, erradicando la demanda sin penalizar a las mujeres prostituidas y persiguiendo a los responsables de traficar o participar en esta forma de violencia.
El informe sobre explotación sexual y prostitución y su impacto en la igualdad de género del Parlamento Europeo, A7-0071/2014, de febrero de 2014, afirma sin ambigüedades que la prostitución es un fenómeno con un componente de género que afecta a 42 millones de personas en todo el mundo, siendo la inmensa mayoría de las personas que se prostituyen mujeres y niñas y casi la totalidad de los usuarios hombres. Concluye que la prostitución representa una forma de esclavitud incompatible con la dignidad de la persona y con sus derechos fundamentales, constituye una de las violaciones de los derechos humanos más atroces y es una forma de violencia contra la mujer.
No un oficio, es explotación
La prostitución no es el oficio más antiguo del mundo, sino la explotación, la esclavitud y la violencia más antigua inventada por el patriarcado para controlar y someter a las mujeres. Por eso nos oponemos rotundamente a la regulación de la prostitución, como pretenden sobre todo los empresarios/as de los prostíbulos que financian generosamente corrientes de opinión, con el fin de enmascarar esta tipología de violencia machista. El hecho de que se pague una cantidad de dinero por acceder a ratos, a trozos y sistemáticamente al cuerpo de las mujeres, no puede transformar ese tipo de comercio sexual en un empleo al que se le quiere nombrar con el eufemismo de trabajo sexual comercial. Reglamentar la prostitución, integrándola en la economía de mercado, como quieren los y las proxenetas, supone asumir que es una alternativa laboral aceptable para las mujeres pobres y que no es necesario modicar las causas, ni las condiciones sociales que posibilitan y determinan que las mujeres sean prostituidas.
Pero ¿qué ocurriría con las generaciones venideras si convirtiésemos esta forma de violencia en una profesión? Sinceramente, creemos que no podríamos seguir trabajando aspectos esenciales como la coeducación, puesto que no existe la igualdad real y efectiva cuando una niña crece con un imaginario en el que ser prostituta es una posibilidad, y un niño lo hace con el convencimiento que, si lo desea y económicamente se lo puede permitir, podrá usar a sus compañeras para su disfrute sexual. Por eso compartimos y defendemos claramente la ambiciosa postura del movimiento abolicionista, que sitúa la raíz del problema en la vulneración de los derechos humanos. Derechos que, en tanto que esenciales, están fuera de discusión: los de toda persona a no ser abusada ni utilizada sexualmente, ni de forma gratuita, ni a cambio de ninguna compensación económica.
De ahí que debamos cambiar el enfoque del análisis. Porque siempre que se habla de prostitución el foco se centra en las prostitutas. Mientras que los clientes, los proxenetas y las prostituidoras permanecen en silencio y cuidadosamente invisibles para los focos mediáticos; aunque curiosamente las últimas, tan escuchadas en nombre de todo un colectivo, salen también en los medios de comunicación como terapeutas sexuales y explican con glamur y normalidad las maravillas de ser puta.
Llegados a este punto y dado que gozamos de las mayores cotas de libertad sexual también debemos preguntarnos qué ocurre con el grupo de hombres que parecen tener problemas con su sexualidad y necesitan imponer su jerarquía simbólica a la mitad de la humanidad, las mujeres, y por eso compran a algunas y nos someten a todas. Ya que la prostitución no afecta solo a las mujeres prostituidas, sino que nos afecta a todas porque todas somos potencialmente bienes de consumo para satisfacer caprichos sexuales. Hay un hecho incontrovertible: si no existiera demanda, no habría oferta. Es decir, son algunos hombres fundamentalmente los que mantienen, fuerzan y perpetúan el sometimiento de mujeres, niñas, jóvenes y niños a esta violencia de género, demandando este comercio y socializando a las nuevas generaciones en su uso normalizando el acceso colectivo y reglado al cuerpo de las mujeres, ya sea como necesidad o como capricho.
En clave metropolitana
Por eso rechazamos la propuesta de BComú, C's, ERC y CUP de favorecer la supuesta prostitución voluntaria como una profesión como cualquier otra, aislándola del resto de prostitución forzada, que por otra parte es la mayoritaria. De esta forma se evita incomodar a los consumidores de mujeres, ya que estos no tienen por qué preguntarse qué ha llevado a una mujer a ser prostituida. Son clientes que pagan, cumplen unas normas, quieren buen servicio y eso es lo que hay que garantizar, incluida la encuesta de satisfacción.
De esta forma, no se abre el debate, se da por superado y a quienes lo reclamamos se nos tilda de moralistas o de ser poco feministas. Más allá de estas descalificaciones, es del todo necesario que este proceso de encuentro y diálogo se dé abiertamente, desde el rigor y valorando pros y contras para las mujeres prostituidas, pero también para el resto, pues como ya hemos dicho anteriormente la cuestión que nos ocupa afecta a todas las mujeres y también a los hombres, en cualquier lugar. Por lo tanto consideramos que se debe facilitar un proceso de reflexión basado en el rigor, incluidas las alternativas laborales para aquellas mujeres que deseen abandonar la prostitución. Este debate debe darse en clave metropolitana ya que no podemos obviar que si Barcelona regula la actividad esto tiene un claro impacto en el resto de ciudades que conformamos el Área Metropolitana de Barcelona.
Consideramos que la normalización de esta práctica, a partir de la regularización municipal, naturaliza e instaura una de las formas más brutales de sumisión de las mujeres y de legitimación de la violencia machista. Si Barcelona se quiere beneficiar de los impuestos recaudados por la mal llamada industria del sexo, convertirá al Ayuntamiento en proxeneta y cómplice del tráfico de mujeres para la explotación sexual, ya que si no hay prostitución no hay trata, y si no hay demanda no hay prostitución.
Se dice que la prostitución siempre ha existido. También las guerras, la tortura, la esclavitud infantil, la muerte de miles de personas por hambre. Pero esto no es prueba de legitimidad ni validez. Tenemos la obligación de imaginar un mundo sin prostitución, del mismo modo que hemos aprendido a imaginar un mundo sin esclavitud, sin 'apartheid', sin violencia de género, sin infanticidio ni mutilación de órganos genitales femeninos. Solo así podremos mantener una coherencia entre nuestros discursos de igualdad en la escuela y en la sociedad, y las prácticas reales que mantenemos y fomentamos.
(1) De Miguel, Ana. Neoliberalismo sexual, El mito de la libre elección. Ed. Catedra, 2015
* Este artículo lo firman: Cristina Simó, vicepresidenta del Movimiento Democrático de Mujeres. Mercè Conesa, alcaldesa de Sant Cugat y presidenta de la Diputación de Barcelona. Núria Marín, alcaldesa de L'Hospitalet. Núria Parlon, alcaldesa de Santa Coloma. Lluïsa Moret, alcaldesa de Sant Boi de Llobregat. También lo subscriben: Zero Macho, Federació de Dones de Catalunya, Lobby Europeu de Dones, Plataforma Catalana pel Dret a No Ser Prostituïdes, Dones d'Enllaç y Carme Freixa (psicóloga, socióloga y escritora).
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