Imagen: El País |
El Parlamento debate una nueva ley que convertiría la práctica en algo totalmente altruista entre parientes o allegados.
Laura Rollano Vega | El País, 2017-09-27
https://elpais.com/internacional/2017/09/27/actualidad/1506529140_757638.html
India dejará pronto de ser considerado el útero del mundo. La nueva ley sobre la maternidad subrogada, legal desde 2002, pretende restringir la práctica, convertirla en un acto altruista, así como excluir a extranjeros y homosexuales, que no podrán convertirse en padres de hijos gestados por mujeres indias. Los denominados vientres de alquiler florecieron en India durante los últimos 15 años en un negocio que, según estimaciones de Naciones Unidas de 2012, mueve alrededor de 400 millones de dólares anuales.
La clínica de infertilidad Wyzax está situada en una concurrida calle de dos sentidos en pleno corazón de Nueva Delhi. Tras cruzar una puerta con un cartel que dice en inglés centro de subrogación y fertilización in vitro, una musiquita como de ascensor difumina el silencio de la sala de espera. Las parejas, sentadas y rígidas, se cogen de la mano y esperan flemáticas a que se haga realidad el sueño que persiguen a cualquier precio: ser padres. Una inquietud que en India no tiene la ocasión de exhibirse en público.
La escena se repite en las más de 3.000 clínicas que, según un informe de Naciones Unidas de 2012, se estima que existen en el subcontinente indio. Ofrecen diferentes alternativas para combatir la infertilidad, que afecta hoy en día a alrededor de 27 millones de parejas en India, y que, considerándose algo extremadamente ignominioso, suele pagarse con el precio del honor familiar. “Las madres que tienen hijas ya están estigmatizadas, pero no tener descendencia es otro nivel de estigmatización muy superior”, explica Sneha Banerjee, representante de la ONG Sama Resource Group for Women and Health (grupo de recursos para mujeres y salud).
Las clínicas de infertilidad se presentan ante la sociedad india como una salvación por la que vale la pena invertir los ahorros y la paciencia de una vida. Estos centros presentan la subrogación en sus catálogos como algo distinguido e incluso elegante, desde que actores de Bollywood han empezado a recurrir a esta práctica. Uno de los últimos ha sido Karan Johar, una de sus mayores estrellas y reciente padre de unos gemelos. El precio, que oscila entre los 15.000 y los 30.000 dólares, supone un reto económico que no pueden afrontar el 80% de parejas estériles de India. Pero esa misma cantidad constituye, en cambio, una tentadora y asequible oferta para los más de 10.000 extranjeros que según la periodista Julie Bindel, aterrizan cada año en India para firmar los contratos para que una mujer local geste a sus hijos. “[Los futuros padres] nunca tendrán la ocasión de conocer en persona a la verdadera madre para evitar posibles chantajes”, aclara Banerjee, de la ONG Sama. En su opinión, son tres los principales motivos de este crecimiento masivo del turismo gestante en su país: “El bajo precio, el poco tiempo de espera o el gran número de mujeres aspirando a convertirse en subrogadas”.
Los aspirantes a padres son la parte a la que más se protege durante el proceso de subrogación, aunque las gestantes suelen ser las más vulnerables. Dichos contratos, que en la mayoría de casos se redactan exclusivamente en inglés y son firmados por mujeres cuyo nivel de educación no les permite ni siquiera escribir en su lengua materna, no garantizan información sobre los posibles riesgos ni un apoyo legal en caso de complicaciones en el parto o la pérdida natural del bebé, según denuncian los defensores de los derechos de estas mujeres. “La información es muy escasa cuando se trata de una subrogada, les informan muy por encima y el énfasis lo ponen en entender que tienen que entregar al bebé, que no es suyo, aunque sea ella la que está embarazada”, continúa la activista Banerjee.
Estas mujeres, que suelen convertirse en gestantes de los bebés de otros porque debido a su acuciante necesidad de dinero, pertenecen al 65% de indias que, según el último censo, viven por debajo del umbral de la pobreza y la exclusión social. Sin embargo, para poder ser aceptadas por las clínicas no pueden pertenecer a castas excesivamente bajas. Su nivel cultural, que suele ser bajo, las limita a la hora de tomar decisiones conscientes sobre su sexualidad y, además, la primera exigencia del contrato de subrogación es que lleguen acompañadas de la autorización explícita de sus maridos.
Esta práctica, que hasta ahora suponía una mejora económica para ellas de 4.000, 5.000 o 6.000 euros (el sueldo que ganarían en cinco años de trabajo), dejará probablemente de constituir una vía de obtener dinero: el 21 de noviembre de 2016, la nueva proposición de ley sobre la maternidad subrogada entró en la Cámara baja del Parlamento y aprobada poco después por la Corte Suprema. El principal objetivo de la norma es prohibir la subrogación comercial, de modo que esta práctica pase a ser totalmente altruista y se realice, por obligación, a través de un familiar directo o una amiga cercana de los aspirantes a padres.
Este hecho es algo que a pocos convence y a muchos incomoda. Si se tiene en consideración cómo es el núcleo familiar indio, en el que conviven juntos padres, abuelos, hermanos y primos, la situación se complica todavía más. La representante de la ONG Sama, se muestra tajante: “Lo único que se conseguirá [con la nueva norma] es el crecimiento de más mercados clandestinos y potenciar la vulnerabilidad de mujeres que ya son vulnerables, dejándolas sin leyes que las respalden y sin mejorar sus condiciones de vida”.
Además, la legislación que tramita el Parlamento deja categóricamente fuera a homosexuales y extranjeros. La doctora Nalini Mahajan, directora del Hospital Mother and Child (Madre e hijo) de Nueva Delhi, con 40 años de experiencia en el ámbito de la infertilidad, argumenta con rudeza: “Creo que el motivo es que ha habido parejas de hombres homosexuales que contrataban a cinco subrogadas a la vez para después vender a los niños en Bangkok y otras ciudades. ¿Por qué una pareja normal, de hombre y mujer, querría hacer algo así?
De esta forma, el Gobierno indio encuentra la excusa perfecta para seguir condenando lo que contradice la moral del país y que, en sus libros de derecho, bajo la sección 377, se define como “sexo en contra del orden natural”.
India se suma así a países como Corea del Sur o Vietnam, que han sido pioneros en imponer el altruismo como única forma posible de maternidad subrogada. La gran mayoría de Estados vecinos, sin embargo, hace mucho que tomaron la decisión de prohibirlo, como es el caso de China, Camboya o Indonesia.
La clínica de infertilidad Wyzax está situada en una concurrida calle de dos sentidos en pleno corazón de Nueva Delhi. Tras cruzar una puerta con un cartel que dice en inglés centro de subrogación y fertilización in vitro, una musiquita como de ascensor difumina el silencio de la sala de espera. Las parejas, sentadas y rígidas, se cogen de la mano y esperan flemáticas a que se haga realidad el sueño que persiguen a cualquier precio: ser padres. Una inquietud que en India no tiene la ocasión de exhibirse en público.
La escena se repite en las más de 3.000 clínicas que, según un informe de Naciones Unidas de 2012, se estima que existen en el subcontinente indio. Ofrecen diferentes alternativas para combatir la infertilidad, que afecta hoy en día a alrededor de 27 millones de parejas en India, y que, considerándose algo extremadamente ignominioso, suele pagarse con el precio del honor familiar. “Las madres que tienen hijas ya están estigmatizadas, pero no tener descendencia es otro nivel de estigmatización muy superior”, explica Sneha Banerjee, representante de la ONG Sama Resource Group for Women and Health (grupo de recursos para mujeres y salud).
Las clínicas de infertilidad se presentan ante la sociedad india como una salvación por la que vale la pena invertir los ahorros y la paciencia de una vida. Estos centros presentan la subrogación en sus catálogos como algo distinguido e incluso elegante, desde que actores de Bollywood han empezado a recurrir a esta práctica. Uno de los últimos ha sido Karan Johar, una de sus mayores estrellas y reciente padre de unos gemelos. El precio, que oscila entre los 15.000 y los 30.000 dólares, supone un reto económico que no pueden afrontar el 80% de parejas estériles de India. Pero esa misma cantidad constituye, en cambio, una tentadora y asequible oferta para los más de 10.000 extranjeros que según la periodista Julie Bindel, aterrizan cada año en India para firmar los contratos para que una mujer local geste a sus hijos. “[Los futuros padres] nunca tendrán la ocasión de conocer en persona a la verdadera madre para evitar posibles chantajes”, aclara Banerjee, de la ONG Sama. En su opinión, son tres los principales motivos de este crecimiento masivo del turismo gestante en su país: “El bajo precio, el poco tiempo de espera o el gran número de mujeres aspirando a convertirse en subrogadas”.
Los aspirantes a padres son la parte a la que más se protege durante el proceso de subrogación, aunque las gestantes suelen ser las más vulnerables. Dichos contratos, que en la mayoría de casos se redactan exclusivamente en inglés y son firmados por mujeres cuyo nivel de educación no les permite ni siquiera escribir en su lengua materna, no garantizan información sobre los posibles riesgos ni un apoyo legal en caso de complicaciones en el parto o la pérdida natural del bebé, según denuncian los defensores de los derechos de estas mujeres. “La información es muy escasa cuando se trata de una subrogada, les informan muy por encima y el énfasis lo ponen en entender que tienen que entregar al bebé, que no es suyo, aunque sea ella la que está embarazada”, continúa la activista Banerjee.
Estas mujeres, que suelen convertirse en gestantes de los bebés de otros porque debido a su acuciante necesidad de dinero, pertenecen al 65% de indias que, según el último censo, viven por debajo del umbral de la pobreza y la exclusión social. Sin embargo, para poder ser aceptadas por las clínicas no pueden pertenecer a castas excesivamente bajas. Su nivel cultural, que suele ser bajo, las limita a la hora de tomar decisiones conscientes sobre su sexualidad y, además, la primera exigencia del contrato de subrogación es que lleguen acompañadas de la autorización explícita de sus maridos.
Esta práctica, que hasta ahora suponía una mejora económica para ellas de 4.000, 5.000 o 6.000 euros (el sueldo que ganarían en cinco años de trabajo), dejará probablemente de constituir una vía de obtener dinero: el 21 de noviembre de 2016, la nueva proposición de ley sobre la maternidad subrogada entró en la Cámara baja del Parlamento y aprobada poco después por la Corte Suprema. El principal objetivo de la norma es prohibir la subrogación comercial, de modo que esta práctica pase a ser totalmente altruista y se realice, por obligación, a través de un familiar directo o una amiga cercana de los aspirantes a padres.
Este hecho es algo que a pocos convence y a muchos incomoda. Si se tiene en consideración cómo es el núcleo familiar indio, en el que conviven juntos padres, abuelos, hermanos y primos, la situación se complica todavía más. La representante de la ONG Sama, se muestra tajante: “Lo único que se conseguirá [con la nueva norma] es el crecimiento de más mercados clandestinos y potenciar la vulnerabilidad de mujeres que ya son vulnerables, dejándolas sin leyes que las respalden y sin mejorar sus condiciones de vida”.
Además, la legislación que tramita el Parlamento deja categóricamente fuera a homosexuales y extranjeros. La doctora Nalini Mahajan, directora del Hospital Mother and Child (Madre e hijo) de Nueva Delhi, con 40 años de experiencia en el ámbito de la infertilidad, argumenta con rudeza: “Creo que el motivo es que ha habido parejas de hombres homosexuales que contrataban a cinco subrogadas a la vez para después vender a los niños en Bangkok y otras ciudades. ¿Por qué una pareja normal, de hombre y mujer, querría hacer algo así?
De esta forma, el Gobierno indio encuentra la excusa perfecta para seguir condenando lo que contradice la moral del país y que, en sus libros de derecho, bajo la sección 377, se define como “sexo en contra del orden natural”.
India se suma así a países como Corea del Sur o Vietnam, que han sido pioneros en imponer el altruismo como única forma posible de maternidad subrogada. La gran mayoría de Estados vecinos, sin embargo, hace mucho que tomaron la decisión de prohibirlo, como es el caso de China, Camboya o Indonesia.
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