Imagen: El Periódico / Actual restaurant Guixot, donde estaba LaSal, Barcelona |
La Sal acogió en 1977 a las primeras feministas de la Barcelona posfranquista. El local, además de ocio, ofrecía ayuda para abortar.
Annalisa Palumbo | El Periódico, 2017-09-21
http://www.elperiodico.com/es/ciutat-vella/20170920/el-bar-de-las-pioneras-6297987
Paredes pintadas de morado y luces escondidas detrás de encajes blancos eran el refugio de mujeres inquietas en la Barcelona posfranquista. Fundado el 6 de junio de 1977, el bar La Sal, en la calle de Riereta, 8, en el Raval, fue uno de los primeros bares feministas de Europa.
"Era un momento de gran ebullición -relata una de las cofundadoras de La Sal, Carme Cases- y la sociedad entera peleaba para mejorar el mundo en el que vivíamos". En toda Europa crecían los movimientos feministas y en 1976 en Barcelona se celebraron las Jornades Catalanes de la Dona. "Allí empezamos con la idea del bar, un lugar donde las mujeres pudiesen sentirse cómodas y disfrutar de su tiempo libre sin ser miradas de reojo o tachadas de indecentes", sigue Casas, que recuerda que en aquella época los bares eran un sitio pensado exclusivamente para un público masculino.
Lejos de ser un mero espacio recreativo, La Sal estaba más cerca de un actual centro cívico. En su interior se organizaban exposiciones, debates y lecturas. En 1978, en el 13 de la misma calle, se abrió la editorial La Sal, Edicions de les Dones, que publicaba libros en línea con el feminismo y la emancipación de la mujer. "El bar era un espacio muy plural, una referencia para mujeres de toda Europa y cierto tipo de hombre amable y abierto al diálogo era más que bienvenido", añade Casas.
Lo cierto es que las mujeres encontraban un lugar de recreo, pero también un sitio donde pedir ayuda. En una época en que el divorcio era ilegal, algunas tardes por semana una mujer abogado ayudaba a las clientas del bar que tenían problemas con su marido o con su trabajo. "También, aunque no lo decíamos abiertamente, teníamos contactos con médicos que practicaban el aborto en el sur de Francia, cuando en aquel momento la única alternativa para abortar era viajar hasta Londres".
Con el paso de los años, el trabajo voluntario de las fundadoras fue haciéndose cada vez más pesado y poco a poco más y más gente terminó ocupándose de la gestión del bar, cuya gestión se traspasó unos cinco años después de la fundación. La Sal se radicalizó. "Ya no era lo que habíamos creado, no era un espacio de dialogo. Los hombres ya no eran bienvenidos", afirma Casas.
Ahora, el Guixot
Desde 1987, La Sal se llama restaurante Guixot. Su dueño, Francisco Gutiérrez, recuerda: "Las primeras veces que mi hermano José y yo entramos en La Sal para ver el local antes de la compra notábamos mucha hostilidad. Las mujeres se ponían nerviosas. Nosotros no éramos bienvenidos".
Ahora, 40 años después de la fundación de La Sal, aún hay clientes que se acuerdan de la época feminista del bar. "Cuando relevamos la actividad mucha gente volvió a La Sal recordando lo que era en sus orígenes, un espacio de libertad y diálogo, donde se intentaba mejorar la sociedad", sonríe Gutiérrez.
"Era un momento de gran ebullición -relata una de las cofundadoras de La Sal, Carme Cases- y la sociedad entera peleaba para mejorar el mundo en el que vivíamos". En toda Europa crecían los movimientos feministas y en 1976 en Barcelona se celebraron las Jornades Catalanes de la Dona. "Allí empezamos con la idea del bar, un lugar donde las mujeres pudiesen sentirse cómodas y disfrutar de su tiempo libre sin ser miradas de reojo o tachadas de indecentes", sigue Casas, que recuerda que en aquella época los bares eran un sitio pensado exclusivamente para un público masculino.
Lejos de ser un mero espacio recreativo, La Sal estaba más cerca de un actual centro cívico. En su interior se organizaban exposiciones, debates y lecturas. En 1978, en el 13 de la misma calle, se abrió la editorial La Sal, Edicions de les Dones, que publicaba libros en línea con el feminismo y la emancipación de la mujer. "El bar era un espacio muy plural, una referencia para mujeres de toda Europa y cierto tipo de hombre amable y abierto al diálogo era más que bienvenido", añade Casas.
Lo cierto es que las mujeres encontraban un lugar de recreo, pero también un sitio donde pedir ayuda. En una época en que el divorcio era ilegal, algunas tardes por semana una mujer abogado ayudaba a las clientas del bar que tenían problemas con su marido o con su trabajo. "También, aunque no lo decíamos abiertamente, teníamos contactos con médicos que practicaban el aborto en el sur de Francia, cuando en aquel momento la única alternativa para abortar era viajar hasta Londres".
Con el paso de los años, el trabajo voluntario de las fundadoras fue haciéndose cada vez más pesado y poco a poco más y más gente terminó ocupándose de la gestión del bar, cuya gestión se traspasó unos cinco años después de la fundación. La Sal se radicalizó. "Ya no era lo que habíamos creado, no era un espacio de dialogo. Los hombres ya no eran bienvenidos", afirma Casas.
Ahora, el Guixot
Desde 1987, La Sal se llama restaurante Guixot. Su dueño, Francisco Gutiérrez, recuerda: "Las primeras veces que mi hermano José y yo entramos en La Sal para ver el local antes de la compra notábamos mucha hostilidad. Las mujeres se ponían nerviosas. Nosotros no éramos bienvenidos".
Ahora, 40 años después de la fundación de La Sal, aún hay clientes que se acuerdan de la época feminista del bar. "Cuando relevamos la actividad mucha gente volvió a La Sal recordando lo que era en sus orígenes, un espacio de libertad y diálogo, donde se intentaba mejorar la sociedad", sonríe Gutiérrez.
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