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Hicham Tahir · Escritor y periodista | El Huffington Post, 2016-03-30
http://www.huffingtonpost.es/hicham-tahir/homofobia-marruecos_b_9563588.html
Marruecos mío,
Una vez más te escribo una carta, unas palabras. Ojalá lo hiciera para contarte cosas bonitas, para darte las gracias, para decirte que te quiero. O que estoy orgulloso de ti. Pero parece que se te da mejor hacernos daño que reconciliarte con nosotros.
Marruecos de mi vida, hoy me he despertado lleno de horror. Tu pueblo, tus hijos, consiguen una vez más engendrar miedo. Temor. Desesperanza con respecto a tu evolución. ¿Es que el sol de la bondad, de la generosidad y del humanismo ha abandonado tu cielo? ¿Ha dejado que te ensombrezcas bajo un odio digno de Daesh en un país que se quiere democrático?
Dos hombres. Dos ciudadanos. Dos simples humanos han sido golpeados, casi asesinados, bajo tu techo. Ellos estaban ahí, abandonados al amor, en su casa, con la puerta cerrada, cuando una manada de personas decide aplicar la ley de un Dios que creen conocer mejor que el resto. Los dos hombres desnudos se vieron cubiertos de sangre, de brazos que les infligían golpes. Dos hombres desnudos se vieron vestidos de insultos, antes de que los echaran a la calle.
¿Es ésta la imagen que tratas de dar? La de una tierra de acogida que no tiene tantos recursos y que reza, mendiga al mundo, para que unos cuantos extranjeros vengan a refugiarse al sol. ¿Qué imagen piensas ofrecer a ojos del mundo con estos comportamientos?
Marruecos mío,
Tú eres el padre o la madre de estos genes. Tú eres responsable de ellos. Si hoy en día, en este país, hemos llegado hasta ahí, es porque somos tus víctimas. Podemos hablar de la educación que nos das, podemos hablar de todas estas frustraciones que nos has creado. Podemos hablar de muchas cosas que tú has hecho en el pasado y de las que ahora estamos recogiendo sus frutos. ¿Pero con qué fin?
En el Marruecos actual no se puede ser diferente. Es demasiado arriesgado ser homosexual en tu casa. Hoy en día, no tenemos permitido querernos. Hoy en día, ni siquiera en tu propia casa te sientes seguro. Por no hablar de las calles.
Hoy dos hombres hacían el amor en su casa. Cuando esta manada de terroristas se decidió a violar la intimidad del amor. ¿Tan malo es que dos hombres, o dos mujeres, se quieran? ¿Qué educación quieres dar a tus ciudadanos? Sabes que el número de marroquíes homosexuales es tan importante que ya no puedes seguir renegando de ellos. Sabes que internet nos ha abierto las puertas. Y que, actualmente, ya no estamos solos. Ya no pensamos que somos los únicos. Hoy, la población homosexual se despierta, se libera. Tiene miedo, se esconde, pero está ahí. Está tras las pantallas. Está frustrada porque le haces creer que se equivoca. Con tu ley, con tu educación y con lo que haces pensar a la gente.
¿Sabes cuántos chicos quieren a otros chicos? ¿Sabes cuántas chicas quieren a otras chicas? Son marroquíes. Son seres humanos. Son tus hijos. Y ellos también velan por el progreso de tus tierras, de tu economía. Ellos también se reivindican marroquíes, aunque a veces cueste. Incluso han marchado por tus calles y han reclamado el Sáhara. E incluso han cantado varias veces en su vida "Allah, Al Watan, Al Malilk" [¡Alá, la patria y el rey!].
¿Pero cómo quieres tú hoy que esos jóvenes sean honestos, sinceros? Cuando Alá les promete un infierno. Cuando la patria les promete la cárcel. Cuando el rey no deroga una ley que los hace culpables de lo que son. Dame una razón para decir "estoy orgulloso de ser marroquí". Dame una razón para decir a la gente: "Tenéis que conocer mi país. Tenéis que visitar mi país". ¿Cómo puedo contar tu belleza sin parecer hipócrita? Y siendo creíble. ¿Estoy realmente enamorado de ti, de verdad estoy orgulloso de ti? ¿O estoy atrapado en la nostalgia de un barrio que me ha criado, de un país que veía con ojos de niño despreocupado?
Hace tres años que te abandoné. Y mi apego hacia ti no ha hecho más que crecer. Mi amor por ti se ha hecho más sincero. Mi odio hacia ti se ha atenuado. Mi miedo hacia ti se ha difuminado. Pero, ¿sabes por qué? Porque tuve la oportunidad de ver algo diferente. De vivir algo diferente. De respirar un aire diferente. De cantar otros aires. De soñar. Sí. Hoy puedo soñar, cosas simples, hoy puedo amar. Y ser amado. Sin temor. Sin miedo. Miedo a que hablen de mí. A que me juzguen. Miedo a que me metan en la cárcel por expresarme. Y, sin embargo, nunca he hecho nada malo. Yo mismo he pagado mis impuestos. Yo mismo he ayudado a los demás. Yo mismo he limpiado tus calles. He promovido el turismo. He pedido tu soberanía.
Yo no era distinto de una gran parte de los marroquíes. Pero siempre he sido, y sigo siéndolo, un marroquí considerado de segunda clase. Estoy en lo más bajo de tus clases. Soy casi un despreciable, sin derechos, sin nada.
Estos dos hombres también lo son. Ya ni siquiera se puede ser feliz entre las cuatro paredes de tu casa. Hoy han sido humillados, violentados, exhibidos. Todo el mundo sabrá quiénes son. ¿Qué deben hacer ahora? Porque, a todas luces, irán a prisión. Y si no lo hacen de forma literal, lo harán en sentido figurado. Estarán atrapados en una sociedad que va a juzgarlos. A espiarlos. A amenazarlos.
¿Qué pueden hacer? ¿Luchar contra una sociedad que va a odiarlos? ¿Suicidarse porque no valen nada? ¿Abandonar su tierra? ¿Es eso lo que quieres? ¿Que todos los discriminados de tu país se vayan de tus territorios? Piensa que, en ese caso, te quedarás solo. Pues todos nosotros somos tus víctimas. Y por este motivo atacamos a los más débiles. Por ese motivo los homosexuales son una presa fácil. Porque si abren la boca, irán a la cárcel. Si denuncian, irán a la cárcel. Si no hacen mucho caso, irán a la cárcel.
Una vez más, Marruecos de mi vida, sería muy fácil culparte. No es tu culpa. También hay un Gobierno que, en lugar de concentrarse en las verdaderas causas, los verdaderos problemas, opta por lo fácil. Tu Gobierno, en vez de asegurar la educación de tu pueblo, su salud y su seguridad, cierra las cafeterías para fumar en cachimba.
También es culpa de las asociaciones que pretenden defender los derechos humanos y que, en lugar de hacer su trabajo, prefieren lidiar otras batallas que no resulten conflictivas para las mentes mundanas. Estas asociaciones que sobre todo intentan sacar dinero de la derecha y la izquierda y mantener su estatus con todo lo que conlleva, ya sean ventajas, viajes o reconocimiento efímero; siempre que eviten los tabúes. Estas asociaciones que te bailan el agua para quedarse con la conciencia tranquila de vez en cuando.
Pero, por encima de todo, es culpa de los homosexuales marroquíes que, hoy en día, en 2016, siguen escondiéndose, siguen juzgándose y prefieren vivir en la oscuridad antes que decir que están ahí. Demostrar que están ahí. Que el homosexual no es una excepción. Que sólo es un simple chico del barrio. Que la homosexualidad no tiene nada de enfermedad, de pecado o de rareza.
Mientras los homosexuales marroquíes, desde el estudiante más joven hasta el adulto mejor situado, sigan escondidos, los casos de Beni Mellal, de Fez, de Tetuán, de Lksar Lekbir, de Casablanca, de Salé y de las demás víctimas de homofobia quedarán como excepciones.
La comunidad LGTB marroquí debería dejar de justificar su miedo. Debería abrir la boca en vez de ocultarse tras iconos y fotos de perfiles falsos. La sociedad no cambiará nunca si sigue pensando que no existe.
Los derechos y las libertades tienen que ganarse. No llegan por sí solos. Los demás nunca lucharán por nuestros derechos si no nos movilizamos. El derecho y la libertad no nos vienen dados. Ni lo harán nunca. Y si, Marruecos mío, tus homosexuales no ponen sus huevos y sus ovarios sobre la mesa, si no dejan de justificar lo injustificable, si se ocultan tras los personajes que la sociedad quiere ver, seguirán recibiendo golpes a la menor extravagancia.
Creo, Marruecos mío, que al fin y al cabo tú no tienes la culpa. Porque si los homosexuales quieren realmente que esto cambie, acabarán moviéndose. Encontrarán los medios. Nada cambiará hasta que no lo decidamos. Las minorías seguirán siendo víctimas siempre que sigan viéndose como tal. Quizás un día cambiarán las cosas. Pero hasta entonces, dejaré de sorprenderme por que estos ataques ocurran.
Marruecos de mi vida,
No voy a culparte. Voy a seguir queriéndote, como se quiere a los padres, pese a sus defectos. Pero te querré en la distancia. Y así, los dos contentos.
* Este post fue publicado originalmente en la edición magrebí de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del francés por Marina Velasco Serrano.
Una vez más te escribo una carta, unas palabras. Ojalá lo hiciera para contarte cosas bonitas, para darte las gracias, para decirte que te quiero. O que estoy orgulloso de ti. Pero parece que se te da mejor hacernos daño que reconciliarte con nosotros.
Marruecos de mi vida, hoy me he despertado lleno de horror. Tu pueblo, tus hijos, consiguen una vez más engendrar miedo. Temor. Desesperanza con respecto a tu evolución. ¿Es que el sol de la bondad, de la generosidad y del humanismo ha abandonado tu cielo? ¿Ha dejado que te ensombrezcas bajo un odio digno de Daesh en un país que se quiere democrático?
Dos hombres. Dos ciudadanos. Dos simples humanos han sido golpeados, casi asesinados, bajo tu techo. Ellos estaban ahí, abandonados al amor, en su casa, con la puerta cerrada, cuando una manada de personas decide aplicar la ley de un Dios que creen conocer mejor que el resto. Los dos hombres desnudos se vieron cubiertos de sangre, de brazos que les infligían golpes. Dos hombres desnudos se vieron vestidos de insultos, antes de que los echaran a la calle.
¿Es ésta la imagen que tratas de dar? La de una tierra de acogida que no tiene tantos recursos y que reza, mendiga al mundo, para que unos cuantos extranjeros vengan a refugiarse al sol. ¿Qué imagen piensas ofrecer a ojos del mundo con estos comportamientos?
Marruecos mío,
Tú eres el padre o la madre de estos genes. Tú eres responsable de ellos. Si hoy en día, en este país, hemos llegado hasta ahí, es porque somos tus víctimas. Podemos hablar de la educación que nos das, podemos hablar de todas estas frustraciones que nos has creado. Podemos hablar de muchas cosas que tú has hecho en el pasado y de las que ahora estamos recogiendo sus frutos. ¿Pero con qué fin?
En el Marruecos actual no se puede ser diferente. Es demasiado arriesgado ser homosexual en tu casa. Hoy en día, no tenemos permitido querernos. Hoy en día, ni siquiera en tu propia casa te sientes seguro. Por no hablar de las calles.
Hoy dos hombres hacían el amor en su casa. Cuando esta manada de terroristas se decidió a violar la intimidad del amor. ¿Tan malo es que dos hombres, o dos mujeres, se quieran? ¿Qué educación quieres dar a tus ciudadanos? Sabes que el número de marroquíes homosexuales es tan importante que ya no puedes seguir renegando de ellos. Sabes que internet nos ha abierto las puertas. Y que, actualmente, ya no estamos solos. Ya no pensamos que somos los únicos. Hoy, la población homosexual se despierta, se libera. Tiene miedo, se esconde, pero está ahí. Está tras las pantallas. Está frustrada porque le haces creer que se equivoca. Con tu ley, con tu educación y con lo que haces pensar a la gente.
¿Sabes cuántos chicos quieren a otros chicos? ¿Sabes cuántas chicas quieren a otras chicas? Son marroquíes. Son seres humanos. Son tus hijos. Y ellos también velan por el progreso de tus tierras, de tu economía. Ellos también se reivindican marroquíes, aunque a veces cueste. Incluso han marchado por tus calles y han reclamado el Sáhara. E incluso han cantado varias veces en su vida "Allah, Al Watan, Al Malilk" [¡Alá, la patria y el rey!].
¿Pero cómo quieres tú hoy que esos jóvenes sean honestos, sinceros? Cuando Alá les promete un infierno. Cuando la patria les promete la cárcel. Cuando el rey no deroga una ley que los hace culpables de lo que son. Dame una razón para decir "estoy orgulloso de ser marroquí". Dame una razón para decir a la gente: "Tenéis que conocer mi país. Tenéis que visitar mi país". ¿Cómo puedo contar tu belleza sin parecer hipócrita? Y siendo creíble. ¿Estoy realmente enamorado de ti, de verdad estoy orgulloso de ti? ¿O estoy atrapado en la nostalgia de un barrio que me ha criado, de un país que veía con ojos de niño despreocupado?
Hace tres años que te abandoné. Y mi apego hacia ti no ha hecho más que crecer. Mi amor por ti se ha hecho más sincero. Mi odio hacia ti se ha atenuado. Mi miedo hacia ti se ha difuminado. Pero, ¿sabes por qué? Porque tuve la oportunidad de ver algo diferente. De vivir algo diferente. De respirar un aire diferente. De cantar otros aires. De soñar. Sí. Hoy puedo soñar, cosas simples, hoy puedo amar. Y ser amado. Sin temor. Sin miedo. Miedo a que hablen de mí. A que me juzguen. Miedo a que me metan en la cárcel por expresarme. Y, sin embargo, nunca he hecho nada malo. Yo mismo he pagado mis impuestos. Yo mismo he ayudado a los demás. Yo mismo he limpiado tus calles. He promovido el turismo. He pedido tu soberanía.
Yo no era distinto de una gran parte de los marroquíes. Pero siempre he sido, y sigo siéndolo, un marroquí considerado de segunda clase. Estoy en lo más bajo de tus clases. Soy casi un despreciable, sin derechos, sin nada.
Estos dos hombres también lo son. Ya ni siquiera se puede ser feliz entre las cuatro paredes de tu casa. Hoy han sido humillados, violentados, exhibidos. Todo el mundo sabrá quiénes son. ¿Qué deben hacer ahora? Porque, a todas luces, irán a prisión. Y si no lo hacen de forma literal, lo harán en sentido figurado. Estarán atrapados en una sociedad que va a juzgarlos. A espiarlos. A amenazarlos.
¿Qué pueden hacer? ¿Luchar contra una sociedad que va a odiarlos? ¿Suicidarse porque no valen nada? ¿Abandonar su tierra? ¿Es eso lo que quieres? ¿Que todos los discriminados de tu país se vayan de tus territorios? Piensa que, en ese caso, te quedarás solo. Pues todos nosotros somos tus víctimas. Y por este motivo atacamos a los más débiles. Por ese motivo los homosexuales son una presa fácil. Porque si abren la boca, irán a la cárcel. Si denuncian, irán a la cárcel. Si no hacen mucho caso, irán a la cárcel.
Una vez más, Marruecos de mi vida, sería muy fácil culparte. No es tu culpa. También hay un Gobierno que, en lugar de concentrarse en las verdaderas causas, los verdaderos problemas, opta por lo fácil. Tu Gobierno, en vez de asegurar la educación de tu pueblo, su salud y su seguridad, cierra las cafeterías para fumar en cachimba.
También es culpa de las asociaciones que pretenden defender los derechos humanos y que, en lugar de hacer su trabajo, prefieren lidiar otras batallas que no resulten conflictivas para las mentes mundanas. Estas asociaciones que sobre todo intentan sacar dinero de la derecha y la izquierda y mantener su estatus con todo lo que conlleva, ya sean ventajas, viajes o reconocimiento efímero; siempre que eviten los tabúes. Estas asociaciones que te bailan el agua para quedarse con la conciencia tranquila de vez en cuando.
Pero, por encima de todo, es culpa de los homosexuales marroquíes que, hoy en día, en 2016, siguen escondiéndose, siguen juzgándose y prefieren vivir en la oscuridad antes que decir que están ahí. Demostrar que están ahí. Que el homosexual no es una excepción. Que sólo es un simple chico del barrio. Que la homosexualidad no tiene nada de enfermedad, de pecado o de rareza.
Mientras los homosexuales marroquíes, desde el estudiante más joven hasta el adulto mejor situado, sigan escondidos, los casos de Beni Mellal, de Fez, de Tetuán, de Lksar Lekbir, de Casablanca, de Salé y de las demás víctimas de homofobia quedarán como excepciones.
La comunidad LGTB marroquí debería dejar de justificar su miedo. Debería abrir la boca en vez de ocultarse tras iconos y fotos de perfiles falsos. La sociedad no cambiará nunca si sigue pensando que no existe.
Los derechos y las libertades tienen que ganarse. No llegan por sí solos. Los demás nunca lucharán por nuestros derechos si no nos movilizamos. El derecho y la libertad no nos vienen dados. Ni lo harán nunca. Y si, Marruecos mío, tus homosexuales no ponen sus huevos y sus ovarios sobre la mesa, si no dejan de justificar lo injustificable, si se ocultan tras los personajes que la sociedad quiere ver, seguirán recibiendo golpes a la menor extravagancia.
Creo, Marruecos mío, que al fin y al cabo tú no tienes la culpa. Porque si los homosexuales quieren realmente que esto cambie, acabarán moviéndose. Encontrarán los medios. Nada cambiará hasta que no lo decidamos. Las minorías seguirán siendo víctimas siempre que sigan viéndose como tal. Quizás un día cambiarán las cosas. Pero hasta entonces, dejaré de sorprenderme por que estos ataques ocurran.
Marruecos de mi vida,
No voy a culparte. Voy a seguir queriéndote, como se quiere a los padres, pese a sus defectos. Pero te querré en la distancia. Y así, los dos contentos.
* Este post fue publicado originalmente en la edición magrebí de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del francés por Marina Velasco Serrano.
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