Imagen: El Plural / Manifestación en Barcelona, 26 Junio 1977 |
‘Sería un error que el 40 aniversario de las manifestaciones en defensa de las personas homosexuales se convirtiera en una competición’.
Pablo Morterero | El Plural, 2017-08-16
http://www.elplural.com/andalucia/2017/08/16/andalucia-y-la-memoria-homosexual
1977 y, especialmente, 1978, adquiere en el imaginario LGTBI español una perspectiva épica, ya que en dichos años se celebraron las primeras manifestaciones en defensa de las personas homosexuales, que culminó con la aprobación el 26 de diciembre de 1978 del Real Decreto Ley que eliminó la homosexualidad de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social.
Este año 2017 y, especialmente, en 2018 celebramos el 40 aniversario de estas efemérides, y es una ocasión propicia para que el movimiento LGTBI español haga balance de los avances que las personas homosexuales, bisexuales y transexuales hemos alcanzado, de los debates que durante aquellos años se produjeron en torno a la liberación homosexual y también de reconocimiento de aquellos y aquellas valientes que desafiaron una durísima realidad política, legal, social y familiar para tomar y dar voz a aquellos que desde el principio de los tiempos habían sido mirados con sospecha o directamente torturados, humillados y asesinados.
Lucha individual
Por desgracia fue una lucha más individual que colectiva, por mucho que en aquellos años aparecieran las primeras organizaciones LGTBI. Iniciativas tan frágiles como la propia vida de las personas que las encabezaban, amenazadas por una ley infame, la de Peligrosidad y Rehabilitación Social, que vivían en una sociedad en la que más del 80% de sus ciudadanos consideraba que la homosexualidad debería ser eliminada, y cuya integridad física y social estaba siempre al filo de la navaja, en riesgo permanente de ser expulsados de sus trabajos, reprobados por sus familias, encarcelados o exiliados.
Por eso sería un error que esta efeméride se convierta en una competición entre los supervivientes de aquella lucha por ser considerados los primeros o los más importantes. Todos y todas las que lucharon en aquellos años por los derechos y la dignidad de las personas LGTBI deben tener nuestro reconocimiento y nuestra admiración.
La decepción
En Andalucía, la fragilidad propia de aquel movimiento, que desembocó en su agotamiento a partir de los ochenta debido la decepción de muchos por la falta de un mayor respaldo por las fuerzas de izquierda, la emigración e incluso por culpa de la terrible pandemia del SIDA a finales de la década, hace que hoy, cuarenta años después, apenas se conserven materiales de aquella épica.
Hay que apelar a la siempre voluble memoria de los protagonistas, muchos de ellos de edad avanzada, a lo poco publicado en la época por una prensa casi siempre hostil y a algunos estudios universitarios y monografías lastradas por estos mismos males.
Reconstruir la memoria
Ahora la obligación del movimiento LGTBI andaluz, y de las administraciones públicas como el Instituto Andaluz de la Memoria Democrática, es reconstruir esa memoria, ponerle cara, recuperar argumentos, rescatar experiencias vitales, no como un ejercicio hedonista o melancólico, sino como instrumento para conocer aquella historia que nos llevó a conseguir que España sea uno de los países del mundo donde mayor aceptación social existe hacia la diversidad sexual.
En Andalucía, como en el resto de España, la muerte del dictador abrió una ventana de esperanza que lamentablemente fue frustrada por unos partidos de izquierda no estuvieron a la altura de sus esperanzas. Ni siquiera la apuesta del Partido Comunista por la derogación de la Ley de Peligrosidad puede ocultar que en aquellos mismos años la formación hegemónica de la izquierda durante décadas expulsaba a militantes por su orientación sexual.
Una organización pionera
Esos dos míticos años estuvieron marcados por algunos hechos que tenemos la obligación de recordar y compartir con las nuevas generaciones. La fundación en Málaga de la primera organización gay de Andalucía, la Unión Democrática de Homosexuales (ABC, 14/01/1977) encabezada por cuatro muchachos (un estudiante de teología, un alumno de una academia de peluquería, un auxiliar administrativo y un comerciante) a principios de 1977, dio lugar a la que creo fue la primera acción reivindicativa callejera de Andalucía: el reparto de pasquines en la zona universitaria del Egido el 13 de enero de ese año.
Aquel 1977 continuó con la presentación de 6.000 firmas dirigidas al ministro de justicia de la época pidiendo la derogación de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, con la participación entre otros del Movimiento de Liberación Homosexual de Granada y de la Unión Democrática de Homosexuales de Málaga, como se difundió en la rueda de prensa ofrecida el 21 de mayo en la sede del Club de Amigos de la Unesco (El País, 22/05/1977).
Y como hecho más importante de aquel año, la primera manifestación del Orgullo Gay en Barcelona, el 26 de mayo de 1977.
Málaga cede el testigo a Sevilla
Si 1977 fue el año de Málaga, en 1978 el testigo pasaría a Sevilla, donde durante su invierno tuvieron lugar dos hechos relevantes. Por un lado, la primera de las mesas redondas organizadas por el Aula de Cultura de la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla, celebrada el 1 de marzo, estuvo dedicada “a los sectores marginados de la sociedad”, en la que participaron “un homosexual, un preso y una feminista” (ABC, 22/02/1978). Por primera vez, la homosexualidad entraba en la Universidad de Sevilla como objeto de debate, aunque fuese a costa de su señalamiento como “marginación social”.
Por otro lado, en febrero de 1978 se veía en la Audiencia Provincial de Sevilla la que era la primera demanda en España para el cambio de la inscripción registral de sexo de una mujer transexual, conocida civilmente como Eduardo H.A. (la prensa de la época no facilitó su nombre real) que habiendo obtenido una sentencia favorable por parte del juez Cámara Carrillo, a pesar de la oposición del fiscal, vio recurrida la sentencia (ABC, 22/02/1978).
Un encuentro decisivo
Y fue gracias a la celebración en esta ciudad, el 7 de junio de 1978, del tercer encuentro de la coordinadora estatal de organizaciones homosexuales cuando Sevilla alcanzó el protagonismo de la lucha a nivel estatal.
Con el objetivo de conseguir que la nueva Constitución se recogiera la no discriminación de las personas por razón de su orientación sexual, junto a la habitual exigencia de derogación de la ley de Peligrosidad, y la libertad de expresión y el respeto al derecho de toda persona a vestirse y adornarse como quiera y a la libre disposición de su propio cuerpo, acudieron la Coordinadora de Colecttius d´Alliberament Gai, el Euskal Herriko Gay Askapen Mugimendua, el Frente de Liberación Homosexual de Castilla, el Frente de Liberación Homosexual Galego, el Frente Revolucionario de Liberación Sexual de Murcia, el Front D´Alliberament Gai de Catalunya y el Movimiento Homosexual de Acción Revolucionaria de Andalucía.
Somos hombres
Si en la presentación de la Asociación Democrática de Homosexuales de Málaga, los cuatro gais querían dejar claro que “a la gran mayoría […] no nos interesa cambiar de sexo; nos aceptamos así como somos. Nos consideramos hombres” (Blanco y Negro, 26/01/1977), el titular del artículo del ABC del que daba cuenta del encuentro en Sevilla de la Coordinadora de Frentes de Liberación Homosexual del Estado Español era “Los travestis piden que la Constitución reconozca sus derechos” (ABC 08/06/1978).
El 25 de junio de aquel mismo año, Sevilla y otras capitales se unieron a la celebración del Día Internacional de la Liberación Homosexual, que había iniciado Barcelona el año anterior, con un mitin en la sede de CCOO en la calle Calatrava, seguida de una manifestación que partiendo de la citada sede del Sindicato, atravesó la ciudad hasta el Prado de San Sebastián para concentrarse frente al Palacio de Justicia, con las reivindicaciones aprobadas en el encuentro estatal celebrado días antes en Sevilla.
Una bandera en la Giralda
Impactante tuvo que ser contemplar colgada desde lo alto de la Giralda la bandera del arcoíris que algunos activistas consiguieron desplegar ese día.
Finalmente, 1978 finalizó con la eliminación de la homosexualidad, entre otros estados de peligrosos, por parte del Consejo de Ministros reunido el 26 de diciembre, aun cuando se tuvo que esperar hasta el 31 de enero de 1979 para que entrara en vigor.
La desilusión hacia las fuerzas de izquierda, los propios debates del movimiento, y tal vez la sensación de que con la eliminación de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social se acaba con el problema fundamental de las personas homosexuales, llevó a un brusco descenso de la acción reivindicativa, al punto de no poder celebrarse la manifestación del Orgullo de 1979, siendo sustituida por un acto al que asistieron la quinta parte de participantes respecto al acto del año anterior. Acto en el que por problemas económicos no pudo celebrarse el concierto previsto.
Escasa concurrencia
Un diario de la ciudad lo justificaba de la siguiente manera: “Al parecer, la falta de apoyo por parte de los partidos de izquierda, que en la anterior y primera celebración se adhirieron en masa, fue la principal causa de esta escasa concurrencia” (ABC, 26/06/1979).
A pesar de que la mayoría de Frentes de Liberación Homosexual españoles se disolvieron a partir de 1981, siguiendo el ejemplo del FLH de Castilla, en Sevilla el FLHA siguió activo hasta mediados de los años 80, con actividades como las Semanas del Cine Homosexual, celebradas de 1982 a 1984, o sus acciones de lucha contra la pandemia del VIH, hasta 1986.
Después, habría que esperar casi diez años para que el movimiento LGTBI sevillano recuperara su pulso con asociaciones como SOMOS o COLEGA.
Pablo Morterero es presidente de la Asociación Adriano Antínoo
Este año 2017 y, especialmente, en 2018 celebramos el 40 aniversario de estas efemérides, y es una ocasión propicia para que el movimiento LGTBI español haga balance de los avances que las personas homosexuales, bisexuales y transexuales hemos alcanzado, de los debates que durante aquellos años se produjeron en torno a la liberación homosexual y también de reconocimiento de aquellos y aquellas valientes que desafiaron una durísima realidad política, legal, social y familiar para tomar y dar voz a aquellos que desde el principio de los tiempos habían sido mirados con sospecha o directamente torturados, humillados y asesinados.
Lucha individual
Por desgracia fue una lucha más individual que colectiva, por mucho que en aquellos años aparecieran las primeras organizaciones LGTBI. Iniciativas tan frágiles como la propia vida de las personas que las encabezaban, amenazadas por una ley infame, la de Peligrosidad y Rehabilitación Social, que vivían en una sociedad en la que más del 80% de sus ciudadanos consideraba que la homosexualidad debería ser eliminada, y cuya integridad física y social estaba siempre al filo de la navaja, en riesgo permanente de ser expulsados de sus trabajos, reprobados por sus familias, encarcelados o exiliados.
Por eso sería un error que esta efeméride se convierta en una competición entre los supervivientes de aquella lucha por ser considerados los primeros o los más importantes. Todos y todas las que lucharon en aquellos años por los derechos y la dignidad de las personas LGTBI deben tener nuestro reconocimiento y nuestra admiración.
La decepción
En Andalucía, la fragilidad propia de aquel movimiento, que desembocó en su agotamiento a partir de los ochenta debido la decepción de muchos por la falta de un mayor respaldo por las fuerzas de izquierda, la emigración e incluso por culpa de la terrible pandemia del SIDA a finales de la década, hace que hoy, cuarenta años después, apenas se conserven materiales de aquella épica.
Hay que apelar a la siempre voluble memoria de los protagonistas, muchos de ellos de edad avanzada, a lo poco publicado en la época por una prensa casi siempre hostil y a algunos estudios universitarios y monografías lastradas por estos mismos males.
Reconstruir la memoria
Ahora la obligación del movimiento LGTBI andaluz, y de las administraciones públicas como el Instituto Andaluz de la Memoria Democrática, es reconstruir esa memoria, ponerle cara, recuperar argumentos, rescatar experiencias vitales, no como un ejercicio hedonista o melancólico, sino como instrumento para conocer aquella historia que nos llevó a conseguir que España sea uno de los países del mundo donde mayor aceptación social existe hacia la diversidad sexual.
En Andalucía, como en el resto de España, la muerte del dictador abrió una ventana de esperanza que lamentablemente fue frustrada por unos partidos de izquierda no estuvieron a la altura de sus esperanzas. Ni siquiera la apuesta del Partido Comunista por la derogación de la Ley de Peligrosidad puede ocultar que en aquellos mismos años la formación hegemónica de la izquierda durante décadas expulsaba a militantes por su orientación sexual.
Una organización pionera
Esos dos míticos años estuvieron marcados por algunos hechos que tenemos la obligación de recordar y compartir con las nuevas generaciones. La fundación en Málaga de la primera organización gay de Andalucía, la Unión Democrática de Homosexuales (ABC, 14/01/1977) encabezada por cuatro muchachos (un estudiante de teología, un alumno de una academia de peluquería, un auxiliar administrativo y un comerciante) a principios de 1977, dio lugar a la que creo fue la primera acción reivindicativa callejera de Andalucía: el reparto de pasquines en la zona universitaria del Egido el 13 de enero de ese año.
Aquel 1977 continuó con la presentación de 6.000 firmas dirigidas al ministro de justicia de la época pidiendo la derogación de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, con la participación entre otros del Movimiento de Liberación Homosexual de Granada y de la Unión Democrática de Homosexuales de Málaga, como se difundió en la rueda de prensa ofrecida el 21 de mayo en la sede del Club de Amigos de la Unesco (El País, 22/05/1977).
Y como hecho más importante de aquel año, la primera manifestación del Orgullo Gay en Barcelona, el 26 de mayo de 1977.
Málaga cede el testigo a Sevilla
Si 1977 fue el año de Málaga, en 1978 el testigo pasaría a Sevilla, donde durante su invierno tuvieron lugar dos hechos relevantes. Por un lado, la primera de las mesas redondas organizadas por el Aula de Cultura de la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla, celebrada el 1 de marzo, estuvo dedicada “a los sectores marginados de la sociedad”, en la que participaron “un homosexual, un preso y una feminista” (ABC, 22/02/1978). Por primera vez, la homosexualidad entraba en la Universidad de Sevilla como objeto de debate, aunque fuese a costa de su señalamiento como “marginación social”.
Por otro lado, en febrero de 1978 se veía en la Audiencia Provincial de Sevilla la que era la primera demanda en España para el cambio de la inscripción registral de sexo de una mujer transexual, conocida civilmente como Eduardo H.A. (la prensa de la época no facilitó su nombre real) que habiendo obtenido una sentencia favorable por parte del juez Cámara Carrillo, a pesar de la oposición del fiscal, vio recurrida la sentencia (ABC, 22/02/1978).
Un encuentro decisivo
Y fue gracias a la celebración en esta ciudad, el 7 de junio de 1978, del tercer encuentro de la coordinadora estatal de organizaciones homosexuales cuando Sevilla alcanzó el protagonismo de la lucha a nivel estatal.
Con el objetivo de conseguir que la nueva Constitución se recogiera la no discriminación de las personas por razón de su orientación sexual, junto a la habitual exigencia de derogación de la ley de Peligrosidad, y la libertad de expresión y el respeto al derecho de toda persona a vestirse y adornarse como quiera y a la libre disposición de su propio cuerpo, acudieron la Coordinadora de Colecttius d´Alliberament Gai, el Euskal Herriko Gay Askapen Mugimendua, el Frente de Liberación Homosexual de Castilla, el Frente de Liberación Homosexual Galego, el Frente Revolucionario de Liberación Sexual de Murcia, el Front D´Alliberament Gai de Catalunya y el Movimiento Homosexual de Acción Revolucionaria de Andalucía.
Somos hombres
Si en la presentación de la Asociación Democrática de Homosexuales de Málaga, los cuatro gais querían dejar claro que “a la gran mayoría […] no nos interesa cambiar de sexo; nos aceptamos así como somos. Nos consideramos hombres” (Blanco y Negro, 26/01/1977), el titular del artículo del ABC del que daba cuenta del encuentro en Sevilla de la Coordinadora de Frentes de Liberación Homosexual del Estado Español era “Los travestis piden que la Constitución reconozca sus derechos” (ABC 08/06/1978).
El 25 de junio de aquel mismo año, Sevilla y otras capitales se unieron a la celebración del Día Internacional de la Liberación Homosexual, que había iniciado Barcelona el año anterior, con un mitin en la sede de CCOO en la calle Calatrava, seguida de una manifestación que partiendo de la citada sede del Sindicato, atravesó la ciudad hasta el Prado de San Sebastián para concentrarse frente al Palacio de Justicia, con las reivindicaciones aprobadas en el encuentro estatal celebrado días antes en Sevilla.
Una bandera en la Giralda
Impactante tuvo que ser contemplar colgada desde lo alto de la Giralda la bandera del arcoíris que algunos activistas consiguieron desplegar ese día.
Finalmente, 1978 finalizó con la eliminación de la homosexualidad, entre otros estados de peligrosos, por parte del Consejo de Ministros reunido el 26 de diciembre, aun cuando se tuvo que esperar hasta el 31 de enero de 1979 para que entrara en vigor.
La desilusión hacia las fuerzas de izquierda, los propios debates del movimiento, y tal vez la sensación de que con la eliminación de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social se acaba con el problema fundamental de las personas homosexuales, llevó a un brusco descenso de la acción reivindicativa, al punto de no poder celebrarse la manifestación del Orgullo de 1979, siendo sustituida por un acto al que asistieron la quinta parte de participantes respecto al acto del año anterior. Acto en el que por problemas económicos no pudo celebrarse el concierto previsto.
Escasa concurrencia
Un diario de la ciudad lo justificaba de la siguiente manera: “Al parecer, la falta de apoyo por parte de los partidos de izquierda, que en la anterior y primera celebración se adhirieron en masa, fue la principal causa de esta escasa concurrencia” (ABC, 26/06/1979).
A pesar de que la mayoría de Frentes de Liberación Homosexual españoles se disolvieron a partir de 1981, siguiendo el ejemplo del FLH de Castilla, en Sevilla el FLHA siguió activo hasta mediados de los años 80, con actividades como las Semanas del Cine Homosexual, celebradas de 1982 a 1984, o sus acciones de lucha contra la pandemia del VIH, hasta 1986.
Después, habría que esperar casi diez años para que el movimiento LGTBI sevillano recuperara su pulso con asociaciones como SOMOS o COLEGA.
Pablo Morterero es presidente de la Asociación Adriano Antínoo
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