jueves, 6 de abril de 2017

#hemeroteca #cine | Últimos (y tristes) días en La Habana

Imagen: Hoyesarte / Fotograma de 'Últimos días en La Habana'
Últimos (y tristes) días en La Habana.
Javier López Iglesias | Hoyesarte, 2017-04-06
http://www.hoyesarte.com/cine/ultimos-y-tristes-dias-en-la-habana_240299/

Con 'Últimos días en La Habana', el cubano Fernando Pérez regresa a la ciudad protagonista en 2003 de 'Suite Habana', aquella película presentada entonces en San Sebastián para anunciar a un cineasta que reclamaba atención. Aquello era un documental, y ahora, 14 años más tarde, filma una ficción llena de interés que gravita en torno a dos amigos de personalidades completamente distintas a los que, precisamente esa diversidad, une de un modo inseparable ante lo descorazonador de su destino.

La acción nos adentra en el corazón de La Habana de hoy. En una casa cuyas paredes se desconchan a sus 45 años, Miguel (Patricio Wood) sueña con escaparse a Nueva York. Mientras espera un visado que nunca llega, trabaja como friegaplatos en un restaurante de poco fuste y propietario malhumorado.

Comparte vivienda con Diego (Jorge Martínez), gravemente afectado por el sida, al que la enfermedad tiene postrado en la cama de una habitación destartalada que constituye todo su mundo.

Mientras Miguel cuida, lava y alimenta a Diego, vamos descubriendo que ambos viven juntos como si fueran la noche y el día. Diego es homosexual, positivo, divertido y luminoso. Miguel es asexual, negativo, oscuro. Diego es el héroe, Miguel el antihéroe. Pero entre ambos existe una amistad contradictoria e indestructible, sostenida por un pasado compartido del que solo ellos conocen los últimos secretos.

Tras lograr el Premio Especial del Jurado y el Premio a la mejor banda sonora en el Festival Internacional de Cine de La Habana, la película logró en Málaga la Biznaga de Oro a la mejor película latinoamericana, la de Plata que otorga el público y la de Plata a la mejor actriz secundaria a la joven Gabriela Ramos, que en el tramo final de la cinta mantiene un cara a cara con la cámara para dejarnos ante un monólogo realmente conmovedor.

Cine en estado puro realizado desde las entrañas. Cine de apariencia modesta que, por ser grande, alcanza la hondura de las cosas verdaderas.

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