Imagen: El Periódico |
La fiesta del Festival Circuit en Illa Fantasia atrae a numerosas mujeres heterosexuales que buscan un espacio donde nadie las desee.
Mauricio Bernal | El Periódico, 2017-08-15
http://www.elperiodico.com/es/barcelona/20170815/las-chicas-solo-quieren-divertirse-fiesta-piscina-isla-fantasia-circuit-gay-6225635
Hela aquí, Fiona de Irlanda, Fiona canon de la belleza occidental, Fiona rubia y de ojos azules y etcétera, Fiona cómoda. Fiona dice que esa es la palabra, “cómoda”, la encuentra como un tesoro al final de una breve búsqueda, después de transitar por “tranquila”, “relajada” y “libre”. “Cómoda”, repite. “En resumen, cómoda”, y quiere decir que en este lugar no la miran, no la desean, no intentan cortejarla –ni con elegancia ni sin ella–, y eso tiene el sabor dulce de una liberación. “Mira, me vestí como me dio la gana”, y señala las regiones pobremente cubiertas. Hela aquí, mirando desde una barandilla la piscina donde la palabra es “apretujada”, hela aquí en Isla Fantasía, disfrutando de una ración “magnífica”, insiste, de comodidad.
Hela aquí, Fiona de Irlanda, Fiona heterosexual en una fiesta donde el 90% más o menos son hombres homosexuales. Para ella también es una forma de paraíso. El deseo se supone que está en los ojos del otro y Fiona por un día no se siente deseada: una pausa en el largo camino de atraer miradas. Hela aquí, en compañía de una amiga y dos amigos homosexuales. Es la anomalía demográfica lo que busca. El anhelo que se cumple entre la piscina y los chorros de agua de Isla Fantasía solo es posible porque en este pequeño mundo y por un día las minorías son mayoría y viceversa. Mujeres heterosexuales debe ser lo que menos hay por aquí.
Sin coartadas
Pero las hay, helas acodadas en la barandilla, helas bailando, helas disfrutando en cierto modo del placer del anonimato: Romina que es argentina, Amanda que es brasileña, Alma que es colombiana, Judit que es de Barcelona, mujeres heterosexuales pespunteando un universo de homosexualidad. “Está muy bien que por un día no te miren”. “Estás aquí, tranquila porque sabes que nadie te va a entrar”. “Mira, puedo hacer esto y nadie se fija”. “Y yo puedo hacer esto y tampoco nadie se fija”. Van acompañadas de amigos homosexuales o han venido a acompañar a sus hermanos homosexuales, o han formado un pequeño grupo y han venido por su cuenta, sin coartadas. “A mí me gustan las cosas que me dicen los gais, siempre me dicen cosas guapas”.
A la fiesta máxima del Festival Circuit la han asociado con adjetivos y sustantivos de un orden específico, de “libertad” a “libertinaje” dependiendo del pelaje del descriptor. Por el medio anda “comodidad”. Hombres y mujeres homosexuales se dan el placer de celebrar una fiesta al aire libre, a plena luz del sol y en un parque acuático, ligeros de ropa y lejos de la oscuridad de las discotecas de sótano donde hasta hace poco debían o aún deben –depende de en qué países– esconderse; ejerciendo con descaro su libertad. “Y es genial, porque se crea un ambiente propicio para que vengas tú, que no eres homosexual, que eres una chica a la que le gustan los chicos –la colombiana Alma–, a disfrutar de un ambiente en el que sientes esa libertad pero de otro modo. Yo estoy encantada”.
Una isla en la isla
No es todo tan pletórico en los pequeños grupos de lesbianas, al menos no en todos. La demografía no está de su parte. “¡Necesitamos más chicas!”: Sasha, genovesa, que vive Londres y ha venido con amigas a la fiesta. Pero son una isla en el interior de la isla. No suelen aparecer mujeres en la foto de la piscina. “En Londres es igual, un montón de gais por todas partes pero ni una lesbiana”. El lamento es recurrente. Pero, de repente, unas formas femeninas a lo lejos. Sí. No. Ah. Una heterosexual.
Volvió la lógica del apretuje al parque acuático de Vilassar de Dalt, esa que dicta que cuantos más en menos espacio, mejor. De nuevo unas 8.000 personas, como en años anteriores, y como en años anteriores con los ingredientes habituales, como los boys que a primera hora de la tarde saltaron al escenario a calentar la fiesta, o como los 'disc jockeys' del circuito gay, que al parecer crean una música especial de circuito gay. El Festival Circuit celebra su 10º edición, ergo, ha celebrado su décima fiesta acuática. Los testimonios de los visitantes, sobre todo de los que han venido de muy lejos, se organizan en torno a un consenso: hay pocas cosas parecidas. En Venezuela, decía un venezolano, aún hay que esconderse. “Todavía hay mucho tabú”, se lamentaba.
Hela aquí, Fiona de Irlanda, Fiona heterosexual en una fiesta donde el 90% más o menos son hombres homosexuales. Para ella también es una forma de paraíso. El deseo se supone que está en los ojos del otro y Fiona por un día no se siente deseada: una pausa en el largo camino de atraer miradas. Hela aquí, en compañía de una amiga y dos amigos homosexuales. Es la anomalía demográfica lo que busca. El anhelo que se cumple entre la piscina y los chorros de agua de Isla Fantasía solo es posible porque en este pequeño mundo y por un día las minorías son mayoría y viceversa. Mujeres heterosexuales debe ser lo que menos hay por aquí.
Sin coartadas
Pero las hay, helas acodadas en la barandilla, helas bailando, helas disfrutando en cierto modo del placer del anonimato: Romina que es argentina, Amanda que es brasileña, Alma que es colombiana, Judit que es de Barcelona, mujeres heterosexuales pespunteando un universo de homosexualidad. “Está muy bien que por un día no te miren”. “Estás aquí, tranquila porque sabes que nadie te va a entrar”. “Mira, puedo hacer esto y nadie se fija”. “Y yo puedo hacer esto y tampoco nadie se fija”. Van acompañadas de amigos homosexuales o han venido a acompañar a sus hermanos homosexuales, o han formado un pequeño grupo y han venido por su cuenta, sin coartadas. “A mí me gustan las cosas que me dicen los gais, siempre me dicen cosas guapas”.
A la fiesta máxima del Festival Circuit la han asociado con adjetivos y sustantivos de un orden específico, de “libertad” a “libertinaje” dependiendo del pelaje del descriptor. Por el medio anda “comodidad”. Hombres y mujeres homosexuales se dan el placer de celebrar una fiesta al aire libre, a plena luz del sol y en un parque acuático, ligeros de ropa y lejos de la oscuridad de las discotecas de sótano donde hasta hace poco debían o aún deben –depende de en qué países– esconderse; ejerciendo con descaro su libertad. “Y es genial, porque se crea un ambiente propicio para que vengas tú, que no eres homosexual, que eres una chica a la que le gustan los chicos –la colombiana Alma–, a disfrutar de un ambiente en el que sientes esa libertad pero de otro modo. Yo estoy encantada”.
Una isla en la isla
No es todo tan pletórico en los pequeños grupos de lesbianas, al menos no en todos. La demografía no está de su parte. “¡Necesitamos más chicas!”: Sasha, genovesa, que vive Londres y ha venido con amigas a la fiesta. Pero son una isla en el interior de la isla. No suelen aparecer mujeres en la foto de la piscina. “En Londres es igual, un montón de gais por todas partes pero ni una lesbiana”. El lamento es recurrente. Pero, de repente, unas formas femeninas a lo lejos. Sí. No. Ah. Una heterosexual.
Volvió la lógica del apretuje al parque acuático de Vilassar de Dalt, esa que dicta que cuantos más en menos espacio, mejor. De nuevo unas 8.000 personas, como en años anteriores, y como en años anteriores con los ingredientes habituales, como los boys que a primera hora de la tarde saltaron al escenario a calentar la fiesta, o como los 'disc jockeys' del circuito gay, que al parecer crean una música especial de circuito gay. El Festival Circuit celebra su 10º edición, ergo, ha celebrado su décima fiesta acuática. Los testimonios de los visitantes, sobre todo de los que han venido de muy lejos, se organizan en torno a un consenso: hay pocas cosas parecidas. En Venezuela, decía un venezolano, aún hay que esconderse. “Todavía hay mucho tabú”, se lamentaba.
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