Imagen: Saltamos / Juan José Agirre |
¿Sabías que ETA, en sus orígenes, apostaba por la energía nuclear? ¿O que el PSOE hizo campaña por la abstención en el referéndum sobre la Ley de Reforma Política de 1977? La historia está ahí, en los miles de documentos que atesora el Archivo de Lazkao.
Ter García | Saltamos, 2017-04-08
https://saltamos.net/juan-jose-agirre-guardian-la-otra-historia-vasca/
El archivo de Lazkao es un fondo que el monje benedictino Juan José Agirre lleva nutriendo y mimando desde hace más de 40 años. En él, además de libros y publicaciones periódicas, se da un lugar especial a esos otros documentos informales generalmente obviados en los archivos. Calendarios, posters, octavillas que han pasado de mano en mano.
Juan José tiene 87 años, pero derrocha energía y agilidad. Nos recibe en su despacho, en el edificio que la Fundación de los Benedictinos de Lazkao tiene pegado al Monasterio de esta misma orden. En él, miles de documentos son testigos de la historia del País Vasco: de sus movimientos sociales, de sus partidos políticos, del exilio que sufrieron miles de vascos durante la II Guerra Mundial, y también de ETA y de otros grupos armados que acompañaron la vida social y política de este territorio.
Nos lleva, portando en la mano una carpeta de algunos de los documentos a los que tiene más aprecio, hasta una sala de lectura de obras de consulta. Allí nos empieza a contar su historia.
“En realidad esta biblioteca es muy reciente”, señala. La biblioteca del monasterio de Lazkao data de 1916, cuando las benedictinos franceses de Belloc, en el País Vasco francés, cruzaron la frontera tras la expropiación de la república francesa, llevándose su fondo documental. “No empecé a trabajar directamente en el archivo de la biblioteca. Nosotros venimos de antes, de una formación filosófica, teológica, para prepararnos para terminar la carrera de sacerdocio”, explica. Juan José resalta que, en su monasterio, los monjes viven de su trabajo. “No nos ayuda nadie, no somos como otros religiosos jesuitas o franciscanos”.
Su primer trabajo fue en la escuela que el monasterio tenía en la localidad. Cuando cerró, Agirre decidió hacerse cargo de la organización de la biblioteca. “No tenía ninguna formación, pero tomé esa responsabilidad porque no se ofreció ningún otro voluntario”.
Eran principios de los 70, y Agirre marchó al Monasterio de Montserrat, en Barcelona, a estudiar biblioteconomía durante tres años. “Fue el comienzo de mi vocación de bibliotecario y archivero. Allí, trabajando y observando, me conciencié de que, aparte de los libros y las publicaciones periódicas, había otro tipo de publicaciones clandestinas y papeles… papelitos pequeñitos o propaganda contra la dictadura. Allí aprendí a valorar el papel más pequeño, el que se distribuía en las calles por la noche y que aparecía por las mañanas, y al que muchas veces ahora se tacha de apología del terrorismo. Ese material es importantísimo para el estudio social de un lugar, aún más porque estaba prohibido”.
Ahora, el archivo es una fundación. “Es por seguridad, porque en cualquier momento te viene un Tejero y te lo destroza todo”.
Paseo por el fondo antiguo
Agirre nos hace de guía a través de las distintas habitaciones en las que se reparte el fondo del archivo de Lazkao. En la primera, al otro lado de la capilla del monasterio, se atesoran cientos de ejemplares de los siglo XV al XVIII.
“Los adornos [de estos libros] se hacían con xilograbados en maderas y punzones. Muchos de ellos tienen partes borradas por la inquisición, con tinta china, que, como tenía ácido, los agujereaba. Si había mucho que borrar, arrancaban páginas”, explica el monje. Uno de los libros que nos muestra data del siglo XVI, en él se explicaban las propiedades de plantas y animales.
“Éste está borrado en Salamanca en 1566 por orden de la Santa Inquisición. Es interesante ver lo que hizo la famosa inquisición…. Vamos a leer alguna de estas propiedades que explica el texto que aún se puede ver bajo la tinta con la que lo censuraron. Está en castellano antiguo. Garbanzos: es provocativo de orina, son nocivos en las llagas de la vejiga y riñones. ¿A dónde va? Al sexo”.
El exilio vasco durante la Guerra Civil y el franquismo
De vuelta en la primera sala de lectura, Agirre abre su carpeta y comienza a mostrarnos algunas de los documentos a los que tiene más cariño. Empieza por las publicaciones que los exiliados vascos publicaron cuando abandonaron España a raíz de la guerra civil.
“Estos son los que empezó el Gobierno vasco en París, la ‘Oficina de prensa de Euzkadi”, explica Agirre. “Ponían noticias de aquí y del resto de España también. Se publicaba tanto en Francia como en Inglaterra y salieron 7.000 y pico números. Es perfectamente la historia de España: es la prensa de allí y cositas que enviaban por teléfonos”. Después lee algunas de las noticias publicadas en uno de los ejemplares de la OPE, como también se la conoce: “Información de Euskadi, la educación pública bajo el franquismo, más coches ingleses… La situación bajo el régimen franquista, actividades en el exterior… Lo que dice la prensa portuguesa sobre España, o lo que decía la prensa franquista: ‘Una Alemania hitleriana como único dique contra el comunismo’”.
Agirre explica que la OPE comenzó al tiempo que la guerra civil: “El Gobierno vasco envió una delegación a París y allí, en septiembre de 1936, empezaron a publicar. Ponían la radio de París, la Pirenaica, la radio de Londres. Había noticias que se dictaban por teléfono y se escribían. Cuando los españolistas decían que Gernika la habían bombardeado los rojos –¡siempre los rojos!–, en las semanas siguientes, este periódico publicaba con fotografías quienes bombardearon realmente y cómo se había manipulado a la gente. Esta publicación duró hasta 1940, con la guerra mundial desaparece toda la prensa de aquí. Llegó 1945 y comenzó a publicarse de nuevo siguiendo la numeración del año 40, y duró hasta 1972. No falta ni un número, todos los tenemos aquí. Tenemos 40 tomos encuadernados. Es una publicación muy importante para conocer la historia, a través de ella se sabía de todo lo que pasaba aquí, de los asesinatos, de la cárcel, de las huelgas…”.
Sigue con la siguente publicación, 'Euzko Deya', de ocho páginas de papel muy fino, “para que los policías no se dieran cuenta cuando los llevaban para repartir”. “Euzko Deya, órgano de la resistencia vasca, en un lugar bajo la tiranía franquista”, lee Agirre en el subtítulo de la publicación.
“¿Cómo te las ingeniaste para recoger toda esta documentación?”, le preguntamos.
“Primero tenías que saber que existía la publicación, porque un pasquín que se distribuye aquí no se distribuía en Iparralde, en Bilbao o en Pamplona. Cuando éramos estudiantes de filosofía, de vez en cuando alguien nos traía un pasquín o una pequeña publicación, panfletos”, explica Agirre, quien añade que en algunos de ellos se podía leer la frase ‘después de leerlo pásalo a otro’. “No estábamos concienciados de que había que guardarlos”, añade.
Al volver de Barcelona, fue cuando comenzó a preguntar a amigos por este tipo de papeles. “En las estanterías siempre aparecía alguno. Una vez ví un 'Euzko Deya' ['Voces vascas', traduce Agirre al castellano] de París. Era el número 12 o 13, y me dije ‘¡ahí va!”, si es el número 12, tiene que haber números anteriores’. Sabía de la existencia de varias publicaciones que eran joyas. Las habíamos visto, pero no les hacíamos caso, y eran apología del terrorismo, eran delito, ya que muchos han sufrido multas o cárcel sólo por repartirlas o tenerlas”. A partir de entonces, Agirre explica que empezó a preguntar a amigos que se dedicaban a la política contra el régimen. “Hice una red de amigos que se preocupaban de recopilar lo que podían y que sabían de la existencia de publicaciones periódicas tanto en Francia como en América, porque mucha gente culta, en lugar de ir a la guerra en 1936, pasaron la frontera”.
Se puso en contacto con esos centros donde los vascos exiliados se reunían una o varias veces a la semana. “En Caracas vivía un benedictino que hizo toda la carrera de noviciado conmigo y que conocía a todos los que se reunían, tanto vascos como gallegos. Le hablé de la labor que estaba haciendo y de lo que quería hacer, y allí sabían de la existencia de muchísimas publicaciones periódicas de temas vascos que se repartían clandestinamente en Europa, sobre todo aquí, en País Vasco. Dieron una respuesta impresionante, me enviaron cantidad de publicaciones que no conocía. Para hacer la historia de los 40 años de franquismo, también tienes que ver todo esto”, subraya Agirre.
Y en los 60, llegó ETA
Pero “para entender la historia también es muy importante el comienzo de ETA”, añade Agirre, quien nos sitúa ahora en los principios de los 60.
“Primeramente ETA no existía como ETA, era el movimiento EGI [Euzko Gaztedi, traducido al castellano como Juventud Vasca, del Interior], los jóvenes del PNV”, explica. El monje benedictino señala que, en esos años, en las escuelas estaba prohibido enseñar cultura vasca y también estaba prohibido el euskera. “Unos jóvenes estudiantes de ingeniería de San Sebastián vinieron a Bilbao y empezaron a dar charlas los sábados. Se llamaban Grupo Ekin [grupo que se fusionaría con EGI]. Eran muy revolucionarios y querían tener un nombre propio. Tomaron el nombre de ETA, aunque al principio fue EGI-ETA. Más tarde empezaron los atentados, que eran con bombas molotov hechas con botellas con ácido clorhídrico. Todo era muy rústico en aquella época. Y empezaron también las detenciones y algunos tuvieron que exiliarse a Bayona. Fue allí, en Bayona, donde empezaron a trabajar y publicar cantidad de publicaciones, una de las primeras fue el famoso Libro Blanco de ETA.
En esos primeros años, ETA publica si Libro Blanco. “Se llama así porque la cubierta era blanca”, explica Agirre mostrando el pequeño libro. “Éste un ejemplar original –señala orgulloso–, del 60 o del 64. Tiene apartados sobre normas de seguridad, conducta general, conducta concreta, métodos de acción, comunismo, posición personal respecto al euskera, orígenes, opresión francesa y pérdida de la independencia; derecho de sindicalización, programa social y derechos sociales; personalidad social y patrimonio; nación, presente y futuro social de Euskadi…”.
Las charlas que el Grupo Ekin realizaba antes de formar ETA, hasta el año 59, también fueron publicadas. “Son estos multicopiados”, dice Agirre mostrando unas hojas escritas que datan de los años 60. “Este, por ejemplo, es sobre Iglesia y Estado. También sobre el euskera, sobre Iparralde, sobre cuando se perdieron los fueros… Eran pequeños, con el sello original, y se publicaron con posterioridad a las charlas, para concienciar”, continúa. “Hay cuatro o cinco números, y nosotros tenemos los primeros, que estaban impresos en ciclostil, en multicopiado. Después los llamaron ‘Cuadernos de Formación de ETA’. Más adelante, los números más importantes los sacaron a imprenta bajo el nombre ‘La insurrección en Euskadi’”.
El siguiente documento que nos enseña es el primer comunicado de ETA. “No significa que fuera el principio. Pero antes no había relación, iban unos por aquí y otros por allá. Está tanto en castellano como en euskera”. Agirre nos lee algunas de las líneas del comunicado. “Manifiesto de ETA al pueblo vasco, es 1 de enero del 64: ‘El Comité Ejecutivo de Euskadi ta Askatasuna ETA dirige al pueblo vasco su primer mensaje manifiesto nacional en forma de un mensaje de esperanza para este año primero de la lucha por la liberación total de Euskadi”.
“Hay que entenderlo con la mentalidad de aquella época. Ahora es totalmente distinto. Incluso el manifiesto ahora es totalmente distinto. Pero el comienzo es así”, apunta antes de mostrarnos el siguiente documento, en el que destaca el anagrama de ETA del hacha y la serpiente.
“El anagrama aparece impreso, por primera vez, aquí, en este libro, ‘Hacia una estrategia revolucionaria vasca’. ¿Has visto qué bonito?”, sonríe el monje. “¿Sabéis por qué escogieron esto del hacha y la serpiente?”, pregunta para explicarnos: “Fue un tal Likiniano. Era un refugiado también y había hecho bastantes atentados. Intentó hundir el yate de Franco cuando venía a la Semana Grande a San Sebastián. Pues este Likiniano, que también era tallista, hizo una talla con esta forma para recolectar dinero para los presos de ETA, pues en todos los pueblos del País Vasco ponían mesas en las fiestas para recoger dinero, gentes de izquierda o vascos en general. Entonces todos éramos amigos. Necesitaban un anagrama de ETA, y la usaron poniendo el nombre encima del dibujo de la talla”.
El siguiente documento que nos enseña también luce el sello de ETA. “Tiene cantidad de capítulos, algunos muy duros, sobre la moral de resistencia nacional, sobre resurgimientos nacionales, sobre Túnez o Irlanda; sobre independencia o autonomía –¡admitían la autonomía!–. Apostaban por destinar Navarra a la agricultura, y a Álava y Gipuzkoa a la industria. Y estaban a favor de la energía nuclear… Eran inocentes entonces, hay que saber entender aquella época”, explica Agirre antes de sacarnos varios ejemplares de Zutik, una de las publicaciones de la banda armada. “El primer número de Zutik es del año 61. Tenemos montones ahí, en cajas. Los tenemos todos”, explica.
La Transición en el País Vasco
Llegamos a 1977, al comienzo de la Transición. “Con la muerte de Franco comenzó un boom de panfletos, pegatinas y carteles”. El archivo de Lazkao custodia alrededor de 40.000 carteles y otros tantos miles de pegatinas, calendarios octavillas… Material elaborado por movimientos sociales, colectivos o partidos políticos, con más o menos medios, que ilustran las protestas que se vivían en la calle.
“Unos tienen más valor que otros. ¿Cómo los guardamos? por categorías, los de política los ponemos aparte porque tienen un valor especial”, señala Agirre mientras nos acompaña a una sala en la que se exponen cientos de pegatinas y calendarios.
“En el año 77 empieza EIA”, explica Agirre sobre el partido político Euskal Iraultzarako Alderdia (Partido para la Revolución Vasca), que operó en País Vasco entre 1977 y 1982. “Hay años en los que aprovechaban los calendarios para publicar su anagrama. A veces salían dos, 50 o 100 calendarios diferentes. Lo consideramos material de archivo porque explica lo que estaba ocurriendo en el país en cada momento. Ahora no salen [calendarios] tan importantes como en aquella época”, lamenta. El siguiente documento que nos describe es un panfleto en el que se pide la amnistía para ‘las 11 mujeres’ y se reclama el derecho al aborto. “Fue un escándalo en aquella época. Fue en Basauri”, explica Agirre sobre el proceso penal que hasta 1981 enfrentaron 10 mujeres y un hombre vasco acusados de practicar abortos y que se convertiría en un litigio clave para el feminismo. Siete años después, el magistrado condenó a una de las mujeres, pero señalando que la condena ya la había cumplido como prisión preventiva y también su derecho a acogerse a los indultos aprobados una década antes. El resto fueron absueltas.
“Y un poco más de historia, ¿quiénes fueron los últimos fusilados de Franco? Txiqui, Otaegi… Se levantó todo el mundo, hasta el papa. Los del FRAP hicieron [protestas] en Barcelona. Hay mucho material sobre estas protestas”, explica Agirre enseñándonos uno de los carteles de las manifestaciones convocadas en contra de las ejecuciones.
Otro cartel recuerda a Germán, un militante de la Liga Comunista Revolucionaria (LKI), asesinado por la policía de un tiro en la frente en la plaza de toros de Pamplona, en los Sanfermines de 1978. “El pueblo no olvidará”, lee Agirre en el cartel.
Llegamos a la última sala. Un gran archivo con varias estanterías móviles. En algunas se guardan las colecciones de documentos y los archivos, en otras se reparten las publicaciones periódicas. En una mesa, Agirre tiene preparados para enseñarnos algunos de los documentos relacionados con cómo se vivió la Transición en el País Vasco y, en concreto, uno de sus episodios: el referéndum que el 15 de diciembre ratificaría la Ley para la Reforma Política.
“Muchos partidos hacían campaña por el sí. Otros por el no, pero dando las razones. Otros por votar en blanco. Otros por hacer un día de lucha”, explica el monje. “En el Estado español yo empecé a recopilar este tipo de documentación, todos los papelitos. ¡Vaya si tiene valor histórico! Estos papeles se echaban a la calle. ‘¡Abstente! ¡No votes!’, decían. Yo salía a la calle a recoger estos papeles y también le pedía a la gente que me trajera. Empecé a recopilarlos antes del referéndum”.
“Estos son de ETA. Salieron unos 30 y pico, cada uno de ellos dando sus explicaciones”, explica Agirre. “Si te cogían con esto, repartiéndolos en la calle… Muchos animaban a que todo el mundo saliera a la calle el día del referéndum. Son muy bonitos, son joyas. Me espabilé, ¿eh?”, se enorgullece.
También los del PSOE: “No votad en un país donde no hay libertades”, lee en el panfleto socialista. “Es histórico, que ahora les guste o no les guste es otra cosa. Ahora lo niegan, pero aparece este papel que les contradice.
Y ahora, la prensa vasca
“El primer periódico nacionalista es de 1890 y pico, y lo editaron Sabino Arana y su hermano”, explica Agirre. “Sacaron el primer diario nacionalista, de mayo a septiembre. Y por orden gubernamental de Madrid, se prohibió la publicación. Éste [ejemplar] es de 1899″, explica enseñándonos un número de la publicación. “Los tenemos encuadernados todos”, añade.
Fue un sino que seguiría en la prensa vasca. “Durante la guerra, en el 37, cuando entraron los nacionales en Bilbao y acabaron el concierto económico, toda la prensa nacionalista fue prohibida, incluso cerraron imprentas”, explica.
El monje hace un breve repaso a los comienzos de la prensa en el Estado español tras el franquismo, y sobre todo en el País Vasco. “En el 77, cuando empezó la democracia entre comillas, con Suárez, con la Ley de Reforma Política y con el famoso referéndum. Cuando vino Carrillo con su peluca, cuando la amnistía… Entonces empezó el abanico de libertades y, un mes antes del referéndum, empezaron las dos primeras publicaciones periódicas de la democracia entre comillas: el semanario Berriak –PSE [Partido Socialista de Euskadi]– y Garaia –cercana al ESB [Partido Socialista Vasco]–. Duraron 30 números tanto una como otra. Después hubo elecciones a la presidencia y aparecieron partidos políticos y comenzaron a formar una prensa propia. El primer periódico fue Egin, que lo tenía todo preparado para comprar la rotativa, hicieron reuniones aquí y allá sobre la ideología que iba a tener el medio y… ¡pam!, salió el PNV y nadie sabe cómo, sacó el Deia, que aún continúa.
“Egin comenzó a publicarse el 21 de septiembre de 1977, el día de los Gudaris. Continuó hasta que lo secuestraron y prohibieron. Tenemos toda la colección aquí encuadernada. Fue interesante cómo conformó su ideología, pidieron ayuda a todo el mundo del País Vasco, y todo el mundo apoyó al principio. Nosotros también. Después, políticamente cambió. La secuestraron, y pasó muchos años en un almacén en el que hubo inundaciones y los periódicos se estropearon, pero nosotros lo tenemos bien”, señala orgulloso mostrando las decenas de tomos en los que se recoge toda la historia de esta publicación. También las decenas de panfletos, carteles y pegatinas relacionadas con su cierre, de las manifestaciones que se celebraron en su apoyo. “Al desaparecer comenzó Euskadi Información y, después Gara, que continúa”.
El final de la historia de Egin es parecido a la de Egunkaria, nacido en 1990 y único diario completamente en euskera hasta su cierre en 2003, también por orden del juez Baltasar Garzón.
Agirre nos enseña el último número de Egunkaria. También algunas de las octavillas con las convocatorias a las decenas de manifestaciones que se celebraron contra su cierre. “Todos somos Egunkaria”, lee en una de las octavillas. “No atacar el euskera”, lee en otra. “Nosotros fuimos a San Sebastián después de comer. Había gente que ya había llegado al final del recorrido, en el Ayuntamiento, y nosotros aún no habíamos podido empezar a andar. Tanta gente había”.
Una visita inesperada
La teoría del ‘todo es ETA’ impulsada por el juez Baltasar Garzón no podía dejar de lado a alguien empeñado en salvaguardar todo documento sobre la historia vasca, sin censurar la ideología.
“Yo les llamo mis amigos ahora, nos hemos hecho famosos gracias a esa visita”, ríe Agirre al recordar el interrogatorio que le hizo la Guardia Civil por orden de Garzón en febrero de 2005. “Llamaron a la portería y el portero me dijo: ‘Juan José, tienes una visita’. Fui y dos hombres me enseñan como un reloj y otro me dijo que eran policías, que estaba detenido e incomunicado por orden de Garzón. No me dijeron por qué. Casi me caigo del susto”, recuerda el monje. “Registraron la celda, la biblioteca, la caja fuerte del monasterio… que no sé yo qué querrían ver ahí. Me enseñaron la carta de Garzón y me hicieron firmar. En ella decía algo interesante, que se respetara la persona del padre Agirre. Registraron el espacio donde guardábamos las publicaciones periódicas y los panfletos. Todo lo que teníamos eran escritos en papel, cajitas sin encuadernar de publicaciones clandestinas, documentos de Jarrai, Kas, algunos de Segi también, creo. Me preguntaron si tenía ejemplares de Zutabe, y les dije que ojalá tuviera la colección al completo, que si supiera dónde la sacaban me haría suscriptor, porque es muy valiosa para, el día de mañana, hacer historia, ¡es imprescindible!”, subraya. “Yo todo el material que tengo es auténtico, y va en un 70% contra mis criterios, pero yo no soy quien, ni tú, para destruir esa documentación. Hay que respetarla, es historia. Yo soy amigo de todos como archivero, yo guardo la documentación”.
“Fuimos a donde estaban las publicaciones periódicas y vieron Egin, que hacía unos años que había sido secuestrada y prohibida. ‘Jefe, tienen Egin completo’, dijeron. Salí lleno de rabia, no sé cómo aguanté. ‘Oye, dígame usted si es que no se ha vendido en Madrid. Tenemos Deia, tenemos El Diario Vasco. Recibimos todos, y auténticos, pero no tenemos La Razón. Eso para Madrid estará bien, pero aquí no nos vale’. Así se lo dije”, relata Agirre.
“En la portería me interrogaron y llamaron a una abogaday a un médico para que viera en qué condiciones estaba. Yo ya me temí que me fueran a dar una paliza y les dije que no me interesaba el médico, que estaba muy bien. Me hicieron preguntas y más preguntas. Muchas veces no sabía qué contestar, si sí o no. Eran preguntas muy ambiguas. Era mejor callar que decir sí con un pero detrás. ¿Que si conocía a alguien de ETA? Normalmente tienes alguna amistad o has conocido a algún militante de ETA. Hombre, todos somos antifranquistas, y ese movimiento estuvo considerado como ETA. Así que amigos claro que he tenido. Me vino enseguida decir que sí. Un compañero mío durante doce años, ayudante mío en el colegio, fue un militar famoso de ETA que mataron”.
“Nada más salir, la juez me dijo que estaba absuelto, que qué iba a hacer la comunidad sin mí”, continúa Agirre.
Tras tres horas de visita en el Archivo de Lazkao, Juan José Aguirre comienza aguardar todos los panfletos, pegatinas, calendarios y publicaciones que nos ha ido mostrando. Le hacemos una última pregunta: ¿Cuál es el documento que más deseas para esta colección? “Aquí tenemos el primer manifiesto de ETA y ahora estoy esperando al último, no sé cuando saldrá, pero lo estoy esperando”, concluye.
Juan José tiene 87 años, pero derrocha energía y agilidad. Nos recibe en su despacho, en el edificio que la Fundación de los Benedictinos de Lazkao tiene pegado al Monasterio de esta misma orden. En él, miles de documentos son testigos de la historia del País Vasco: de sus movimientos sociales, de sus partidos políticos, del exilio que sufrieron miles de vascos durante la II Guerra Mundial, y también de ETA y de otros grupos armados que acompañaron la vida social y política de este territorio.
Nos lleva, portando en la mano una carpeta de algunos de los documentos a los que tiene más aprecio, hasta una sala de lectura de obras de consulta. Allí nos empieza a contar su historia.
“En realidad esta biblioteca es muy reciente”, señala. La biblioteca del monasterio de Lazkao data de 1916, cuando las benedictinos franceses de Belloc, en el País Vasco francés, cruzaron la frontera tras la expropiación de la república francesa, llevándose su fondo documental. “No empecé a trabajar directamente en el archivo de la biblioteca. Nosotros venimos de antes, de una formación filosófica, teológica, para prepararnos para terminar la carrera de sacerdocio”, explica. Juan José resalta que, en su monasterio, los monjes viven de su trabajo. “No nos ayuda nadie, no somos como otros religiosos jesuitas o franciscanos”.
Su primer trabajo fue en la escuela que el monasterio tenía en la localidad. Cuando cerró, Agirre decidió hacerse cargo de la organización de la biblioteca. “No tenía ninguna formación, pero tomé esa responsabilidad porque no se ofreció ningún otro voluntario”.
Eran principios de los 70, y Agirre marchó al Monasterio de Montserrat, en Barcelona, a estudiar biblioteconomía durante tres años. “Fue el comienzo de mi vocación de bibliotecario y archivero. Allí, trabajando y observando, me conciencié de que, aparte de los libros y las publicaciones periódicas, había otro tipo de publicaciones clandestinas y papeles… papelitos pequeñitos o propaganda contra la dictadura. Allí aprendí a valorar el papel más pequeño, el que se distribuía en las calles por la noche y que aparecía por las mañanas, y al que muchas veces ahora se tacha de apología del terrorismo. Ese material es importantísimo para el estudio social de un lugar, aún más porque estaba prohibido”.
Ahora, el archivo es una fundación. “Es por seguridad, porque en cualquier momento te viene un Tejero y te lo destroza todo”.
Paseo por el fondo antiguo
Agirre nos hace de guía a través de las distintas habitaciones en las que se reparte el fondo del archivo de Lazkao. En la primera, al otro lado de la capilla del monasterio, se atesoran cientos de ejemplares de los siglo XV al XVIII.
“Los adornos [de estos libros] se hacían con xilograbados en maderas y punzones. Muchos de ellos tienen partes borradas por la inquisición, con tinta china, que, como tenía ácido, los agujereaba. Si había mucho que borrar, arrancaban páginas”, explica el monje. Uno de los libros que nos muestra data del siglo XVI, en él se explicaban las propiedades de plantas y animales.
“Éste está borrado en Salamanca en 1566 por orden de la Santa Inquisición. Es interesante ver lo que hizo la famosa inquisición…. Vamos a leer alguna de estas propiedades que explica el texto que aún se puede ver bajo la tinta con la que lo censuraron. Está en castellano antiguo. Garbanzos: es provocativo de orina, son nocivos en las llagas de la vejiga y riñones. ¿A dónde va? Al sexo”.
El exilio vasco durante la Guerra Civil y el franquismo
De vuelta en la primera sala de lectura, Agirre abre su carpeta y comienza a mostrarnos algunas de los documentos a los que tiene más cariño. Empieza por las publicaciones que los exiliados vascos publicaron cuando abandonaron España a raíz de la guerra civil.
“Estos son los que empezó el Gobierno vasco en París, la ‘Oficina de prensa de Euzkadi”, explica Agirre. “Ponían noticias de aquí y del resto de España también. Se publicaba tanto en Francia como en Inglaterra y salieron 7.000 y pico números. Es perfectamente la historia de España: es la prensa de allí y cositas que enviaban por teléfonos”. Después lee algunas de las noticias publicadas en uno de los ejemplares de la OPE, como también se la conoce: “Información de Euskadi, la educación pública bajo el franquismo, más coches ingleses… La situación bajo el régimen franquista, actividades en el exterior… Lo que dice la prensa portuguesa sobre España, o lo que decía la prensa franquista: ‘Una Alemania hitleriana como único dique contra el comunismo’”.
Agirre explica que la OPE comenzó al tiempo que la guerra civil: “El Gobierno vasco envió una delegación a París y allí, en septiembre de 1936, empezaron a publicar. Ponían la radio de París, la Pirenaica, la radio de Londres. Había noticias que se dictaban por teléfono y se escribían. Cuando los españolistas decían que Gernika la habían bombardeado los rojos –¡siempre los rojos!–, en las semanas siguientes, este periódico publicaba con fotografías quienes bombardearon realmente y cómo se había manipulado a la gente. Esta publicación duró hasta 1940, con la guerra mundial desaparece toda la prensa de aquí. Llegó 1945 y comenzó a publicarse de nuevo siguiendo la numeración del año 40, y duró hasta 1972. No falta ni un número, todos los tenemos aquí. Tenemos 40 tomos encuadernados. Es una publicación muy importante para conocer la historia, a través de ella se sabía de todo lo que pasaba aquí, de los asesinatos, de la cárcel, de las huelgas…”.
Sigue con la siguente publicación, 'Euzko Deya', de ocho páginas de papel muy fino, “para que los policías no se dieran cuenta cuando los llevaban para repartir”. “Euzko Deya, órgano de la resistencia vasca, en un lugar bajo la tiranía franquista”, lee Agirre en el subtítulo de la publicación.
“¿Cómo te las ingeniaste para recoger toda esta documentación?”, le preguntamos.
“Primero tenías que saber que existía la publicación, porque un pasquín que se distribuye aquí no se distribuía en Iparralde, en Bilbao o en Pamplona. Cuando éramos estudiantes de filosofía, de vez en cuando alguien nos traía un pasquín o una pequeña publicación, panfletos”, explica Agirre, quien añade que en algunos de ellos se podía leer la frase ‘después de leerlo pásalo a otro’. “No estábamos concienciados de que había que guardarlos”, añade.
Al volver de Barcelona, fue cuando comenzó a preguntar a amigos por este tipo de papeles. “En las estanterías siempre aparecía alguno. Una vez ví un 'Euzko Deya' ['Voces vascas', traduce Agirre al castellano] de París. Era el número 12 o 13, y me dije ‘¡ahí va!”, si es el número 12, tiene que haber números anteriores’. Sabía de la existencia de varias publicaciones que eran joyas. Las habíamos visto, pero no les hacíamos caso, y eran apología del terrorismo, eran delito, ya que muchos han sufrido multas o cárcel sólo por repartirlas o tenerlas”. A partir de entonces, Agirre explica que empezó a preguntar a amigos que se dedicaban a la política contra el régimen. “Hice una red de amigos que se preocupaban de recopilar lo que podían y que sabían de la existencia de publicaciones periódicas tanto en Francia como en América, porque mucha gente culta, en lugar de ir a la guerra en 1936, pasaron la frontera”.
Se puso en contacto con esos centros donde los vascos exiliados se reunían una o varias veces a la semana. “En Caracas vivía un benedictino que hizo toda la carrera de noviciado conmigo y que conocía a todos los que se reunían, tanto vascos como gallegos. Le hablé de la labor que estaba haciendo y de lo que quería hacer, y allí sabían de la existencia de muchísimas publicaciones periódicas de temas vascos que se repartían clandestinamente en Europa, sobre todo aquí, en País Vasco. Dieron una respuesta impresionante, me enviaron cantidad de publicaciones que no conocía. Para hacer la historia de los 40 años de franquismo, también tienes que ver todo esto”, subraya Agirre.
Y en los 60, llegó ETA
Pero “para entender la historia también es muy importante el comienzo de ETA”, añade Agirre, quien nos sitúa ahora en los principios de los 60.
“Primeramente ETA no existía como ETA, era el movimiento EGI [Euzko Gaztedi, traducido al castellano como Juventud Vasca, del Interior], los jóvenes del PNV”, explica. El monje benedictino señala que, en esos años, en las escuelas estaba prohibido enseñar cultura vasca y también estaba prohibido el euskera. “Unos jóvenes estudiantes de ingeniería de San Sebastián vinieron a Bilbao y empezaron a dar charlas los sábados. Se llamaban Grupo Ekin [grupo que se fusionaría con EGI]. Eran muy revolucionarios y querían tener un nombre propio. Tomaron el nombre de ETA, aunque al principio fue EGI-ETA. Más tarde empezaron los atentados, que eran con bombas molotov hechas con botellas con ácido clorhídrico. Todo era muy rústico en aquella época. Y empezaron también las detenciones y algunos tuvieron que exiliarse a Bayona. Fue allí, en Bayona, donde empezaron a trabajar y publicar cantidad de publicaciones, una de las primeras fue el famoso Libro Blanco de ETA.
En esos primeros años, ETA publica si Libro Blanco. “Se llama así porque la cubierta era blanca”, explica Agirre mostrando el pequeño libro. “Éste un ejemplar original –señala orgulloso–, del 60 o del 64. Tiene apartados sobre normas de seguridad, conducta general, conducta concreta, métodos de acción, comunismo, posición personal respecto al euskera, orígenes, opresión francesa y pérdida de la independencia; derecho de sindicalización, programa social y derechos sociales; personalidad social y patrimonio; nación, presente y futuro social de Euskadi…”.
Las charlas que el Grupo Ekin realizaba antes de formar ETA, hasta el año 59, también fueron publicadas. “Son estos multicopiados”, dice Agirre mostrando unas hojas escritas que datan de los años 60. “Este, por ejemplo, es sobre Iglesia y Estado. También sobre el euskera, sobre Iparralde, sobre cuando se perdieron los fueros… Eran pequeños, con el sello original, y se publicaron con posterioridad a las charlas, para concienciar”, continúa. “Hay cuatro o cinco números, y nosotros tenemos los primeros, que estaban impresos en ciclostil, en multicopiado. Después los llamaron ‘Cuadernos de Formación de ETA’. Más adelante, los números más importantes los sacaron a imprenta bajo el nombre ‘La insurrección en Euskadi’”.
El siguiente documento que nos enseña es el primer comunicado de ETA. “No significa que fuera el principio. Pero antes no había relación, iban unos por aquí y otros por allá. Está tanto en castellano como en euskera”. Agirre nos lee algunas de las líneas del comunicado. “Manifiesto de ETA al pueblo vasco, es 1 de enero del 64: ‘El Comité Ejecutivo de Euskadi ta Askatasuna ETA dirige al pueblo vasco su primer mensaje manifiesto nacional en forma de un mensaje de esperanza para este año primero de la lucha por la liberación total de Euskadi”.
“Hay que entenderlo con la mentalidad de aquella época. Ahora es totalmente distinto. Incluso el manifiesto ahora es totalmente distinto. Pero el comienzo es así”, apunta antes de mostrarnos el siguiente documento, en el que destaca el anagrama de ETA del hacha y la serpiente.
“El anagrama aparece impreso, por primera vez, aquí, en este libro, ‘Hacia una estrategia revolucionaria vasca’. ¿Has visto qué bonito?”, sonríe el monje. “¿Sabéis por qué escogieron esto del hacha y la serpiente?”, pregunta para explicarnos: “Fue un tal Likiniano. Era un refugiado también y había hecho bastantes atentados. Intentó hundir el yate de Franco cuando venía a la Semana Grande a San Sebastián. Pues este Likiniano, que también era tallista, hizo una talla con esta forma para recolectar dinero para los presos de ETA, pues en todos los pueblos del País Vasco ponían mesas en las fiestas para recoger dinero, gentes de izquierda o vascos en general. Entonces todos éramos amigos. Necesitaban un anagrama de ETA, y la usaron poniendo el nombre encima del dibujo de la talla”.
El siguiente documento que nos enseña también luce el sello de ETA. “Tiene cantidad de capítulos, algunos muy duros, sobre la moral de resistencia nacional, sobre resurgimientos nacionales, sobre Túnez o Irlanda; sobre independencia o autonomía –¡admitían la autonomía!–. Apostaban por destinar Navarra a la agricultura, y a Álava y Gipuzkoa a la industria. Y estaban a favor de la energía nuclear… Eran inocentes entonces, hay que saber entender aquella época”, explica Agirre antes de sacarnos varios ejemplares de Zutik, una de las publicaciones de la banda armada. “El primer número de Zutik es del año 61. Tenemos montones ahí, en cajas. Los tenemos todos”, explica.
La Transición en el País Vasco
Llegamos a 1977, al comienzo de la Transición. “Con la muerte de Franco comenzó un boom de panfletos, pegatinas y carteles”. El archivo de Lazkao custodia alrededor de 40.000 carteles y otros tantos miles de pegatinas, calendarios octavillas… Material elaborado por movimientos sociales, colectivos o partidos políticos, con más o menos medios, que ilustran las protestas que se vivían en la calle.
“Unos tienen más valor que otros. ¿Cómo los guardamos? por categorías, los de política los ponemos aparte porque tienen un valor especial”, señala Agirre mientras nos acompaña a una sala en la que se exponen cientos de pegatinas y calendarios.
“En el año 77 empieza EIA”, explica Agirre sobre el partido político Euskal Iraultzarako Alderdia (Partido para la Revolución Vasca), que operó en País Vasco entre 1977 y 1982. “Hay años en los que aprovechaban los calendarios para publicar su anagrama. A veces salían dos, 50 o 100 calendarios diferentes. Lo consideramos material de archivo porque explica lo que estaba ocurriendo en el país en cada momento. Ahora no salen [calendarios] tan importantes como en aquella época”, lamenta. El siguiente documento que nos describe es un panfleto en el que se pide la amnistía para ‘las 11 mujeres’ y se reclama el derecho al aborto. “Fue un escándalo en aquella época. Fue en Basauri”, explica Agirre sobre el proceso penal que hasta 1981 enfrentaron 10 mujeres y un hombre vasco acusados de practicar abortos y que se convertiría en un litigio clave para el feminismo. Siete años después, el magistrado condenó a una de las mujeres, pero señalando que la condena ya la había cumplido como prisión preventiva y también su derecho a acogerse a los indultos aprobados una década antes. El resto fueron absueltas.
“Y un poco más de historia, ¿quiénes fueron los últimos fusilados de Franco? Txiqui, Otaegi… Se levantó todo el mundo, hasta el papa. Los del FRAP hicieron [protestas] en Barcelona. Hay mucho material sobre estas protestas”, explica Agirre enseñándonos uno de los carteles de las manifestaciones convocadas en contra de las ejecuciones.
Otro cartel recuerda a Germán, un militante de la Liga Comunista Revolucionaria (LKI), asesinado por la policía de un tiro en la frente en la plaza de toros de Pamplona, en los Sanfermines de 1978. “El pueblo no olvidará”, lee Agirre en el cartel.
Llegamos a la última sala. Un gran archivo con varias estanterías móviles. En algunas se guardan las colecciones de documentos y los archivos, en otras se reparten las publicaciones periódicas. En una mesa, Agirre tiene preparados para enseñarnos algunos de los documentos relacionados con cómo se vivió la Transición en el País Vasco y, en concreto, uno de sus episodios: el referéndum que el 15 de diciembre ratificaría la Ley para la Reforma Política.
“Muchos partidos hacían campaña por el sí. Otros por el no, pero dando las razones. Otros por votar en blanco. Otros por hacer un día de lucha”, explica el monje. “En el Estado español yo empecé a recopilar este tipo de documentación, todos los papelitos. ¡Vaya si tiene valor histórico! Estos papeles se echaban a la calle. ‘¡Abstente! ¡No votes!’, decían. Yo salía a la calle a recoger estos papeles y también le pedía a la gente que me trajera. Empecé a recopilarlos antes del referéndum”.
“Estos son de ETA. Salieron unos 30 y pico, cada uno de ellos dando sus explicaciones”, explica Agirre. “Si te cogían con esto, repartiéndolos en la calle… Muchos animaban a que todo el mundo saliera a la calle el día del referéndum. Son muy bonitos, son joyas. Me espabilé, ¿eh?”, se enorgullece.
También los del PSOE: “No votad en un país donde no hay libertades”, lee en el panfleto socialista. “Es histórico, que ahora les guste o no les guste es otra cosa. Ahora lo niegan, pero aparece este papel que les contradice.
Y ahora, la prensa vasca
“El primer periódico nacionalista es de 1890 y pico, y lo editaron Sabino Arana y su hermano”, explica Agirre. “Sacaron el primer diario nacionalista, de mayo a septiembre. Y por orden gubernamental de Madrid, se prohibió la publicación. Éste [ejemplar] es de 1899″, explica enseñándonos un número de la publicación. “Los tenemos encuadernados todos”, añade.
Fue un sino que seguiría en la prensa vasca. “Durante la guerra, en el 37, cuando entraron los nacionales en Bilbao y acabaron el concierto económico, toda la prensa nacionalista fue prohibida, incluso cerraron imprentas”, explica.
El monje hace un breve repaso a los comienzos de la prensa en el Estado español tras el franquismo, y sobre todo en el País Vasco. “En el 77, cuando empezó la democracia entre comillas, con Suárez, con la Ley de Reforma Política y con el famoso referéndum. Cuando vino Carrillo con su peluca, cuando la amnistía… Entonces empezó el abanico de libertades y, un mes antes del referéndum, empezaron las dos primeras publicaciones periódicas de la democracia entre comillas: el semanario Berriak –PSE [Partido Socialista de Euskadi]– y Garaia –cercana al ESB [Partido Socialista Vasco]–. Duraron 30 números tanto una como otra. Después hubo elecciones a la presidencia y aparecieron partidos políticos y comenzaron a formar una prensa propia. El primer periódico fue Egin, que lo tenía todo preparado para comprar la rotativa, hicieron reuniones aquí y allá sobre la ideología que iba a tener el medio y… ¡pam!, salió el PNV y nadie sabe cómo, sacó el Deia, que aún continúa.
“Egin comenzó a publicarse el 21 de septiembre de 1977, el día de los Gudaris. Continuó hasta que lo secuestraron y prohibieron. Tenemos toda la colección aquí encuadernada. Fue interesante cómo conformó su ideología, pidieron ayuda a todo el mundo del País Vasco, y todo el mundo apoyó al principio. Nosotros también. Después, políticamente cambió. La secuestraron, y pasó muchos años en un almacén en el que hubo inundaciones y los periódicos se estropearon, pero nosotros lo tenemos bien”, señala orgulloso mostrando las decenas de tomos en los que se recoge toda la historia de esta publicación. También las decenas de panfletos, carteles y pegatinas relacionadas con su cierre, de las manifestaciones que se celebraron en su apoyo. “Al desaparecer comenzó Euskadi Información y, después Gara, que continúa”.
El final de la historia de Egin es parecido a la de Egunkaria, nacido en 1990 y único diario completamente en euskera hasta su cierre en 2003, también por orden del juez Baltasar Garzón.
Agirre nos enseña el último número de Egunkaria. También algunas de las octavillas con las convocatorias a las decenas de manifestaciones que se celebraron contra su cierre. “Todos somos Egunkaria”, lee en una de las octavillas. “No atacar el euskera”, lee en otra. “Nosotros fuimos a San Sebastián después de comer. Había gente que ya había llegado al final del recorrido, en el Ayuntamiento, y nosotros aún no habíamos podido empezar a andar. Tanta gente había”.
Una visita inesperada
La teoría del ‘todo es ETA’ impulsada por el juez Baltasar Garzón no podía dejar de lado a alguien empeñado en salvaguardar todo documento sobre la historia vasca, sin censurar la ideología.
“Yo les llamo mis amigos ahora, nos hemos hecho famosos gracias a esa visita”, ríe Agirre al recordar el interrogatorio que le hizo la Guardia Civil por orden de Garzón en febrero de 2005. “Llamaron a la portería y el portero me dijo: ‘Juan José, tienes una visita’. Fui y dos hombres me enseñan como un reloj y otro me dijo que eran policías, que estaba detenido e incomunicado por orden de Garzón. No me dijeron por qué. Casi me caigo del susto”, recuerda el monje. “Registraron la celda, la biblioteca, la caja fuerte del monasterio… que no sé yo qué querrían ver ahí. Me enseñaron la carta de Garzón y me hicieron firmar. En ella decía algo interesante, que se respetara la persona del padre Agirre. Registraron el espacio donde guardábamos las publicaciones periódicas y los panfletos. Todo lo que teníamos eran escritos en papel, cajitas sin encuadernar de publicaciones clandestinas, documentos de Jarrai, Kas, algunos de Segi también, creo. Me preguntaron si tenía ejemplares de Zutabe, y les dije que ojalá tuviera la colección al completo, que si supiera dónde la sacaban me haría suscriptor, porque es muy valiosa para, el día de mañana, hacer historia, ¡es imprescindible!”, subraya. “Yo todo el material que tengo es auténtico, y va en un 70% contra mis criterios, pero yo no soy quien, ni tú, para destruir esa documentación. Hay que respetarla, es historia. Yo soy amigo de todos como archivero, yo guardo la documentación”.
“Fuimos a donde estaban las publicaciones periódicas y vieron Egin, que hacía unos años que había sido secuestrada y prohibida. ‘Jefe, tienen Egin completo’, dijeron. Salí lleno de rabia, no sé cómo aguanté. ‘Oye, dígame usted si es que no se ha vendido en Madrid. Tenemos Deia, tenemos El Diario Vasco. Recibimos todos, y auténticos, pero no tenemos La Razón. Eso para Madrid estará bien, pero aquí no nos vale’. Así se lo dije”, relata Agirre.
“En la portería me interrogaron y llamaron a una abogaday a un médico para que viera en qué condiciones estaba. Yo ya me temí que me fueran a dar una paliza y les dije que no me interesaba el médico, que estaba muy bien. Me hicieron preguntas y más preguntas. Muchas veces no sabía qué contestar, si sí o no. Eran preguntas muy ambiguas. Era mejor callar que decir sí con un pero detrás. ¿Que si conocía a alguien de ETA? Normalmente tienes alguna amistad o has conocido a algún militante de ETA. Hombre, todos somos antifranquistas, y ese movimiento estuvo considerado como ETA. Así que amigos claro que he tenido. Me vino enseguida decir que sí. Un compañero mío durante doce años, ayudante mío en el colegio, fue un militar famoso de ETA que mataron”.
“Nada más salir, la juez me dijo que estaba absuelto, que qué iba a hacer la comunidad sin mí”, continúa Agirre.
Tras tres horas de visita en el Archivo de Lazkao, Juan José Aguirre comienza aguardar todos los panfletos, pegatinas, calendarios y publicaciones que nos ha ido mostrando. Le hacemos una última pregunta: ¿Cuál es el documento que más deseas para esta colección? “Aquí tenemos el primer manifiesto de ETA y ahora estoy esperando al último, no sé cuando saldrá, pero lo estoy esperando”, concluye.
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